LETIZIA BATTAGLIA, RETRATADA POR SU HIJA SHOBHA

Por BRIGIDINA GENTILE

La dirección de la mirada, cuando la hay

y en las maneras en que la hay […]

estará siempre en la condición de revelar

el proceso a través del cual la realidad se cambia en signo

y se integra y se define en escritura

C. Marra

La mafia somos nosotros y nuestra manera

equivocada de ser

Rita Atria (1)

Fotografiar es como escribir con las imágenes en lugar de las palabras

Letizia Battaglia es una mujer de pelo rubio que viste de manera informal y no usa maquillaje. Su pelo es casi siempre un poco desaliñado, sostenido por sus lentes, como si ella no fuese para nada preocupada por su apariencia. Su cara es muy animada y brillante así como sus ojos, en donde guarda una expresión casi de niña, un aire de persona inquieta, siempre abierta a nuevas experiencias. Su apellido significa “batalla” y Letizia en su ciudad, Palermo, ha luchado incontables batallas políticas, no solamente en contra de la mafia sino en favor del medio ambiente, de las mujeres, de los enfermos mentales, de los gitanos y de los inmigrantes.

Letizia nació en Palermo en 1935. Muy joven, a los dieciséis años, se casó y tuvo pronto a sus tres hijas. Era 1969 cuando empezó a escribir unos artículos para el diario siciliano L’Ora, conocido en todo el mundo por sus encuestas y documentaciones sobre el fenómeno de la mafia. En 1972 se separó de su marido y, con sus tres hijas, se marchó a Milán. Desde allí continuaba también a escribir como free-lance para el diario palermitano, acompañando sus escritos con fotografías porque se había dado cuenta de que así vendía mejor sus artículos. Como ella misma afirma, empezó a fotografiar por necesidad y fue solamente después que, aprendiendo el menester de fotógrafa, llegó también la pasión por la fotografía. Tres años más tarde le ofrecieron la posibilidad de regresar a Palermo como fotógrafa full time en L’Ora y ella no se lo pensó dos veces. Letizia ha sido así responsable de los servicios fotográficos del diario palermitano L’Ora hasta 1990, año en el que cerró. Durante ese período estuvo presente en las escenas de los mayores crímenes cometidos en Palermo, produciendo algunas de las imágenes que han identificado a Sicilia y a la mafia en todo el mundo. Fueron años en los cuales los sicarios de Cosa Nostra emprendieron una sangrienta cruzada contra aquellos representantes públicos que interferían en los asuntos de la mafia mientras que un nuevo grupo mafioso, los Corleoneses, acabó con los jefes mafiosos tradicionales de Palermo y los más estrechamente relacionados con ellos, llevando a cabo una guerra de exterminio que costó la vida a muchísimas personas. Aquellos han sido años en que la vida en Palermo parecía una tragedia sin fin y Letizia, a pesar de las amenazas recibidas, se mantuvo firme en su combate particular en favor de la justicia, documentando en blanco y negro con su cámara Leica el horror de la mafia y denunciando injusticias a través de la fotografía. Sus imágenes hablaban de un mundo de relaciones violentas mientras su archivo se rellenaba de sangre, desesperación y dolor (2) .

Junto a estos reportajes Letizia retrató también la vida cotidiana de Palermo, ilustrando momentos de vida individual, en particular de las mujeres. En 1985 entró en política, elegida como miembro del ayuntamiento de Palermo en el partido de los Verdes. Poco después, junto a Leoluca Orlando, un democristiano “progresista” y comunistas, católicos y ecologistas también, ha sido fundadora de “la Rete”, un movimiento específicamente anti-mafioso que, de 1985 a 1991, fue promotor de una experiencia política conocida como “la primavera palermitana”.

Lenta y progresivamente, con la determinación suya y de todo el movimiento, las cosas empezaron a cambiar. También la valiente respuesta de una nueva generación de magistrados en Palermo empezó a erosionar la indiferencia, la colusión y la omertá de la gente. Letizia dejó el concejo municipal en 1997 para encargarse de un programa de ayuda a los presos, pero su compromiso con Palermo siguió plenamente vigente como fotógrafa, editora, activista ecologista, defensora de los derechos de la mujer y de la humanidad, porque la lucha en contra de la mafia se hace también con la cultura, con la información.

Pero después de la muerte de los jueces Falcone y Borsellino, aunque hubo una ola grande de “arrepentimiento», también de algunos mafiosos que empezaron a colaborar con la justicia, el clima social de indignación en contra de la mafia que se había instaurado en Palermo y que permitió conseguir una limpieza general en la vida italiana —provocando las primeras serias investigaciones sobre las relaciones entre mafia y política— empezó paulatinamente a disminuir. La mafia había entendido que continuar con la matanza de carabineros, policías, jueces, periodistas y colaboradores de justicia era contraproducente y cambió la estrategia modificando sus hábitos para acabar convirtiéndose en lo que es hoy: “Un poder sin rostro que quiere mandar como el Estado y que ha llegado a ser parte de él y a contar con representación política que nos administra” (Battaglia, Zanzotto: 2005).

Por eso, después de tantos años de lucha, después de haber intentado eliminar “lo sucio” de su tierra, Letizia se sintió aplastada por la indiferencia que iba progresivamente y nuevamente apoderándose de la ciudad, avergonzada por la actitud de aceptación del sistema mafioso por parte de su misma gente, cansada, triste… un sinfín de razones que la llevaron en 2003 a París. “Desde París, quizá, yo podría organizar una asociación internacional de las mujeres contra las mafias y hacer algo para Palermo” (Battaglia, Zanzotto: 2005). Esto pensaba Letizia mientras se alejaba de su ciudad para ir a París, “pero fue una experiencia breve. Mientras en todo el mundo era premiada como grande fotógrafa ella maduró otra vez la necesidad de regresar a Palermo [porque] necesitaba creer todavía en el futuro y ponerlo en el mensaje de sus nuevas fotos” (Perreira, 2006:154).

En efecto, solamente dos años más tarde Letizia regresó a su Palermo, donde todavía reside hasta la fecha.

Letizia ha sido galardonada con premios importantes entre los cuales cabe mencionar: el W. Eugene Smith Grant in Humanistic Photography, en 1985; el Lifetime Achievement Fotografía de la Madre Jones Fondo Internacional de Fotografía Documental en 1999 y el Cornell Capa Award en 2009. Cuando le otorgaron el premio Eugene Smith Grand, que es uno de los más importantes para la fotografía social, Letizia pensó que su mensaje finalmente había llegado. Ella, junto con Franco Zecchin (un joven fotógrafo que ha sido su compañero por 19 años y a quien conoció cuando ella tenía 40 años y él 22), quería contar al mundo lo que estaba pasando en Sicilia, y enviar un mensaje con sus fotos pidiendo ayuda, diciendo que los sicilianos estaban sufriendo mucho y que no eran todos mafiosos, que querían denunciar lo que estaba sucediendo y que, por eso, necesitaban ayuda. Al recibir este premio Letizia se dio cuenta de que este mensaje había llegado, que no había sido inútil el sacrificio de tanta gente y de los policías, carabineros, jueces, periodistas, que habían sido asesinados por la mafia sólo por creer en la justicia.

Letizia ha sido, además, fundadora de la editorial Edizioni della Battaglia y ha colaborado también con diversos medios, como Mezzocielo, una revista ideada, pensada y realizada por mujeres (ella es una de las fundadoras también). En todos estos ámbitos, Letizia Battaglia ha demostrado que es una una luchadora insumisa, nacida por la justicia y por la libertad.

El silencio: ¿qué dice el silencio cuando calla?

El silencio de las mujeres grita, llega hasta dentro, dejando una huella grande en el olvido, que se transforma en memoria escrita sobre el cuerpo, la piel. Signos, como la fotografía de Letizia Battaglia. Letizia ha sido definida la fotógrafa de la mafia, yo aquí quiero hablar de la importancia de su trabajo como expresión del imaginario femenino, del poder, la violencia y su teatro, del deseo de las mujeres de cambiar las cosas que parecen que no cambien, pero sí cambian como cambiamos y estamos cambiando, nosotras, nosotros. Todo esto leo y veo en su fotografía, especialmente aquella de estos últimos años: en su necesidad de “usar” el cuerpo de la mujer, en la presencia de modelos o actrices que “contaminan” viejas fotos lanzándose en una búsqueda dentro y fuera de nosotras mismas y del mar que nos rodea, en cuanto mujeres mediterráneas. Cuerpos desnudos que se ofrecen, sin barreras, como trato de unión entre el pasado y el presente, la vida y la muerte. Mirada que cruza tiempos y espacios mientras la vida está tejiendo sobre la muerte.

“Mis fotografías me dan sufrimiento, fastidio”—dice Letizia—, pero también si estas fotos sirven para no olvidar lo que ha pasado, “yo voy buscando liberarme, para ir más allá [porque] ¡quisiera que hubiese algo diferente, algo bello!” (Battaglia y Cipolla, 2008:78).

¿Y cómo librarse del olor de la sangre que se queda en el cerebro para siempre? ¿Cómo liberarse del peso de un pasado lleno de tanta violencia?

¿Con un pasaje de ida y vuelta? No, no parece que con Letizia haya funcionado. Hoy Letizia prefiere construir puentes para atravesar el pasado con el presente. Ahora las fotografías del pasado, de los años de plomo de la violencia mafiosa, le sirven como telón de fondo, como escena de teatro donde aparecen mujeres desnudas que van buscando fragmentos de palabras, para poder escribir una historia diferente. Dice la misma Battaglia: “Yo intento unir estas fotos del pasado a algo de vivo hoy y para mí una mujer es algo vivo […] quiero decir que yo tomo una foto del pasado con el muerto, el hombre malo, el mafioso y le pongo delante otra cosa, otra vida, otra ofrenda de vida” (Battaglia, Zanzotto: 2005).

Miradas dobles hacia el futuro, pero sin olvidar el pasado, sin cerrar los ojos delante de tanta ruina, sin taparse la nariz, sin volver la cara hacia otro lugar haciendo las vagas. Es algo similar a un trayecto analítico: buscar estar dentro de las cosas, enfocarlas bien, para poderlas dejar ir, por que se cree el espacio para el futuro. Un futuro libre de la corrupción, de la suciedad, de la muerte, más que todo de la muerte interior que en los tiempos de hoy está matando todos los valores fundamentales de la sociedad.

Símbolos: estas mujeres están pisando la sangre de los muertos, están mirando el horror, están metidas dentro de la desesperación. Mujeres del presente que entran en el pasado a través de la magia de una fotografía, para poder tejer la esperanza de un mundo mejor.

Esto es lo que Letizia Battaglia está haciendo: ella está releyendo y revisitando las viejas fotos, rescatando la vida. Es la labor que las mujeres han hecho desde siempre y continúan haciendo, dentro y fuera de la historia. Porque las mujeres estamos desde siempre dentro de la historia pero fuera.

“Mujeres con y mujeres en contra de la mafia. Las mujeres han estado siempre presentes en la historia de la batalla en contra de la mafia —como individuos en los tribunales, como activistas en los sindicatos obreros, como ciudadanas comprometidas en las batallas para los valores y los derechos democráticos, como parientes de las víctimas de la violencia mafiosa” (Siebert, 1999: 121).


1 Rita Atria tenía solamente diecisiete años cuando, después de la muerte de su padre y su hermano a manos de la mafia, decidió colaborar con el juez Paolo Borsellino, un hombre de gran honestidad y rectitud moral que llegó a ser para ella una figura paterna. Rita, cuando supo que Borsellino había sido asesinado, se quitó la vida tirándose al suelo desde el balcón del piso donde vivía. En aquel entonces ella se hallaba en Roma, bajo la protección de la Policía, porque como testigo de la mafia y por ser testigo protegido su vida estaba en peligro, como está en peligro la vida de todos los que trabajan por la justicia y colaboran en las indagaciones sobre la mafia.

2 “Suddenly —she said— I had an archive of blood. An archive of pain, of desperation, of terror, of young people on drugs, of young widows, of trials and arrests. There in my house, Franco Zecchin and I were surrounded by the dead, the murdered. It was like being in the middle of a revolution. I was so afraid” (Harris, 1999: 15).


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