Papel Literario

Una narración tramposa

por Avatar Papel Literario

Por ANA JULIA CARBALLO

Arrastrado por la confusión y el extraño terror por un par de billetes falsos, Varamo, un escribiente de tercera en la Panamá de los años 20, compra un vistoso caramelo rojo. Mientras lo sostiene con su mano derecha, se desarrolla un larguísimo proceso de pago.

Una vez terminada la transacción, sigue su camino atravesando la plaza principal, donde un loco le reclama a gritos deudas imaginarias. Escarba en sus bolsillos en busca de una moneda, haciendo una torsión para llegar al lado derecho con la mano izquierda. Él mismo se pregunta por qué está haciendo esto y (nos) descubre que el caramelo sigue en su mano derecha elevada, ya entumecida y cubierta del pegajoso dulce derretido.

Estamos frente a una narración tramposa que no describe el momento en el que el personaje se come el caramelo, aun así lo asumimos, pues ¿por qué lo compraría si no es para comerlo?

Como espectadores, esperamos que la representación en el arte parta de algo que podemos contemplar con los ojos. La novela Varamo de César Aira invierte esta idea; la realidad expuesta con referencias al mundo tangible termina representada —o vuelta a presentar— por situaciones que apenas podemos predecir.

En Varamo la realidad cotidiana se retuerce, esta transgresión es al mismo tiempo una burla. Naturalmente, es imposible contarlo todo, las narraciones convencionales crean una especie de mapa en el que hay vacíos que los lectores debemos llenar con interpretaciones. Aquí, en cambio, el narrador se burla del modo de lectura convencional y nos obliga a estar mucho más atentos para no volver a caer en la trampa (digo volver a caer porque no te das cuenta de que hay una trampa hasta que caes en ella)

Ahora, ¿es Varamo una novela cómica? Puede que esta no sea la primera definición que se nos viene a la cabeza luego de leerla. Más bien rara, rápida, impredecible, sorprendente, exagerada… Sin embargo, el mecanismo descrito en los párrafos anteriores parte de una concepción de la representación que es humorística en tanto burla al lector con giros difíciles de predecir que retuercen el modo convencional en que leemos.

Como resultado de un procedimiento irónico que tiene su origen en la idea de que la novela no requiere de una interpretación, la sorpresa y el shock nos acompañan a lo largo de toda la historia. Todo está dado ya y lo que está ahí es todo lo que hay, cuando el lector sucumbe a la posibilidad o la tentación de interpretar, es burlado, y no queda más remedio que subordinarse al orden de realidad propuesto en la novela.

Entonces, ¿el lector no participa?

Al contrario, la perplejidad y el desconcierto son requisitos imprescindibles para que el “efecto Aira’’ tenga lugar. Para ejemplificar mejor el mecanismo que condiciona la comicidad y la ironía en Varamo es útil echar un vistazo general al panorama que pinta el autor.

Desconfiad de cada palabra, todo es posible

Cada una de las novelas del escritor argentino —y aquí, como dice Alberto Giordano, no vale la pena repetir una vez más lo prolífico que es— contiene una especie de manifiesto literario y estético; sin embargo, estos son independientes unos de otros al punto de contradecir a los anteriores y los siguientes.

Esta  dificultad de clasificación que impone el autor se suma a la mezcla de géneros dentro de las novelas, y Varamo no es la excepción: fantasía, ficción, realismo, novela histórica y hasta ciencia ficción se combinan sin criterio aparente.

El enrevesamiento estilístico y temático característico de muchos de los relatos de César Aira se suma al mito que ha elaborado alrededor de sí mismo: un aura de artimaña y emboscada rodea sus escritos y a su figura como autor; el resultado es que los lectores debemos desarrollar un método de defensa personal que consiste en desconfiar de cada palabra.

Varamo es una novela corta que se ubica justo en el límite entre lo verídico, lo verosímil y lo imposible, volviendo difusa la línea divisoria. Relata una serie de sucesos que le ocurren a un burócrata luego de que le pagaran el salario del mes con un par de billetes falsos, desencadenando un conjunto de situaciones (aparentemente) descabelladas e incoherentes que lo llevan a escribir El canto del niño virgen, una celebrada obra maestra de la moderna poesía centroamericana (1).

Una particularidad de la obra radica en la manera de construir la historia, que es una acumulación de hechos narrativos subordinada a un encadenamiento lógico. Es decir, desde las primeras páginas, son reveladas las situaciones iniciales y finales, al narrador le interesa cómo, en un solo día y a partir de un un par de billetes falsos, Varamo, quien nunca había escrito nada en su vida, termina siendo un aclamadísimo poeta

Lo curioso es que, aunque sabemos cuáles serán la primera y la última situación, el eje a partir del cual se desarrolla la historia es el carácter arbitrario de lo que habrá en el medio; no sabemos qué podría suceder, porque todo es posible. Entonces, el autor ya no es un profeta que revela una verdad, sino que debe demostrar su valor como tal consiguiendo que el lector entre en su juego (2), Aira necesita la superación de los supuestos, traiciona al lector deliberadamente.

La dificultad de imaginar cosas que no nos importan

Lo que hace que Varamo sea una narración tan banal (3) y minuciosamente alucinada es que Aira presenta cosas que no nos importan. Estamos ante la puesta en escena de una realidad que consiste en el hecho mismo de su representación.

Desde la creación de la novela se conjugan el simulacro y la parodia de forma acorde con esta propuesta. En su “Ars narrativa”, Aira revela un método de escritura consistente en remediar las “aberraciones” de cada capítulo en el siguiente, con invenciones descabelladas que serán proporcionales al grado de aberración, aunque generen nuevas y mayores situaciones por remediar.

Es un círculo vicioso que requiere un esfuerzo cada vez mayor, hasta el punto en que las mutaciones son tan insospechadas y se expanden tanto más allá de nuestras «miserables capacidades (…) [que] directamente empieza a parecerse a la realidad» (4).

Es a partir de estos mecanismos que Varamo pone entre comillas la concepción de lo real: viola la expectativa y presenta desarrollos que no podemos siquiera sospechar, la historia está colmada de locuras que son especiales porque el narrador las envuelve en un halo de verosimilitud (5), es decir, son locuras creíbles a pesar de que siempre hay una proposición que termina invertida.

Una vez que el lector ha superado las páginas introductorias, el principal problema que se le aparece es la dificultad para imaginar las cosas y situaciones. Aun con las abundantes explicaciones lógicas, hay un plus de disparate tan extravagante y rebuscado que es irrepresentable en la mente del lector.

La realidad suele ser concebida de acuerdo con las probabilidades: mientras más probable sea la situación, será en mayor medida establecida como condición real. Aira invierte esta norma: en Varamo, las cosas improbables son las que determinan e impulsan la historia para demostrar que su condición de improbabilidad no las hace imposibles.

Esta propuesta ensayística sostiene que la realidad abarca un concepto más amplio que el que podemos incluso imaginar.

El efecto sin causa

Varamo desconcierta porque no entra en ninguna clasificación y abarca varias a la vez: las deformaciones y desvíos crean un cierto verosímil de género, por lo que el lector asume que es una novela histórica; de inmediato se da cuenta de que no es así, pues elementos irreales se superponen.

Entonces se trata de una novela fantástica, hasta que el grotesco cómico empieza a ganar terreno, y así sucesivamente… Por medio de este mecanismo de triquiñuela y revelación, Aira crea una obra cuyo género inclasificable no deja de mutar.

Aún mayor es el aturdimiento cuando en medio de la lectura descubrimos que hace una especie de pastiche en el que predomina el kitsch al mezclar elementos y características de discursos aparentemente incompatibles.

El término Kitsch refiere a un estilo artístico cursi, vulgar y pretencioso cuya principal característica es el mal gusto (6). Walter Benjamin, Hermann Broch, Theodor Adorno y Clement Greenberg se ocuparon de definirlo en los años 30 del siglo pasado como lo opuesto al arte de vanguardia. Greenberg afirma que si la vanguardia imita los procesos del arte, el kitsch imita sus efectos (7).

El lector espera toparse con el proceso de gestación de una obra maestra y el ocaso de un ciudadano común que da lugar al nacimiento de un artista. Sin embargo, todo el proceso creador del poema parece ser más accidental que premeditado, y el escribiente Varamo encarna más la figura de marioneta del destino o víctima de las circunstancias que la imagen del artista elevado.

En sus inicios, el kitsch es una solución que permitía infiltrarse en apariencia en la clase social más alta. Varamo, en cambio, se cuela no entre la clase alta, sino entre la alta cultura. El escritor ya no es el mítico artista-brujo con poderes divinos o una percepción privilegiada del mundo. Varamo es completamente efectista, nunca piensa ni planea nada, su poema es puro resultado y aparece como cae un meteorito.

La parodia en la obra empieza a partir de acá; el escritor-protagonista no es un genio, todo lo contrario, es tan común que podría ser cualquiera y todos. No tiene ningún rasgo particular o talento oculto ni tiene siquiera una cara.

Es un patrón de personaje, un molde vacío que puede ser llenado con cualquier sustancia, un prototipo que cumple con la actuación necesaria para el avance de la acción, como un muñequito al que le puedes elegir los rasgos faciales. Con la salvedad de que da en el clavo: asimila el kitsch en su esencia, que es puro efecto sin causa.

El poema experimental de Varamo parte de la nada. Como el plástico que imita la madera o el oro, su obra imita el proceso y el resultado de la obra de arte con materiales mundanos: un sucio cuaderno de anotaciones, un código encriptado que anota el resultado de la quiniela y un cuaderno de claves para contrabandear palos de golf.

Conclusiones para volver a leer Varamo

Dentro de la novela, ambientada en Panamá, el poema de Varamo representa un cambio en el paradigma latinoamericano y desde ahí es pura fachada, tal como quien cuelga el retrato de un antepasado ficticio para tener abolengo. Podríamos verlo como una parodia a la figura genial o como una crítica a la institución del arte, sin embargo, este es un relato que desconcierta porque tiene todo de la simulación, nunca podemos saber con certeza sus intenciones, sentidos serios o no-paródicos.

En medio de situaciones absurdas, los personajes reflexionan sobre temas relevantes que rayan en lo filosófico. Estas reflexiones insertadas entre acto y acto no llevan a conclusiones absolutas —muchas veces llegan a soluciones que en realidad no son siquiera posibles—. A pesar de ello, son pensamientos inscritos en campos importantes en relación con la política, la representación en el arte, movimientos históricos, la economía, el desvío, el paso y funcionamiento del tiempo, la sociedad, la circulación del dinero y la diferencia de clases.

Toda posibilidad de reflexión o discurso “serio” dentro de la obra queda minimizada e incluso anulada, pues, a pesar de no ser reflexiones estériles, no son coherentes con un pensamiento práctico. El resultado es un simulacro teórico conformado por discursos pseudocientíficos: Aira lleva la ironía a tal punto que incluso el humor es parodia del humor; y la parodia, parodia de lo paródico.

Con esta novela, el autor vuelve a la tradición realista y a la vanguardia, solo que, en vez de retroceder al relato a las historias ya contadas y a los mecanismos desgastados, tiene un sentido afirmativo que abre las puertas a la posibilidad infinita de la creación y la reinvención. La tradición en Varamo es devorada por el olvido como una potencia transfiguradora (8).

El olvido se conjuga con la parodia y las risas propias de la ironía inteligente para reciclar el pasado, apropiárselo e impulsar la acción. Operando con el desvío para volver a los tópicos de la literatura y reinventar la tradición, Varamo apuesta por el gesto radical de la innovación.

Notas

1 Aira, C. (2002). Varamo. Anagrama.

2 Montoya, J. (2005). “Las mil caras de César Aira”. Tonos digital: Revista electrónica de estudios filológicos. 9, 1-15. http://www.tonosdigital.es/ojs/index.php/tonos/article/view/458

3 Es banal sin entender el término en un sentido peyorativo, lo que sucede es que esta es una distinción que no tiene cabida dentro de la lógica de la novela: Varamo acaba con las relaciones jerárquicas, socabando la diferencia entre lo relevante y lo banal de la realidad (todo es relevante).

4 Aira, C. (1994). “Ars narrativa”. Criterion 8, Caracas. https://www.scribd.com/document/443778789/Aira-Cesar-Ars-narrativa-docx

5 Lima, D. (2012). Trastornos de la representación: el afecto en Macedonio Fernández, Antonio de Benedetto y César Aira. (Tesis de Doctorado, University of Maryland). Repositorio Digital de la Universidad de Maryland. https://drum.lib.umd.edu/handle/1903/12704

6 El término se fue trastocando y sigue siendo tema de debate para especialistas y teóricos del arte. Aun así, la tendencia es que, al definir algo como kitsch, opera por debajo la intención de diferenciarlo del “arte culto”.

7 Greenberg, C. (2002). Arte y Cultura: Ensayos críticos (Beramendi, J., trad.). Paidós.

8 Contreras, S. (2002). Las vueltas de César Aira. Beatriz Viterbo Editora, Kindle DX.