Apóyanos

Sobre Rafael Cadenas. Algunos fragmentos

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Adalber Salas Hernández:

“Sé que para muchos de los lectores y escritores de mi generación es así. Es por ello que la decisión de otorgarle el Premio Cervantes se ha sentido como un gesto justo en un sentido profundo. La exactitud que practica y predica la poética de Cadenas —cada vez más parca, más cercana a ese silencio que ha sido su instrumento— funge como antídoto contra el barullo que tanto nos ocupa, contra el doblez y la banalidad que inflan y exasperan la esfera pública. Esta no es una poesía destinada sólo a leerse en privado, sino una poesía que invita a comprender la lengua como una práctica de constante exactitud e integridad, de necesaria honestidad. Otorgar el Cervantes a Rafael Cadenas ha significado premiar la capacidad que tiene la lengua de aspirar a eso que llamamos, a falta de mejor nombre, verdad”.

Diario El País. 12 de noviembre de 2022.

Alfredo Chacón:

“¿Qué ha hecho posible que esta concisa poesía de la precariedad fatal, de la inviabilidad existencial de toda certidumbre y de la inautenticidad como el aire que la existencia respira, haya sido, dentro de los consabidos límites de la frecuentación de la poesía, aquella en torno a la cual se ha sostenido con mayor continuidad el consenso consagratorio de la crítica y el público? ¿Por qué en este caso ha sido menor la distancia entre el valor y el reconocimiento de una obra?

La respuesta hay que buscarla. Cuando se la encuentre, quizás en ella resalten estos rasgos de la poesía de Rafael Cadenas: la desnudez tanto del tema como de la expresión que favorece la visibilidad para quienes todavía pueden mantener los ojos abiertos; y la acendrada vocación de plenitud, de exigente vivacidad, que sostiene a su espléndido reclamo”.

Publicado en Lecturas de poesía. Oscar Todtmann Editores. 2005.

Antonio López Ortega:

“La obra poética de Rafael Cadenas ha representado, por qué no decirlo, la más importante aventura textual de estos tiempos. Sus poemas nos acompañan como talismanes desde 1958, con la aparición de Una isla, y ya son cerca de cercanías, revelaciones, renuncias, lecciones o aprendizajes. Mi generación, particularmente, ha crecido con esta poesía, ha bebido de ella, ha hecho suya todas las sonoridades. Es nuestro poeta por antonomasia, nuestra secreta compañía, nuestro mascarón de proa. Se me dirá que este ensalzamiento nada tiene que ver con una poesía que reseña la humildad, que busca lo esencial de la vida, que se aparta de aspavientos, que ve en el yo —esa sacrosanta institución de Occidente— una gran trampa. Pero quizás nuestros accidentes históricos, nuestra ruina política y moral, han visto en esta poesía del despojamiento, paradójicamente, una tabla de salvación. Nunca pensó Cadenas que su poesía pudiera significar tanto para tantos lectores que la buscan o que encuentran refugio en ella”.

Clarín: Revista de Nueva Literatura, Número 114, Oviedo, España. 2014.

Armando Rojas Guardia:

“El encuentro con él, con su presencia física, resultó —es lo que me importa señalar aquí— muy sorprendente. No porque agregara algo nuevo, alguna claridad imprevista y curiosa, a esa imagen interior que había dibujado en mí, los años de familiaridad con su poesía. Más bien lo contrario. Conservo las notas personales que escribí aquel día, después de la prolongada conversación con él, y que estaban dirigidas a tratar de retener mi percepción, mi hallazgo: ‘La impresión global que produce Cadenas —dicen esas notas— está dominada por varias sensaciones: la que comunican sus silencios, a menudo ensimismados y largos, aunque siempre atentos; la que causa ver en él una ausencia absoluta de ‘pose’, del prurito —visible en incontables artistas, aún más si son tan conocidos como él— por cultivar una imagen; y, también la que provocaba en mí el descubrimiento, casi automático, de que no hay en él preocupación por —o necesidad de— agradar, ser simpático, conceder al interlocutor una complicidad más o menos frívola que haga ‘pasar el rato’, sin más. Lo asombroso consiste en lo siguiente: estas características de su trato no se traducen en una seriedad engolada, sino, al revés, en una desarmada —y desarmante— sencillez, llena de tacto y hasta de humor sutil (que es, la mayoría de las veces, una discreta, jamás estentórea ironía). Pero se puede decir que resulta una sencillez ajena a todo ingenioso divertimento, a toda ingenuidad”.

Del libro Rafael Cadenas. Poesía y destino. Coordinado por Reinaldo Rodríguez Anzola. 2020.

Arturo Gutiérrez Plaza:

“Ese reclamo permanente de anteponer la vida a lo literario es el que señalará, en buena medida, el curso de su obra poética: viaje del desborde verbal al ascetismo; de la catarsis y el embrujo de la palabra al ansiado silencio y el despojamiento. Trayecto entre el estallido y la calma que nos recuerda lo que la física hoy nos predica, y que desde muy antes ha permanecido en el saber religioso de las culturas ancestrales: antes de todo estuvo el misterio de la nada. El mismo Cadenas, en el libro sobre San Juan de la Cruz referido al inicio de estas páginas, nos lo advierte al señalar los arrebatos que el cientificismo le ha hecho al ser humano y que la ciencia le ‘ha devuelto con creces’ (Obras, 703), al reivindicar ese estado de ignorancia fundamental que surge de constatar que ‘mientras más se sabe, mayor es la perplejidad’ (Obras, 703). Quizás una análoga postura es la que ha determinado su visión de la vida respecto de la literatura, interesándose en esta última, sólo en tanto compromiso con la búsqueda de iluminaciones, de revelaciones que nos ayuden a habitar el misterio de existir”.

Revista Cuadernos Hispanoamericanos, Número 780. Junio de 2015.

Ernesto Pérez Zúñiga:

“El silencio es una de las condiciones de la íntima alquimia que nos transforma. En el silencio se consuma el despojamiento de las máscaras del yo. La personalidad es ruido: las huellas de lo que no somos impresas en lo que somos. Aunque pueda ser una música hermosa: las notas de la historia sobre nuestra partitura en blanco. En algún momento, resulta preciso desnudar por entero nuestro pentagrama y, a partir de esa desnudez, establecer nuevas relaciones con uno mismo y con el resto de la realidad. Entiendo que la renovación de esta manera de percibir es uno de los esfuerzos que realiza Rafael Cadenas con su poesía y que quizá lo ha alcanzado como ningún otro poeta en nuestra lengua. La ausencia de música ajena. Incluso la ausencia de personalidad, si la comparamos con otro gran maestro de la contemplación, Juan Ramón Jiménez, cuyos poemas puros están impregnados de un sí mismo mucho más evidente. La poesía de Rafael Cadenas es una caza imparcial, y parte de lo que él mismo define como una ‘profunda identidad con el Universo’. Este es el primer paso. Luego el poeta debe plasmarlo con una palabra verdadera, exacta.

En Gestiones: ‘Todo respira y da gracias / menos ellos’.

En Dichos: ‘Regresar a la naturaleza tiene para mí un solo sentido: vivenciarnos como naturaleza’.

En Apuntes: ‘No hago diferencia entre vida, realidad, misterio, religión, ser, alma, poesía. Son palabras para designar lo indesignable. Lo poético es la vivencia de todo eso’. ‘Una expresión que fluya desde nuestro vivir’.

En Musa: ‘Ser vocero / de la más oculta necesidad”.

Revista Cuadernos Hispanoamericanos, Número 780. Junio de 2015.

Fabienne Bradu:

“Del hombre, Rafael Cadenas, sé poco, prácticamente nada. Pese a los premios y la consecuente publicidad, su nombre recorre América Latina como la contraseña de una estrecha cofradía. Una leyenda lo envuelve a modo de sombra, poniendo a veces en tela de juicio hasta su misma existencia. No obstante, al leerlo, la sombra se abre y un verdadero acercamiento se produce, no sé si con la persona, pero sin duda con una voz, con la ‘voz incesable’ de Rafael Cadenas. Ahora que escribo estas líneas, desconozco los rasgos de su rostro, el timbre de su voz, si es alto o bajo, flaco o gordo, pero lo puedo imaginar en una forma no figurativa como el pintor crea un paisaje a partir de puros colores. La voz incesable de Rafael Cadenas no es exactamente un canto; su poesía no aspira a la espectacularidad de los sonidos, sino más bien a una actitud, una manera de ver y de estar en el mundo. Quizá la fisonomía que descubre la voz sea la del alma.

De la Obra entera me deslumbró la lectura de los ‘Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística’. Sentí que por excepción leía unas reflexiones sobre la mística que eran, a un tiempo, agudas, pertinentes y accesibles. La pertinencia se agiganta bajo el lente egoísta de mis intereses: allí Rafael Cadenas hila sus comentarios a partir de las mismas preguntas que nunca pude contestarme a través de otras lecturas, quizá por la simple razón de que nunca supe formularlas como él lo hace. Al frecuentar a los místicos, uno puede sentirse sobrecogido y admirado, pero también, inevitablemente, ajeno, quiero decir, distante, abrumado o embrutecido, y sin duda poco dotado para la gracia y la inteligencia. En cambio, si bien Rafael Cadenas atestigua un íntimo conocimiento de los asuntos místicos, permanece a nuestro lado, hablándonos al oído de los caminos que podrían conducir a la iluminación. Rafael Cadenas se sitúa a sí mismo fuera de ‘la ínfima minoría de los liberados’, escribe desde ‘la normalidad con sentido del asombro’, pero su autoexclusión del exiguo círculo mágico hace ingresar al otro que está en todas partes, en todas las cosas, y donde estamos todos, brillantes y miserables: ‘Solemos hablar del misterio del universo sin incluirnos, como cosa ajena, como si no formáramos parte de él, como si no le perteneciéramos’. Gracias a este ‘situacionismo’ sostenido en prosa y poesía, percibimos a Rafael Cadenas tan accesible, como si nos mostrara nuestra común derrota y nuestros torpes aleteos, pese a que compartamos el anhelo del vuelo y unas escasas intuiciones del ‘sentimiento del misterio».

De “Rafael Cadenas”. Revista Letras Libres. 31 de agosto de 2002.

Joaquín Marta Sosa:

“Cadenas insiste, véase su insuperable En torno al lenguaje, que a veces se siente ‘un mendigo verbal’, afirmación tan dispar con respecto a esos que dan por hecho que lo saben todo y que todo lo pueden decir en esas grafías digitales primitivas y en las torceduras infantiles de la lengua. No, Cadenas aprende de Hölderlin: ‘El lenguaje es el más peligroso de los bienes porque puede estar al servicio del bien y del mal’. Pero este problema moral asociado al lenguaje y a sus usos no está en las riberas por donde deambula la mayoría de los urbanistas de este siglo. En consecuencia, también en este aspecto el doctorado que hoy se confiere es un homenaje, digámoslo así, a la resistencia frente a los usos simplistas, pueriles de todo aquello que pudiera enriquecer nuestra humanidad”.

Discurso acto de otorgamiento del Doctorado Honoris Causa a Rafael Cadenas, Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado. 15 de noviembre de 2012.

José María Cadenas:

“Como poeta Rafael manifiesta una vocación muy temprana. Ya a los 14 años aparecen poemas suyos en el diario El Nacional, creo que por iniciativa del poeta Carlos Augusto León. Cantos iniciales, su primera publicación separada, la hace a los 16 años, editada en 1946 por la Academia Mosquera Suárez, dirigida por Casta J. Riera, una extraordinaria mujer que realizaba una valiosa tarea de estímulo y mecenazgo cultural en el Barquisimeto de los años 40 y 50. Bajo su protección publicaron también escritores como Eliseo Jiménez Sierra, Salvador Garmendia, José Parra, Elio Mujica y Alberto Anzola. Cantos iniciales abre con una sucinta e indagadora presentación de Salvador Garmendia —quien ya mostraba su condición de escritor, confirmada sobradamente por la obra dejada—, lo integra un conjunto de poemas breves, que a pesar de la juventud del autor, ya evidencian la sensibilidad, precisión de lenguaje y una búsqueda de expresión personal.

Pienso que, de cierta manera, aquellos poemas verdaderamente iniciales encuentran una línea de desarrollo en su obra posterior, caracterizada por una sostenida economía de elementos y una inquietud reflexiva, salvando por supuesto la distancia que proporcionan la madurez y el oficio. Así como cada poema de Cantos iniciales revela un esfuerzo de síntesis, donde no parece que sobraran palabras, un texto limpio que conduce a la meditación, su obra general también suele ser el resultado de la maduración, de la espera, de la introspección, de la convicción de que ya es hora de que lo macerado se abra paso, que cumpla con la necesidad de comunicarse consigo mismo y con los otros”.

De “Notas personales sobre Rafael Cadenas”. Revista Principia, Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado. Julio de 2018.

Josu Landa:

Apuntes sobre san Juan de la Cruz y la mística resulta de la acertada ponderación que hace Cadenas de las referidas determinaciones externas y de la liberación de su propia fecundidad espiritual, que finalmente se evidencia como potencia bífida: fluye tanto por el cauce de los reclamos de lo real-misterioso cuanto por el de la composición poética. Después de largas exploraciones, lecturas, reflexiones y hallazgos de significación diversa, el poeta ofrece en esa obra el registro de un acercamiento vital y personal, no diletante ni erudito ni académico, a los dominios de lo místico y la mística. La dicción de esas notas es directa, sin pretensiones, como si se tratara de una proyección de la poesía de Cadenas, siempre refractaria a juegos fatuos y adornos estorbosos.

Es notorio que, para poder redactar sus Apuntes, Cadenas leyó una amplia serie de libros en torno a la mística, aparte de los de Juan de Yepes y su adlátere espiritual Teresa de Ávila. También se echa de ver que la lectura de esa bibliografía tuvo siempre un carácter crítico y dialógico. Esto sustenta la singularidad de sus respuestas a las preguntas que motivan su búsqueda teórica. Pero lo más destacable de ese puñado de notas, que a fin de cuentas se conforma como algo cercano a un tratado sobre la mística (sobre todo) occidental y sus nexos con el lenguaje y la poesía, es el peso que en ella adquiere la reflexión autónoma. Platón nos legó, en Sofista, una hermosa definición del proceso reflexivo: el diálogo del alma consigo misma. Cada cita, cada anécdota, cada comentario de los que dan cuerpo a los Apuntes de Cadenas, aparecen como la huella de un pensamiento integrado a su propia conciencia, por obra de un desdoblamiento dialógico interior; es decir: un pensar genuino y aun arriesgado.

El poeta Cadenas no pretende hacer ciencia ni filosofía rigurosa; no tiene por qué ir más allá de la honrada forja de respuestas a preguntas acuciantes, a inquietudes abrasivas. En ese contexto heurístico, la meta no es la consistencia lógica de ciertos enunciados, sino la honradez y el espesor de la vivencia. Por eso, en algunos casos en que la razón no alcanza a comprender ni, menos aún, satisfacer cierta sed de absoluto —un anhelo de inserción en la unidad del mundo—, Cadenas siente la urgencia de asentar esta conciencia: “¿Me contradigo? Pues bien, me contradigo” (693). Palabras, estas, que en trance análogo pudo haber proferido alguien como Miguel de Unamuno, aunque en verdad este nombre brilla por su ausencia en el discurso cadeniano”.

De “Rafael Cadenas: en busca del misterio perdido”. Ensayo publicado en Periódico de Poesía. Universidad Nacional Autónoma de México. 17 de agosto de 2020.

Luis Miguel Isava:

“No cabe duda de que la poesía de Cadenas ha tendido a leerse como un intento de patentizar una motivación temática fundamental que llega a convertirse en la materia misma de sus distintas manifestaciones verbales. Aparentemente, sus poemas, en consonancia con sus anotaciones, ensayos y entrevistas, parecen reiterar una única y compleja tesis esencial: el ser humano, sobre todo en Occidente, parece haber perdido la clave de una existencia plena, en comunión con el mundo; por tanto, es necesario que recupere ese nexo, ese vínculo inmediato —esto es, no mediado por ideas, dogmas, ideologías, sistemas de pensamiento— con su entorno o, más precisamente, con su fundamento. La terapia que corresponde a este diagnóstico no es menos precisa: el ser humano ha de prescindir de todo aquello que lastra, que impide ese regreso a una visión inmediata: el yo, la mente, la razón técnica, el perspectivismo, los nacionalismos, etc., para así recuperar el asombro y, con él, la mirada despojada de presupuestos que ve y reconoce el misterio. Exploremos brevemente estos dos aspectos: la tesis/diagnóstico sobre la cultura occidental y la posible terapia, que me gustaría bautizar como ‘ética del despojamiento’, para luego proponer algunas reflexiones”.

Revista Cuadernos Hispanoamericanos, Número 780. Junio de 2015.

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“La obra poética de Rafael Cadenas es el testimonio de una irrenunciable constancia en la escritura que, sin embargo, se materializa en formas diversas —incluso, por momentos, divergentes— del decir. En esa apasionada búsqueda puede discernirse un claro hilo conductor: un posicionamiento ético que concierne tanto la relación de los humanos con el mundo, como el espesor que dicha relación adquiere a través de la palabra. De hecho, su poesía podría caracterizarse como un esfuerzo constantemente renovado de imbricar ambos aspectos. ‘Enloquezco por corresponderme’, nos dice; una frase en la que ‘corresponderse’ apunta a las imprescindibles ‘nupcias’ —la palabra es también de Cadenas— entre dicha visión y la palabra que ha de sostenerla; mientras que el ‘enloquecer’ manifiesta los elementos de un drama: el recorrido por momentos en busca del estadio culminante y definitorio que dará sentido y coherencia al desarrollo. Pero este drama, como veremos, puede pensarse incluso en sentido musical. Por ello, no dejará de ser iluminador repasar sus diversas escenas para poder patentizar la naturaleza de su quête ético-verbal”.

Revista Letras Libres. 16 de noviembre de 2022.

Magaly Salazar:

“En Rafael Cadenas el fenómeno de la búsqueda surge como una necesidad de su ejercicio diario, la región sin nombre, llámese la otredad, la otra orilla, la transparencia. Es la fuerza que ha movido las potencias de la humanidad. Es el ‘filo’ de la diafanidad. Para muchos, el nirvana o el éxtasis. Cadenas se mantiene en el tao, no expresamente, porque él no es un orientalista sino porque su paso es débil.  Mantenerse en lo débil es ser fuerte,  ser humilde es conservarse  entero, conocerse a sí mismo es sabio, dice el tao. ¿Acaso no es esto presencia en la poesía que comentamos? Presentimos en el poeta influencias  del taoísmo. El tao es el camino de purificación que conduce a la verdad. El requerimiento implícito en ese llamado lo captamos en el poeta como una urgencia visceral: ‘Dame la clave, la clave orgánica, fogosa, primaria’, dice Cadenas en ‘Incantación’. La región del descubrimiento es esta, ahora; un sitio inapelable’.

Del ensayo leído el Día del Escritor, 26 noviembre de 2022. Acto organizado por la Academia de la Lengua y el Círculo de Escritores de Venezuela.

Manuel Caballero:

“Con todo, comenzamos a darnos cuenta de que nuestra vida no iba a ser la de una pelea por el poder, que es el centro de toda política, sino el de un combate con las palabras, que es el de toda escritura. Fundamos entonces el grupo Tabla Redonda, junto con Jesús Sanoja Hernández, Arnaldo Acosta Bello, Darío Lancini, Jesús Enrique Guédez, Ligia Olivieri, Jacobo Borges… Nuestra primera hazaña, luego de publicar una revista, fue editar un poemario de Rafael, Los cuadernos del destierro. Aquí es necesario precisar algo. Cuando digo ‘editamos’ en vez de decir ‘Rafael publicó’ es porque aquello se atiene más a la verdad. Rafael trajo unos manuscritos que todavía no parecía haber ordenado como un solo texto continuo. No le sugerimos que lo publicara: de hecho se lo impusimos, y publicamos su parte inicial en el primer número de la revista, con una extraordinaria ilustración de Ligia Olivieri, que ponía en líneas de limpio trazo la imagen de ‘un rey [que] como en exilio se fastidia’.

Cuando esos manuscritos se convirtieron en un libro, Rafael quería, con su sencillez característica, que se llamase Cuaderno de un desterrado. Me opuse con toda la energía de que soy capaz, y le hice ver que así se iba a parecer a unos de esos héroes y mártires de la dictadura que en esos días se mostraban en todos los periódicos. Rafael terminó por aceptar el título que le propuse, Los cuadernos del destierro. El cual podía parecer un tanto presuntuoso, como modesto era el que el propio Rafael le había dado”.

Del artículo “Para la memoria de una amistad”. Papel Literario, diario El Nacional, octubre de 2000.

María Fernanda Palacios:

“Para decirlo de una vez: entre las opiniones que expresan sus entrevistas, las inquietudes que desarrolla en sus ensayos, los libros y autores que lo acompañan en la vida, los aforismos, los dichos y los poemas que escribe cuando puede, hay una misma corriente de angustia y de gratitud hacia la vida, así como una conciencia crítica donde el combate a las tiranías y la defensa de la civilización fue ganando mayor lucidez a medida que el mundo se hacía más turbio. Una profunda coherencia y una rara continuidad forman la médula de sus escritos. Ajeno al oportunismo de las modas y los intereses pasajeros, y combatiéndose a sí mismo en el terreno de las identificaciones, su palabra nunca ha dejado de ‘hacer contraste’, aunque se mantuviera siempre distante de los experimentos y tremendismos de las vanguardias.

La continuidad que he mencionado no la hallaremos en el estilo, sino en la naturalidad con que lo ha evitado: él mismo dijo que se impuso como vía un ‘torpe’ inestilo, el de ‘la expresión necesaria’. Y es en la lucha que su conciencia libra con las construcciones y espejismos que traman y traban nuestra relación con el mundo donde está el origen y el impulso de esa necesidad: asentimientos que no se transforman en certezas inexpugnables; asombros que no llegan al éxtasis de las revelaciones; acordes, sí, como en música; pactos necesarios y transitorios con los hechos, y también negaciones, siempre que éstas no sean un pero al mundo. De allí sale, creo yo, el tono singular de su escritura, su temple vital y moral, la sobria autenticidad que respalda sus acciones y gestiones en la literatura y en la vida.

Creo que en este dicho —así llama Cadenas a algunos de sus escritos aforísticos— se hace más explícito ese temple: ‘Casi todas las místicas se fundan en la negación de lo que existe. / ¿No es posible una ‘espiritualidad’ terrenal? / Yo me niego a aceptar que la ‘creación’ / sea mala o simple peldaño hacia otro mundo o lugar de purgación. / Este presente es todo’. O en este otro, todavía más leve: ‘Seguir viviendo es ya una respuesta a cualquier interrogar filosófico sobre el sentido de la vida’. Esto no es filosofía. Tampoco son poemas. Pero son surcos que la filosofía y la poesía fueron abriendo en la conciencia y que quedan abiertos, interrogantes y receptivos. Entonces, escritura y reflexión se encaminan juntas desde la disponibilidad de una pregunta que se abre paso sin prisa por llegar a una respuesta. Son preguntas que van haciendo camino y miran a los lados, atentas y olvidadas de sí. Este pensamiento no se arma, a la defensiva, en la mira que le ofrecen las respuestas que le salen al paso. La inquietud que lo impulsa no se extingue, sabe que ‘ningún viento puede apagar la llama que en nada se apoya’.

Revista Cuadernos Hispanoamericanos, número 780. Junio de 2015.

Moraima Guanipa:

“Si la poesía es como afirma Octavio Paz, el ‘reino donde el nombrar es ser’ (1993), en Cadenas tal constatación adquiere rango de mandato y norte. Pero tal condición se cumple mediante tareas reflexivas que lo llevan a poner en cuestión los poderes de la palabra y la esencia vital de su quehacer. El proceso seguido por el poeta pasó del resplandor verbal y la afirmación de imagen poética que se potencia en el recuento mítico de un yo asombrado y estupefacto como el que asoma en Los cuadernos del destierro (1960), a un trabajo por ganar la limpidez y la precisión en el decir, al tiempo que encarnaba el desprendimiento y el desapego interior, cuya expresión extrema rozaría incluso el silencio. Tales tareas, que inician con Falsas maniobras (1966) y alcanzan una radical expresión en Intemperie (1977), tienen como base la desconfianza del autor en la exaltación exagerada del lenguaje”.

De “Rafael Cadenas: la literatura implacable”. Revista Akademos, Universidad Central de Venezuela. 2017.

De “Rafael Cadenas: poeta y ensayista”.  Forma parte del volumen Rafael Cadenas. Poesía y destino, coordinado por Reinaldo Rodríguez Anzola. 2020

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