Papel Literario

Sarmiento se despide

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Por NELSON RIVERA

Habla Domingo Faustino Sarmiento (o eso creemos). Nos habla desde 1874. Específicamente, desde el 11 de octubre de 1874, un día antes de dejar la presidencia de Argentina, ejercida durante 6 años. Tiene 63 años. Su voz es la de un sosegado cansancio. El primer párrafo de la novela de Martín Caparrós, que lleva el lacónico título de Sarmiento, dice: “Ya está: mañana se termina. Estoy dejando atrás todo eso que alguna vez me pareció, de tan lejano, inalcanzable. Pasé toda mi vida tratando de ser lo que ahora soy y mañana ya no. Lo fui seis años: pasado mañana será como si no lo hubiera sido”.

Y así arranca su recapitulación en primera persona. No se limita a los seis años de su gobierno: habla de su vida y sus exilios, sus rivales en la política y su hacer en los distintos cargos acumulados en su trayectoria, de amores y la participación en las luchas políticas y armadas de su tiempo. Hace un balance de las que eran sus aspiraciones, confrontadas con las realidades de su gestión. Es el relato de quien lo ha visto todo, pero que todavía guarda, casi intacta, la perplejidad de reconocer que él, nacido en una casa de adobe, en una modesta barriada de San Juan, pequeña ciudad a casi 1400 kilómetros de Buenos Aires, alcanzó la presidencia de Argentina, entonces una nación en proceso de consolidarse: “Siempre fui uno que se coló en la fiesta”.

La voz de Sarmiento hipnotiza. Apacigua y abre rendijas en el ánimo del lector. Lo predispone a escuchar. Su avance es pausado. Repasa los hitos de su experiencia con mesura: no los despacha, tampoco los agota. No abusa de los hechos, ni siquiera de aquellos que hubiese preferido olvidar. Se reconoce en la soledad del ocaso. Su recapitulación no opera como un ajuste de cuentas. Sus intereses son otros. Quizá ordenar, para sí mismo, su versión del deber y el haber de su vida. Quizá, para protegerse de la indefensión a la que se expone la memoria de los que mueren. Quizá, para realizar la tarea que nadie más podría cumplir como él: darle forma a su legado, con lo que hay en él de brillo y opacidad.

No lo olvidemos: el que narra es el autor de esa obra inmensa que es Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Aspecto físico, costumbres y ámbitos de la República Argentina (1845), ensayo fundacional, cuyos debates sustantivos, el de la compleja dialéctica entre civilización y barbarie, constituyeron un hito en todo el continente. La modulación que Caparrós atribuye a su personaje, es de esa talla: la del hombre que observa con alguna distancia y desde una cierta altura, no para imponer su visión a la de otros —no para ejercer esa forma de poder que es la ventaja intelectual—, sino para hacerse comprensible. Sarmiento es el relato de una transformación: la del poderoso que, al dejar de serlo, aspira a una lectura comprensiva de su obra y sus motivaciones.

Pero ese recorrido vital, y esto es quizás el otro gran atributo que tiene la novela de Caparrós, además de la sustancia autobiográfica, reside en la meditación del poder que Sarmiento —la voz de Sarmiento— desgrana página a página, no con sistematicidad o voluntad teórica, sino atada a la experiencia: a la administración de los avances y repliegues; a las intuiciones que sugieren qué es lo que el otro quiere o no oír; a las malas decisiones que es necesario tomar como alternativa a otras peores; a la convivencia que el poder impone con la muerte, el cálculo, la mentira, la verdad a medias, el cinismo, las apariencias, con los dilemas, incluso aquellos que brillan por su inutilidad.

Sarmiento —voz, escritura— invoca la memoria de la atracción y el desprecio; de los tiempos de guerra y la irrupción de la ferocidad asesina; de lo que el gobernante conoce y de lo que escapa a su campo de visión; a lo que el mando tiene de fáctico, y también de simulación o de azar; a la astucia o lucidez o sentido de supervivencia que impide, sin saber por qué, tomar un camino que conduciría a la derrota irrevocable; a la aceptación, no resignada sino plena de conciencia, de que tarde o temprano en la escena del poderoso se desplegarán fuerzas que lo superen. Sarmiento, el gran pedagogo, el modernizador, el prohombre latinoamericano, el escritor incomparable del XIX, el tataranieto de la Ilustración que confiaba en que la Educación liberaría a su país de la barbarie y también de la dependencia, ese Sarmiento es el que dice: “Nadie sabe qué hacer con sus últimas horas: por definición, nadie tiene experiencia”.


*Sarmiento. Martín Caparrós. Penguin Random House Mondadori. España, 2022.