Por LEÓN SARCOS

  A los Walshe Belloso y a los Belloso Vanososte

Si algo diferencia virtuosamente a la poesía de otros géneros literarios, es que las palabras como disparos se escapan a quemarropa directas al alma. Si te impactan, te queman, te asaltan, te ensalman, te seducen, te hacen cautivo de sus eternidades, y en ellas te pierdes y te vuelves su esclavo. Son un culto oficiado de forma inmemorial en una pócima de moléculas de sangre para quebrarte a fuerza de emociones, imágenes, insinuaciones, gracia y belleza.

La poesía es solo memoria de eternidad: Licor de azules en vaso reluciente/ es la noche infinita que en la tarde se vierte. / En la noche estoy sola, sola pero te veo/ y descubro una estrella rica en tu mirada/ y pienso que muy lejos desde alguna ventana, / poseíste conmigo esta visión del cielo.

Para Jorge Luis Borges, la poesía es algo que se siente… El hecho estético no requiere ser definido… es algo tan evidente, tan inmediato, tan indefinible como el amor, el sabor de la fruta, el agua. Sentimos la poesía como sentimos la cercanía de una mujer o como sentimos una montaña o una bahía. Si la sentimos, ¿a qué diluirla en otras palabras, que sin duda serán más débiles que nuestro sentimiento?

Una escritora de vanguardia

Mercedes Bermúdez de Belloso supo hacerse una armadura a su medida, para cantar con voz propia las agudezas emotivas del alma en un laberinto de soledades, de viajes penitentes, de angustias cotidianas, de tempestades de sinos, de conjunción de seres y astros, de tránsitos infinitos, de anhelos antiguos en los orígenes, de pesadumbres, de nostalgias, de fatigas de ser y perecer, y, de lejanías y cercanías a la muerte, cuando se aproxima la consagración del silencio.

Es una de nuestras voces poéticas más originales y portentosas. En ella pueden reencarnar las sabias y proféticas palabras que Rimbaud el iluminado, soltara al vuelo con aliento tiernamente mágico sobre ellas: ¡La mujer encontrará lo desconocido! ¿Sus mundos de ideas difieren de los nuestros? Ella encontrará cosas extrañas, insondables, repulsivas, deliciosas; nosotros las tomaremos y comprenderemos…

En Ciudad Bolívar, emporio de riquezas y bellezas naturales, en el espacio geográfico más sugestivo y extenso de Venezuela —donde el visitante es encantado si se come la cabeza de una sapoara— nació esta guayanesa el 27 de junio de 1915, hija del matrimonio de Bernardo Bermúdez y de Mercedes Uncein.

Contraerá matrimonio en Curazao, en 1935, con el comerciante, y próspero empresario zuliano Mario Belloso Villasmil, para fijar residencia en Maracaibo, donde establecerá su hogar, junto a sus dos hijos Tomás e Irene Belloso Bermúdez y desarrollará su vocación poética para dejar un legado literario que la convertiría en una zuliana inolvidable. Aquí trabajará, en turno vespertino, en la biblioteca Baralt.

Mercedes Bermúdez de Belloso, publicó sus primeros poemas en la revista Nos-Otras. Perteneció a los grupos literarios Tierra (1944-1946) y Cauce de Maracaibo (1951-1956) y se vinculó con miembros del grupo Seremos y Contrapunto de Caracas.

Su primer poemario y el saludo lírico de Luz Machado

En el sentir de su rica experiencia lírica, la poetisa Luz Machado, en el prólogo a su primer poemario: Perdidos Unos, Otros Inspirados, escribirá: La poesía de Mercedes Bermúdez de Belloso es una invitación a la paz, a la contemplación simple macerada entre el rubor de un sueño de amapola, cumple con severidad de rito elemental de profecía de la sangre cuando le nace la palabra justa para la siembra, con redondez de semilla antigua y eterna.

En su poema “Frente a la vida”, la poeta refleja en el espejo de sus visiones el duro contraste entre la realidad y el sueño, siempre matizada por un ápice de dulzura que mitiga las distancias entre una y otra y hace la existencia deparadora de una serena esperanza: La realidad es cosa muy pequeña/ junto al sueño que triunfa y que se plasma. / El sueño es de nosotros lo que resta/ cuando en nosotros ya no queda nada.

De allí la exaltación de Luz Machado cuando, sin antesala, descorre la cortina para presentar su reconocimiento a su paisana en mayo de 1946, cuando escribe:

Abre este libro una cruzada contra el síncope de la angustia que paraliza en puro estertor la vivencia del sueño, castigándole. Suspende el ánimo por sobre la elemental fuerza biológica que ha sumergido en su linfa acre al espíritu actual; y lo lleva entre un aire de encendido candor sobre la imagen de la tierra desnuda, a la que recoge con un sentimiento que es a la vez experiencia de rica contextura y clara visión de eterno perfil.

Mercedes Bermúdez de Belloso, en la década del cincuenta, inicia otra de sus ricas facetas de su vida de escritora: la carrera de ensayista. El 26 de junio de 1959 fue nombrada miembro de número del Centro Histórico del estado Zulia, donde ocupó el sillón Nº X y obtuvo el accésit en el Concurso de Ensayo Histórico sobre el General Rafael Urdaneta (1960) con su trabajo: Causas que justifican el haber asumido el General Rafael Urdaneta la Presidencia de Colombia.

Un sentido reconocimiento

Antes, en 1956, Antonio Arráiz, poeta, cuentista y periodista, cofundador de El Nacional, le había escrito en correspondencia privada cuando trabajaba en Naciones Unidas, un sentido reconocimiento a su pequeño libro de sonetos Espectro de la Espuma: Ha llegado a adquirir Ud.  en la vida, una perfecta y suave serenidad que ya se anunciaba hace años, y en el arte un dominio bastante acabado de la expresión que le permite verter esa especie de tranquilidad de alma a sus poemas…

El día es la aventura de estar vivo dice Arráiz— es, en mi opinión, un acierto maravilloso, y esta idea solo basta para revelar a una poetisa: Una emoción recóndita nos llena. / El día es la aventura de estar vivo/ cada palabra, el gesto fugitivo/ de una mano en el aire nos serena… Pronunciamos un nombre sin la pena/ que a nuestros labios hízolo evasivo/ nos sugestiona un rostro persuasivo/ y un olvidado amor nos enajena… 

Mercedes Bermúdez de Belloso, ese mismo año 1956, con su narración Aguas Turbias, obtuvo el III Premio del Certamen de Cuentos de El Nacional. Gracias a su destacado talento, llegaría a ser directora de la página literaria del diario Panorama y de la Revista del Centro de Bellas Artes.

Por su labor de investigación historiográfica, fue elegida miembro de la Academia Nacional de la Historia y, por su obra creativa, miembro correspondiente de la Academia Venezolana de la Lengua, a la que se incorporó el 27 de mayo de 1963 con su trabajo Semblanza del Poeta Elías Sánchez Rubio. Fue también Individuo de número de la Academia de la Historia del Zulia desde 1976 y recientemente ha sido exaltada a Miembro Honorario de esa corporación histórica.

Vendrán, en la voz oficial de los estudiosos, al final de los años setenta, los momentos más intensos y notorios de su elaboración poética: Canto Llano (1979), Trampas del infinito (1984) y de su narrativa, especialmente de sus cuentos: El candelabro y otros cuentos (1988) y el poemario póstumo Oficio de pesadumbres (2015).

No siempre son los más cercanos y apasionados apologistas de los artistas quienes mejor interpretan el contenido, la belleza y el alcance de su obra. El profesor Dixio Rosales, en un magnífico ensayo, titulado El Ascetismo y la poesía en Mercedes Bermúdez de Belloso, me resultó realmente el más ponderado crítico, porque me ayudó a descubrir elementos de la obra de esta poetisa que realmente no han sido registrados con la naturalidad y la grandeza que él, soberanamente, lo ha hecho:

Escritora muy singular y una de las voces más auténticas de la vanguardia venezolana… ha trazado un itinerario de la belleza, que aún suena con una nueva resonancia… en donde siempre sale a relucir la brevedad del lenguaje, no solo como trazo de pinceladas del espíritu, sino también como carácter distintivo de la obra artística del milenio, que va más allá de la palabra, los símbolos y las cosmovisiones.

El Canto Llano

En cuanto a Canto Llano, uno de los poemarios más elogiados por la crítica, escrito en 1979, nos dirá Rosales: Líneas trazadas para aprender las revelaciones a través del ejercicio de la palabra, como la escritura de un necesario salmo que concilia nuestra dualidad cuerpo y espíritu; fundamental contradicción de nuestro ser que solo tienen unidad en la inocencia y que la voz de Mercedes Bermúdez de Belloso nos las recuerda con un acento bello e impostergable:

Esa unidad que soy/ singularidad ilusa y terrible;/ esta dualidad/ de espíritu y materia indivisibles, / entona en canto llano/ los cotidianos salmos/ porque de lo aprendido/ aún pueden existir revelaciones… 

Así que la poeta —dice Rosales— no espera la voz del demiurgo que le revele la belleza en un estado de éxtasis. Intenta, como diría Octavio Paz, recuperar el lenguaje como una realidad total: Las palabras ajenas, enajenan. / Nos envuelven sin alcanzar a liberarnos. / Es preciso construir las propias estructuras/ y si nos desviamos/ buscar un nuevo punto de partida, / volver a escribir el libro/ mirar detrás del muro/ a ver si allí está Dios.

Rosales, refiriéndose al ascetismo en Octavio Paz, escribe: una vía para purificar, un método para negociar tendiente a provocar la aparición de la verdadera realidad: el lenguaje primordial. Canto Llano está henchido de esto: El ser se afianza en la palabra recobrada, busca la revelación en la palabra que le permite hacerse transparente, traducir las clases del lenguaje primordial al que hemos olvidado; como en la infancia que basta un gesto, una palabra para explicar todos los secretos. Así el poema pretende rozar lo indecible, porque todo está a la vista, pero no develado y la autora se ejercita para llegar al umbral de la inocencia.

…Somos niños arrobados/ cuyo lenguaje retiene claves inmutables. / No hace falta el número/ para explicar nuestro universo. / No hacen falta signos de escritura. / Retenemos también nuestra ancestral sabiduría. / Esta tierra y su maleza no puede ser trocada/ ni amansada, ni poseída/ porque cada peñasco / es capaz de apacentar el águila, / cada árbol corpulento/ puede tender trampas a la sierpe/ y gajos de fatal dulzor a la tarántula.

Los textos que componen Intuiciones, la segunda parte de Canto Llano, revelan con mucha más soltura su inclinación al ascetismo místico. Desprendimiento de quien se sabe dueña de herméticos misterios que la alimentan en solitario, desnuda de toda fe, ausente de toda compañía, íngrima con los ecos reveladores de su silencio.

Con su palabra se purifica y purifica: Secreto es solo aquello/ encerrado en sí mismo/ Dicen que se aman dos/ pero el amor va solo. Para hallar a Dios/ es necesario desaparecer en nosotros.

Las intuiciones las va desprendiendo su alma a veces con melancólica resignación: cada sentimiento es un obstáculo/ para prepararnos a morir. Otras con solemnidad de dama noble: la dicha puede expresarse/ en el reposo de unas manos. En ocasiones apresurada de intensa pasión: la pluma, al derramarse/ sorbe sangre/ y la idea palpita/ de impotencia y angustia.

Trampas del infinito 

Este poemario Trampas del infinito le mereció la distinción del Premio Conac de Poesía 1985. De acuerdo con el Diccionario General del Zulia, el mencionado galardón está justificado de la siguiente manera: Ha sido considerada como una importante poetisa nacional y ha logrado ir evolucionando desde el postmodernismo hasta la vanguardia, al despojar su poesía [de imágenes] y tender hacia el misticismo y la transparencia en una bien lograda síntesis de la palabra.

Trampas del infinito —dice acertadamente Rosales— es un libro de iluminaciones y silencios. Expresa esa zona de interioridad del poeta que nos conmueve y nos hace prójimos (más que próximos) de la personalidad artística de la autora: Estoy atenta a ese mensaje oscuro/ donde el soñar rescata/ el profundo sopor en que respiro. / Las iluminaciones/ van pausando los trechos/ donde me voy consumiendo/ las zonas perturbadas del reposo. / Habitante perpleja/ de un recurrente sitio imaginario, / defiendo esos instantes/ donde crece el silencio y se desborda.

Si por algún poemario debo inclinarme para alabar la fibra poética de Mercedes Bermúdez de Belloso, con modestia de simple lector y sin ser apasionado del género, me atrevo a afirmar que este pequeño libro, reúne los poemas más trascendentes y su mejor momento, el más acabado y luminoso y el más libre de toda su existencia.

No sé si olvidé cerrar las puertas/ no sé si yo misma las abrí sonámbula/ vagamente recuerdo un lugar de contento/ donde todas las puertas se abrían en la noche.

Casi puedo tocar los límites de un vacío/ y separar del tiempo un instante preciso/ donde alcance a decantar la esencia de mi ser/ y en mis palabras, repartirla.

La vejez nos calza/ sandalias de plomo/ nos niega el futuro/ nos golpea, nos recluye.

La vida es clausura/ más somos caminantes/ de la imaginación.

Todos somos esclavos. / Solo la muerte/ puede quitarnos las manos de encima/ y así emanciparnos. 

El Candelabro y otros cuentos

Con motivo de cumplirse doscientos años del natalicio del general Rafael Urdaneta, en 1988, la Comisión Presidencial nombrada a tales fines escogió para su publicación la colección de cuentos de Mercedes Bermúdez de Belloso que lleva por título El Candelabro y otros cuentos, sobre la cual escribió el poeta Alfredo Áñez Medina:

Esta colección de relatos cortos, urdidos con una precisión y una magistral consonancia y aperturas humanas en el uso y transformación del lenguaje, para extraerle sus más obscuras savias de significado, no parecen ser sino el producto de la soledad por mucho tiempo guardada, reprimida, ferozmente iluminada por nuestra sangre; es decir, el protagonista del fondo de estos relatos, no son los personajes del primer plano narrativo, sino la soledad, la angustia, la urgencia de recibir una mano quemándose de amor, si puede ser válida esta expresión.

Así lo deja traslucir la propia autora en las palabras que preceden al contenido de este selecto compendio de algunos de sus cuentos: He querido expresar algo del sentir y de la realidad del ser humano: el gozo, el dolor y hasta la ironía de algunos sentimientos o, la incertidumbre en que vivimos ese misterioso e inexplicable breviario de la vida.

Mercedes Bermúdez de Belloso tuvo muchas facetas en su vida. Otra muy destacada sería la de promotora y gerente cultural. Fue cofundadora del Teatro de Bellas Artes, de la Asociación Venezolana de Mujeres y miembro de la Fundación Belloso, donde colaboró en la fundación de la Biblioteca Baralt de Maracaibo, del Centro Cultural Paraguaná de Pueblo Nuevo, del Centro Histórico de Los Puertos de Altagracia y fue organizadora de la Primera Exposición de Pintura del Estado Zulia, junto con Pedro Valecillo y su esposo Mario Belloso.

En junio de 1996 se realizó en Maracaibo, en su honor, el Encuentro Nacional de Escritoras Mercedes Bermúdez de Belloso y en octubre, el jurado integrado por Hesnor Rivera, Lilia Boscán de Lombardi y Camilo Balza Donatti le entregó el Premio Regional Jesús Enrique Lossada en la mención poesía.

Oficio de pesadumbres

Para rendirle homenaje a esta extraordinaria poeta venezolana con motivo del centenario de su natalicio, 27 de junio de 2015, se han publicado póstumamente los últimos poemas que dejó escritos, Mercedes Bermúdez de Belloso bajo el título de Oficio de pesadumbres.

Lo primero que debo resaltar en este libro es la hermosa distinción y la profunda valoración que manifiesta el prologuista Jesús Ángel Parra a la poeta y a su obra y a la mujer y a la dama; hay gentileza, hay respeto oriental, que para ellos es una virtud.

Y, por otro lado, la serena admiración que le profesa su nieta Irene Walshe Belloso testimoniado en la presentación:

Con una pequeña nota en la portada, de su puño y letra, que decía: No publicar todavía, mi abuela Mercedes recopiló durante cuatro años una serie de poemas que de modo austero y reflexivo, exploran el tema de los sueños, de la vida, de la muerte y de la eternidad. Mercedes parece presentir que su anhelado sosiego será eterno y escribe este libro bajo un manto de añoranza, de melancolía, angustia y ansiedad…

No me conmovieron tanto las palabras emotivas de un ser querido para otro que atesoró méritos suficientes en las letras y en la vida como un ser humano íntegro y bondadoso de alma grande, sino la distinción que hizo del vínculo adoptivo y el aprendizaje que obtuvo de papá viejo, don Manuel Belloso, el patriarca en esas humanas lides, y luego convertirse en guía espiritual para quien quisiera recibir las bonitas consejas de su aprendizaje.

¡Nadie nunca me habló de una abuela que no fuera de sangre con más tierno existencial amor que Irene sobre Mercedes! La más sublime descripción de la mirada de la poeta contemplando su rosal por las tardes y en los crepúsculos, con Mario. La copia de los mejores apuntes del alma de sus clases magistrales de literatura y pintura clásica en los minutos que preceden al sueño tomadas de Irene a su amada maestra.

Todas esas vibraciones emotivas que provoca en la infancia no saber qué hacer con tanto amor, vienen de esas alianzas de arcoíris sin parentesco sanguíneo que circula por venas anónimas; es química que corre por la sangre de un reloj de arena que se precipita cada hora habitualmente cantando otra visión de antiguos y honorables orígenes.

En este poemario póstumo, resalta su mejor poema, de consuetudinaria viajera que mucho contribuyó a enriquecer sus quehaceres literarios, Tiempo Fugaz: El tiempo transcurría/ de tierra en tierra, / del Ande al Himalaya. / Compartimos de prisa/ el afán incesante/ por recorrer/ la geografía del mundo/ hasta decirnos muchas veces:/ tanta belleza no cabe / en una sola vida…

Pesadumbre anuncia la despedida temporal de esta amada zuliana inolvidable, la mañana del 5 de agosto del año 2000:

Brota un temor oscuro/ como si presintiera/ sucesos donde asoman/ congojas y delirios. / Es algo que me impide volver a los parajes/ donde hallaría la dulce/ quietud apetecida.

¿Alcanzaré la noche? / ¿Viviré un nuevo día? / ¿Descubriré el deleite/ de alguna fantasía?

Aún resta la esperanza/ de lo que el tiempo esconde/ cuando el alma se escapa/ sin saber hacia dónde.


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