CORINA BRICEÑO, TORRE WANADI

Por LORENA GONZÁLEZ INNECO

Todo lo que es ya fue, y lo que ha de ser fue ya

Eclesiastés 3:15

El encuentro con la obra de una creadora de trayectoria como lo es Corina Briceño, comporta el sumergirse junto a ella en la profundización de un movimiento capital, un suceso abierto de corrientes incidentales que abren el camino para reflexionar a través del tiempo sobre múltiples consideraciones en torno a lo humano y muy especialmente al arte como ese lugar necesario a la hora de confrontar y asistir el surgimiento de las crisis privadas y colectivas que hemos atravesado en los últimos años. Como curadora, ser convocada al encuentro de su trabajo artístico, también significa un conjunto de levantamientos incidentales; ella y su obra han estado presentes en varios momentos de mis procesos como investigadora, desde nutridos diálogos en muestras colectivas, así como en exhibiciones individuales y proyectos editoriales en los que he tenido el gusto de acompañarla. Vale el momento para destacar que el primer enlace que nos unió fue en la propia Galería Artepuy, primer nombre de esta Beatriz Gil Galería, que hoy celebra sus veinte años de trabajo sostenido y compromiso con las artes visuales venezolanas.

Todas estas variables y vectores que se cruzan aleatoriamente, vienen a acompañar y a nutrir algunas aristas de ese nombre que le hemos dado a esta muestra individual con la que queremos celebrar los cincuenta años de producción creativa de Corina Briceño. Temporal es un término que decidimos en conjunto durante los encuentros sostenidos para abrir los vértices del diálogo curatorial. Conversamos sobre muchas palabras, acepciones y frases, estableciendo vínculos entre procesos diversos de su trabajo artístico actual que abrieron el campo a otras consideraciones. Fue así como nos encontramos felizmente atrapadas no solo con el arrebato de ese vendaval pictórico que está surgiendo en los procesos inéditos que hoy la ocupan, sino también con un caudal de conexiones que afloraron en los sustratos del pasado, movimientos transversales de una oscilación que la artista siempre ha querido interpretar y atrapar, aferrada a los asaltos de una sustancia visual que al igual que el paso del tiempo se establece tan firme como sigilosa, pronunciando la emergencia de una trayectoria que solo es posible mediante la presencia voluble de fragmentos cinemáticos en constante transformación.

Desde este campo de incertidumbres y con las múltiples posibilidades del arte como el ojo avizor dispuesto a revelar las variables de ese presente fugitivo, abrimos el pulso en el intercambio a la presencia de otros momentos visuales en su obra: aparecieron entonces los primeros ejercicios del dibujo, luego los estudios y la academia, la escolaridad en la Cristóbal Rojas, los diarios de trabajo, la docencia ininterrumpida, pero muy especialmente las conversiones entre lo humano y el paisaje, las traslaciones de esos sinuosos bocetos que desde la pequeña página del apunte en el diario de trabajo, se convertirían en los amplios continentes que fue explorando en procesos posteriores, convocando el advenimiento de otras capacidades representativas a través de la experimentación con la fotografía, la pintura, el video, la instalación y la prolífica diversidad de las artes gráficas.

En nuestras conversaciones, descubrimos que tal vez uno de los puntos más importantes que consolidaron el rumbo de sus exploraciones iniciales, proviene del asombro que la talló en el transcurso de varias experiencias inmersivas en el Amazonas, punteando no solo su forma de ver la vida sino el para qué concebir y desarrollar una propuesta creativa. En aquellas pesquisas de la década de los ochenta el contacto con los abusos del poder junto a la explotación inescrupulosa del oro y la codicia desmedida capaz de aniquilar cualquier rastro de existencia en esas zonas recónditas, la llevó a profundizar en las inigualables dimensiones —físicas y simbólicas, contemporáneas y ancestrales— de la selva, planteando la irrupción de una obra capaz de pensar y visibilizar las fragilidades del otro, convocada a traducir la sublimación de un espacio-tiempo en peligro, emplazando dimensiones humanas que cambiarían para siempre las fuentes de ese necesario relato visual, consciente de la vulnerabilidad, que se insertaba en su percepción. En uno de sus primeros libros de trabajo Corina apunta:

La vegetación es un profundo espacio no descriptible

No memorizable

No existe el tiempo en estos lugares

Mi idea es llevar a piedra toda esta cultura ancestral

Toda vida

Piedra vida

Vida piedra

Tiempo Piedra

Piedra Memoria

Es así como frente a la desaparición de la vida, el entorno y los seres, los caminos diversos de la creación en la obra de esta artista se van a ir perfilando como una batalla contra el olvido, pensando y ejecutando las posibilidades del arte como una dimensión única donde la memoria es una imagen compartida frente a los embates del afuera. A lo largo de los años cada una de sus piezas y series nos van a confrontar con las modulaciones de esa presencia ambivalente: materia dialogante que se estructura como una secuencia dispuesta a interpelar al tiempo, desde el gesto pictórico o fotográfico, a través de la obra gráfica o el videoarte, en el pequeño suceso de la luz o frente a las grandes dimensiones de la instalación visual.

Temporal es una exposición que reúne la obra reciente de Corina Briceño junto a algunos lazos conectores que hemos establecido con propuestas e investigaciones que nos parecieron pertinentes a la hora de poner en escena la irrupción de esa fuerza centrífuga que habita en el centro de su voluntad creadora: capturar ese movimiento provisional que anida en todo lo transitorio, incluyéndonos a nosotros mismos. Como la raíz del término lo indica, la palabra está conectada con lo relativo o perteneciente al tiempo, pero también con lo provisional, lo eventual, lo efímero, lo fugaz, lo pasajero y más aún con las ventiscas y los aguaceros, con las tormentas y la tempestad, con ese tiempo de lluvia persistente que es capaz de deshacerlo todo y que tiene un lugar especial en toda su producción artística.

En el conjunto reunido nos encontraremos con elementos y vínculos originarios de esa naturaleza inimaginable que ya su obra anunciaba en extinción, pero también con la trasposición de sus unidades significantes, iluminando reflexiones contemporáneas sobre una intemperie que circunscribe el espacio eventual que habitamos: pasos volubles, oscilaciones repentinas, vibraciones inaprensibles donde la travesía indeterminada de los elementos del paisaje modelan el arrebato provisional de la historia privada y colectiva, de los íconos, monumentos, lugares y existencias urbanas que cada vez más coexisten bajo un cúmulo de herméticas desapariciones, sometidas por la contingencia de los vendavales políticos, económicos y sociales que nos rodean.

En la deliberación de estas instancias complejas a donde sólo llega el arte, Corina Briceño ha logrado dibujar las señales de ese mar al borde, extraños aluviones remotos que se abalanzan sobre el concreto, sombras de un viento citadino donde también se tambalea lo humano en su lucha por la sobrevivencia. En cada serie anida el reflejo de una circunstancia penetrada por el silencio y la turbulencia de lo incomprensible, pero dispuesta a brindar los movimientos de esa oleada que se pronuncia frente a las injusticias del contexto. En el adentro de la obra, el destacado transcurrir de los elementos consolidados a través de formatos, técnicas y soportes diversos, hacen posible la manifestación de un caudal donde la imagen franquea las posibilidades de la materia, ahora enaltecida por la labor interdisciplinaria de una creadora incansable.

En esta hora tomada de la historia y de las sociedades, del mundo en crisis que vivimos, de los anunciados desvanecimientos a los que no hemos atendido y que hoy comprometen el libre ejercicio de la condición humana, estamos ante la presencia de una obra magistral; acción visual de una creadora que ha logrado capturar las evanescentes respiraciones de una temporalidad acometida, cruzadas de una fe en el arte y en la vida que se sublevan para revelarnos el tránsito inexplicable de la existencia como enunciación, otorgándonos los furtivos reveses de esa frase, tan clara como indescifrable, que acompaña el título de esta muestra: “Todo lo que fue ya es y lo que ha de ser, fue ya”.

CORINA BRICEÑO, SIN TÍTULO

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