Por FEDERICO PACANINS
Poeta de memorables rimas, Manuel Felipe Rugeles (San Cristóbal,1903 – Caracas,1959) entregó un legado lírico que todavía hoy, a más de sesenta años de su muerte, deja huella en nuestra cultura mediante la prosapia andina de su poema La Aldea (1944), o a través de la letra de dos celebradas canciones del repertorio venezolano: Gota de breve rocío (con música de Inocente Carreño, grabada por el Orfeón universitario de la UCV), y Este niño don Simón (con música de Iván Pérez Rossi, grabada por Serenata Guayanesa).
El poeta Rugeles, parte del grupo literario de la llamada Generación de 1918, de joven estuvo exilado en Colombia debido a su actividad crítica frente al régimen de Juan Vicente Gómez. Regresó a Venezuela a mediados de la década de los años treinta, trabajando en diversos cargos públicos, entre los que destacan su labor como secretario de la delegación venezolana ante la Organización de Estados Americanos (OEA, 1948); también fue director de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación y de la Revista Nacional de Cultura (1953-1957).
Varios poemarios publicados dan cuenta de su obra: Cántaro (1937), Oración para clamar por los oprimidos(1939), La errante melodía (1942), Aldea en la niebla (1944), Puerta de cielo (1945), Luz de tu presencia(1947), Canto a Iberoamérica (1947), poema premiado en México por la Unión Femenina Iberoamericana, Memoria de la tierra (1948), Coplas(1947), ¡Canta pirulero! (1950), Cantos de sur y norte(1954), que mereció el Premio Nacional de Literatura de ese año, y Dorada estación(1961), publicado después de su muerte. Su hijo, Alfredo Rugeles, es un distinguido director sinfónico venezolano, siempre atento a preservar el sensible legado literario de su padre.
En Aldea en la niebla (1944)
La aldea
En mi aldea,
cuando niño,
nunca creí en otra aldea,
nunca soñé en otro cielo,
nunca pensé en otra tierra.
Recortaba sus crepúsculos
Y apacentaba sus nieblas.
Cristales me daba el río,
pájaros me dio la huerta.
Con un caracol de monte
vida tuvo una flor nueva.
Preso entre cuatro horizontes
pasé mi niñez entera.
Después descubrí un camino
Nacido al pie de mi aldea.
Gota de breve rocío
Color de rosa y olor
De manzana sobre el campo.
Gota breve de rocío
Con su luz tiembla en la tierra.
Con su luz quiere ser llanto.
Quiere también ser diamante.
Quiere también ser estrella.
Espejo de plata fina.
Perla de mar. Solo perla.
Pero es gota de rocío
y dura un segundo apenas.
De Errante melodía (1942)
El hombre
Este hombre es el mismo que conocen los siglos.
Vencedor o vencido, filósofo o esclavo,
justo o impenitente, conforme o vengativo.
Este hombre es el mismo
que ha tirado el guijarro o ha aromado la venda,
que ha escondido el puñal o ha cortado la rosa,
que ha erigido el patíbulo o ha apagado la hoguera.
El que avivó la ira o prendió la alegría;
el que vistió la púrpura o el que anduvo desnudo
o lloró frente al mar o atizó la tormenta.
El mismo, el mismo hombre
que salvó las palomas o arruinó las abejas;
el del vaso de oro o el manjar de lujuria;
el que bebió del cielo o se hartó de la tierra.
El mismo, el mismo hombre
de la ardiente cruzada o el de voz tumultuaria;
el bandido o el mártir; el héroe o el misántropo;
el de lámpara o cruz o bandera en la diestra.
O el que desesperado sin esperar blasfema,
o el que ha hundido sus labios en la herida de Cristo
o el que ahoga su llanto profético en la sombra
o el que mide su vida por un grano de trigo.
Todos el mismo hombre que conocen los siglos.
Y en la historia o la fábula diciéndonos hermanos.
Y tú, Dios, perdonando la mentira y el odio
y la sangre vertida que corre en nuestras manos.
De ¡Canta pirulero! (1950)
El Río y la nube (en Círculo de luz)
–¡Morir en el mar no quiero!
Se puso a gritar el río.
–¡Morir en el mar no quiero!
–Buscaré rumbo distinto–
–Soy el dueño de mi vida.
–¡Quiero morir en mí mismo! –
Y una nube que escuchaba
a su voz rebelde le dijo:
–¡Te equivocas! Tú no eres
el dueño de tu destino.
–Igual que con el arroyo
y el pozo más escondido,
a pesar de lo que dices,
la ley se cumple contigo.
¡Habré de secar tus aguas
e irás hasta el mar conmigo!
Este niño Don Simón (en Rondas y canciones)
El niño Simón Bolívar
tocaba alegre tambor,
en un patio de granados,
que siempre estaban en flor.
Montó después a caballo.
Dicen que en potro veloz;
por campos de San Mateo,
era el jinete mejor.
Pero un día se hizo grande
el que fue niño Simón,
y a caballo siguió andando,
sin fatiga, el soñador.
De Angostura hasta Bolivia
fue, guerrero y vencedor,
por el llano y por la sierra,
con la lluvia y con el sol.
A caballo anda en la historia
este niño don Simón,
como anduvo por América
cuando era el Libertador.
Milagro (en Décimas en azul)
Cantar de Dios en la altura.
Unidad de vuelo y trino.
Celeste desgarradura
Del alba sobre el camino.
En este andar peregrino
qué milagro he descubierto
con el oído despierto
y la inquietante mirada:
saber que surge en la nada
la vibración de lo cierto.
De Coplas (1947)
Recuerdo
Cuatro cosas perdí yo
al salir de la montaña:
perdí la niebla y el trigo,
tu corazón y mi casa.
Sueño
De la ebriedad al vacío.
De la inquietud al sosiego.
Así vas tú, sueño mío,
como la ola, viviendo.
Fortuna
Estancias de la fortuna.
¡Ay, a veces tan fugaz,
que es buena con el que llega
y no alcanza al que se va!
Lección
No te impaciente el ocaso.
Aprende del mismo sol,
que sabe ocultarse a tiempo
para iluminar mejor.
De Poemas al hijo (1954)
¿Serás el hijo fiel?
Llenas toda la casa con la fauna amorosa
de tus lindos juguetes. Con tu voz candorosa
de niño que repite palabras diferentes
y siempre imita el gesto con que hablan otras gentes.
Llenas toda la casa con tu sabia alegría
de pájaro. Despiertas cantando como el día.
Tu sonrisa es tan dulce como un vaso de miel.
Eres el hijo único. ¿Serás el hijo fiel?
Quiera Dios que prosigas con tu paso ligero
camino hacia la vida tal como yo te quiero:
puro, digno, sincero, resplandor de mi gloria.
Tendrás mañana un mundo para empezar tu historia.