Por MARÍA FERNANDA FLORES Y WILFREDO VILLAVICENCIO
Es innegable que Isabel Palacios es una representación venezolana de un ser del Renacimiento, una mujer que reúne lo más bello de las artes y la cultura. Ella a veces dice: «Yo soy un bicho raro antiguo», al principio no sabíamos por qué, luego comprendimos que es debido a que tiene una visión y concepción estética del arte tan particular que la hace capaz de unir perfectamente la antigüedad con la modernidad.
Para nosotros conocerla, tenerla muy de cerca y que se haya convertido en nuestra «Mae» (como le dice nuestra generación de la Camerata) ha sido todo un privilegio.
Iniciamos nuestra travesía con la Camerata de Caracas en el año 2017, con ocasión del montaje de la ópera L’Orfeo del compositor Claudio Monteverdi.
Participar bajo la dirección de la «Mae» como cantantes en esa ocasión nos abrió las puertas de otro universo artístico de una belleza sin igual, que te hace entender el inicio de todo, la razón de la música y del arte como lo conocemos.
Ella nos induce, en algunos casos sin darse cuenta, a buscar incansablemente el espíritu de lo que hacemos en la cotidianidad, a ver el mundo con otros ojos. Nos ha enseñado que absolutamente todo lo que realizamos debe estar conectado con nuestras más íntimas emociones, para poder transmitirlas a la música y al canto.
Tenerla como mentora desde el 2017 fue y sigue siendo un bálsamo ante el caos, una guía artística invaluable, y sobre todo, una gran amistad ganada, no en vano es nuestra madrina de bodas. Y es todo esto lo que nos ha motivado a viajar desde hace 3 años (cuando nos mudamos a Guárico) cada 15 días a Caracas para formar parte, de la mano de ella, de las Voces de la Camerata de Caracas.
Es un honor para el país tener a Isabel Palacios formando jóvenes, haciendo música y siendo uno de los personajes que mantiene alta la vara de la cultura musical venezolana.