A juicio de los historiadores y analistas de los totalitarismos del siglo XX, sus inicios se caracterizan por ser periodos de anomia y anarquía. Tanto la caída del gobierno de Kerensky en la Rusia de 1917; la degeneración del gobierno de Mussolini en Italia, a comienzos de los años veinte; el surgimiento del nacionalsocialismo en Alemania a finales de esta misma década y los inicios de los treinta, y la imposición del franquismo en España, al final de una prolongada guerra civil, marcan los inicios de la imposición de regímenes apoyada por amplios sectores sociales y liderada por personajes impregnados de autoritarismo, mesianismo y egocentrismo, al igual que por su convicción de establecer una “nueva sociedad” que daría nacimiento al “hombre nuevo”.
En nuestro país, el “proyecto bolivariano” o el “socialismo del siglo XXI” llegó con la elección de Hugo Chávez al final de lo que fue la regresión de la democracia iniciada en 1958, a partir de finales de los setenta, con la anomia social y la anarquía política crecientes cuya manifestación más clara fue el Caracazo de febrero de 1989. Los dos primeros años de la presidencia de Chávez estuvieron marcados por cambios políticos significativos: la nueva Constitución y el desmontaje de la división de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, a favor del predominio absoluto del primero. Sin embargo, la anarquía política heredada se extendió más allá y tuvo su momento más álgido en los eventos de 2001 y 2002, en lo que el chavismo llama “golpe de Estado” y la alternativa democrática “resistencia contra una dictadura en estado naciente”.
Los acontecimientos de abril de 2002 marcan el tiempo más agudo de las tormentas desatadas por la anarquía, con la separación de Chávez de la Presidencia y un gobierno de la oposición de pocos días (apoyado por las cúpulas militares), y su retorno por la presión de las masas populares. A partir de su regreso a Miraflores Chávez había logrado la calma necesaria, esto es: la superación de la anarquía, para impulsar su proyecto, paso a paso y durante casi tres lustros, radicalizándolo cada vez más, enfrentado a una oposición expuesta a una agresión permanente del Estado que tuvo que tomar su tiempo para fortalecerse y llegar a constituir una verdadera alternativa política y social.
El 11-A de 2002 marca para Chávez el momento a partir del cual logra impulsar el totalitarismo, tal y como lo hizo Adolf Hitler con el nacionalsocialismo después del incendio del edificio del Reichstag en Berlín, en febrero de 1934. En adelante, ambos, en tiempos diferentes, se hicieron con un poder absoluto para imponerles a sus sociedades y sus individuos las formas políticas, sociales, culturales y hasta económicas de su ideario. La comparación de Chávez con Hitler no es casual: ambos llegaron con métodos democráticos a sus cargos.
Han pasado más de 10 años desde el 11-A. Reflexiono sobre esto porque es importante para los venezolanos que mantengamos en la memoria colectiva las circunstancias que puedan llevar a mantener la inclinación a seguir apoyando el totalitarismo, esto es: de no caer en la anarquía política ni en la anomia social, ni mucho menos en las promesas que supuestamente las evitarían. También es una obligación ética de nuestro pueblo no permitir nunca más caer en las trampas de cualquier totalitarismo. Es indispensable mantener la unidad en la solución de nuestros problemas, más allá de lo que pueda separarnos en nuestras visiones acerca del futuro.
Quienes no caímos en el proyecto totalitario o nos separamos de él estamos comprometidos con terminarlo tal como lo iniciamos: a través del más democrático de los procedimientos políticos: el voto. ¡Ojalá lo logremos!
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