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Tulio Febres Cordero (1860-1938): intelectual al servicio de Venezuela

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Por ILDEFONSO MÉNDEZ SALCEDO

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Entre nosotros es conocida la figura de Tulio Febres Cordero, el “Patriarca de las letras merideñas”. Se ha escrito mucho sobre él, abordándose tanto su vida como su obra. Existe plena coincidencia entre los autores en reconocerle sus méritos intelectuales. A pesar de haber fallecido hace ochenta y cinco años, su recuerdo sigue vivo, su obra continúa leyéndose y su personalidad aún despierta la admiración y el respeto de todos. ¿Qué hizo este hombre para merecer tanta consideración? ¿A qué dedicó su vida y sus desvelos para ser tenido como un ciudadano ejemplar? ¿Qué le dio a Venezuela y especialmente a Mérida para que su presencia motive tanto fervor?

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Tulio Febres Cordero, o don Tulio, como lo llaman en su ciudad natal, es entre nosotros un modelo de intelectual, es decir, de una persona dedicada al uso de las facultades que otorga la inteligencia. Pero, en este caso, no se trata de una persona cualquiera. Aquí nos estamos refiriendo a alguien con unas cualidades intelectuales propias, fecundas, auténticas y admirables. En efecto, don Tulio se destacó por poseer estas características y otras más que nos van perfilando su retrato: sencillez, modestia, discreción, honradez, generosidad, perseverancia, laboriosidad, espíritu de servicio y patriotismo. No creemos estar exagerando al respecto.

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Pocas veces se ve en un intelectual la existencia de una relación tan estrecha con el medio que lo vio nacer, como es el caso de Tulio Febres Cordero con Mérida. Esto ya ha sido señalado por varios estudiosos. Pero, en esta oportunidad, quisiéramos mencionar el recuerdo que le dedicó a Febres Cordero otro gran escritor merideño, como lo es Mariano Picón Salas, quien afirmaba que entre la ciudad serrana y don Tulio se había acordado un “pacto de fidelidad poética”. Por tal razón, nuestro escritor se sintió obligado a no marcharse de su ciudad natal y a dedicarle sus mejores páginas. Fue por eso que Picón Salas lo llamó con pleno sentido: “Don Tulio, rapsoda de Mérida”.

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Desde muy joven comenzó la formación intelectual del escritor merideño. Al principio recibió lecciones en su propia casa, de sus padres y tíos, luego pasó a la Escuela de Varones hasta concluir la educación primaria, ingresando más tarde a la Universidad de Los Andes donde cursó el bachillerato y la carrera de Derecho. Paralelamente, con la educación formal se interesó por aprender algunos oficios, los cuales le enseñaron la importancia del trabajo manual y le sirvieron para darle un sentido práctico a muchas de sus ideas. Nos referimos a la tipografía, la encuadernación, la caligrafía y el dibujo.

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Poco a poco, se fue moldeando una personalidad que desplegó su talento y capacidad en múltiples actividades, algunas muy diferentes entre sí, pero todas coincidiendo en el logro de un ideal común: la realización de una obra de estudio, rescate y difusión de los valores culturales de la nación venezolana. Al cumplimiento de esta tarea dedicó don Tulio la mayor parte de su esfuerzo, bien fuera actuando como escritor, periodista, impresor, catedrático, funcionario público y animador de iniciativas de carácter privado. Por lo tanto, no debe extrañar su constante presencia en el desenvolvimiento de Mérida, una ciudad para entonces pequeña, recoleta y conventual.

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Muy pronto, también, inició el joven Febres Cordero su carrera como escritor. Sus primeras páginas datan de 1877. Desde entonces, no dará descanso a su pluma, llegando a ocuparse de múltiples temas, enmarcables en los campos de la historia, la literatura, la antropología, el derecho, la educación, entre otros. Llegará al lector a través de varios géneros, principalmente la crónica, el cuento y la novela. Desde muy joven entendió la importancia de la obra escrita, de aprender a comunicarse a través de la letra impresa, de llamar la atención sobre algún punto en particular y de crear conciencia en torno a los problemas de su época. Esta es su faceta principal, y como es lógico, la que ha perdurado en el tiempo.

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Asimismo, debe señalarse su labor como periodista, la cual lo llevó a editar, dirigir y redactar varios periódicos y revistas, bien fuera de manera individual o en colaboración. Recordemos algunas de esas publicaciones: Páginas sueltas (1882-1883), El Comercio (1884), El Lápiz (1885-1897), El Centavo (1900), El Billete (1902) y Mosaico (1921-1923). Entre ellas, sobresale El Lápiz, uno de los periódicos más singulares de cuantos se han editado en Mérida. Allí don Tulio aprovechó las posibilidades que ofrece la prensa para la formación y educación de un pueblo, haciendo gala de sus dotes intelectuales en la escogencia y el tratamiento de los temas abordados.

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No podía faltar en la actividad intelectual de Tulio Febres Cordero su faceta como profesor. Así, en la Universidad de Los Andes, su alma máter, se dedicó a la enseñanza desde 1892. Las lecciones impartidas cubrieron las siguientes asignaturas: Historia Universal, Geografía e Historia de Venezuela, Clase Superior de Historia Patria, Geografía Universal, y Hacienda e Historia del Derecho. También lo tuvieron como profesor otras instituciones de educación primaria y secundaria, como el Colegio de Niñas San José donde dictó el curso de Historia de Mérida, y el Liceo Mérida donde enseñó Historia de Venezuela, Geografía e Historia Universal, y Literatura General y su Historia. Es justo señalar que varias de estas cátedras las regentó como profesor ad honorem.

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Por lo que llevamos dicho, no es de extrañar que don Tulio haya dedicado gran parte de su obra a la divulgación del conocimiento histórico. Esta es una constante observada desde sus primeras publicaciones. A nuestro modo de ver, dos características sobresalen en su trabajo como historiador. En primer lugar, su marcado interés por estudiar la trayectoria de una región con la que se siente plenamente identificado (Mérida, los Andes y su área de influencia), y luego, su preferencia por abordar temas poco atendidos por los historiadores de su tiempo, aquellos vinculados con lo que se pudiera llamar la “historia pequeña o cotidiana” (costumbres, creencias, tradiciones y modos de vida). Busca llegar a los lectores a través de crónicas, informes, prontuarios, relatos y compilaciones documentales. Son numerosos sus libros en este sentido: El derecho de Mérida a la costa sur del lago de Maracaibo (1891), Documentos para la historia del Zulia en la época colonial (1911), Décadas de la historia de Mérida (1920), Procedencia y lengua de los aborígenes de los Andes venezolanos (1921), Archivo de historia y variedades (1930-1931), Clave histórica de Mérida (1941) y Páginas sueltas (1966).

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También es notable en la obra de Tulio Febres Cordero lo relacionado con la literatura. Como muchos intelectuales sintió la necesidad de expresarse a través de la creación literaria. De este modo escribió cuentos, novelas, poemas y relatos autobiográficos. Aunque, debe advertirse que, en este campo, su producción no fue totalmente ficticia, pues en muchos casos siguió la evolución de los hechos históricos o se sirvió de los conocimientos aportados por la tradición. Se trataba de recrear situaciones que de otra forma hubiera sido difícil darlas a conocer. Sin hacer alarde de un gran estilo, pues el propio don Tulio fue el primero en reconocer sus limitaciones, nos entregó sus numerosos escritos: Colección de cuentos (1902), Don Quijote en América, o sea, la cuarta salida del ingenioso hidalgo de La Mancha (1905), La hija del cacique, o la conquista de Valencia (1911), Tradiciones y leyendas (1911), Vida provinciana: memorias de un muchacho (1924) y Páginas íntimas (1939).

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Otra faceta de don Tulio, también interesante, pero sobre todo útil, fue su afán por coleccionar material biblio-hemerográfico y documental. Son innumerables las piezas reunidas y legadas a la posteridad entre libros, folletos, boletines, revistas, periódicos, hojas sueltas, manuscritos y fotografías. Con esto, nos redondeó un gran servicio, completando así, de forma material, su amplia y múltiple labor en lo intelectual. Son muy pocas las ciudades en Venezuela que poseen una colección de este tipo. Hoy, tales materiales se conservan y son consultados en la Biblioteca Febres Cordero, en el corazón de Mérida, frente a la Plaza Bolívar, justo donde don Tulio hubiera soñado con un rincón para establecer una biblioteca pública.

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Concluyo estas palabras llamando la atención sobre la suerte que ha tenido Venezuela al contar entre sus ciudades a Mérida, la de los cuatro ríos, la de las cinco águilas blancas, la del contacto inmediato con una naturaleza prodigiosa, la que convive con una gran universidad por dentro, la de la gente hospitalaria y servicial, la que ha visto nacer en su seno o llegar de otros lugares a una multitud de personas notables, la que se ha beneficiado espiritualmente de sus hijos dedicados a las letras, como este que hemos recordado y al que tanto le debemos en eso de conocer y apreciar nuestros orígenes y tradiciones. Esta es la lección que nos dio, y nos sigue dando, este merideño entrañable, llamado Tulio Febres Cordero.

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