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Voces y escrituras luminosas desde el núcleo de la oscuridad

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Por MILAGROS MATA GIL

I.

Mientras editaba el libro de Blanca Elena Pantin, Voces/Escrituras de la Literatura Venezolana, tuve un accidente informático. No es frecuente que me ocurra, pero ocurrió. Y en mi afán obsesivo de respaldar los archivos, respaldé el corrompido, perdí casi todo y he aquí que tuve que darme a la tarea de recuperar los textos (pues siempre guardo algo aparte) y reformatearlos de acuerdo con el diseño establecido. Eso me obligó a realizar una tercera lectura de estas entrevistas.

II.

Desde la primera lectura he tenido la impresión de que Blanca Pantin trasciende aquí la labor de una entrevistadora. Y, por supuesto, va más allá del enfoque del habitual ejercicio periodístico. En primer lugar, hay un conocimiento profundo de la obra de los entrevistados y del contexto en que fue producida.

En segundo lugar, hay un gran respeto por la voz del entrevistado, lo que no es usual debido a ese narcisismo de los periodistas (me voy a incluir) que nos hace intervenir e interactuar, escamoteando protagonismo, en el desarrollo de las entrevistas. Pero no se nota eso en Pantin, que se acerca con humildad a esas voces en las que ella misma se reconoce, por su sensibilidad de poeta.

En tercer lugar, y es lo más notable, ese prolongado tránsito de la edición: el esfuerzo realizado durante 30 años convierte las entrevistas en un documento oral invaluable. No solo por el aporte a la historia y el conocimiento de la Literatura Venezolana sino por el sonido íntimo que emanan en conjunto las voces y las escrituras que, como en Spoon River, brotan de todas partes en una versión de la más antigua música polifónica.

III.

Son 17 entrevistas a escritores, la mayoría de ellos poetas. Sus voces van desde la evocación, como en Ana Enriqueta Terán o Elisa Lerner, hasta la reflexión sobre el oficio poético, como en Armando Rojas Guardia, Alfredo Silva Estrada o Rafael Cadenas. Sus temas van desde la soledad a la locura, como en Antonia Palacios, Miyó Vestrini o Hanni Ossott. Las tesituras van desde la preclara precisión de Yolanda Pantin, al desordenado intento de encontrar un orden de Adriano González León. O de Alejandro Rossi. Es límpida y maravillosa la entrevista a Salvador Garmendia sobre su obra. Y también cuando él habla sobre Miyó Vestrini. A veces se entrecruzan vidas, pasillo de por medio. Aparecen los relatos, las anécdotas, de la legendaria República del Este. O de la Sabana Grande de Pancho Massiani. O en la historia de amor entre Hilda Kehrig y Julio Garmendia. Sí. Polifónico todo.

Conmovedor hasta el llanto, pues a todos los conocí y casi todos están muertos. Y, aun así, viven en nosotros, en las estanterías de las bibliotecas, en la memoria, en cada lectura, en cada guiño travieso, en cada lágrima derramada por sus textos o en cada risa expansiva. Y vuelven a vivir en este libro indispensable.

IV.

Blanca Elena Pantin (Caracas, 1957) es periodista egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Entre 1990 y 1999 trabajó en El Diario de Caracas y El Universal como editora de las páginas culturales y en esos períodos realizó estas entrevistas.

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