Hay un tiempo de dejar de ser y fundirse con las formas, hay un tiempo en que nuestros nombres son los nombres de los objetos. Tiempo de peligro porque carece de regreso. Su razón: una carencia:…
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Tiempo. Estático. Hecho de desplazamientos a zonas nunca fijas. Moverse de no ser llenado. Simplemente atravesar.
Rota toda posibilidad de arraigo, queda este viaje sin principio ni fin, a esa cuarta dimensión donde las cosas han abandonado sus nombres y se fusionan y se desprenden. Nunca acumulativas, entendidas en su capacidad de fusión y desplazamiento singular.
Y las posibles pluralidades se desligan para ser uno y otro y todos. Suerte de himno general, nunca propiedad, verso unánime, pasión encontrada en fuerzas convergentes y divergentes de atracción y rechazo.
Tiempo disuelto en la comunión y en la disyunción de los elementos. Moverse puro y percibir en la unidad la pluralidad.
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Ese cuerpo de quien no espero sino la neutralización de toda pasión. Cuerpo de olvido a quien entrego la voluntad furiosa del otro cuerpo. Cuerpo capaz de aplacar todas las furias, cuerpo inmutable en quien no se engrandan las asperezas y donde todas ellas van a beber. Cuerpo armonioso adonde llegan las pasiones de este cuerpo y otros cuerpos desde donde provengo para acallar el desbordamiento exterior: el de otros cuerpos que me llaman y a quienes concedo ese espacio suficiente para herir, convulsionar…
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Sobre mi cuerpo, sobre estas estructuras concebidas por manos ingenieras fabricantes de nuevos espacios, han sido muchas las palabras nombradas. La cal y la arena. Luego, el tiempo. Rasgaduras en estos planos que me conforman, en los techos y en mis ventanas. Algunos han dicho de mis ventanas: “Son tristes porque no miran fijamente y quien acude a ellas provoca el sueño”.
Ellos atribuyen a mi tiempo sus tiempos y asignaron a mi indiferencia sus pasiones. Hablaron de casas tristes olvidando a sus habitantes…
Los contengo en mis resquicios, en los rincones abandonados y en mis habitaciones solitarias. También provoco sus llantos y soy testigo de esos suicidios.
Ellos le asignan a mis rincones una propiedad que desconozco: la memoria. Sometida a sus arbitrios me vuelvo cruel y desproporcionada. Mi cuerpo se vuelve recuerdo. Sus ojos me miran para hacer permanentes otros ojos, otros habitantes. Les revelo esta apatía y me maravillo de sus poderes de desplazamiento, de sus transformaciones orgullosas.
Mi ojo está hecho solo para el silencio, para la apertura hacia la confesión inocente, la que se ha creído sola frente a la dureza de mi cuerpo de cal y cemento.
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Y todos estos seres que hemos creído vivir los transformamos en espacios de verbos, y tejemos sus bordes con ese derecho a recuperar, en un espacio, otro que nunca había podido ser nuestro, en esa inútil tentativa de querer fijarlos definitivamente, asignarles propiedades, categorías, demarcarles el pedazo de aire respirable… Y nos acercamos entonces a otro, igual a uno, con el mismo oficio de querer fijar los cuerpos en páginas… y nos situamos en ese terror, en el horror de querer escapar a ese destino que nos fije, que limite nuestro esplendor y nuestra vacuidad, nuestra fluctuación y nuestro hallazgo…
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Mi proyección de palabra se proyecta en ti, objeto
Revelo tus deseos, esas tristes pasiones que te contienen
Nombre deseado por tus formas
revés de todos tus planos
desde los puntos de vista imposibles
desde esa amalgama que intentas
en esta palabra
realizar
Soy la palabra y me devuelvo en ti
para darte esos límites
devuelvo entonces esas tensiones para distraer a los hombres
construyo y enhebro los hilos tejedores de tu fortuna
de una mirada indiferente una respuesta
Y ellos se sentarán seguros
en razón de esta impotencia
por este fracaso con que suelo abrazar el mundo
Palabra
verso sobre mi infinito la extensión de todos los sueños
ellos saben mecerse
salvan
en el tiempo
la creencia
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He vuelto sobre los límites de estos cuerpos reales. Al límite de sí mismos, abandonados dentro de sí, desperdigados en esa inocencia que nunca los ata a las cosas, que los separa. Y ellos son ahora los rastros de un vuelo, la huella de separaciones misteriosas, los vacíos, sus vacíos, el propio vacío que los contiene y que ahora fluyentes en este nuevo espacio dejan de percibirse, como si fuesen una muerte.
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Espacios para decir lo mismo / Spaces to Say the Same [Thing]
Hanni Ossott
Traducción al inglés de Luis Miguel Isava
Ediciones «Letra Muerta»
Caracas, 2017