Por BELÉN ROJAS GUARDIA
Recurrir al texto de la Constitución de 1999, la base escrita de nuestros derechos y libertades, no solo se ha convertido en un ejercicio vano, un acto inútil sin consecuencias prácticas, sino que muestra claramente el grado de disociación a que nos han sometido quienes llegaron al poder hace 21 años.
Abusando con el uso repetido de tres palabras claves: revolución, socialismo y pueblo, y con el nombre, los discursos y la figura del «comandante eterno», los gobernantes han sido eficientes en llevar a la práctica todo tipo de acciones contrarias al espíritu de nuestra Carta Magna. Han sido diestros en eliminar la separación de los poderes públicos, destruir las instituciones, minimizar la democracia y las libertades, desaparecer el Estado de Derecho, acabar con la economía, ignorar las leyes y exterminar la esperanza de los ciudadanos conduciéndonos aceleradamente, ¿a dónde?, pues al mar de la felicidad cubana. Un mar donde la brecha de la desigualdad entre la «nomenclatura boliburguesa» y la inmensa mayoría de pobres crece exponencialmente. Un mar donde, lo dicen las cifras, la pobreza crítica se ha quintuplicado.
Propaganda, control y represión son las nuevas consignas que rigen sus acciones.
¿Propaganda engañosa? ¿Acaso importa?
Utilizada, a la usanza de Goebbels, termina por transformar falacias en verdades, cuentos chinos en utopías inalcanzables aderezadas con un lastimoso victimismo. Lo bizarro es que todavía hay gente encadenada al canal de todos los venezolanos, personas sumidas en un incomprensible fanatismo que repiten consignas carentes de originalidad y confunden propaganda con información. Un canal donde la ficción se disfraza de logros. Donde la insania nos atrapa entre lo que se dice y lo que se hace. Donde los éxitos del gobierno son promesas que van a parar a un incierto futuro.
¿Control? ¡Claro!
Control de las instituciones clave: el Ejército, el Tribunal Supremo de Justicia, la Fiscalía, la Contraloría, el Consejo Nacional Electoral. Control de la información, de la economía (los precios, las divisas, la producción, las importaciones). Control social, ¿cómo?, acusando, intimidando, repartiendo migajas.
La intolerancia ha creado sus propias palabras claves: extrema derecha, fascismo e imperialismo, subdivididas a la vez en: apátridas, escuálidos, burguesía parasitaria, cachorros del imperio, entre otros, que se unen en un solo concepto: el enemigo.
Nos han escamoteado el mapa y la brújula que nos debía conducir hacia una sociedad plural y solidaria. En pleno siglo XXI los venezolanos estamos divididos en bandos irreconciliables. Y los que nos indignamos ante la corrupción, la inexistencia de un Estado de Derecho, la ineficiencia y la mentira, hemos sido tildados de traidores a la patria. Insólito amasijo de términos y conceptos: patria, gobierno y PSUV, ¿son acaso la misma cosa? Para el gobierno parece que sí.
¿Represión? Total y sin pudor
Contra los estudiantes, los obreros, los manifestantes, los que disienten, incluyendo las ejecuciones extrajudiciales (no, no hay paredón, pero sí pena de muerte encubierta), miles de presos políticos de los cuales muchos son menores de edad y cientos de casos de tortura, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, violaciones y crímenes de lesa humanidad rigurosamente documentados por organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos. Estas violaciones son de tal contundencia que la Misión Internacional Independiente de Determinación de los hechos establecida por la ONU determinó que existían motivos razonables para creer que en el país se cometían crímenes de lesa humanidad desde el año 2014, y señalaba la línea directa de responsabilidad desde el presidente de la República y los Altos Mandos Militares y civiles que habían ordenado los crímenes o habían contribuido a su comisión.
Si en un obstinato estéril volvemos a la letra de La Constitución, pudiéramos entender dónde perdió su legitimidad, que es más o menos su virginidad. Una Cándida Eréndira violada por sus mismos progenitores. ¿Cómo lo hemos permitido?, ¿cómo ocurre ante nuestros ojos sin indignarnos? En el artículo 2 del título I Principios Fundamentales, el texto señala:
Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político.
Increíble, ¿no?
Cada uno de estos valores es hoy letra muerta, relegados, vulnerados. Cosas de constitucionalistas románticos. De majaderos creyentes en una fantasía revolucionaria, residuos del pasado, atisbos de soñadores del siglo XIX. Pero, en fin, sería demasiado detenernos en todos, así que los dos últimos nos valen para englobar nuestras miserias: Pluralismo político.
Efectivamente, su interpretación es inequívoca: un sistema de convivencia en respeto y equilibrio de diversas formas de hacer política. Un sistema que acepta y reconoce la existencia de diferentes posiciones o pensamientos políticos, conviviendo en equilibrio. El soporte del sistema democrático. El antídoto contra el pensamiento único y el totalitarismo.
Como una ironía de la vida, es Dagoberto Valdés Hernández, un reconocido luchador cubano, quien en una ponencia titulada «Pluralismo y participación política» define el carácter ético y ontológico del pluralismo:
Partiendo del concepto de diversidad entre los hombres y mujeres, sus estilos de vida, sus pensamientos y criterios, sus formas de expresarse, sus opciones políticas, económicas y sociales, sus ideologías y creencias, sus sistemas y métodos de formación, sus culturas y modos de convivencia llegamos a la constatación de una realidad que denominamos pluralidad. Aceptar la legitimidad de esta diversidad y asumirla como un valor cultural y social es pluralismo. El pluralismo «no es soportar las diferencias o tolerar la diversidad». Es reconocerla. Aceptar que la unidad no es uniformidad y que el sano pluralismo es una forma de enriquecer el bien común.
¿Y nosotros en Venezuela, qué? ¿Dónde queda el artículo 2º de la Constitución Bolivariana? Si fueran coherentes deberían desmontarlo con diligencia y prontitud, borrarlo, evaporarlo, que no quede ni el recuerdo.
Proponemos como alternativas adoptar textualmente, con pequeños cambios como: Bolívar por Martí, PSUV por Partido Comunista de Cuba y, por supuesto, agregando las loas al comandante supremo, la Constitución de nuestros hermanos cubanos. Allí sí hay claridad entre lo que se dice y lo que se hace. Un pequeño ejemplo. En su artículo 5to., del Capítulo 1 de Los Fundamentos Sociales, políticos y económicos del Estado dice:
El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista.
Nada de pluralismo. Todos sin excepción bajo una sola sombrilla ideológica. Ahí podemos gritar ¡Qué viva el pensamiento único! Ni una gota de oxígeno para la oposición, Fidel Castro, dixit.
Totalitarismo, pues.