La partida de Teodoro Petkoff se hizo presente cuando ya había iniciado la escritura de este prólogo a una obra suya que no fue hecha para ser publicada, y solo la suma de grandes casualidades ha hecho posible que viera luz. Teodoro estaba retirado de la arena pública desde hacía un tiempo, estaba aquejado de una suerte de cansancio vital, una enfermedad del alma. Su ausencia era muy sentida en un país huérfano ya de grandes hombres; fue quizás el último de nuestra mejor época. Fue excepcional en todas las empresas que acometió y vivió su vida con plenitud y brillo. Como se desprende de estas páginas escritas en un tono íntimo y en una circunstancia muy especial, siempre sintió la necesidad de probarse a sí mismo, de asumir retos.
En 1969, Teodoro Petkoff, conocido por su condición de jefe guerrillero en la ya derrotada insurrección de la izquierda venezolana de comienzos de la década, insurgió en otro plano, el de líder e ideólogo de la nueva izquierda democrática. Lo hizo con un libro: Checoslovaquia, el socialismo como problema. En él, tomando como eje argumental la invasión reciente por tropas del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia, condenaba a la Unión Soviética y rechazaba la ortodoxia comunista.
El impacto de su obra trascendió las fronteras nacionales y fue guía de las nuevas generaciones de izquierdistas en el continente. Tal fue su influencia internacional que el propio Leonid Brehznev, Secretario General del Partido Comunista de la extinta URSS, lo declaró enemigo del proletariado (junto con el francés Roger Garaudy y el austríaco Ernest Fischer, quienes, como él, eran parte de los comités centrales de los partidos comunistas de sus respectivos países y publicaron obras condenando la invasión y denunciando al comunismo soviético por anti democrático y anti humanista).
Las ideas de Teodoro fueron fuentes de vital importancia para el nacimiento, en enero de 1971, de una hermosa esperanza, el Movimiento al Socialismo (MAS). Esperanza que se distorsionó y quedó trunca porque, como dicen por acá, los tiestos no salen a las cazuelas. Cincuenta años después, aquellas mismas ideas (y otras suyas expresadas en Proceso a la izquierda, o de la falsa conducta revolucionaria, Las dos izquierdas, El chavismo como problema y un largo etcétera) siguen siendo un extraordinario escudo contra los dogmas sobre los que se erigen las dictaduras y gobiernos autoritarios izquierdistas, aquí y en todas partes, y cualquiera que sea el disfraz.
En el plano del activismo político, fue fundamental en la pacificación del país a finales de los años 60 del siglo pasado y el desarrollo de la democracia a partir de entonces. Fue un titán político que se opuso con vehemencia, con la que siempre actuó, a la decisión del MAS de participar en “el proceso” que condujo a esta tragedia que vivimos. Derrotado, no vaciló en apartarse y combatir al nefasto constructo desde una nueva trinchera: el periodismo. Donde, como fue su sino, también dejó una impronta.
En el ámbito político, Teodoro abarcó tanto y su presencia fue tan importante que nadie creería que podía disponer de tiempo para otras cosas. Nada menos cierto. Prueba de ello es este libro que Oscar Hernández Bernalette, diplomático y navegante, presenta. En él recoge un corto diario que escribió Teodoro en los días en que, a bordo de un velero con otros cinco acompañantes, entre ellos su hermano Luben, cruzó el Atlántico en 1980, porque sí, porque estaba allí, afirma parafraseando a un famoso alpinista.
Sus notas a lo largo de este diario de navegación son sencillas, referidas a la aventura. Hay reflexiones sobre sí mismo, sobre su familia inmediata. Algunas otras anotaciones, ni siquiera intencionadas, son muy reveladoras de su personalidad y forma intensa de vivir la vida. Sin duda, se trata de un documento que aporta conocimiento de uno de los venezolanos que moldearon el siglo XX e hicieron de Venezuela un mejor país.
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Cuando Petkoff navegó el Atlántico. Bitácora de una odisea
Oscar Hernández Bernalette
Ediciones Dahbar
Venezuela, 2019