Por LEÓN SARCOS
Los especialistas en arte y los artistas tienen un lenguaje singular para realizar su valoración de cada una de las manifestaciones artísticas:
Jackes Lipchitz, escultor lituano, dice: «La escultura es divinidad y el arte la forma humana de enfrentar la muerte». Da Vinci nos trae a la presencia su genial talento cuando las instrumentaliza a todas: «Allá donde el espíritu no trabaja con las manos, no hay arte». Lía Bermúdez dirá: «Cuando se crea en arte, estamos culminando un anhelo de perfección en el acercamiento hacia lo eterno, hacia Dios, lo que otros llaman infinito».
Entonces, es cuando el espejo del pasado que tan bien dibuja Laura Antillano en uno de sus ensayos nos trae a la adolescente despierta e ilusionada, que de seguro se sonrojó frente al primer desnudo que tuvo que observar en una de sus primeras clases, entre 1944 y 1946.
Lía va tempranamente a sus clases en la Escuela de Arte Cristóbal Rojas en Caracas. Cumbre ansiosa, promesa de la víspera, la muchacha incursiona en el dibujo. Tiene trece años y se une la curiosidad de niña y la búsqueda de quien vive ya un anhelo. El hilo del tiempo la conduce frente al escultor Ernest Maragall, no sabía si por cuenta del destino, y en aula de escultura empieza a descubrir el que será su arte.
En Caracas, la capital, en la parroquia Santa Rosalía, un cuatro de agosto de 1930 nace Carmen Rosalía González Agreda, quien, en el futuro después de su matrimonio a los diecisiete con Rafael Bermúdez, asumirá el nombre artístico de Lía Bermúdez. Un día después, el cinco, ese mismo año, nacerá Neil Armstrong, el primer astronauta que pisó la Luna y se estrena la película francesa de corte surrealista La Edad de Oro, con guion del pintor Salvador Dalí, bajo la dirección de Luis Buñuel.
Su padre, comerciante, Carlos Raúl González Sánchez; su madre, de oficios del hogar, Carmen Esther Agreda de González, cuya familia completarían, además de Carmen Rosalía, la tercera: María Cecilia; José Raúl, y Alicia González Agreda.
Lía Bermúdez mujer
Muchos atributos se conjugan como mujer y artista en esta gran escultora venezolana; ser humano de encantada belleza, que despliega una aguda inteligencia y una valentía indispensable en las mujeres que se dedican al arte y desafían las convenciones femeninas de su tiempo. Condiciones imprescindibles de un alma de mujer que anudan en ella, en palabras de Bélgica Rodríguez: una vocación, una pasión, una vida y una obra.
Una bella descripción de su personaje realiza esta reconocida crítica cuando nos confiesa: un tremendo sentimiento de libertad y ardiente pasión se percibe cuando se la oye hablar, cuando se ven sus obras, cuando hace que quien la escuche rompa la escala de lo doméstico para aventurarse hasta aquellos límites infinitos de las grandes dimensiones, de los proyectos, de las obras, de su vida, y del Lago. Suave y dulce mujer acostumbrada a los desafíos, sutura las heridas como un quehacer de mago.
Fue la impresión al descubrir el Lago, cuando vino a Maracaibo recién casada, una visión que nunca pudo olvidar y que la marcó para siempre. Sería un estrepitoso enamoramiento que fijaría su memoria, como un conquistador clava una bandera en el espacio que ahora pretende suyo; en su caso, es imagen que se graba en el alma de la artista: Lía presintió que el Lago era uno de sus amores, un prodigio de dioses que la haría tripular el barco de los sueños.
Digno de resaltar el gesto amorosamente inteligente y solidario de su compañero de vida, Rafael Bermúdez, quien, al llegar a Maracaibo, como regalo de boda, la inscribe en la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas Julio Árraga. Pasantía que dura dos años, entre 1948 y 1950, y donde se reencuentra con el maestro Jesús Soto, que ocupa el cargo de director.
Maracaibo será el escenario de sus primeras exploraciones en la búsqueda de sí misma y del diseño de su vida y su obra. Carmen Rosalía es una joven muy activa en la vida cultural marabina, cuando inicia sus incursiones en los sitios de encuentro de gente afiliada al movimiento cultural de la región.
Son los tiempos en que, de la mano del maestro Soto —que después llegará a ser uno de los grandes exponentes del arte cinético— ella empieza a vincularse al mundo de la cultura a través de amigos, poetas, actores del arte músicos y escritores que conforman pequeños círculos, vanguardia de promotores de la cultura zuliana moderna.
Lía cuenta que un día, después de observar su obra en una de las convocatorias del salón D’Empaire, Soto no dijo nada. Después, lo llevó a su taller, en su residencia, para que viera su trabajo. Esperando que dijera algo, sorpresivamente, explotó: esto es lo que tú haces, eso no sirve para nada, pretendes decir en tu obra lo que sientes y a nadie le interesa saberlo.
Cuando Lía escuchó aquella impresión, confesó: no me quedó otra alternativa que ponerme a estudiar los libros que el maestro me sugirió. Exhorto duro, pero aleccionador, en el difícil y duro proceso de hacerse única y universal.
José Rafel Bermúdez será jardinero de su pasión artística. Bajo su cuidado y protección germinará muy pronto su vocación por y para el arte; junto a él, dará sus primeros pasos en la pintura figurativa que muy pronto hará a un lado, y vendrán al mundo para consagrarla en la fase de mujer y madre sus dos hijos, José Rafael (1951), y Bernardo Antonio Bermúdez González (1952).
Aun así, toda su cosmovisión estará enfocada en el arte, por el arte y para el arte. La cultura pasará a ser el epicentro de su vida, pero su concepto de cultura no es el limitado que incluye solo las bellas artes, es el universal. Al decir de Malraux: la unión de todas las formas de arte, de pensamiento y amor que a través del curso de los milenios le han permitido al hombre ser menos esclavo.
Eso explica la gran importancia que en su vida, particularmente justificada, tuvo el amor de Rafael Bermúdez, su principal patrocinante, soporte emotivo y existencial, esposo, amigo, cómplice, asistente, colaborador y compañero en sus viajes por todo el país; ello también excusa de alguna manera que de su nombre completo solo haya quedado de Rosalía, el hipocorístico de Lía y que sus apellidos González Agreda hayan desaparecido para la posteridad.
Lía Bermúdez escultora
Como estudiosa del arte y su historia —según Bélgica Rodríguez— Lía se ha apropiado de conceptos como geometría y constructivismo para definir sus propuestas. Con precisión científica planea su proyecto; más que planear, lo diseña en un papel como dibujo y luego en el espacio como escultura autosuficiente, que puede ser en pequeño o mediano formato; simultáneamente, estudia el entorno e incluso programa el tipo de público y su comportamiento.
Para ella la escultura no es pura forma, tiene alma y espíritu… Dentro de la misma forma hay una transmutación del sentimiento. Solo que este no es exterior a ella: existe porque ella existe. Cada sentimiento o cada idea tiene su equivalente, en la disposición de la forma, la textura, el color, la clase de materiales utilizados, pero eso surge del inconsciente, nunca se propone de manera deliberada.
Persiste en su proyecto constructivista y busca establecer una singular manera de comunicarse con el arte y la gente. Por eso, considera siempre la naturaleza del transeúnte, del espectador: el niño, la mujer, el estudiante, el público en general; de allí la compenetración de sus grandes obras con cada espacio y con el público.
Su propósito se expresa en sus grandes esculturas: Homenaje a la Virgen de Chiquinquirá (1973). Escultura Colgante, Colección Taller de Artes Visuales de LUZ (1975). Escultura Puerta principal, Colección Banco Central de Venezuela, Maracaibo (1976). Escultura, Colección Facultad de Humanidades de LUZ (1978). Escultura, Plaza Baralt de Maracaibo (1979). Escultura, Colección Petróleos de Venezuela, PDVSA, Maracaibo (1981), por solo mencionar las más importantes creadas en el Zulia.
En el Diccionario Biográfico de las Artes Visuales, aparece evaluada por un grupo muy calificado de críticos de arte que significan su técnica así: escultora, pintora y promotora cultural. En sus comienzos ejecutó una pintura figurativa muy estilizada. Estudió el neoplasticismo y el constructivismo que se traducía en una pintura abstracta que busca esencia y la vigencia de la forma. Inmediatamente se interesa por el lenguaje tridimensional abstracto constructivo realizando esculturas lineales de hierro soldado.
Alguien le preguntó en algún momento que por qué siempre la abstracción, a lo que Lía respondió: «Fue una convicción que dejó en mí la influencia de los maestros Soto y Narváez».
La descripción del desarrollo de su obra, concluye: «A finales de la década del cincuenta comienza a ejecutar obras de interpretación del medio urbano…». A partir de ese momento considera el problema de la escala o dimensión donde va a colocar la obra, interés que ha predominado a lo largo de su trayectoria.
Sin lugar a dudas, quien coloca en su justa dimensión el trabajo de esta eminente artista plástica y escultora, considerada una Zuliana Inolvidable, es Bélgica Rodríguez, quien plena de grandeza su reconocimiento cuando escribe:
«Obra auténtica y honesta en la extensión de su entramado formal y conceptual, ambos en perfecto equilibrio de la legibilidad y de la eidética. La vida está allí, bien en la verticalidad espacial de una estructura elegantemente negra o bien en la horizontalidad poética de una forma alada desbordante de atractivo y belleza».
Una extraña sensualidad proyecta desde todos sus ángulos. Una sensualidad marcada precisamente por el ritmo como invención de una realidad abstracta. Es su poder intrínseco lo que seduce y define su valor artístico, no su connotación documental o si reproduce no el mundo real. La obra está en el mundo real, porque su escala es humana, resume grandeza y trascendencia espiritual.
Lía Bermúdez docente
Afirman quienes la conocieron de niña que Lía prefirió siempre el dibujo que las muñecas; es quizás de esa afición temprana de donde provenga la alta valoración que tiene en su vida por el diseño. Según uno de sus más fieles y distinguidos colaboradores, Régulo Pachano, para ella el diseño es fundamental en la vida y en el arte.
La vida es un diseño que incluye visión, conceptualización, enamoramiento, creación; es lo que hace que los desplazamientos del alma y el espíritu se consagren en una obra. Todo en la vida hay que diseñarlo, darle direccionalidad, para encauzar la fuerza, la inteligencia, el ingenio, gracia y dones en el horizonte que nos ha de llevar a la creación de lo infinito.
Ella diseña bien temprano lo que siente, cree y piensa de la educación y la cultura y en consecuencia, muy joven ya anuncia también lo que piensa de la docencia, la gerencia y la promoción cultural. Al igual que un excelente dirigente estudiantil, que anuncia desde su sitio de estudio la calidad de líder que va a ser, Lía busca, desde que se enamora de Maracaibo, espacios donde los que tienen condiciones para el arte y la cultura se potencien, los que se inician se preparen y los iniciados se consagren.
Buscando un espacio para exposiciones colectivas desde que llega a la ciudad, sus gestiones, junto a un grupo de damas emprendedoras de la región, logran que la empresa petrolera Shell, en 1953, donara la casa donde se fundará y luego se gestará la construcción del Centro de Bellas Artes de Maracaibo, proyecto que después concluirá Oscar D’Empaire, inaugurando oficialmente, una moderna edificación que será su sede, el 17 de noviembre de 1970.
En 1972, convertirá su casa en un hogar-galería con el nombre del gran escultor español, Antonio Gaudí, para Lía, uno de los más completos artistas de la modernidad. Espacio donde tendrán oportunidad de exponer artistas plásticos de la talla de: Carlos Cruz Diez, Jesús Soto y Narváez y muchos de los grandes artistas plásticos y pintores zulianos y del país. Lía también será promotora de los primeros Talleres Infantiles Artísticos con fines didácticos.
Para Lía, la educación por el arte constituía una de sus preocupaciones esenciales, por eso no deslinda entre educación y cultura, ambas deberían formar parte de un solo proceso. El año que ingresa como profesora, en 1961 —gracias a las gestiones de Sergio Antillano e Ignacio de la Cruz, será la primera docente en permitírsele impartir clase sin título universitario—, dejará conocer su opinión sobre el rol que debería jugar la universidad en el proceso de formación:
«No debemos separar educación de cultura, de enseñanza estética… La tarea de la universidad y, del profesor, debe ser no solo de formar profesionales, sino individualidades creativas, que sean seres humanos integrales que se ocupen tanto de su tarea específica de especialistas en un campo determinado, como de estar atentos y tener información de otro ámbito de creación, del espíritu y del conocimiento».
Profesora de LUZ por más de tres décadas, sus aportes menos conocidos serán los de diseñadora gráfica. Los logos de la Cámara de Comercio de Maracaibo, del Jardín Botánico y el de Anapace, organización sin fines de lucro, son parte de su trabajo.
En su paso como profesora de LUZ, en la Facultad de Arquitectura dictaría cursos de: Dibujo, Composición Básica, Expresión Gráfica I, Geometría Descriptiva II, Teoría de la Forma I, y Taller Libre de Comunicación. En la Escuela de Comunicación impartió clases de: Diseño de Revistas, Técnica Gráfica I, y Fundamento de Diseño. Y en la Escuela de Educación, las materias, Dibujo y Diseño.
Lía Bermúdez promotora y gerente cultural
En 1979, el gobernador del estado, Gilberto Urdaneta Besson, hombre que dará una alta valoración a la cultura y abrirá por primera vez en democracia las puertas de su despacho a la sociedad civil —me consta que fue el primer gobernador que convocó a reuniones periódicas en su residencia a la representación estudiantil y de otros sectores— la designará muy acertadamente como directora del Instituto Zuliano de la Cultura, cuya gestión representará por lo prolífica, una de las más destacadas al frente de ese despacho durante todo el periodo democrático.
Lía Bermúdez será durante más de tres años la mujer que liderará el sector cultura, primero al frente del Instituto Zuliano de la Cultura Andrés Eloy Blanco y luego, cuando asuma el rango de Secretaria de Estado en 1981, hasta 1982. Su gestión no tiene desde esa fecha parangón con ninguna otra en años sucesivos, dada la dimensión, el alcance y los logros de esta gran escultora, que demostró condiciones excepcionales para gerenciar sin sectarismos políticos, uno de los núcleos humanos más exigentes humana y profesionalmente hablando.
Debemos a su gestión la promoción y puesta en marcha de muchos proyectos, especialmente aquellos referidos a dotar al Estado de la infraestructura necesaria para el sector cultura. A sus buenos oficios, dedicación, tesón y perseverancia, le debemos los zulianos parte de la infraestructura museística para el Zulia: la Biblioteca de Temas y Autores Zulianos; La Casa de la Tradición, y el Museo de Artes Gráficas.
Pero también bajo su iniciativa y estímulo la danza y el ballet clásico cobraron vida. En su gestión, Danzas Típicas tendría su gira más prolongada por Europa, se creará el Ballet del Zulia, y se gestará el proyecto Buque Ecológico, lamentablemente inconcluso.
Para Jesús Ángel Parra, su mayor logro fue la recuperación del antiguo mercado principal de Maracaibo, cuya infraestructura se encontraba en total abandono, como resguardo de indigentes. Ella lo recupera y hace en ese espacio el Centro Popular de Cultura, donde coloca como director al Dr. Francisco Arrieta Abreu.
En ese centro nacerán y harán las primeras presentaciones las agrupaciones más representativas del Zulia, como el Grupo Candela; también brindaría apoyo para la creación de iniciativas como la agrupación Reflector 7 de Teatro y la Escuela de Artes Plásticas para la formación de artistas en todas las disciplinas. La escuela de Artes, en esa época, dotaba a los alumnos de todo el material necesario para iniciar sus estudios.
Gracias a su amplia trayectoria humana, docente, artística y su aporte como promotora a la cultura, la Gobernación del Zulia, durante la gestión del primer gobernador electo por voluntad popular, Oswaldo Álvarez Paz, designó la sede del antiguo Mercado Principal de Maracaibo como Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez, por decreto N.º 97, fechado 7 de junio de 1990, que luego se constituyó en una fundación presidida por ella (1993-2015).
La gestión de Lía Bermúdez pasará a la historia del Zulia como la más trascendente en materia cultural durante los primeros cuarenta años de democracia. Maracaibo y los maracaiberos evocan hoy con nostalgia los Sábados Musicales, cuando Lía acompañaba al primer alcalde de Maracaibo electo por votación popular de forma universal directa y secreta, Fernando Chumaceiro, a la presentación de una de las selectas y múltiples actividades que se ejecutaban de manera impecable, gracias al diseño, programación, dirección y profesionalismo de su talentoso gerente: Régulo Pachano.
Por el escenario del centro de cultura han pasado agrupaciones musicales, de teatro, de ballet y danza de las más renombradas del país y algunas internacionales. En el centro realizaron presentaciones: Un Solo Pueblo, el Grupo Madera, el Teatro Negro de Barlovento, Los Negros de San Antonio, Serenata Guayanesa, Lilia Vera, Cecilia Todd, el Quinto Criollo, las Danzas Contemporáneas de Marisol Ferrari. Lía permitió, a través de la cultura, conectar al Zulia con el resto del país y dar a conocer manifestaciones culturales que aquí no se sabía que eran propias.
Entre los premios ganados en su larga trayectoria como artista plástica y escultora, los más significativos serán: Premio Escultura Shell de Venezuela (1963); Premio Universidad de Carabobo, para escultura. XXIV Salón Arturo Michelena. Premio Rotary Club de Escultura XII Salón D’Empaire (1966). Premio Julio Morales Lara XXXI, Salón Arturo Michelena (1973); Premio Nacional de Escultura en pequeño y mediano formato, Valencia, Edo. Carabobo (1976); Premio Nacional de Artes Plásticas (2006).
Entre las condecoraciones y reconocimientos, Lía Bermúdez recibió: Orden Concejo Municipal de Maracaibo en su Primera Clase (1977). Orden Andrés Bello, en su Tercera Clase, conferida por el Ministerio de Educación de la República de Venezuela (1979). Orden El Libertador, en su grado de Caballero, concedida por la Presidencia de la República, a través de la Corte Suprema de Justicia (1988). Orden Francisco de Miranda, en su Primera Clase concedida por el Ministerio de Cultura, a través del Ministerio de la Secretaría de la Presidencia.
Laura Antillano es quien más se aproxima al espíritu del perfil que he intentado en estas palabras suyas, que he actualizado:
Este gran ser humano que fue Lía Bermúdez, mantuvo durante toda su vida el hilo conductor del ángel de la invención, que la llevó a realizar su obra y la fronda colmada de su constante hacer, en el territorio de la vida hacia los otros, en la concepción de la cultura como un bien colectivo transmisible y fundamental. Su fervor por el contexto de esta ciudad y este lago la convierte en amparo y constelación para cobijarnos a todos.
Para mí, Lía no fue solo una gran dama de humana belleza; un gran espíritu innovador; una maestra de singular pedagogía ética y estética; una distinguida emprendedora cultural de ingeniosas iniciativas, sino y particularmente, fue una constructora de ciudadanía. El 22 de octubre de 2021, en Caracas donde nació, partió al encuentro de nuestro Señor, esta insigne, Zuliana Inolvidable.