Por FRANCISCO JAVIER PÉREZ
Al otro lado de la línea telefónica está la voz de Ítala Scotto Domínguez, una estudiosa sensible de la vida social y cultural del país, profesora de prolongada carrera y dama de encantadores refinamientos. Me invita a pasar por su casa a recoger un regalo que guarda para mí con especial deferencia. El día pautado, temprano por la mañana, me recibe en su casa de Las Mercedes (un paraíso al este del Paraíso), en la que suena en esos momentos música de Bach, como más tarde, mientras el día transcurra, sonarán Mozart y Beethoven, Schumann y Brahms, Wagner y Mahler.
El ambiente no podría ser otro —después lo supe— que el de esta música alemana, para propiciar la aparición del tan esperado obsequio que Ítala había guardado (o recogido) para mí: el Nuevo diccionario de las lenguas castellana y alemana [Teubner Editor, 1874; el mismo y magnífico impresor berlinés de los trabajos americanistas de Karl Julius Platzmann], de Federico Booch-Arkossy. Sorpresa y emoción se juntaron para recibir este aporte singular a mi bibliografía sobre diccionarios, una rareza de libro que muy pronto iría a saber cómo estaba en sus manos.
Unas notas sobre el autor y la obra vendrían a entusiasmarme más por esta pieza y su singularidad. Erudito en lenguas y maestro en literaturas europeas, Booch-Arkoss y se esfuerza en el auspicio del conocimiento en alemán de las literaturas española y portuguesa escribiendo manuales para ellas. El español lo cautiva centrándolo en muchas y variadas producciones, siendo las más relumbrantes su gramática y su diccionario, pensada una y otro como lecciones y auxilios en el aprendizaje de español como lengua extranjera para alemanes (otro tanto hará con el portugués y el polaco) y su capital Crestomatía de literatura española. En esta dirección del trabajo lingüístico, ofrecerá un monumental Diccionario de lenguas extranjeras, obra políglota que hace convivir en paz léxicos del griego, latín, hebreo, portugués, español, francés, inglés, italiano, sueco, danés, húngaro, polaco y bohemio.
Con estos antecedentes, el turno para el diccionario de Ítala despertaría aún mayores intereses, pues, gracias a su generosidad de amiga, podía yo estudiar esta obra y conocer sus vínculos con el trabajo lexicográfico del siglo XIX, tan caro a mis efectos de estudioso. Declara este diccionario que ha sido compuesto teniendo a la vista muchos diccionarios del español. Influyentes, Vicente Salvá, el célebre gramático y lexicógrafo que inspira a Bello, y Ramón Joaquín Domínguez (que comparte apellido con la misma Ítala), autor del Diccionario Nacional, clave en la modernización decimonónica de la lexicografía y primer diccionario enciclopédico de la lengua.
En el encantador diccionario de Ítala se funden en tradicional hermandad no solo las dos lenguas descritas (juntura que señala la probada fascinación de lo español en la cultura alemana), sino también el español americano y venezolano, como afluentes mayúsculos representados en la lengua común (“bochinche” y “lavativa” comparten con “arepa” y “chinchorro”, tanto como con“ají” y “chiripa» entre otras).
Diccionario de “palabras abotonadas” que Ítala encontró en un basurero, incautamente desechado, al caminar una mañana cerca de su casa y que hoy es tesoro de mi biblioteca, gracias a su extrema bondad y a la mágica realidad de Caracas, la única ciudad en la que uno puede encontrarse en la calle un libro centenario, que estaba allí “esperando florecer”.