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Tres géneros, tres voces y tres razones en «El crepúsculo del hebraísta»

Francisco Javier Pérez presenta a Atanasio Alegre: “Libro dedicado al cabalístico número tres, me gustaría centrar la atención de ustedes en tres aspectos que creo podrían servir para orientar la interpretación de esta notable obra, escrita y publicada en un tiempo crítico para Venezuela y que hoy, en esta España revuelta, vuelve a presentarse”  

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Libro dedicado a contar y a pensar la crisis de la humanidad en general (la humanidad en crisis como su estado natural), la hace particular para contar la que se desarrolla en la Europa del Renacimiento, entre los siglos XV y XVI, y que asocia a nombres tan potentes como los de Erasmo de Rotterdam, Martín Lutero y Johannes Reuchlin; el protagonista del libro y sobre el que su autor posa su mirada admirativa y veneradora. Y es que para eso se escriben los buenos libros, para venerar y admirar, y el que hoy presentamos lo cumple cabalmente en torno a la figura preciosa de este humanista alemán, nacido el año 1455, que dominó las tres lenguas bíblicas, el autor de una obra capital De verbo mirifico, en la que se adentra en la palabra para descubrirla como el auténtico gran problema del hombre, pues ella desarticula la falsedad y afianza la verdad o todo lo contrario, con ella se manipula y miente, buscando siempre la reacción coercitiva en los otros; ese hacer que los demás hagan lo que yo quiero que hagan, como Aristóteles había querido entender como sentido del género rey del teatro antiguo: la tragedia.

Libro dedicado al cabalístico número tres, me gustaría centrar la atención de ustedes en tres aspectos que creo podrían servir para orientar la interpretación de esta notable obra, escrita y publicada en un tiempo crítico para Venezuela y que hoy, en esta España revuelta, vuelve a presentarse para recordar que las crisis no son nuevas, sino que están allí esperando por los hombres para aflorar. Quiero, pues, centrarme en los tres géneros, en las tres voces y en las tres razones.

Los tres géneros

En este libro (Madrid: Kalathos Ediciones, 2018) confluyen con maestría de escritura la novela, la biografía y el ensayo. La entremezcla de estas tres situaciones genéricas no causa contratiempos en el lector, sino que, más bien, lo va llevando como si de un género único se tratara dentro del complejo universo mental e histórico que describe. Leemos, aquí, la narración de un universo, la vida de un hombre y la comprensión de un legado.

Las tres voces

En este libro escuchamos tres voces que cuentan los hechos (la narración), recepcionan las ideas (la lectura) y gestan la hermenéutica del lenguaje (la filosofía). La narración la hará en primera persona el propio protagonista. La recepción estará comisionada a personajes contemporáneos del protagonista. De la filosofía se encargará el propio narrador, biógrafo y ensayista. En todos los casos, la primera persona será la que anude la estrecha relación entre lo dicho y quien lo dice.

Evidencias de esto podemos encontrarlas en los fragmentos siguientes:

A Reuchlin se le encomienda la primera frase de este libro de primeras personas y en ella el protagonista narra su historia: “Esta vez he prescindido de la mesita legable de madera de los Pirineos que me regaló Erasmo hace muchos años para escribir durante las interminables jornadas de viaje”.

En el apartado dedicado a Pico della Mirandola, el hebraísta que regala la lengua hebrea al hebraísta, leemos: “Este Reuchlin me ha puesto en claro el peligro que la Inquisición representa para la libertad del pensamiento y ello por una razón muy elemental, ya que son los dominicos quienes se han apoderado de ella”.

La voz del autor es quizá la más difícil de ejemplificar, pues recorre las entrelíneas del libro y se va inmiscuyendo en lo que los personajes irán a decir o a hacer. Lleva el discurso y lo determina con su visión. Está allí y eso es lo que cuenta. A ratos lo vemos identificarse con el protagonista y a ratos se identifica con sus intérpretes.

Las tres razones

Por los tres géneros y las tres voces o gracias a ellos mismos o a ellas mismas (y no estoy haciendo juegos de pobre inclusión lingüística), arribamos a las tres razones que están pespunteadas en este libro de tres: el fanatismo, la destrucción y la salvación.

El fanatismo, en especial el religioso, atraviesa los tiempos y los llena de pavor, segregación y muerte. El tiempo que el libro refiere será el que desarticule al hombre hasta hoy. El pensamiento parcial y restrictivo gesta exclusiones y se satisface por las conquistas movidas por el odio hacia los otros. Las pugnas eclesásticas, válidas o no de este momento, causaron algunos de los mayores desastres espirituales que se recuerden y, como se sabe, cada vez que se toca el espíritu es el cuerpo el que termina pagando todas las condenas. Así fue en el tiempo de Reuchlin como el libro refiere, en donde el elemento judío, para más angustia, aparece en escena.

La segunda razón será la destrucción de los órdenes. La fragilidad de lo firme hará aquí los mayores estagos para cambiar la vida y alterar radicalmente y con rabia al hombre en su estabilidad. El fin del mundo se presentaba antes, como se sigue presentando hoy, oscureciendo todo futuro y aniquilando toda esperanza. La destrucción planea siempre sobre todas las gestas de estética y bien que estos hombres grandes llevan a cabo.

La última razón, la salvación. Si interpretamos bien las señales, es en el crepúsculo donde ella anida. La salvación no es un nacimiento, es un adiós. Creo que las claves hay que buscarlas en el discurso de Erasmo con el que se cierra el libro. Todo apunta a que la salvación solo la podemos encontrar en la religiosidad, que no en las religiones, pues estas pueden cambiar por capricho o por egoísmo, pero no así el sentido religioso que acompaña al hombre siempre y que se fortalece con cada una de sus caídas. Todo en este libro es precioso, pero el texto final en donde Erasmo, en tono de necrología filosófica, refiere el recuerdo de Reuchlin a raíz de su muerte, es una pieza que le gana la partida a las que la anteceden: “Lo juzgó todo teniendo como base su gran religiosidad. La misma que en el momento de su ascensión al cielo, le valdría el favor de San Jerónimo en persona, quien debe haber salido al encuentro de uno de los hombres más justos que haya vivido entre nosotos en estos tiempos”.

Magistralmente, en el alegato de Erasmo que recupera como cierre el novelista y biógrafo, en su caracterización como ensayista, aflora la lengua y las lenguas, el filólogo y la filología y la lingüística y el lenguaje (dirá en la oración final, dirigida al creador: “¡Oh, Dios! / Tú que amas al género humano / y que / gracias a Johannes Reuchlin, / el servidor por ti elegido, / para que renazca en el mundo el don de lenguas”), aflora lo linguístico –decía– como uno de los rasgos salvadores del humanista católico y cabalístico, nacido al norte de la Selva Negra, al que el libro de Atanasio Alegre rinde homenaje admirativo y venerador, como deben cumplir todos los grandes libros.

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El crepúsculo del hebraísta de Atanasio Alegre (Madrid: Kalathos Ediciones, 2018) se presentó por Francisco Javier Pérez y Emilio Porta el pasado martes 12 de junio, en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles (AEAE).

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