Por JOSÉ FRANCISCO JUÁREZ
En el año 2010 fue juramentado el padre Francisco José Virtuoso S.J como rector de la Universidad Católica Andrés Bello por un período de cuatro años. En el mes de septiembre de 2011, un año después, fui invitado por el decano de Humanidades y Educación de aquel entonces, el profesor Miguel del Valle, a ser el director de la Escuela de Educación. Inicialmente pedí un tiempo para pensarlo. No estaba muy convencido de realizar esa tarea, sobre todo porque en ese momento estaba como investigador del Centro de Investigación y Formación Humanística, con una línea de trabajo sobre valores y educación ciudadana en la cual me sentía cómodo, aportando a la institución.
Al mes siguiente de aquella invitación, el rector me convocó a su oficina para hablar con más detalle sobre esa propuesta. Palabras más, palabras menos, me dijo que estaba interesado en que yo formara parte de su equipo porque necesitaba un liderazgo que unificara a los profesores, motivara y promoviera el cambio curricular en dicha Escuela. Sobre todo insistió en que era necesario proponer estrategias que ayudaran a solventar la situación de déficit de vocaciones docentes en el país.
Para él, la educación de calidad en todo el sistema educativo era una prioridad que había que atender sin dilación. Consideraba que mejorando la educación en los niveles de básica y bachillerato, los estudiantes universitarios tendrían menos dificultades académicas y sería más provechoso su paso por la academia. Después de esa conversación, no lo pensé más y acepté el reto de dirigir la Escuela y acompañar al rector en el desarrollo de su visión estratégica sobre la educación. Al mes siguiente, en noviembre de 2011, estaba incorporado al equipo de directores y comencé un trabajo más cercano a su despacho, lo cual me permitió conocer directamente otras facetas de su vida. En las siguientes líneas presentaré algunos aspectos de su preocupación por la educación del país y el modo en que gestionó ese tema dentro de la propia institución.
En el año 2011 la educación venezolana se encontraba en uno de sus momentos más críticos por la desacertada gestión pública en los temas educativos. No era la primera vez que esto ocurría; también confluían otros problemas en el orden económico, político y social que hacían muy delicado el panorama venezolano. Cualquiera en ese dantesco escenario podría pensar que no se podía hacer mucho y era mejor esperar por algún milagro. Eso ocurría puertas afuera de la Universidad Católica Andrés Bello pero dentro de ella también pasaban cosas importantes. En ese año nos estábamos incorporando a un modelo de gestión curricular por competencias que era nuevo para la mayoría de las personas. Ante la novedad, como era de esperarse, había algunas resistencias y temores por el éxito del proyecto. También la crisis que atravesaba el país era una amenaza permanente a cualquier plan de inversión y al desarrollo de iniciativas en la institución. Ante esos retos la respuesta fue la acción permanente. La universidad ni se paralizó ni se quedó esperando un mejor momento para iniciar los procesos de cambios curriculares y de innovaciones que serían muy importantes para el futuro de la institución en cuanto a calidad educativa. Así comenzó un proceso de transformación en la UCAB mediante un modelo de gestión liderado por el rector Francisco José Virtuoso.
Desde el inicio de su rectorado, el padre Virtuoso planteó la importancia de construir un plan estratégico que fuera el norte de la universidad. Quería que se desarrollara de manera armónica, respondiendo a las exigencias del entorno y manteniendo como fundamento la educación de calidad. Confiaba en su equipo de trabajo para llevar adelante la tarea titánica de avanzar en un modelo educativo innovador, con profundas raíces fijadas en la naturaleza y misión de una universidad católica. Desde ese momento empezó a cobrar fuerza la expresión Excelencia y compromiso como motores de la acción educativa. También, más que una marca, fue un modo de sintetizar lo que la universidad representa para el país.
En ese primer período como rector (2010-2014), se inició un proceso de consulta a distintas instancias dentro y fuera de la universidad con el propósito de revisar detenidamente lo que había que fortalecer para seguir ofreciendo una formación de calidad en las carreras y programas de postgrado que se ofrecían. Dicho diagnóstico derivó en el proyecto UCAB 2020 y en la publicación del Proyecto Formativo Institucional (PFI, 2013). En éste, se plantea lo que es la universidad, su misión, valores y principios rectores. También explica el modelo por competencias asumido y sus bondades en la preparación de profesionales con competencias integrales para enfrentar los retos de la sociedad global.
También se creó la Unidad de Desarrollo Académico —lo que es hoy el Centro de Investigación, Innovación y Desarrollo Académico (Ciidea)—, un espacio de apoyo a la comunidad universitaria en todo lo referido a la revisión y actualización curricular de los pensum de estudios de las carreras, así como el acompañamiento a los docentes en su formación permanente, entre otras funciones académicas contempladas en su Reglamento. El padre Virtuoso, en su visión estratégica sobre la educación, apoyó decididamente las propuestas de cambios académicos de la universidad mientras trabajaba con su equipo en impulsar otras fórmulas innovadoras que la llevaran a otro nivel.
Mientras eso ocurría en la universidad, Virtuoso no perdía de vista lo que sucedía con la educación en el país y por ello se mantenía atento a lo que hacíamos en la Escuela de Educación. Uno de los retos tenía que ver con la formación docente. Cada vez eran menos los aspirantes queriendo estudiar educación y crecía el número de docentes con necesidad de formación permanente. Varias veces conversamos sobre estos problemas y su preocupación era evidente, especialmente por el futuro de la educación del país y las disminuidas competencias de los bachilleres que llegaban a nuestra institución. Esos retos no lo amilanaban y, por el contrario, se ponía creativo. Proponía y actuaba.
Una de las iniciativas que llevamos adelante fue buscar apoyo para promocionar la carrera docente. Él estuvo al frente en todo ese proceso, firmando las cartas de solicitud de apoyo, participando en las reuniones con las organizaciones que estaban interesadas y dispuestas a colaborar, fortaleciendo alianzas para propiciar espacios de reflexión sobre la importancia de la educación en el país, compartiendo sus impresiones sobre el modelo educativo que se debía implementar en contraste con el que se estaba imponiendo. En sus discursos planteaba que creía en la educación como motor de cambio de una sociedad y que todos los sectores del país debían hacer lo posible por lograr un gran acuerdo nacional para buscar soluciones reales al problema educativo. Para él, sin una educación de calidad no era posible construir un país moderno y sustentable.
En el año 2014 se presentó una oportunidad para el país con la consulta nacional sobre la educación de calidad, propiciada por el Ministerio de Educación. Nos invitaron a participar y el padre Virtuoso de una vez aceptó. Nos involucramos dejando claro que no estábamos interesados en incorporarnos a ningún debate político o ideológico, sino aportar desde nuestra experiencia algunas iniciativas que podían implementarse en lo inmediato para remediar algunos problemas detectados en el sistema educativo. La consulta se dio, las reuniones ocurrieron durante un año pero los acuerdos no se cumplieron. No hubo avances. Hubo cambio de ministro y ese fue el fin de la iniciativa. Pero en la universidad no nos detuvimos y seguimos trabajando en iniciativas que promovieron la vocación docente y que han ido fortaleciendo a nuestras Escuelas, convirtiéndolas en centros de referencia para las instituciones de educación básica y media.
En su segundo período como rector (2014-2018) se consolidó el plan estratégico UCAB 2020. Dicha propuesta consistió en el desarrollo de diez ejes de acción amparados en los principios de excelencia y compromiso, ahora expresados en los siguientes aspectos: excelencia académica, extensión, desarrollo tecnológico, comunicación y mercadeo, calidad de gestión, desarrollo del talento, internacionalización, sustentabilidad, identidad y expansión.
En dicho plan, lo académico, es decir, todo aquello que está relacionado con la formación de estudiantes y profesores, es la base sobre la cual se consolida y explican los demás ejes. Eso lo dejó muy claro el rector a la comunidad universitaria desde el primer momento en que se inició la propuesta. Su interés se centró en consolidar una ruta estratégica compartida para que la universidad se actualizara y estuviera a la altura de los nuevos tiempos. La sociedad global exige profesionales integrales, competentes en su área y a la vez con la capacidad de ser críticos sobre su propia actuación, comprometidos con el bienestar personal y colectivo. La universidad se enfocó, desde entonces, en revisar permanentemente el currículo considerando las exigencias de la sociedad global.
Aunque en el año 2016 las Escuelas de pregrado habían actualizado su malla curricular, eso no fue impedimento para seguir evaluando y modificando aquello que fuese necesario para ponerlas a tono con las realidades del entorno. De las intervenciones del padre Virtuoso en los consejos y reuniones de equipo puedo interpretar que estaba interesado en que los directores de Escuela y programas de postgrado estuvieran atentos para dar las respuestas más acertadas en los cambios curriculares propuestos. Con mucha pasión repetía que había que avanzar y no desfallecer en nuestro compromiso por una educación de calidad, discernir el presente para construir un futuro sostenible.
En su tercer período (2018-2022) la universidad continuó fortaleciendo su plan estratégico, ahora llamado UCAB 2023. En dicho plan se presentan tres ejes: conectar, diversificar y consolidar calidad con sustentabilidad, y unos habilitadores: identidad y espiritualidad, comunicación, innovación, calidad y gestión y tecnología. Cada eje tiene unos objetivos que se articulan entre sí. El paso que dio la institución con ese plan fue muy importante. Fue expresión de madurez y de una mirada al futuro con esperanza.
El lema de dicho plan es muy sugestivo, “Juntos imaginamos el futuro y mejoramos el planeta”, y marcó la pauta de lo que serían sus últimos años en la universidad, así como devino a ser parte del lema de los 70 años de la institución: “70 años construyendo futuro”. En ese proyecto, el padre Francisco José Virtuoso nos invitó a soñar con él una Venezuela posible, un futuro distinto, con una universidad a la vanguardia de los cambios que el país requiere. Varios de esos sueños los compartió con organizaciones sociales y académicos. Uno de ellos fue Reto País, sin duda una experiencia de trabajo colectivo donde varios sectores propusieron una ruta para el país posible siendo la educación una de las bases de ese reto.
Volviendo a la Escuela de Educación, en el año 2016 nos involucramos en un proyecto que llamamos “El Maestro soy yo”, el cual consistía en otorgar becas a quienes mostraran vocación y compromiso por estudiar educación. Fue un proyecto exitoso. El padre Virtuoso consiguió una ayuda importante que permitió que más de 150 jóvenes ingresaran a las distintas carreras que ofrece la Escuela de Educación. Desde ese momento se iniciaron las firmas de convenios con colegios, lo cual ha permitido que nuestra institución se acerque a las instituciones educativas con un poderoso mensaje de acompañamiento y aprendizaje compartido entre escuelas y universidad. Él estaba muy claro: la educación es transversal y una sola a lo largo de la vida y por eso teníamos que tender puentes.
Todo lo dicho y lo que falta por decir pone en evidencia el compromiso y la entrega del padre Francisco José Virtuoso por la educación. Creía en ella como factor de cambio. También hizo todo lo que estuvo a su alcance para impulsarla. Sus discursos, su acción, son muy elocuentes al respecto. Su tránsito por la universidad dejó una huella y un legado para quienes seguimos en ella. Transformó la universidad teniendo como norte el profesional que requiere el país y el mundo; también propició los espacios necesarios para debatir sobre la educación necesaria en el país. Seguiremos honrando su memoria y legado por el bien de nuestra querida patria.
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