Por JOSÉ G. ÁLVAREZ-CORNETT

Dedicado a la 

Profesora Susan Berglund.

En su artículo Memorias de infancia en la literatura venezolana (2002), Violeta Rojo destaca el desinterés que existe por la niñez en la literatura del yo en Venezuela al tiempo que señala otro fenómeno que según ella se da un poco más entre nosotros: la autoficción sobre la infancia.

“Son numerosos —dice Violeta Rojo— los libros en los que se fabula a partir de los recuerdos infantiles de sus autores”. Entre otros, la autora menciona a Memorias de Mamá Blanca de Teresa de la Parra y Ana Isabel, una niña decente de Antonia Palacios.

Un científico y cuentista caraqueño decimonónico

Es importante conocer la infancia y los pininos del químico y polímata venezolano Vicente Marcano Echenique (Caracas 1848 – Valencia, Carabobo 1891), nuestro primer científico experimental. Ahora,  quienes, hoy día, quieran saber sobre la niñez del padre de las ciencias experimentales en Venezuela se encontrarán con la certera dificultad de que nuestro magno científico decimonónico no dejó escrita su autobiografía y con la escueta realidad de que sólo existe un corto texto biográfico, titulado Biografía de Vicente Marcano (París, 1893; BVM), escrito por su hermano menor, el reconocido médico venezolano radicado en Francia doctor Gaspar Marcano Echenique (Caracas, 1850 – París, 1910).

Los cuentos y relatos de Vicente Marcano fueron recopilados por Héctor Pérez Marchelli (1989)

Desafortunadamente, en la BVM se presentan pocos datos sobre los primeros pasos de Vicente Marcano y aunque existen diversos estudios sobre su vida, la mayoría de los trabajos se centran en su labor científica (1). La suerte, sin embargo, nos acompaña porque nuestro polímata decimonónico nos legó una breve obra cuentística en donde varios aspectos de su infancia se pueden vislumbrar.

Vicente Marcano escribió su obra narrativa en 1878 durante una estadía de varios meses en París. Posteriormente, entre agosto y octubre de 1880, publicó sus cuentos en La Revista Comercial bajo el seudónimo de Tito Salcedo. Para nuestra gran dicha la narrativa de Marcano fue recogida por Héctor Pérez Marchelli (1939-2021) y publicada con el título La Cucarachita Martina y otros relatos (Caracas, 1989). Entre los dieciséis relatos recopilados se encuentra El tesoro del pirata, una novela corta con rasgos autobiográficos y elementos de ciencia ficción.

Sabemos que la voz narradora es siempre una máscara del autor y que el yo autorial, aunque sea autobiográfico, en general, no es necesariamente igual al yo ficcional, sin embargo, a falta de documentos sobre la niñez de Vicente Marcano, en este ensayo quiero recuperar la memoria de su infancia caraqueña utilizando para ello sus cuentos, la BVM y algunos datos de archivos. Para completar el bosquejo sobre su niñez, me apoyaré también en los testimonios sobre Caracas dejados por varios viajeros extranjeros quienes nos visitaron durante la época de la dinastía de los Monagas (2).

El científico Vicente Marcano

La obra científica de Vicente Marcano es poco conocida por el público general. Entre sus investigaciones destacan sus artículos relacionados con la fermentación en los climas tropicales, por ejemplo, sobre la fermentación panaria, peptónica y de la chicha. También están sus trabajos sobre la composición del banano; las investigaciones sobre la fisiología vegetal —en donde destaca un estudio sobre la circulación de la savia en las plantas que crecen en el trópico; sus artículos en química analítica aplicada a las aguas potables y al análisis de las aguas negras de varios afluentes tributarios del río Orinoco; y, entre otros temas, resaltan sus investigaciones sobre la metalurgia precolombina y sus estudios en química agrícola—, por ejemplo, sus trabajos relacionados con la formación de las tierras nitradas.

Vicente Marcano fue nuestro primer biotecnólogo y químico medioambiental. Investigó en geoquímica, química agrícola y química de los alimentos tropicales. En colaboración con el agroquímico alsaciano Achilles Müntz (1846-1917) (3) sintetizó la Perseíta de la semilla y hoja del aguacate. Otro de sus logros fue el descubrimiento de la enzima Bromelina en los jugos de la piña.

También escribió varios textos de divulgación científica que publicó en periódicos y revistas de la época; estos artículos, incluyendo La Química ante la civilización moderna, un ensayo escrito en Nueva York (1875), los recopiló en su libro Páginas sueltas (París, 1878). Su obra incluye un libro sobre química titulado Elementos de filosofía química según la teoría atómica (1881) y sus Essais d’agronomie tropicale (Ensayos de agronomía tropical, 1891, trabajo póstumo).

Las cuevas venezolanas también atrajeron su atención. Según Franco Urbani y Héctor Pérez-Marchelli (p. 10) (4): “Marcano tuvo la capacidad de unir sus conocimientos teóricos y analíticos, con una gran laboriosidad y dedicación a sus actividades de investigación… Pero no fue solamente un profesional de laboratorio, sino que fue el más activo explorador venezolano del siglo XIX, solo superado posteriormente por Alfredo Jahn (1867-1940), quien fue su compañero de viajes en 1887 [durante la Comisión de Antropología al Alto Orinoco]”.

Vicente Marcano fue además un funcionario público que produjo varios reportes oficiales. En agosto de 1871 fue seleccionado como comisionado científico para explorar y estudiar la explotación del guano en las islas menores de Venezuela, conocidas entonces como Territorio Colón. Luego, en julio de 1872, fue nombrado gobernador del Territorio Colón. Entre sus reportes destaca el catálogo que publicó como comisario jefe y expositor de la delegación de Venezuela en la Exposición Universal de París de 1878; en este texto se presenta una relación de las muestras y los productos llevados por la delegación venezolana a esta exhibición internacional (Notice statistique et catalogue des exposants, 1878).

El padre de la ciencia experimental en Venezuela fue un venezolano ejemplar que también ejerció como educador, redactor en Barcelona del periódico El Oriental (desde finales de 1876 hasta julio de 1877) (5), y en Caracas del periódico La Tribuna Liberal (26 de mayo 1877 hasta el 5 de febrero 1879), fundado por el general Nicanor Bolet Peraza, y columnista de opinión y polemista en la prensa nacional. Fue fundador de laboratorios científicos, como el Laboratorio Municipal de Caracas, creado el 10 de diciembre de 1890, y cofundador de sociedades científicas y literarias. La muerte lo sorprendió el 17 de julio de 1891 en la ciudad de Valencia en el proceso de crear la Escuela de Química Agrícola del estado Carabobo. Desde el 10 de julio de 1991 sus restos reposan en el Panteón Nacional.

Vicente Marcano Echenique y su familia

El 12 de noviembre de 1848 fue bautizado un recién nacido llamado Vicente que había venido al mundo en Caracas el 27 de octubre de 1848. Este niño fue el primogénito de una familia afluente de la sociedad caraqueña decimonónica. Por el lado paterno la familia de Vicente tenía raíces en la Isla de Margarita. En efecto, su abuelo paterno fue el teniente coronel Gaspar Melchor Marcano Boadas (1721-1821), nacido en San Juan Bautista, Isla de Margarita, el 5 de enero de 1781, y quien, a su vez, también fue hijo de dos margariteños: Juan Jacinto Marcano y Micaela Boadas.

El teniente coronel Gaspar Marcano Boadas “fue un hombre importante en su época. Estudió Derecho Canónigo y Civil en la Universidad de Caracas y durante la guerra de independencia fue expedicionario de las fuerzas de Oriente… fue un hombre de letras, magistrado, político y militar, orador independiente, considerado como hombre de avanzadas ideas liberales” (6), participó en varios sucesos políticos y militares ocurridos en el oriente del país, en especial, en la Isla de Margarita y en los hechos que ocurrieron en la Casa Fuerte de Barcelona.

El comandante Gaspar Marcano Boadas fue el autor del poema La epopeya de Margarita; una obra en cuatro cantos que finaliza con un tríptico de sonetos en recuerdo a los fallecidos en los combates, la cual fue publicada póstumamente en 1825 (7).

Gaspar Melchor Marcano se casó con la cumanesa Ana Josefa Pereira (también llamada Ana Josepha Pereyra) y, aunque desconozco cuántos hijos procrearon, al menos tuvieron cinco: Cándida Francisca del Carmen (b. 12 de octubre de 1806), Cleofe Micaela (n. 8 de abril de 1809), Juan de la Ascensión (n. 27 de mayo de 1819), Lucrecia (n. 17 de julio de 1820) y Bonifacio Marcano Pereira.

En el libro de bautismos perteneciente a la Parroquia El Sagrario de Catedral está el asiento del bautizo de Vicente Marcano en donde se puede leer que sus padrinos fueron Bonifacio Marcano e Isabel María Echenique y firma el Dr. Martín Tamayo. Pienso que su madrina de bautizo no es otra que Isabel María de Echenique y Blandín, hija de Juan José de Echenique y Mesgui con María Manuela Blandín y Blanco, hermana de Juan José Echenique y Blandín y, por tanto, tía de la madre de Vicente Marcano. Por otra parte, en relación con el padrino de Vicente, existe una larga tradición familiar venezolana de nombrar a los tíos paternos como padrinos de bautizo. Por ello, creo que el mencionado Bonifacio Marcano es un hijo del comandante Gaspar Melchor Marcano

Juan de la Ascensión fue el padre de Vicente. En el asiento del bautizo de Vicente Marcano se señala a Bonifacio Marcano como el padrino de bautizo. Sin tener otro registro que lo corrobore, identifico a esta persona como el quinto hijo del teniente coronel Gaspar Marcano Boadas.

Juan Marcano Pereira se casó el 29 de enero de 1848 con una joven de la aristocracia caraqueña, relacionada con la familia Blandín Blanco, llamada Isabel Eladia Echenique y Ferrais (f. 25-12-1904, a los 76 años). Esta joven caraqueña fue una de las hijas de Juan José Echenique y Blandín con Josefa Ferrais.

En el seno del matrimonio Marcano-Echenique nacieron varios niños. Los varones fueron: el primogénito Vicente, Gaspar (1850-1910), Juan (1852-1882) y Bonifacio (1861-Trinidad, 1887); por su parte, las niñas se llamaron Ana Teresa (1854-1916), Isabel (1856-1893) y María Guillermina (1863-1964).

El señor Juan Marcano Pereira fue “un comerciante adinerado de Caracas, propietario de la confitería El Ancla y miembro de la firma Marcano Hermanos” (8). ¿Qué tan adinerado? Las investigaciones realizadas en línea produjeron alguna información adicional sobre sus negocios:

  • La firma Marcano Hermanos y Compañía figura entre las empresas y personalidades que el 22 de agosto de 1861 atendieron el llamado de Isaac J. Pardo (1824-1887) para constituir la Sociedad Anónima Banco de Venezuela; Don Juan Marcano fue nombrado vicepresidente del Banco de Venezuela el 23 de octubre de 1861.
  • El 8 de enero de 1859 el gobierno de Venezuela le otorgó una concesión a Juan Marcano, José María Rojas (1828-1907; hermano de Arístides Rojas) y a los ciudadanos estadounidenses John J. Flanagan y William Hatfield Clark para construir un ferrocarril de Caracas a Petare. Esta concesión permitió la creación de la empresa Compañía Ferrocarriles del Este. El servicio ferroviario fue inaugurado el 15 de noviembre de 1863, si bien para esa fecha la ruta tan sólo cubría un tramo de 3.380 metros de largo entre Anauco y El Recreo. En los estatutos de la empresa Juan Marcano figura en el cargo de director y en los avisos de prensa como el tesorero de la compañía. En una nota de la Secretaría de Fomento del 16 de diciembre de 1863 se comunica la renuncia de José María Rojas y Juan Marcano a sus cargos en la Junta de Inspección del ferrocarril (El Federalista, 18-12-1863).
  • Junto con Isaac J. Pardo y otros masones de la logia Esperanza No. 37, Juan Marcano aparece entre los firmantes de la Sociedad Empresaria del Templo Masónico, constituida el 7 de septiembre de 1863 con el objetivo de adquirir un terreno para construir el Templo Masónico de Caracas (9).
  • Don Juan Marcano mantuvo relaciones comerciales con los agentes de carga E. Bertrand y Favier, domiciliados en 3 rue d’Hauteville, en el Distrito X de París (en francés, 10e arrondissement de Paris). Asimismo, logré estimar el costo de la educación francesa de sus hijos Vicente y Gaspar: Don Juan Marcano debió remitir a Francia unos 4.720 francos al año (o 1.180 pesos; para 1868 el peso era la moneda vigente en el país y equivalía a cuatro francos) (10).

En la BVM escrita por Gaspar Marcano tan sólo se presentan los datos biográficos usuales: las fechas de nacimiento y bautizo, los nombres de los padres y padrinos, otros datos familiares y alguna información sobre su educación temprana. “No contaba aún siete años, cuando con instrucción primaria suficiente, fue puesto en el Colegio de Roscio, regentado por los señores coronel de ingenieros Juan José Aguerrevere y licenciado Juan José Mendoza”.

De la biografía de Manuel Carreño, escrita por Mirla Alcibíades, sabemos que esta institución fue fundada el 1 de septiembre de 1841 por el gran educador, músico y emprendedor Manuel Antonio Carreño (1813-1874) y que Juan José Aguerrevere se quedó encargado de la dirección del Colegio de Roscio a partir del 15 de junio de 1844 (11).

Entre 1821 y 1829 Juan José Aguerrevere vivió con sus padres en Puerto Rico y estudió en la Academia de Matemáticas de esa colonia española. Luego, al regresar a Venezuela, ingresó en la Academia de Matemáticas de Caracas la cual, recordemos, fue fundada en noviembre de 1831 por el ingeniero militar y matemático Juan Manuel Cajigal (1803-1856). En 1837 Aguerrevere egresó de esta institución con el grado de teniente de ingenieros (12).

Hay un detalle escondido a hurtadillas entre los apellidos que salta a la vista al percatarse de que el segundo apellido de Aguerrevere es Echenique. Ocurre que Juan José Aguerrevere Echenique fue hijo de Pedro Ignacio de Aguerrevere y Sanzeberro con Juana Catalina de Echenique y Blandín. A su vez, Juana Catalina fue hija de Juan José de Echenique y Mesgui con María Manuela Blandín y Blanco y, por lo tanto, fue una tía de la madre de Vicente Marcano. Existe otro pormenor más. Andrea Aguerrevere Echenique, una hermana de Juan José Aguerrevere, fue la esposa del licenciado Juan José Mendoza Buroz (1818-1872), el segundo regente del Colegio de Roscio. Todo esto indica que el niño Vicente Marcano Echenique estudió en un colegio que estaba regentado por parientes por la línea materna.

En 1841 el Colegio de Roscio funcionaba en la Calle de Zea. Años después, según un anuncio en El Federalista del 28 de agosto 1863, el colegio estaba operando en ese año en la Calle de las Leyes Patrias, No. 86. Guillermo José Schael ubica a esta institución en esa misma calle, entre las Esquinas de La Palma a Miracielos (Caracas. La ciudad que no vuelve, 1968, p. 186). Aunque no encontré la fecha de la mudanza, es probable que cuando Vicente Marcano entró a estudiar allí en 1855 el Colegio de Roscio ya estuviese funcionando en la Calle de Leyes Patrias.

En la BVM se mencionan los temas que se estudiaban en el Colegio de Roscio durante los cinco años de instrucción: “Los niños después de alcanzados los primeros rudimentos entraban a cursar dos años de latinidad y tres de filosofía; al cabo de ellos se solicitaba el título de Bachiller [en Artes, es decir, en Filosofía], que confería la Universidad Central” (13).

En una nota Gaspar Marcano menciona las materias que se debían estudiar para obtener el título de Bachiller: “Lenguas española y latina, historia sagrada, aritmética práctica y razonada, y elementos de geografía. En los tres restantes se estudiaba filosofía, física general y particular, álgebra, geometría plana, trigonometría y topografía, lenguas francesa e inglesa, historia universal, retórica y geografía universal”. Adicionalmente, después de aprobar el examen de filosofía, se podía optar al título de Agrimensor para el cual se requería, “además de un examen de aritmética, álgebra, geometría y topografía, otro de dibujo topográfico” (14).

El historiador dominicano Carlos Larrazábal Blanco menciona los nombres de algunos de los docentes que a mediados de la década de 1850 enseñaban en el Colegio de Roscio: el abogado Elías Michelena (los cursos de Lógica, Metafísica, Moral y Etimología); el teniente de ingenieros Olegario José Meneses (Matemáticas); Juan José Aguerrevere (Física general, Geometría, Trigonometría, Topografía, Física particular y principios de Astronomía, Geografía y Cronología); y el abogado Pedro Naranjo (Sintaxis, Prosodia y Latinidad). Por otra parte, entre 1857 y 1859, las clases de dibujo natural, lineal y topográfico en el Colegio de Roscio fueron dictadas por el pintor Martín Tovar y Tovar (1827-1902) (15) .

El 20 de mayo de 1864, después de haber presentado los exámenes correspondientes, Vicente Marcano obtuvo de la Universidad Central ambos títulos. Seguidamente, el 23 de mayo, junto con su hermano menor Gaspar, se embarcó en un navío para continuar sus estudios en Europa.

El autor de la BVM nos advierte que la vida de Vicente va a estar marcada por la diatriba política y por los conflictos de la Guerra Federal y, debo añadir, que también por la Guerra Franco-Prusiana (julio 1870 – mayo 1871) y por la personalidad autoritaria del general Antonio Guzmán Blanco (1829-1899).

La Caracas de la infancia del niño Vicente

Vicente Marcano nació en una despoblada ciudad capital. Para 1847 Caracas tan sólo tenía 34.165 habitantes (y 47.013 en 1869) (16). En ese entonces, el país estaba gobernado por uno de los hombres más ricos e influyentes del oriente venezolano, el general José Tadeo Monagas (1784-1868), quien asumió la presidencia de la República el 1 de marzo de 1847; un cargo para el cual había sido legalmente elegido.

Su ascenso al poder inició la dinastía de los hermanos José Tadeo y José Gregorio Monagas (1795-1858) — comúnmente llamada el Monogato —, quienes cada cuatro años se turnaron en el poder hasta la Revolución de marzo de 1858, comandada por Julián Castro (1805-1875), que derrocó a José Tadeo Monagas. Esta acción violenta sentó un nefasto precedente en la Historia de Venezuela porque por primera vez desde 1830 una insurrección armada fue exitosa, conquistó el poder violentamente y preparó así el terreno para la Guerra Federal (1859-1863).

Dos vistas de aquella Caracas de la infancia de Vicente Marcano. Los cuadros fueron pintados por el artista danés Fritz Sigfried Georg Melbye (1826-1896), hacia 1854. Izq. (Camino nuevo de Maiquetía, ÓLEO SOBRE TELA, 49 X 72 CM; perteneció a la Colección de Eduardo Röhl). Der. (Vista de Caracas, ÓLEO SOBRE TELA, 35 X 49 CM)

¿Cómo era Caracas en la década de 1850? Para visualizar la ciudad de la infancia de Vicente Marcano he seleccionado dos vistas de Caracas realizadas por el pintor danés Fritz Sigfried Georg Melbye (1826-1896). Melbye, quien ya había estado en Venezuela en 1850, regresó al país el 12 de noviembre de 1852 acompañado por el pintor —y futuro padre del impresionismo— Camille Pissarro (1830-1903) y permaneció entre nosotros hasta fines de mayo de 1856.

Durante su estadía, Melbye visitó diversas partes del territorio venezolano: La Guaira, Caracas, Puerto Cabello y los llanos hasta más allá de Calabozo. Entre sus cuadros se encuentran estas dos miradas de Caracas pintadas hacia 1854 cuando Vicente Marcano tenía seis años.

Estos dos cuadros de Melbye se suman a otras miradas de la ciudad capital realizadas por diversos artistas decimonónicos (véase, Tres visiones de Caracas. La ciudad decimonónica a través de sus testimonios pictóricos y gráficos de Carola Bravo) (17).

Caracas, en la mirada del doctor Lesley

El médico estadounidense Allen Voorhees Lesley (1822-1881), egresado de la Universidad de Pensilvania (1846), estuvo de visita en Venezuela entre finales de enero y principios de junio de 1857. Recorrió la parte centro norte del país comenzando por el litoral central y Caracas y, luego, por los Valles de Tuy, Maracay, Valencia y Puerto Cabello. Al regresar a Estados Unidos, Lesley escribió un extenso artículo sobre Caracas y sus alrededores, el cual ilustró con varios de sus dibujos (18).

En julio de 1858 la revista Harper’s publicó su artículo en donde se nos ofrece la siguiente estampa de la ciudad de la infancia de Vicente Marcano.

“Vista desde la montaña —escribe Allen Voorhees Lesley—, Caracas, con sus techos planos de tejas rojas, tiene la apariencia de un patio de ladrillos rodeado por un jardín; la única ruptura notable en su uniformidad es la catedral blanca y su pequeña plaza. El valle es fértil y cultivado. Es hermoso, más allá de su pintoresca localidad. Está salpicado de campos de caña y molojo [sic; malojo] de un verde brillante; entremezclados con cafetales, cuyas flores en copos de nieve y follaje verde oscuro contrastan maravillosamente con el bucare de flores rojas que les da sombra, con aquí una ruina causada por el terremoto, y más allá, en medio de un tablón de caña, la chimenea blanca y los edificios de un ingenio azucarero (19).

Grupos de casas, hileras de sauces rectos y puntiagudos que recuerdan nuestras avenidas de álamos en Nueva Inglaterra, arroyos brillantes serpenteando a través del valle y, para recordarle a uno que estamos en un clima tropical, altas palmeras esparcidas por la llanura, senderos salpicados con hileras de burros que se extienden sobre las alturas vecinas, el contraste entre las montañas ásperas y rasgadas y la rica vegetación del valle que ellas encierran, todo sirve para producir un efecto particularmente agradable y pintoresco…

Al recorrer las calles —que están trazadas con cierta regularidad— nos sorprende su estrechez, su mal pavimentado, la falta de las aceras, la ausencia total de carruajes (a excepción de los que transportan café), y las casas bajas, con sus aleros salientes y ventanas enrejadas.

Mientras continuamos nuestra caminata, nos quedamos sorprendidos con unas masas verdes de vegetación moviéndose a lo largo de las calles como en una procesión; son los campos de molojo que se mueven sobre Caracas.

[Ahora], lo que uno ve en las calles de Caracas, incluso con mayor frecuencia que el molojo, es el gran producto de Venezuela: el café. Se ven filas de burros entrando en tropel en cada calle, el hocico de cada uno atado a la cola del siguiente, y todos cargados con la fragante baya que se produce en todas las colinas y valles vecinos” (Harper’s, pp. 187-198. Traducción nuestra).

Estas hileras de burros debieron haber sido una imagen muy común en la Caracas de Vicente Marcano. Al inicio de su famoso cuento La Cucarachita Martina nuestro científico decimonónico reporta unas campanadas (p. 59): “Ding-dong-ding-dong hacía el reloj de la Catedral de Caracas dando las seis de la mañana” y, seguidamente, pincela en letras la siguiente escena:

“Los burros cargados de malojo, caminaban con lentitud, al compás de los palos que sesgadamente les aplicaban los isleños que los conducían; las cántaras de leche aguardaban en los umbrales de las puertas, a que se levantaran los perezosos sirvientes que dormían en los zaguanes”.

¡Y, miren qué casualidad! ¡Entre las ilustraciones realizadas por el médico viajero Allen Voorhees Lesley y publicadas en Harper’s encontré la figura de un isleño malojero con su burro!

Grabado de Richardson Cox de un isleño malojero con su burro basado en el dibujo de Allen Voorhees Lesley. Fuente: Harper’s, 1858, p. 194

Las “hileras de sauces rectos y puntiagudos” mencionadas por Allen V. Lesley se pueden ver en un grabado a color del litógrafo y fotógrafo alemán Federico Carlos Lessmann (Brunswick 1826 – La Guaira 1886), quien llegó a Venezuela en 1844.

Vista de la ciudad de Caracas desde El Portachuelo. Litografía de Federico Lessman (35 X 59 cm, 1857); también llamada Caracas tomada hacia el norte. Colección Museos Bolivarianos

A esta visión edénica de Caracas se opone la mirada del fotógrafo húngaro, amante y pionero en Venezuela de la fotografía paisajística, Pál Rosti (1830-1874). Cargado con sus pesados equipos fotográficos, Rosti visitó Venezuela entre marzo y agosto de 1857. A su regreso a Europa publicó varios álbumes con sus fotografías. En 1861 salió a la luz su libro Memorias de un viaje por América en donde presentó sus impresiones sobre Caracas y las otras regiones del país que visitó (Villa de Cura, Chaguaramas y Cabruta y, por el río Orinoco, hasta Angostura, hoy Ciudad Bolívar) y también sobre otros países (Estados Unidos, Cuba y México) (20).

“Caracas me hizo caer en un triste —en realidad melancólico— estado de ánimo, en cuanto llegamos al hermoso valle y cabalgamos por sus largas calles cortadas en ángulo recto, que antaño tal vez estuviesen empedradas, mas ahora semejan el cauce seco de un arroyo de montaña….

Parecía que hubiésemos llegado a la ciudad de los muertos; aquí y allá, cual almas errantes, algunas negras —con largos y blancos velos en sus cabezas, que destacaban más aún la negrura de sus rostros— llevaban silenciosas algunos recipientes de agua o frutas a las casas de sus amas.

El profundo silencio solo era turbado por las pisadas de mis caballos o por los rebuznos y resoplidos de varios asnos, llegados a la ciudad de alguna hacienda, cargados de sacos de café.

En Caracas nunca puede oírse el ruido de un coche, porque el coche y la carreta son allí cosas desconocidas; las personas andan a caballo o en mulas; las cargas y los equipajes los hacen transportar sobre asnos o mulas…

Todas las casas son nuevas; las viejas están desmoronadas o yacen entre ruinas… Sólo lentamente y sin ningún adorno emerge la Caracas actual de las ruinas de la antigua ciudad; las continuas guerras civiles y la triste situación del país no permiten su florecimiento, su renacimiento…

Detrás de la ciudad, el monte más alto de la región —La Silla de Caracas— alza majestuoso sus dos enormes cimas en el límpido cielo y posa su mirada dominante sobre el alargado valle, la ampliamente extendida ciudad y sus pintorescas ruinas de triste recuerdo sobre los verdes campos, prados y cañamelares, en los cuales el pequeño río Guaire se abre camino bordeado de aromáticos arbustos de berbería y sauces que se yerguen orgullosos presentando el aspecto de álamos, mientras a lo lejos los oscuros sotos y bosquecillos colman el aire con el delicioso aroma de cientos de arbustos florecidos, y todo tipo de gusanos, mariposas y luciérnagas —que semejan hadas de ojos llameantes— se persiguen y pululan entre el follaje, en medio del silencio nocturno”.

Los testimonios y las diferentes miradas de la Caracas del niño Vicente presentadas por estos viajeros extranjeros pintan un paisaje majestuoso y una pequeña ciudad bucólica y apagada, verdosa y derruida. Un paisaje urbano que todavía mostraba las secuelas del terremoto de 1812 y una ciudad transitada por burros llevando malojo o café.

Próximamente

En la segunda parte de este ensayo presentaré extractos de varios relatos de Vicente Marcano y descubriremos otros aspectos de su infancia en aquella pequeña y provinciana Caracas de la década de 1850. ¡Hasta la próxima semana!


NOTAS

(1) Véase, por ejemplo: Asenjo, Conrado F.: “Vicente Marcano (1848-1891), a pioneer chemist of Venezuela”. J. Chem. Educ., 23(3), 145, 1946; Bifano, Claudio: “Vicente Marcano y la investigación química en la Venezuela del siglo XIX, Quipu, Vol. 7, No 1, pp. 61-72, enero-abril, 1990; Álvarez-Cornett, José: varios trabajos en Bitácora-e. Revista Electrónica Latinoamericana de Estudios Sociales, Históricos y Culturales de la Ciencia y la Tecnología, Año: 2020, No. 1; y las Notas #2, #4 y #6.

(2) Presenté una primera aproximación a la infancia de Vicente Marcano en: Álvarez-Cornett, José: “Vicente Marcano (1848-1891), redescubierto. Parte I: El perfil biográfico y la educación temprana de un científico venezolano del siglo XIX”, Bitácora-e. Revista Electrónica Latinoamericana de Estudios Sociales, Históricos y Culturales de la Ciencia y la Tecnología, No. 2, Año: 2017. Disponible en:

https://www.researchgate.net/publication/328413242_Vicente_Marcano_1848-1891_redescubierto_Parte_I_el_perfil_biografico_y_la_educacion_temprana_de_un_cientifico_Venezolano_del_siglo_XIX

(3) La perseíta es un alcohol polihídrico cristalino que actualmente se llama perseitol, su fórmula química es C7H16O7.

(4) Véase: Urbani, Franco y Pérez-Marchelli, Héctor: “Vicente Marcano (1848-1891), su vida y obra en Ciencias de la Tierra”, Bol. Acad. C. Físicas, Mat. y Nat. Vol. LXXVIII, No. 1-4, 2018.

(5) Según Héctor Pérez Marchelli en ese tiempo Vicente Marcano fue el Segundo Designado a la Presidencia del Estado Barcelona (véase: Pérez Marchelli, H.: “La ciencia y la tecnología en Venezuela 1883”, en Venezuela 1883, Tomo III, Caracas: Congreso de la República, 1983: p. 88).

(6) Véase:  Bifano, Claudio: Vicente Marcano. Hombre de ciencia del siglo XIX y reedición de su biografía escrita por Gaspar Marcano, Colección de Biografías de personas de la ciencia y la tecnología en Venezuela, Volumen II, Caracas: Fundación Polar y Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, p. 29, 2003.

(7) Véase: Tejedor, Basilio: «El discurso épico colonial» en Carlos Pacheco y otros, Nación y Literatura: itinerarios de la palabra escrita en la cultura venezolana, Caracas: Fundación Bigott/Banesco/Editorial Equinoccio, p. 91, 2006.

(8) Bifano (2003: 29), véase (6).

(9) Véase: Marín Castañeda, Orlando y Briceño Domínguez, Jipson: Templos Masónicos en Venezuela (1853-1889), Tesis de Maestría en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, 2011.

(10) Corrijo aquí un desafortunado error. En uno de mis trabajos señalé que Juan Marcano “debía entonces remitir desde Caracas una suma cercana a cuatro mil francos al año”. La cuenta exacta es como sigue: el costo de los estudios de medicina para la época era cercano a 2.000 francos al año (incluyendo la matrícula, el alojamiento, la comida y los libros); y la matrícula por los estudios de ingeniería de Vicente Marcano era de 800 francos, monto al cual se debe sumar un estimado de 160 francos mensuales por alojamiento y comidas (1.920 francos al año). Total: 2.000 + 800 +1.920 = 4.720 (o 1.180 pesos; un peso era igual a cuatro francos). Véase, Álvarez-Cornett, José: “Vicente Marcano (1848-1891), redescubierto. Parte II: La educación francesa de un científico venezolano decimonónico”, Bitácora-e. Revista Electrónica Latinoamericana de Estudios Sociales, Históricos y Culturales de la Ciencia y la Tecnología, No. 1, Año: 2020.

Como dato referencial, el 8 de marzo de 1864, según la Cronología de Historia de Venezuela y eventos mundiales (Manuel Rodríguez Campos, 2010, Caracas: Fundación Polar), el mariscal presidente Juan Crisóstomo Falcón dictó un decreto fijando los sueldos de los empleados del Distrito Federal: “El gobernador ganaría 3.600 pesos anuales; el secretario, 2.400 pesos; el jefe del departamento Libertador 2.400 pesos”.

(11) Véase Alcibíades, Mirla: Manuel Carreño, Biblioteca Biográfica Venezolana, Vol. 12, Caracas: C.A. Editora El Nacional, pp. 37 y 52, 2005.

(12) Juan José Aguerrevere escribió el libro Aritmética para niños (Caracas, 1854). Cuando en 1861 se creó el Colegio de Ingenieros de Venezuela, Aguerrevere fue nombrado su primer presidente.

(13) Gaspar Marcano, BVM: 8.

(14) Gaspar Marcano, BVM: 129.

(15) Larrazábal Blanco, Carlos: “Apuntes acerca de algunos estudiantes y graduados en la Universidad de Caracas” en Manual de Historia de Santo Domingo y otros temas históricos / Carlos Larrazábal Blanco, Santo Domingo, República Dominicana: Archivo General de la Nación, Volumen CCXXXIX, pp. 451-466, 2015.

(16) Véase: Tejera, Miguel: Venezuela pintoresca e ilustrada, Tomo I, París: Librería Española de E. Denneé Schmitz, p. 396, 1875.

(17) Revista Argos, Volumen 45, No.8, pp. 44-69, 2008.

(18) Existe una confusión con el autor del artículo porque la revista Harper’s no lo identifica. En Tres visiones de Caracas, Carola Bravo acredita el trabajo a H. S. Sanford (y otros autores a H. S. Stanford). Se refieren al Abogado Henry Shelton Sanford (1823-1891), nacido en Woodbury, Connecticut, quien visitó Venezuela entre diciembre de 1857 y enero de 1858 para mediar en el caso de la explotación de depósitos de guano en la Isla Las Aves por su tío Philo S. Shelton. Actividades estas que causaron un incidente diplomático con Estados Unidos (véase, Gray, William. H.: «The Human Aspect of Aves Diplomacy: An Incident in the Relations between the United States and Venezuela», The Americas, Vol. 6, No. 1 (July 1949), pp. 72-84).

Ahora bien, como los dibujos que ilustran el artículo en Harper’s fueron acreditados por el historiador James Dallet a Allen Voorhees Lesley y dado que Lesley fue un conocido trotamundos decimonónico estadounidense que estuvo de visita en Venezuela entre finales de enero y principios de junio de 1857, parece razonable atribuir la autoría del artículo en Harper’s al doctor Lesley.  En la entrada “LESLEY, Allen Voorhees” (Diccionario biográfico de las artes visuales en Venezuela, Caracas: Fundación Galería de Arte Nacional, p. 686, 2005) igualmente se atribuye el artículo y los dibujos a Allen Voorhees Lesley.

(19) La palabra “molojo” (es decir, malojo) aparece escrita en español en el texto en inglés. Pero ¿qué es el malojo? El maíz cultivado como pasto verde es un alimento muy nutritivo para el ganado y las bestias de carga. A este pasto se le llamaba malojo o maloja y quienes lo distribuían por la ciudad eran conocidos como “malojeros”.

Se llamaba “tablón” a una parcela de terreno sembrado de maíz, arroz o caña de azúcar con una extensión de 100 varas en cuadro (1 vara es igual a 0, 8359 metros; 100 varas cuadradas son casi 70 metros cuadrados).

(20) Úti Emlékezetek Amerikából, en húngaro. La sección de las Memorias correspondiente a su viaje por Venezuela fue traducida por Judith Sarosi (Memorias de un viaje por América, Caracas: Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, Escuela de Historia, 1968).


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!