Desde que los generales ya no mueren a caballo, los pintores no están obligados a morir en su caballete
Marcel Duchamp
Ángel Hernández
Este maestro tiene años dedicado a estudiar la geometría y la formación de la imagen en la retina. Le interesa la participación consciente e inconsciente del ser humano en la configuración de los volúmenes virtuales. Quien mira su obra cambia de espectador a cómplice y queda involucrado en una estructura donde predomina la abstracción geométrica. Cada trabajo nos sugiere una suerte de fractura en el espacio, un resquebrajamiento en el orden aparente de la representación visual. Es una fisura-metáfora que nos permite observar la materia oculta de la realidad; eso que no estamos acostumbrados a ver. Pareciera como si hubiésemos quebrado la pantalla o el cristal de aquello que nuestra percepción da por obvio y, entre sus grietas, apareciera la estructura básica de la luz, el espacio y el tiempo. Las composiciones de Hernández son, entonces, una distorsión en nuestros hábitos, un reto a la mirada y una alteración óptica de los estándares de la vida diaria. Ese es el juego retinal. Ahí emerge el esquema de volúmenes y armonías cromáticas, y nos develan algunos misterios de la materia primordial que nos rodea.
Octavio Herrera
Es un artista que utiliza las propiedades básicas de la composición del espacio para crear. Sin embargo, no es un alarife sino un deconstructor. En vez de llenar, arropar o intervenir colocando capas, piezas o materiales, su trabajo simula el resultado de un método tecnológico de alta precisión. Un procedimiento que hace cortes y le quita opacidad a la materia que nos rodea. En esa operación quirúrgica de sustracción y des-ocultamiento de capas, Herrera nos muestra un tejido de estructuras geométricas y planos concatenados. Todo aquello pareciera ser la configuración oculta de las distintas dimensiones que transitamos. Lo hace midiendo con exactitud las posibles asimetrías, las rupturas y los desplazamientos que nos muestran más o menos órdenes de profundidad, más o menos cortes estructurales, más o menos patrones geométricos. Hay cierta metáfora tecnológica en su trabajo. Las líneas, la transparencia y la iluminación nos sugieren en sus piezas del siglo XX circuitos electrónicos y, en las del siglo XXI, modelos virtuales del espacio-tiempo. Sin embargo, más que una mirada tecnofílica es la consecuencia de una condición contemporánea: la tecnología nos ha revelado, como el artista también lo ha hecho, los principios básicos que configuran la realidad.
Julio Pacheco Rivas
Ha sido un investigador de la síntesis de las formas, de la profundidad del espacio, de los modelos arquitectónicos, de la estructura de los objetos y de la ambigüedad del nexo realidad-representación. El trabajo que ha realizado para esta muestra desplaza la idea de marco objeto e incorpora todos los planos –tanto los que van hacia el espectador como los que se mueven hacia el fondo– en un mismo simulacro visual. Sus volúmenes, cortados en un sistema láser de alta precisión, si bien incluyen la actividad de la mirada, como un reconocimiento a la presencia humana, van mucho más allá. Podemos inferir que se trata de un juego de desplazamientos, uno propicio a ser rastreado en las condiciones que la obra sugiere. Ahí, finalmente, llegan a integrarse de forma sintética las distintas pieles de la estructura de la realidad visible e invisible. No obstante, nada insinúa un modelo sistemático de corte realista. La propuesta de Julio Pacheco absorbe las propiedades del espacio, las variaciones de la mirada y la concatenación de todos los tiempos posibles para insertarlos en la ambigüedad del espacio plástico. No hay una repetición de la vida sino un desplazamiento de sus propiedades; algo que nos deja inmersos en la poética espacial de su propuesta.
Juvenal Ravelo
El trabajo de Ravelo está centrado en el cinetismo y en las propiedades de la fragmentación de la luz y del color. Este maestro de Caripito trabaja en el carácter óptico de la refracción del espacio plástico cuando es intervenido por la presencia humana. Si bien toda su investigación parte de una disposición racional y los resultados nos ofrecen una estructura geométrica de experimentación espacial, Ravelo integra los modos de vida y sus consecuencias sociales a la obra. De ahí que el factor de la experiencia, tan propio de todas las corrientes cinéticas, no sea en él únicamente un detonador de problemas técnicos sino un activador de los efectos del vivir. Su más reciente propuesta nos trae –sin abandonar el ámbito de sus reflexiones por más de cincuenta años– nuevas exploraciones en las propiedades del color y de la estructura de los módulos geométricos. Desde que volvió de Francia ha indagado en las variaciones de los colores y la luz del trópico. Este sondeo en la sensibilidad autóctona le ha impreso una energía diferente a su propuesta.
Daniel Suárez
Es un maestro de la simbiosis entre los volúmenes tridimensionales y el espacio urbano. A él lo mueve el interés por hacer evidentes todas las dimensiones y todos los ángulos de exploración que puede tener una escultura dentro de un sistema visual. Todo está integrado porque asume el espacio como un conjunto heterogéneo de efectos ópticos. Sus obras lejos de imponer negocian con el entorno. Y ese intercambio es posible porque hay correspondencia entre las propiedades de uno y otro. Las cualidades sensoriales de una obra pertenecen también al lugar donde yace. De ahí que la plasticidad resulta del conjunto del efecto y no de las cualidades materiales del objeto. No obstante, en estos momentos está abocado a la investigación de la síntesis y la simplicidad. Su análisis está dirigido a explorar cómo la economía expresiva provoca la transformación del contexto. También de qué manera la neutralidad del color blanco acentúa el protagonismo del dibujo geométrico en el espacio. Sus obras, a través de esta particularidad, devienen en una escritura espacial. Es una suerte de texto infinito que se hace una y otra vez porque está afectado por las variaciones de su ecosistema.