Por MARGARET ATWOOD
Traducción de RAQUEL RIVAS ROJAS
Sal
¿Todo era mejor antes?
Sí. Todo era mejor.
¿Y te dabas cuenta?
¿En ese momento? ¿En tu momento?
No, porque estaba preocupada
o tal vez tenía hambre
o estaba durmiendo la mitad del tiempo.
A veces había una pera o una ciruela
o un pocillo con algo adentro
o una cortina blanca, flotando al aire
o tal vez una mano.
También la luz de la linterna
en aquella vieja tienda de campaña,
tan parecida a la belleza, a la plenitud,
cuerpos entrelazados y deseosos
que estallan y desaparecen.
Espejismos, piensas:
todo era nunca.
Aunque si miras bien ahí está,
tu pasado entero tendido como un picnic
bajo el sol, brillando todavía
aunque sea de noche.
Dicen que no hay que mirar atrás:
te vas a volver una estatua de sal.
¿Y por qué no, pues? ¿Por qué no mirar?
Si es tan bonito,
si allá atrás es todo tan espléndido.
En la conferencia de traductores
En nuestro idioma
no tenemos palabras para él o ella
ni géneros en los posesivos.
Ayuda un poco si dibujas una falda
o una corbata o algo así
en la primera página.
En caso de violación, también ayuda
saber la edad:
¿un niño? ¿un viejo?
Así podemos dar con el tono.
Tampoco tenemos tiempo futuro:
lo que va a pasar ya está pasando.
Pero puedes agregar la palabra mañana
o incluso miércoles.
Así podemos saber lo que quieres decir.
Estas palabras son para las cosas que se pueden comer.
Las cosas que no se pueden comer no tienen palabras.
¿Para qué necesitas nombrarlas?
Esto se aplica por igual a pájaros y matas,
y a los hongos que se usan para hacer brujería.
En este lado de la mesa
las mujeres no pueden decir No.
Hay una palabra para No, pero las mujeres no pueden decirla.
Sería demasiado abrupto.
Para decir que No puedes decir Tal vez.
Lo que quieres decir se va a entender,
la mayoría de las veces.
De ese otro lado de la mesa hay seis clases:
los nonatos, los muertos, los vivos,
lo que se puede beber y lo que no,
las cosas que no se pueden decir.
¿Es un mundo nuevo o es viejo?
¿Es obsoleto?
¿Es formal o familiar?
¿Qué tan ofensivo es, en una escala del uno al diez?
¿Eso lo inventaste tú?
En el otro extremo de la mesa
ya casi en la puerta
están los que se ocupan de los riesgos.
Son ellos los que van a enterarse tarde
cuando ya no les importe más
de la falda y la corbata
o si pueden decir que No.
En los cafés se sientan por los rincones
con la espalda contra la pared.
Lo que va a pasar ya está pasando.
Zombi
“La poesía es el pasado que nos estalla en el pecho”
Rilke
Ahí tienes: un zombi.
¿No te pareció siempre sospechoso?
“La poesía es el pasado
que nos estalla en el pecho”
como un virus, como una infección.
Cuántos poemas que hablan
de los muertos que no mueren,
del ser querido que sigue vivo,
y que aparece con ansia voraz
entre las matas del jardín,
en medio de la basura orgánica,
raspando con las uñas la ventana.
El joven amante que una vez tuviste
y que te encuentras cincuenta años después
en la medialuz del foyer de un hotel.
Qué descuidado y burdo se ve.
Gordo y calvo
sin ninguno de sus ángulos visible:
alguien que apenas puedes recordar.
No puede ser el mismo que una vez te lamió el cuello.
Y aquel monstruo de plastilina
que hiciste a los cuatro años
y después aplastaste con furia
para ver cómo se mezclaban sus colores.
También él vuelve a tocarte la puerta
en una helada noche de noviembre
en que la lluvia dice en un susurro
sushi, sushi, y la boca sin lengua
repite tu nombre en una mueca.
¡Quédense muertos! gritas,
aunque antes querías que el pasado volviera.
Nada que hacer. La criatura
se pasea por el bosque oscuro
como un monosílabo rojo que gime,
una palabra borrada que sabe a llanto.
Ahora murmura y se tambalea
en el espejo que refleja
la bruma helada del corredor barroco
bordeado de relojes góticos.
La mano en tu hombro. La mano que apenas es:
La poesía, que viene a buscarte.