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Un poema de Igor Barreto

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Por IGOR BARRETO

a la memoria de Sergio Chejfec

No saben ustedes

cómo los huesos

que son apenas un ciento

me duelen al contemplar

la rotación de la tierra.

Ese ovillo de cintas azules

y verdosas

envolviendo un núcleo

cálido… brillante,

mucho más que un cometa

de hielo ferroso.

Así es,

pero este corazón mío

hecho de barro

ilumina menos

que una luna menguante.

Cruzan meteoritos

como agujas pinchando

la cuajada ennegrecida de nubes.

Pero nada ocurre:

son puntos

de soledad anaranjados,

similares al centelleo

de un fósforo.

Yo continúo

en el silencio de estás contemplaciones.

Conservo la paciencia

de un pescador en su barca

ante los incontables fulgores

del seno de la Vía Láctea:

ella es

nuestra madre

sentada en la sala de espera

de este gran hospital

que es el kosmos.

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