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Vidas híbridas, cuerpos en devenir. Notas al posthumanismo desde una aproximación agambeniana

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Por ROBERTO SALAZAR

Introducción

El ser humano del Humanismo ha perdido su centralidad conceptual histórico-filosófica. Los discursos sobre lo humano y lo no-humano se están desplazando hacia el abrazo inter/trans especie para denunciar las prácticas de inclusión/exclusión propia del Humanismo clásico. Desde esta perspectiva, el posthumanismo es un dispositivo discursivo que explica al ser humano del siglo XXI, generando otros abordajes de lo que somos como humanos y de nuestro devenir posthumano.

Del humanismo al posthumanismo

El posthumanismo, desde sus distintas vertientes funciona como un dispositivo “que puede capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos” invitando al hombre de hoy a repensarse a sí mismo desde esa relación cuerpo a cuerpo con las cosas.

Nuestro cuerpo está siendo trastocado por una inmensa acumulación de dispositivos: desde un celular con sus aplicaciones, hasta los complejos dispositivos bio-tecno-científicos que son capaces de transformar nuestra psique. ¿No estamos acaso irremediablemente ya en tránsito hacia una especie diferente a la actual, creando otro modo de ser, de estar y de habitar el mundo que privilegia lo abierto y lo híbrido?

Entre la vida y el cuerpo está la forma-de-vida

Poner en cuestión la vida humana más allá, o más acá, de la captura que los dispositivos ejercen sobre la vida humana decidiendo entre lo humano y lo no humano es el foco de Agamben. La vida humana se debate entonces entre la humanización del animal y la animalización de lo humano. Esta polaridad hoy se desplaza hacia una tensión entre lo humano y lo tecno-científico dando lugar a la cuestión posthumana. Sin embargo, en este desplazamiento subsiste una suerte de “maquina biopolítica” que decide sobre lo humano o no del hombre, despojando al viviente de sus formas y transformando los cuerpos en cosas, en sustratos orgánicos pasivos y administrables. De este modo, los cuerpos humanos terminan siendo una nuda vida: algo que ya no es ni animal ni humano, podemos decir también tecnocientifico, y que es producto de una decisión y de una fábrica del poder soberano. La observación de Agamben es que hoy “la vida tiene más que ver con la supervivencia [es decir con la vida desnuda] que con la vitalidad o la forma-de-vida del individuo”.

Pero para el filósofo italiano la vida en cuanto tal es siempre inseparable de su forma, de sus gestos, de sus máscaras y de sus rostros. A esto lo llama forma-de-vida, es decir, la vida pensada no en términos de apropiación e identidad sino en términos de uso y de gestualidad. Agamben entiende el uso de sí como una acción sin finalidad, como un medio sin fin, como un gesto que asume y soporta la vida. Así pensada, la vida jamás puede ser ni apropiada, ni reducida a una identidad, ni entendida en términos de dominio o de abandono.

La forma-de-vida, o la vida humana propiamente dicha, es, en efecto, la que, hace inoperante las obras y las funciones específicas del ser vivo, las hace, por así decir, “girar en círculos” y, de este modo, “las abre en posibilidades”. Agamben nos propone hacer un ejercicio de interrupción, de desactivación para hacer inoperante todos aquellos dispositivos que nos condicionan. Es solo a partir de estos gestos disruptivos que se nos revela otro origen o significado de la vida. Ella solo se descubre interrumpiendo y haciendo inoperante todo dispositivo y toda disposición fáctica del cuerpo del cual hago uso, todo poder de hecho que me condiciona como viviente.

Conclusión abierta

Pensar la vida humana, también la post-humana, desde el ingenio que mantiene todos los “tales” de lo vivo y evitar hacer de estas disposiciones fácticas una propiedad y/o una identidad es el reto a la cual estamos llamados desde esta concepción agambeniana. El uso de sí mismo como cuerpo viviente es la experiencia más íntima y personal de un individuo; pero, al mismo tiempo, es también lo que le resulta más extraño, pues este uso de sí no puede representarse salvo traicionando sus modos de ser y la inseparabilidad de su forma.

Desde este contexto podemos entrever lo que pudiese significar la hibridez de la vida y el cuerpo en devenir desde una reflexión posthumana. Se trata de apuntar a una desactivación que neutralice la tensión vida orgánica/vida política, humano/animal, humano/tecnológico, humano/posthumano y su dispositivo exclusión/inclusión como rechazo a que la vida desnuda sea el fundamento de lo político.

El horizonte es pensar la vida como una forma-de-vida, como “uso de sí mismo” que nunca conduzca a una apropiación perenne de sí, ni reducir ese uso a una obra, sino entender el uso de si como potencia pura. En otras palabras, se trata de un uso continuo del “yo”, en el que el individuo se convierte en el “testigo” de su propio uso, de su propia potencialidad.

La vida hibrida del posthumanismo como concepto sería aquella que reconoce lo que está siendo en cada uno de sus gestos, sin petrificar en una fotografía el movimiento que está teniendo; cuerpos en constante devenir es aquel viviente que testimonia su vivir sin reducirlo nunca a un sentido único, a una idea, a una identidad y menos aún a una tecnología.

La pregunta por lo humano y su devenir o no posthumano no pueden ser pensadas entonces como un campo de tensión entre lo humano y lo posthumano, sino aceptar que irremediablemente nuestros cuerpos están transformándose para contemplar y encontrar allí la manera de desactivar cualquier dispositivo que quiere apropiarse del uso del cuerpo y de la vida.

*Roberto Salazar se desempeña en la Universidad Católica Andrés Bello.

*Nota: Si el posthumanismo, la biopolítica, la estética y la ética contemporáneas te interesan o quieres indagar más en como la filosofía responde a los retos sociambientales, socioculturales, tecnocientíficos y de la inteligencia artificial, inscríbete en la Maestría en filosofía, mención filosofíade la práctica, de la UCAB.

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