Por LEÓN SARCOS
A Monseñor Roberto Lückert León
Supo guiar, con auténtica dignidad sacerdotal y su prédica Oveja Pastor la devoción cristiana de un pueblo creyente. Integró de forma natural para su distinguido pastoreo la sabia adustez andina de su humilde origen con el talante apasionado, impulsivo y simpático de una feligresía cálida y devota entusiasta de la fe mariana. Sabía desde niño que la entrega al servicio del Señor es irrevocable, exclusiva y para siempre: El sacerdote es la luz del mundo y la sal de la tierra, es decir, el encargado de enseñar al ser humano las grandes verdades.
Monseñor Mariano Parra León, obispo de Cumaná en ese entonces, le haría una de las apologías más sentidas en 1982 —vigente en estos días difíciles— a este insigne arzobispo de la Arquidiócesis de Maracaibo, al cumplirse las Bodas de Plata de su oficio episcopal, iniciado en la Diócesis de Calabozo en noviembre de 1957.
Yo lo admiro por la firmeza de sus principios… Los hombres de su talla no siempre conquistan admiradores, porque, lamentablemente, hoy se admira, por lo menos por fuera y desde afuera, a los hombres veleta, indecisos y acomodaticios a las circunstancias… El Zulia, agradecido, recordará por siempre la labor moralizadora y humanizante de este insigne pastor, y mantendrá vivo el recuerdo del hombre que, desde su sitial arzobispal, señaló caminos a los gobernantes de bien y fustigó a los inmorales, censuró a los políticos corrompidos, criticó a los comerciantes de la salud y del bienestar del pueblo y se preocupó constante y sacrificadamente por ayudar y educar a los habitantes de las zonas más depauperadas de su arquidiócesis.
En El Cobre, un pequeño pueblo enclavado entre montañas y coronado de neblina —para utilizar sus propios registros— nací un claro y frío día de febrero del año 1915, en medio de labriegos que se dedicaban a sus labores de sol a sol. Y cuanto más dura e ingrata era la tierra, más se esforzaban. Ellos, religiosos de fe y moral limpias y unidos en espíritu fraternal y de mutua ayuda, podían cantar con el poeta: El pan que da el trabajo es más sabroso que la escondida miel que con empeño labra la abeja en el rosal frondoso.
Una vocación a toda prueba al servicio de los mandamientos de Dios
Primogénito del matrimonio entre Quiterio Roa, quien en sus últimos años lo acompañó en el palacio arzobispal, y doña Juana de Jesús Pérez, una sencilla pareja de humildes labriegos, tuvo dos hermanos, Julián y Carmela. En 1929, a los catorce años, ingresará al Seminario Menor Santo Tomas de Aquino de San Cristóbal, perteneciente a la diócesis del mismo nombre, conducido por los padres Eudistas, de la Congregación de Jesús y María, fundada en 1643.
En 1934 tuvo la primera prueba de abnegación y entrega total e incondicional al servicio de los preceptos de su fe cuando su padre le fue a anunciar el estado agónico de su madre, quien clamaba por verlo para despedirse y la severa normativa le impidió hacerlo, pues estaba en la fase de exámenes finales. Él se conforta en la oración y el silencio, en su convicción de que el Espíritu Santo tendría a buen resguardo el alma de su madre.
Cumplidas las reglas, y por sus méritos y vocación, será enviado en una corta pasantía al Seminario Mayor de Pamplona, en Colombia, también regentado por los padres Eudistas. Luego pasa a cursar estudios en el Seminario Interdiocesano de Caracas Santa Rosa de Lima, dirigido por la Compañía de Jesús. Durante su estadía en la capital muere Juan Vicente Gómez y el joven seminarista escribirá: Se trataba de la insubordinación de un pueblo prisionero; eran las imágenes sociales de la ira contenida por veintisiete años de totalitarismo militarista y el tránsito de la dictadura a la seudo democracia.
A principios de 1938, viajó a Roma a continuar su formación y a finales de ese mismo año ingresó en el Pontificio Colegio Pío Latinoamericano, donde compartió con un grupo de seminaristas de distintas partes del mundo. Entre ellos conocería y haría fraterna amistad con uno de El Salvador a quien llamaría cariñosamente Romerito, y a quien dedicó un emotivo discurso en la Catedral de Maracaibo el día de sus exequias, 24 de marzo de 1980, después de que fuera asesinado vilmente en su país:
Monseñor Romero… optó sin vacilación por la causa de los más pobres y miserables… Fue categórico en la denuncia de los vicios sociales, del poder y de la riqueza, ante la compra-venta de la conciencia, la exigencia de prestaciones sexuales a cambio de trabajo, el fomento de moteles, hospedajes y de toda clase de burdeles disfrazados, donde ricos y gobernantes tenían metidas sus manos directa o indirectamente… Como su divino Maestro, en la hora suprema de las grandes definiciones ni propios ni extraños entendieron su posición de bien, amor, paz y justicia…
Simultáneamente, había tomado materias en la Universidad Gregoriana, por lo que en 1941, llegado al último nivel, recibió la ordenación como sacerdote en la capilla del Colegio Pío Latinoamericano en acto presidido por monseñor Luis Taglia (1895-1977), quien sería el obispo que lo ordenaría de sacerdote el 12 de abril de 1941.
Presbítero para servir a la iglesia, educar y ayudar al prójimo
Vuelve a Venezuela en tiempos de vigencia del Patronato Eclesiástico, que daba poderes al gobierno en el nombramiento de autoridades clericales. El ahora presbítero Roa Pérez, de nuevo en la diócesis de San Cristóbal, a cargo de monseñor Rafael Arias Blanco, le otorgará la primera responsabilidad como sacerdote, designándolo vicario cooperador o teniente cura de la Parroquia San Juan de Colón, donde iniciará el largo peregrinaje como maestro predicador de la palabra de nuestro señor. Luego será enviado a la Parroquia San Juan de Bolívar, dependiente de la misma diócesis.
De allí fue trasladado a dirigir el Diario Católico en 1946, que le serviría de experiencia para comprender la importancia y el alcance de los medios como instrumento pedagógico para educar y formar en la fe de Cristo. En 1947 le tocaría oficiar la misa en la Iglesia Nuestra Señora de Coromoto, en el Barrio Obrero de San Cristóbal, hasta 1951, cuando fue nombrado vicario general de la diócesis de San Cristóbal. En 1956 le fue entregada, por precepto del papa Pío XII, la Dignidad de Prelado Doméstico de su Santidad.
En octubre de 1957 recibirá la primera recompensa del Espíritu Santo por su consagración al servicio de la iglesia y de su fe, cuando por disposición del mismo Pio XII, el padre Domingo Roa Pérez será exaltado a la dignidad de obispo. Según el derecho canónico, los obispos son los legítimos sucesores de los apóstoles elegidos por Cristo y elevados por el Espíritu Santo.
Durante los tres años en los que estuvo al servicio de la feligresía llanera, modernizó los servicios de la curia y en la época de tensión política que vivió el país, para ese entonces, se enfrentó con decisión al desorden, a los abusos e injusticias donde se originaran, buscando siempre la concordia y el discernimiento. De igual manera, creó y apoyó iniciativas en favor de la región llanera y de sus habitantes más pobres.
Arzobispo de la Arquidiócesis de Maracaibo
Por disposición de su Santidad Juan XXIII, el 16 de enero de 1961, monseñor Domingo Roa Pérez será trasladado para liderar la diócesis de Maracaibo, fundada el 28 de julio 1897. En su estancia, durante 31 años desarrollará sus más importantes proyectos y la ciudad del sol amada se convertirá en su eterna morada casi exactamente 40 años después.
En el acto de bienvenida, que estará a cargo de monseñor Mariano Parra León, el nuevo obispo pronunciará un histórico discurso que la feligresía y las autoridades políticas regionales saludan con beneplácito:
…Venimos con la confianza puesta en el Señor, que es nuestra fuerza y en quien todo lo podemos… Él es la luz, la verdad y la vida, y nos acogemos a la material protección de la Virgen Santísima bajo el noble título de Coromoto, la devoción nacional que aglutina la fe del pueblo venezolano y lo defiende… y de la Chiquinquirá, el nombre y la práctica de la piedad mariana que eleva, defiende y caracteriza al católico zuliano…Venimos a unir nuestro modesto y útil aporte a nuestro trabajo y lucha por la grandeza del Zulia… Y quiero ser zuliano con los zulianos… (Aquí su manifiesta y bella fe poética) … y compartir con ellos las inevitables horas amargas que acompañan al hombre, como la sombra sigue al cuerpo, y las tinieblas a la noche a las horas de la claridad meridiana.
El 30 de abril de 1966, por la Bula Regimini Suscepto, del papa Paulo VI, se determina: Erigimos en la República de Venezuela una Nueva Provincia Eclesiástica que estará compuesta por la Diócesis de Maracaibo, Cabimas y Coro… y de ella será Metropolitana la de Maracaibo, con los derechos correspondientes y a la que designamos para presidir con toda Nuestra Autoridad, como arzobispo, al venerable Hermano Domingo Roa Pérez…
Monseñor Domingo Roa Pérez será un protagonista que pondrá todo su vigor de soldado de Dios a la causa de promover los intereses de la región y su gente mediante Promozulia, una institución creada por un grupo de empresarios zulianos para incentivar el Desarrollo Regional y la Descentralización. Pero también acompañará a la Corporación de Desarrollo de la Región Zuliana, impulsando los planes de crecimiento y desarrollo de la región en la más sólida propuesta de modelo de desarrollo conceptualizada a través de su historia.
Gracias a sus oficios pastorales, Maracaibo se convertirá a finales de 1969 en la sede del Primer Congreso Venezolano de Historia Eclesiástica, presidido por Carlos Felice Cardot; como vicepresidente, Monseñor Domingo Roa Pérez y como secretario, el Br. Julio Portillo. Durante el periodo 1978-1984 le tocó presidir la Conferencia Episcopal Venezolana. Su conducta fue ejemplificante por su fe e integridad. Y aunque sus opiniones siempre fueron de trascendencia, a pesar de que eran aplaudidas por gobierno y oposición, no eran implementadas, como suele suceder para desgracia del país.
La primera visita de su santidad Juan Pablo II al país, entre el 26 y el 29 de febrero de 1985, no fue una decisión de última hora del Vaticano, ni tampoco casual. Monseñor Roa desde hacía tiempo venía trabajando administrativamente la venida al Zulia del sumo pontífice, aprovechando la proximidad de celebración de los 500 años de evangelización en América, y así lo anunciaba en su prédica: El Papa viene al Zulia en visita pastoral, no como turista, sino para recordarnos y recalcar las grandes orientaciones de la Iglesia Católica… Jamás el Zulia ha vibrado de manera tan unísona, sin diferencias de ninguna clase como en esta oportunidad, aclamando las mismas grandes verdades y experimentando las mismas emociones con los más vibrantes sentimientos.
Un legado guiado por el Espíritu Santo
Su primera carta pastoral, que data del 27 de abril de 1961, dibujaría en esencia su plan de acción de por vida en su ejercicio pastoral Oveja Pastor y la base de las apreciaciones filosóficas que lo sostenían. La iglesia, según ellas, es esencialmente educadora. Por eso, en su servicio a la iglesia, tendrán especial atención la formación de los aspirantes al clero y en consecuencia va a ocuparse directamente del seminario hasta convertirlo en Seminario Mayor, la institución educativa que puede graduar sacerdotes. A partir de 1975, el Seminario Menor se convertiría en Seminario Mayor Santo Tomas de Aquino y los seminaristas no tendrían que ir ya a Caracas y San Cristóbal a terminar los estudios para sacerdote.
En la proximidad de su separación del episcopado, en 1991, monseñor evalúa su servicio apostólico y en este sentido concluye: Vale destacar que durante mi periodo como arzobispo se han ordenado más de cuarenta sacerdotes, mientras que durante la década anterior a mi llegada, solo se ordenaron dos.
Pero esa función educativa enfatiza en la doctrina social de la iglesia, la responsabilidad en la defensa y educación del pobre, la justicia social y la dignidad humana. Nacen así las escuelas arquidiocesanas, que serán institutos en clave de pastoral. Para 1991, en su extenso recorrido Oveja Pastor diocesano y arquidiocesano de 31 años, sus aportes más significativos en las zonas marginales, además del Complejo Niños Cantores, fundado el 18 de noviembre de 1975, serán decenas de unidades educativas (preescolares, escuelas, liceos) de los cuales la primera será la escuela arquidiocesana Madre Laura, en el barrio El Callao (1969), y el último sería el preescolar María Auxiliadora, en el barrio Horizonte (1990).
Asimismo, en 1991 existían ocho escuelas de Fe y Alegría, con 9.000 alumnos, y 26 colegios privados católicos con 17.000 estudiantes y un personal docente para su educación de 21 religiosos, 15 hermanos y 111 religiosas.
La pasantía en San Cristóbal por el Diario Católico y las conclusiones del Concilio Vaticano II, que les habían asignado a los medios de comunicación un papel crucial en la tarea evangelizadora y educativa, lo llevan a valorar altamente el papel pedagógico de estos y a respaldar las gestiones para promover nuevos medios al servicio de los fines pastorales. Es así como para esa época la arquidiócesis contaría con Niños Cantores Televisión, el Diario La Columna y las emisoras La Voz de la Fe y Radio Selecta, de Fe y Alegría.
Fue un tenaz defensor de la Doctrina Social de la Iglesia, con miras a vigorizar el apostolado de su grey, a la que enseñó, vivió y defendió en toda su trayectoria ministerial. Combatió frontalmente el comunismo y el marxismo e igualmente el capitalismo salvaje, que tiene por fin último el Becerro de Oro. A pesar de las diferencias, advirtió: Nos corresponde a todos los católicos cristianos contribuir a la defensa de la fe… ya que todos somos iglesia… La iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita… donde todo el mundo puede vivir la vida nueva del evangelio.
Fernando Chumaceiro, un devoto practicante de la fe católica y cristiana, que lo amó como prelado y guía espiritual del pueblo zuliano durante más de tres décadas, escribiría de él:
Si de algo puedo estar seguro es de que Domingo Roa Pérez, arzobispo de Maracaibo, es una hoguera humana de fe y de servicio… Es un sacerdote que le habla al Zulia de Dios y de igual manera le pide a Dios por el Zulia, y como buen pastor, va siempre delante de sus ovejas…
Cuando se despide de sus funciones arzobispales, Chumaceiro escribe de él: Domingo Roa Pérez continuará su ministerio sacerdotal dedicando el resto de su vida al servicio de Dios y de su pueblo. Seguirá sembrando amor, esperanza y fe. Continuará con honor defendiendo las causas más nobles de este pueblo. Domingo Roa Pérez jamás se irá de nuestros corazones. El pueblo jamás le dirá adiós, porque este sacerdote es un sacerdote de la esperanza y los soldados de la esperanza jamás pasan a retiro.
Pocos meses antes de su fallecimiento, acaecido en la tierra del sol amada, como le gustaba llamarla, a la que sirvió con inmaculada fe, le confesó a un periodista en entrevista al Diario Panorama: Me gustaría morir en un país próspero y de paz. Nadie, entonces, podía presentir la tragedia que se cernía sobre la vida venezolana.
El primero de enero del año 2000, el último del siglo XX, a las 6 de la tarde, a los 85 años de edad, Domingo Maximiliano Roa Pérez, un Zuliano Inolvidable, partió al encuentro de Nuestro Señor.
*Nota: Este ensayo ha sido posible gracias a la biografía escrita por Iván Darío Parra, titulada: Monseñor Domingo Roa Pérez. Oveja Pastor. Su fuente principal de información fue recopilada de sus escritos (pastorales, discursos, charlas) que hiciera del Archivo Arquidiocesano el padre Eduardo Ortigoza, rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta, con la colaboración del padre José Andrés Bravo, teólogo-filosofo del cristianismo. Recopilación avalada por monseñor Ubaldo Santana, arzobispo de Maracaibo para esa fecha: Concedo la licencia necesaria para que dicha obra pueda imprimirse.