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Zulianos inolvidables: Oscar d’Empaire

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Por LEÓN SARCOS

A la familia d’Empaire Etcheberry

La belleza artística no consiste en representar una cosa bella, sino en la bella representación de una cosa, afirmó Immanuel Kant. El arte no reproduce aquello que es visible, sino que hace visible aquello que no siempre lo es, dirá Paul Klee. Y hay una expresión irreverente, como todo lo del maestro Marcel Duchamp, que contiene mucha sabiduría y que a él lo hizo notable con su famosa Fuente: el arte tiene la bonita costumbre de echar a perder todas las teorías artísticas.

Siento que en asuntos de arte solo Dios sabe quién será o no será, pues el tiempo es el único juez que se encarga de poner a cada quien en su sitio, y es la sedimentación estética del buen gusto del público, los entendidos y la crítica, la que determina al genio y la obra eterna, y al creador de moda con su arte fugaz.

Un artista del ensamblaje

Oscar d’Empaire confeccionó un código estético particular en el postmoderno oficio creativo del ensamblaje: el arte de realizar manufacturas a partir de materiales naturales, objetos o fragmentos desprovistos de calidad artística para, innovadoramente, con su ingenio, sumárselas. La pintora y crítica Ofelia Soto describe sugestivamente al escultor en su labor creativa:

A veces con la máscara y la chispa de la fragua. Manos rudas y nudosas se mueven ágilmente ensayando distintos lugares en la colocación de objetos banales o elementos fragmentarios diversos que, de pronto, encajan en el lugar preciso de una armoniosa arquitectura. Sorprende la amorosa exploración de la textura y la extensión y desenfado de los colores primarios, junto al color natural de la madera o del hierro. Sorprende la fortaleza en la impecable elegancia de la estructura.

Oscar d’Empaire se ganó un puesto en el alma zuliana y en la cultura regional y nacional. Este honorable ciudadano, primer descendiente de dos representativas familias del mundo empresarial, encabezadas por don Manuel Belloso Nava y Carlos Julio d’Empaire, distinguidos promotores del desarrollo de la región y el país, llegará a convertirse en un reconocido artista plástico, gran coleccionista, y un creativo y eficiente promotor y gerente cultural y educativo.

El Diccionario General del Zulia lo registra de forma destacada: Artista visual (escultor) y promotor cultural, factor básico de la cultura zuliana, con un reconocido trabajo escultórico, donde se puede advertir la coherencia formal y conceptual de una obra rigurosamente construida e impecablemente acabada que además posee las virtudes primordiales de ser atractiva, interesante y bella, alcanzando un alto nivel que ha sabido mantener.

Los primeros pasos de un coleccionista y promotor cultural

Este artista del ensamblaje nació en Maracaibo un 27 de enero de 1930. Egresado del Colegio Maristas, su deseo era graduarse de arquitecto, pero los avatares de la vida lo llevaron a realizar estudios de administración comercial en el Saint Francis College de Pensilvania, USA (Estados Unidos).

El llamado de su padre Carlos Julio lo devolvió al país muy joven, para trabajar junto a él en los negocios y en algunas iniciativas culturales de alto interés para la región, que a la postre se convertirían en grandes aportes al desarrollo de la cultura regional y nacional.

En la celebración en Caracas de un matrimonio donde era padrino coincidió con una bella, simpática y distinguida joven nacida en Chile de ascendientes franceses de nombre Maider Etcheberry Etcheverst natural de Quintero, ciudad comuna situada al norte de Valparaíso e, históricamente, el primer puerto del país.

Oscar y Maider, un año después de un reencuentro inesperado, se juntarían luego de un muy corto noviazgo de tres meses para no volver a separarse, hasta que la vida de Oscar llegó a su fin. Contrajeron matrimonio el 6 de julio de 1962. De esa feliz unión nacieron: Luis Felipe, el 8 de junio de 1963; Alfredo Enrique, el 3 de mayo de 1964; Julieta, el 30 de agosto de 1965; Juan Carlos, el 28 de agosto de 1967, y Ana María d’Empaire Etcheberry, el 20 de junio de 1975.

La historia de este inolvidable zuliano como creador tiene hermosas raíces familiares. Todo empezó desde muy joven, confiesa en una entrevista. Tuve la suerte de ser el primer nieto de un abuelo materno excepcional, don Manuel Belloso Nava. Él en su biblioteca tenía un gabinete de curiosidades, dos grandes vitrinas llenas de objetos y memorabilia traída de sus viajes.

Además, había en un inmenso comedor, con una mesa para catorce comensales —el número de miembros de la familia—, en las paredes colocados en repisas, espadas, máscaras, armas, platos, objetos artesanales, bandejas de porcelana azul y un sinfín de piezas fascinantes que hoy recuerdo claramente con emotiva nostalgia.

Ese ambiente sería mi primer gran estímulo para hacerme, al igual que mi abuelo, coleccionista, en mi caso de estampillas, caracoles, monedas, billetes, máscaras, cerámica precolombina, santos y tablas coloniales, pinturas y juegos de ajedrez y la última de las colecciones y, quizás la más apasionante, los objetos para mis ensamblajes.

Nace la Fundación Teatro de Bellas Artes

Muy temprano, a su retorno de Estados Unidos, su inquietud y su natural talento lo convertirían en un ciudadano proactivo en contacto y colaborador de las primeras promotoras de la Asociación Civil Centro de Bellas Artes y Letras creada el 23 de marzo de 1953.

Oscar participó con su tía política Mercedes Bermúdez de Belloso, Lía Bermúdez, Alfonsina Castillo Plaza, Rosario de Urdaneta, Irma Barboza y un conjunto de damas de la sociedad zuliana para hacer posible, con sus esfuerzos, lo que después sería el Teatro de Bellas Artes.

Al cumplir sus primeros diez años de funcionamiento, el Centro de Bellas Artes, presidido por Oscar d’Empaire, conjuntamente con la directiva de la institución, consideró oportuno iniciar la construcción de un teatro que sirviera de sede y a su vez se constituyera un espacio para impulsar la participación cultural en Maracaibo.

A partir de 1963, se procede a levantar la edificación en terrenos que había donado la compañía Shell gracias a las gestiones del grupo de damas fundadoras, el cual será inaugurado el 17 de noviembre de 1970, pasando a constituirse para su administración en Fundación Centro de Bellas Artes.

La apertura de esta importante institución cultural sirvió para consolidar un espacio abierto, interactivo, dinámico y plural en Maracaibo, para el encuentro y desarrollo cultural, con un aforo para 614 espectadores, dos salas de exposiciones y la sede de la Orquesta Sinfónica de Maracaibo y de la Escuela de Ballet del Centro de Bellas Artes.

Junto a su hermana Masula d’Empaire de Mannil promueve la creación del taller de Arte Goajiro Mali-Mai, que produce los tapices del artista wayúu Luis Montiel, constituyéndose en uno de los promotores de esta nueva artesanía y de su fomento como modelo de auto gestión socio-cultural.  Oscar d’Empaire será el organizador, hasta su cierre en 1994, de varias exposiciones de la artesanía creada en ese taller en Venezuela y en el exterior.

Tierra de artistas plásticos. El Salón d’Empaire

Oscar d’Empaire será también el artífice de los Salones d’Empaire (1954-1969). En mi opinión la contribución más importante y trascendente como promotor y gerente cultural. Fue un adelantado al abrirle camino a las artes plásticas, especialmente a la pintura, como la actividad artística vocacionalmente de más fuerte arraigo en el alma del zuliano, con mucha más distinción que otras de las expresiones culturales como la literatura y el teatro.

El Zulia, históricamente, ha sido terreno abonado para el desarrollo de las artes plásticas y, entre todas las Bellas Artes, la región ha sido prolífica en esta disciplina más que en cualquier otra de las manifestaciones artísticas. De esa buena cosecha sirven de antecedente y hablan de nuestra vocación por las artes plásticas, la Escuela de Artes y Oficios, creada en 1888; el Círculo Artístico del Zulia, creado en 1916, y la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas Julio Árraga, en 1960.

Oscar supo entender esa vocación de nuestra gente y en su condición de animador cultural y de hombre inclinado por las artes visuales, abrió un inmenso horizonte para que desarrollaran sus potencialidades varias generaciones de pintores y escultores, en un comienzo con los Salones d’Empaire.

Gracias al patrocinio de Carlos Julio d’Empaire y a la iniciativa de Oscar, se inaugura el 16 de mayo de 1954 el Salón d’Empaire, abriendo con cuatro premios: tres otorgados por un jurado rigurosamente seleccionado y un premio popular elegido por votación del público.

Uno de los hitos históricos del Salón d’Empaire, que avala su intención de impulso de las vanguardias, fue haber hecho entrega del primer reconocimiento otorgado en Venezuela a una obra abstracta, al premiar en 1956 la pieza Contrapunto, de Víctor Valera.

El Salón d’Empaire adquirió prestigio nacional. Instituido desde la vocación de apertura, modernidad y vanguardia, fue una ventana que permitió a las generaciones en formación el acceso a un espacio de debate e intercambio, que escapó a los límites de lo regional y citadino sin negar lo propio, para aspirar al contacto con los valores universales y trascendentes del arte.

Las metas planteadas en sus inicios fueron logradas con creces a lo largo de sus doce ediciones, según su más laborioso e incansable impulsor, Oscar d’Empaire: El salón fue un importante remezón en la vida cultural de la ciudad, abriendo una novedosa oportunidad para el arte que no existía entonces.

La escuela Bellas Artes de Maracaibo

En 1973, Oscar d’Empaire decide emprender un proyecto educativo junto a José Antonio Hands. Ambos piensan que el Zulia necesita una institución educativa donde se imparta una educación integral y de calidad que estimule en los alumnos el interés por las artes mediante un conjunto de actividades complementarias, tales como conferencias, talleres y cursos asistidos por el Centro de Bellas Artes.

Inaugurado con el nombre de Colegio de Bellas Artes, dio inicio a sus actividades el 26 de septiembre de 1975 con preescolar, primero y segundo grado de primaria, y primero y segundo año de bachillerato.

El Colegio de Bellas Artes se convertirá en pionero de los congresos científicos escolares en la región. Realizados en homenaje a connotados hombres de ciencia, han servido de incentivo muy estimulante a los estudiantes para que incursionen desde la secundaria en la investigación científica.

El proyecto cumplió con los requerimientos formales que exige el Ministerio de Educación, e institucionalmente continúa funcionando con resultados extraordinarios para la región. Hoy, después de casi 50 años de abrir sus puertas, exhibe logros extraordinarios, como el hecho de haber educado en sus aulas 25.380 jóvenes, a quienes otorgó el título de bachiller. 

El Colegio Bellas Artes ha aportado una enorme contribución como formador de recursos humanos de calidad, muchos de los cuales han llegado a ser destacados profesionales y técnicos prestando un destacado servicio en los sectores público y privado de la región y el país.

La inquieta personalidad de un creador

Todo el que conocía a Oscar d’Empaire tenía que saber de sus inquietudes por llegar a ser algún día un artista plástico. Muchos tenían que presentir su talento de original hacedor de mundos nuevos.

Los más cercanos, como Beatriz Sogbe, reconocen que tenía habilidades amorosamente naturales para formar objetos de índole diferente y, como en cualquier relación corporal humana, las cosas tienen sentido si las mezclas funcionan. Es así como el artista del ensamblaje surge como un alquimista magnífico, que procesa desechos para convertirlos en arte.

Empezó muy temprano como coleccionista y promotor cultural y educativo y un poco tarde su dedicación exclusiva a las artes plásticas; en su caso dedicado a los collages, el ensamblaje especialmente con madera, la técnica que desarrolló con más perfección, y la escultura. Estaba madurando, mientras ayudaba al prójimo con otras actividades —dice con un dejo de picardía.

Sobre este artista del ensamblaje ha dicho el conocido pintor y crítico Manuel Quintana Castillo: He visto sus obras con emoción y sorpresa: emoción por la calidad y sorpresa en descubrir un nuevo artista que presentíamos. En estas obras hay color, textura, imaginación, sensibilidad y sentido constructivo.

La revelación de un artista

El poeta y crítico Enrique Viloria Vera le rinde tributo, y llega al fondo de su vocación genuinamente creadora, cuando declara: Oscar d’Empaire impide el olvido y desata la nostalgia desempolvando del más profundo rincón del recuerdo objetos cotidianos que dejan de ser individualmente para adquirir una existencia colectiva que transforma un pasado de anonimatos en un futuro inacabable…

Estoy bajo la impresión de que muy pocos zulianos entendieron la profundidad de intención del arte de Oscar d’Empaire y su tardía consagración en una de las manifestaciones artísticas más originales de los últimos tiempos como lo es el ensamblaje. De allí lo limpio del juicio que borra la duda por falta de oficio y reafirma la madurez oculta del creador y su encarnizada lucha con el tiempo:

Ensamblajes de un artista que entiende la vida como una permanente recolección de motivos que alimentan tanto a la razón como a la emoción. Ensamblajes racionales y emotivos que d’Empaire construye para rescatar del olvido tanto al deshecho simple como a la apreciada antigüedad, al despojo y a lo arcaico, al residuo y lo vetusto, al desperdicio y a lo ancestral…

El tiempo y la obra

Es difícil saber en el arte quiénes serán consagrados u olvidados. Como decía al comienzo, es un asunto del tiempo y de la sedimentación de la obra en el alma de los seres humanos, que es tan impredecible e indómita en asunto de creación.

Foucault decía que el arte viene inscrito y oculto en el alma, y el ser solo tiene que descubrirlo y expresarlo. El arte, instrumento de la razón, expresa y construye fuerzas que exceden la dominación de lo racional y produce formas de racionalidad que nos abren a lo que seremos, a lo que todavía no somos.

El escultor, y especialmente el dedicado al ensamblaje, juega a resucitar materia muerta y a darle vida estética, sumándole partículas y cruzándolas con experiencia oculta del alma propia y de las emergencias o contingencias o ‘‘no lugares’’, que gracias al arte hoy intuye y siente el artista y que la sociedad solo puede, en muchos casos, visualizar a futuro.

Juan Calzadilla, uno de los críticos de arte más prestigiosos en Venezuela, ha expresado: Pienso que la obra de arte siempre implica una crítica que se encuentra en el proceso de hacerla, y que es una crítica al mismo hecho de hacer la obra o una crítica al mismo lenguaje que se emplea.

Bajo mi modesta óptica, quien logra inmortalizar a Oscar d’Empaire en la valoración de su obra es Enrique Viloria: Sus esculturas hablan de lo ancestral y de lo contemporáneo, de la civilización y la barbarie, de lo aldeano y lo universal.

No tiene reparos el artista para hacer que sus propuestas revivan el paso de una historia europea, en la cual Avignon convive con Florencia y el caballo de Ucelo se une a la cabalgata insensata que, bajo el nombre de Palio, Siena acoge en su seno.

Ahí están, por otra parte, enfrentados en un tablero de ajedrez, guerreros ataviados con diferentes indumentarias porque unos son celtas, otros vikingos, unos pocos daneses y otros exhiben con orgullo el honor que les ha sido conferido cuando adquirieron el grado de Samuráis.

Oscar d’Empaire —continúa Viloria— recrea en sus esculturas una realeza que las distintas civilizaciones han interpretado a su manera. En una corte plural, con signos y blasones diferentes, convoca a las Reinas de Saba, de Dania, de Jajo, para que departan con una pareja real que recuperó de los anales de la historia colonial una dignidad que ahora asume el nombre de Benín.

Pero también Oscar d’Empaire se solaza en formas inmutables de una geometría ancestral que todavía el hombre no ha superado, debido a que las propiedades y las medidas de la extensión pareciesen siempre las mismas, independientemente del sitio y del momento… Círculos que son la esfera misma que el hombre trajo de la imaginación para convertirla en volante, rueda, botón, engranaje, moneda o arandela.

Rectángulos y cuadrados que pueden ser cajas que recogen todo lo que el hombre ha creado y desechado y que ahora le sirven al artista para armar unas composiciones en las que el espacio real es un soporte de la intuición plástica que encuentra en el ensamblaje un vehículo privilegiado para su genuina expresión.

Una vida dedicada al arte y a la promoción y la gerencia cultural

Oscar d’Empaire participó en más de 22 exposiciones colectivas en Caracas, Mérida, Maracay, Valencia, Maracaibo, Margarita, Barquisimeto, Chile, Florida, Bogotá y Portland (USA), y en 25 exposiciones individuales en Maracaibo, Caracas, Valencia, Margarita, Chile, Colombia y Florida.

Entre sus trabajos más destacados se encuentran: en 1992, invitado al primer Stage Internacional de Escultura en Ispica (Sicilia), donde realiza en piedra de gran tamaño, la escultura-ensamblaje La Ruota dil Tempo, ubicada actualmente en el Parque Arqueológico Forza de esa ciudad de Italia.

En mayo de 2002, como artista residente de la Universidad de Louisiana, en Baton Rouge, realiza dos esculturas en madera y metal, de 2.50m, sobre el tema del ajedrez, para la colección de arte de la universidad. En 1984 ganó el segundo premio del V Salón de Artes Plásticas de Occidente, en Mérida. En 2010, obtuvo el Premio de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA) a su trayectoria, por su aporte al mundo cultural y su trabajo como artista plástico.

Oscar d’Empaire sería galardonado en 2012 con la Orden Museo de Arte Contemporáneo (Maczul). Este inolvidable zuliano fue cónsul Ad Honorem de Dinamarca en el Edo. Zulia desde 1973 hasta 2010.

Su amante esposa, Maider, lo define con mucha modestia, en nada proporcional a su gran amor por él, como un hombre muy positivo, lo que algunos jóvenes llamarían con muy buena vibra: muy optimista, generoso, gran amigo y un brillante conversador. Era un ser humano especial, que tenía en la curiosidad, atributo esencial de todos los hombres de ciencia y arte, una de sus principales herramientas para poder crear e innovar.

Su hijo Juan Carlos habla de su padre casi con ternura: Mi papá nos enseñó a tratar a las personas, a todas, por igual. Podía hablar con la misma naturalidad con un peatón a quien daba la cola, que con un alto representante de un gobierno extranjero. Era muy creativo. Siempre tenía un proyecto que comentar para enamorar a sus interlocutores, lo cual lograba de manera espontánea sin mucha insistencia.

Siempre habló del potencial que tenía el Colegio, razón por la cual llevaba a todos los invitados de otras regiones del país y de afuera a conocer esta experiencia educativa. Tenía una gran paz interior: pocas veces en la vida lo vi alterado. Era, por el contrario, de un temperamento tan equilibrado que podía ayudar a serenar a cualquier persona en conflicto íntimo. 

Mucha gente se acercaba a él para pedirle consejos sobre cualquier asunto de distinta naturaleza, pues transmitía mucha seguridad, confianza y tranquilidad. La curiosidad fue una palabra que siempre utilizó para justificar sus obras, y el colegio y la educación que allí se impartía, su principal laboratorio.

Al final de su vida, como a todo artista, le obsesionaba el tiempo. El tiempo, decía, y la presión que ejerce sobre el hombre, más aún por el hecho de haber comenzado tarde a desarrollar su verdadera vocación de artista plástico.

Los ensamblajes le permiten al artista suspender el tiempo. Ese necio, terco e insistente tirano que no se cansa de recordarnos que las cosas sujetas a mudanza tienen una duración fija e inflexible. Oscar d’Empaire se arma de valor —dice Viloria— para ponerle contenciones… buscando atajarlo, confinarlo, demarcarlo, establecerle términos y fronteras… destruir un tiempo blindado, inexpugnable, devastador, someterlo a la voluntad del ser humano para que las nociones de pasado, presente y futuro dejen de ser una guillotina que decapita la continuidad del ser humano y la historia.

Oscar d’Empaire, un zuliano inolvidable, dejó una huella indeleble en la cultura zuliana e importantes aportes al patrimonio artístico de la región y el país. Este significativo artista plástico, promotor cultural, gerente educativo y coleccionista partió al encuentro del Señor el 17 de junio de 2016.

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