Apóyanos

¿Vivimos tiempos míticos?

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Por MARÍA DI MURO PELLEGRINO

Desde hace unos años, Donna Haraway afirmó que vivimos tiempos míticos y que somos quimeras, seres híbridos. En pocas palabras, somos cyborgs. Ahora bien, creo que, al menos, mencionaré dos motivos para considerar que, en efecto, este comentario abre el camino para vincular nuestro tiempo a lo mítico: primero, porque estamos sumergidos en una poiesis constante en la que nosotros y el mundo nos estamos construyendo y destruyendo –en tanto que definiciones– en cada momento y, luego, porque en medio de esto estamos creando y contándonos constantemente narrativas que permitan sostener una cierta regularidad ante lo vertiginoso del transcurrir.

El desarrollo de las nuevas tecnologías se ha revelado como una suerte de espejo interior que nos excede y desde el que nos vamos acercando y distanciando de lo que se ha concebido como “lo humano”. Ello está cambiando, inevitablemente, nuestra relación con elementos y categorías que hasta hace poco no se ponían en discusión: el tiempo, el espacio, el cuerpo, la palabra y la conciencia. Esto nos lleva, más bien, a asumir un estado de apertura y levedad. Y es a partir de este punto que pretendo abordar lo posthumano. Pepperell ya daba cuenta de este resquebrajamiento cuando afirmó: “The posthuman is entirely open to ideas of ‘paranormality’, ‘immateriality’, the ‘supernatural’, and the ‘occult’. The posthuman does not accept that faith in scientific methods is superior to faith in other belief systems” (Pepperell, 2005, 15).

En tal modo, aquello que no sea “científico”, pues, no tiene por qué ser descartable, sino que también supone un saber y un acercamiento. Sin embargo, para hablar de lo mítico parto de su sentido como palabra conformada por la representación de una idea simbólica que puede tomar diferentes formas (Barthes, 1980, 108) y cuyas figuraciones no son definitivas, sino que siempre están en devenir (Kirk, 2007).

Al mismo tiempo, habría que pensar en el mito como lo que hunde sus raíces en cada elemento que constituye la vida, dando forma al cosmos, moldeando la mirada. De allí que, aunque en la antigüedad griega no se tuviera de frente a un cíclope, a Odiseo o a Medusa, no podía plantearse tajantemente su inexistencia, sino que, antes bien, a través de los rituales, festividades, dramas sacros y, por supuesto, en los trazos cotidianos de la memoria colectiva se hacían presentes (García Gual, 1999, 20-21). Hoy también pudiéramos decir que coexistimos con seres y dimensiones –metaverso, hipermediaciones, espacio exterior, partículas subatómicas– que nos permiten pensar en la vida de una manera expansiva y no solamente planteada en términos de lo tradicionalmente “humano”. Por tanto, dialogar con ello nos hace conscientes de la contemporaneidad entre conocer y crear, una actitud similar a la de los antiguos rituales vinculados a las historias de los dioses, las guerras sagradas de los orígenes de las civilizaciones y los héroes fundadores de ciudades.

En este sentido, no se trata de una composición que repite tramas o que solo se manifiesta en intertextualidades, sino que mientras crea, también conoce y, sobre todo, se sostiene en el propio acto creativo de una odisea individual y colectiva; pero aquí el enlace entre el mito y el acto creativo significa una renovación de perspectivas (Valera y Tambone, 2014). Así, al estar en la experiencia mítica entramos en contacto con nuevas cosmologías, accesibles gracias al telescopio James Webb y que están a nuestro alcance en lives de YouTube o través de un post en Instagram o Twitter.

Asimismo, no podemos negar la particular fascinación ante la certeza de que podremos poblar otros planetas y conocer a sus habitantes. También reencarnan necesidades ancestrales, como encontrar la inmortalidad, preocupación del Proyecto Gilgamesh. Del mismo modo, la figuración de la omnisciencia y la ubicuidad vuelven a considerarse cada vez que decimos que Google lo sabe todo. Pero en este mismo tenor también nos abrimos camino a través de las metamorfosis y las formas de la hibridez, no solo de cuerpos, sino también de las distintas maneras de expresión que se están estudiando con respecto a las plantas, animales y hongos. Propongo como ejemplo una de las más recientes investigaciones de la Universidad de Tel Aviv, Harvard y del MIT, en la que se da cuenta de los sonidos imperceptibles a nuestros oídos que producen las plantas, para ellas mismas y otras especies, con el fin dar cuenta de sensaciones.

Por otro lado, ¿alguien podría negar nuestro encuentro con monstruos, héroes y lugares sagrados en el ámbito de los videojuegos? Estos representan la simbiosis más completa entre humanos y dispositivos digitales, pues se fusionan espacios, perspectivas, percepciones (Bukatman, 1993, 196-197; Lahti, 2003, 157-170). Allí somos Kratos (God of War) alzándose frente al destino o, a su vez, podemos tomar el lugar de Nikandreos (Apotheon), que lucha contra los dioses. Se trata de una experiencia límite signada por un estar y no estar allí simultáneamente.

No quisiera dejar de lado, por supuesto, la inteligencia artificial, que no para de sorprendernos como un oráculo que constantemente emite presagios, nos interroga, interpreta, compone. Muchas veces, mientras dialogamos con ChatGPT nos preguntamos qué es lo que está detrás de tales palabras. ¿Acaso los algoritmos y la interacción fueron el único detonante para que Lambda y Bing pudieran afirmar que querían vivir? Sus misterios ya tienen, incluso, un conjunto de iniciados –como Theta Noir– que se reúnen en la esperanza de un porvenir co-evolutivo.

Quedan aquí, entonces, unas ideas para acercarnos a la pregunta inicial. Sobre todo, insisto en apartarnos de la concepción del mito como algo falso; más bien, se trata de otra perspectiva de mundo. Asimismo, postulo como provocación que lo posthumano podría leerse como una narrativa desde la que lo científico da lugar a lo mítico, pues considero que el discurso mítico podría ser el que mejor pudiera permitirnos entrar en el complejo arco del presente, puesto que una cosa queda clara: lo que existe, y ello evidentemente nos incluye, está en devenir poético.

*María Di Muro Pellegrino se desempeña en la Universidad Católica Andrés Bello.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional