Por FEDERICO PACANINS
Dos cultos caraqueños de mediana edad se encuentran en una calle de su ciudad. Entusiasmado, uno comenta: “Sabes, hermano, ¡por fin voy a conocer Europa!”. Y el otro le contesta: “Disculpa, hermano, pero tú no vas a conocer Europa. Tú lo que vas es a corroborar a Europa…”. Esto se cuenta de los ilustres Nazoa, Aquiles y Aníbal: poetas, periodistas, críticos, cronistas y humoristas del mejor tono imaginable.
La obra literaria de Aquiles Nazoa (Caracas, 1920-Maracay, 1976) ha sido objeto de múltiples ediciones y reconocimientos; la de su hermano menor, Aníbal Nazoa (Caracas, 1928-2001), también tiene un distinguido lugar dentro del humorismo y la crónica literaria de nuestro país. El menor de los Nazoa, según acertadamente anotó Luis Britto García, «Concilió erudición con gracia, ternura con acidez, compromiso con libertad de conciencia, densidad con levedad, altura con profundidad».
Su extensa carrera como cronista y humorista comenzó en 1941 en el semanario El morrocoy azul. Luego colaboró con Fantoches, El tocador de señoras, Dominguito, El fósforo, La pava macha, y en las revistas El Gallo pelón, Cascabel, Élite, Momento y Semana.
Trabajó en el diario El Nacional desde 1955 hasta 1991, ofreciendo por varias décadas las columnas Aquí hace calor y Puerta de Caracas, cuyas crónicas son materia de dos antologías homónimas publicadas en 1969 y 2007. Obras incompletas (1969) —libro de obligatoria referencia para cualquier antología del humorismo literario en Venezuela—, Las artes y los oficios (1973) y La palabra de hoy (1981) son otras publicaciones que dan cuenta de su prolífica obra.
Compartimos una breve selección conformada por la letra de la conocida canción Punto y raya(con música de Juan Carlos Núñez, grabada en 1972 por Soledad Bravo y también por Lilia Vera); la crónica literaria Barranco, y las piezas humorísticas La entrevista y La carta abierta, de unas Obras incompletas plenas de sabrosas ironías, tales como la inspirada en La Carátula del disco: “El buen amante de la música vernácula y de las tradiciones de nuestro pueblo, pueblo filósofo y artista de casta hallará en este disco las más variadas expresiones del alma popular”.
PUNTO Y RAYA (canción, 1972)
Entre tu pueblo y el mío,
hay un punto y una raya,
la raya dice «no hay paso»,
el punto, «vía cerrada».
Y así, entre todos los pueblos,
raya y punto, punto y raya,
con tantas rayas y puntos,
el mapa es un telegrama.
Caminando por el mundo,
se ven ríos y montañas,
se ven selvas y desiertos,
pero ni puntos ni rayas.
Porque estas cosas no existen,
sino que fueron forzadas,
para que mi hambre y la tuya
estén siempre separadas.
BARRANCO (en La palabra del día, 1981)
Entre las curiosas expresiones que manejan las nuevas generaciones de venezolanos, hace poco oímos una de muy reciente aparición y que para nosotros resulta no menos enigmática: “Asume tu barranco”, le dice un chamo a otro a la entrada de una sala de fiestas. Inmediatamente abrimos las averiguaciones del caso y, según pudimos entender de lo que nos explicaron los muchachos, aquella frase quiere decir algo así como “si te quieres ir de rumba, allá tú, atente a las consecuencias” o “bueno, te vas de rumba a todo riesgo”. No sabemos si estábamos en lo cierto, pero por ahí va la cosa, a juzgar por lo que nos dijo otro joven: “Hasta luego, pure, me tiro por mi barranco”.
Mientras los chicos se divierten, por aquí nos preguntamos ¿de dónde salió este barranco? Aún no tenemos la menor idea, pero sí sabemos que la palabra hoy, barranco, viene del griego faranx, farangos, “precipicio, abismo, despeñadero”. Esta es la etimología que recoge el Diccionario de la Real Academia y con la cual, a pesar de parecer tan clara, no están de acuerdo algunos lingüistas, entre ellos el lexicógrafo Corominas, para quien se trata de un vocablo prerromano. En todo caso, según estos especialistas, sería una voz prerromana, emparentada con la griega, pero que —dicen ellos— ni siquiera se sabe de cuál lengua prerromana procede. En fin, el asunto es tan complicado que aunque se disguste el joven que nos dio el dato nos negamos a asumir este barranco y preferimos irnos detrás del caimán a gozar en Barranquilla.
LA ENTREVISTA (en Obras incompletas, 1970)
No se imagine ¡por favor! que estamos tratando de enseñarle cómo hacer una entrevista. Toutaucontraire, Monsieur l´ ecrivain: una vez que usted haya logrado hacerse escritor y triunfado en la vida, debe estar debidamente preparado para las entrevistas. Dondequiera que llegue será entrevistado. Cada vez que surja en el país un problema merecedor de una encuesta entre las personalidades representativas, usted estará lista. Ningún estadista o intelectual fallecido recibirá sepultura antes de que la prensa lo haya entrevistado a usted y a otros escritores para pedirle su opinión sobre la gran pérdida. No podrá usted publicar un libro, ni viajar, ni obtener un premio literario, ni siquiera pelearse con su conyugue sin llenar el requisito de la entrevista. Por eso hemos resuelto ofrecerle desinteresadamente unas cuantas recomendaciones para responder en forma satisfactoria a una entrevista, acrecentando su prestigio como escritor y evitando al mismo tiempo el meterse en líos como ciudadano, sobre todo cuando le toque declarar en territorio extranjero.
Comenzaremos por señalarle el valor publicitario de la entrevista: una entrevista es el mejor medio para hacerse publicidad, aunque el tema de ella sea algo tan intrascendente como la vigencia de la corbata o la fidelidad del perro. Usted, pues, no debe negarse por ningún motivo a responder: dé, aunque sea, unas pequeñas declaraciones exponiendo los motivos de su negativa.
No dé jamás una respuesta directa. En materia de entrevistas, el circunloquio es la elegancia misma. En este sentido es conveniente saber que a muchos entrevistadores les gusta enredar al entrevistado: en este caso, la actitud correcta es dejarnos enredar y tener así un pretexto para responder lo que se nos está preguntando y decir lo que queríamos decir.
Responda con frases cortas a las preguntas largas y con parrafadas interminables a las preguntas breves: está comprobado que este sistema produce en el lector la impresión de que el entrevistado “juega” o, mejor aún, “hace lo que le da la gana” con el entrevistador.
A las preguntas demasiado comprometedoras, contéstele con otra pregunta. Es un método infalible para calmar los ímpetus del entrevistador y hace que cada grupo lo cuente bien entre sus partidarios, bien entre sus enemigos más respetables. Por algo en Venezuela, cuando se quiere indicar que Fulano es un tipo de cuidado, se dice que “ese habla preguntao”.
Pero si de todos modos se puede resistir la tentación de decir algo comprometedor, hágalo a través de la cita de algún personaje intocable, como un santo o un prócer de la Independencia. Y si con esas indicaciones no se siente lo suficientemente armado como para enfrentarse ni siquiera a un simple reportero de sucesos, entonces lea nuestro ejemplo y que Dios lo ayude:
EL HOMBRE ACTUAL NO ES ACTUAL, ES FACTUAL
Moisés Rodríguez Burgundy entrevistado por Eulalio Gil-Seco. (Tomado de la revista “Legúmina”, Caracas, Venezuela).
Moisés Rodríguez Burgundy es un escritor que pudo no haber nacido. Pero nació, como dice Daninos, “porque para su madre era cuestión de parirlo”. Nativo del quebradizo Sur chileno, es, sin embargo, Caracas, y concretamente la parroquia San Juan, la que lo hizo escritor. Seis años de cajero en un Banco de Guayaquil, dos de taxista en Trinidad, algo de analista-jefe en los Laboratorios Gretchen de Hamburgo —Moisés es ingeniero Químico graduado en New Jersey, pero eso no le interesa— y lo demás en Caracas, cazando perros para la Escuela de Medicina. La charla comienza en su estudio de artista-perrero:
Eulalio Gil-Seco: De su literatura se ha dicho siempre que es un compromiso entre lo fantasioso y lo servil, con un acento especial sobre ciertas concesiones al realismo de última hora, brillante en la descripción de los detalles pero burda y atropellada en el tratamiento de la panorámica social. ¿Acepta usted estas apreciaciones, las rechaza totalmente o las acepta en parte y las rechaza en parte?
Moisés Rodríguez Burgundy: No es la primera vez que se me hace esta pregunta. Y como en todas las ocasiones en que se me ha hecho, diré que estas afirmaciones las acepto rechazándolas y las rechazo aceptándolas. En otras palabras, no puedo juzgar mi propia obra con una óptica prestada, aunque reconozco el derecho de los demás a exigirme un relativo desdoblamiento de las concomitancias anímicas. Como pleonásticamente dijera Anton Pirulewsky, “ego sum qui sum”.
E.G.S: ¿Cuál es, a su entender, la verdadera misión del escritor?
M.R.B: Señalar una misión al escritor es algo tan antidialéctico como pedir pato a la naranja en un restaurante vegetariano, aún sabiendo perfectamente que en los restaurantes vegetarianos lo que se sirve es naranja al pato. Sin embargo, yo diría que el escritor debe por sobre todas las cosas defender aquellos valores que se relacionan directamente con el sincretismos dinámico-cristalizantes del hombre, no considerados como una praxis sino más bien en un plano enteramente acaule, demótico, casi forestal.
E.G.S: Usted ha mencionado la dialéctica. ¿Cuál es su posición frente al marxismo?
M.R.B: El marxismo, o los marxismos, plantean un enfrentamiento entre las realidades parasimpaticomiméticas de un momento dado y las exigencias del hombre como ente traumatizable y traumatizado inmerso en el devenir pragmático hasta nueva orden. Mi posición ante el quehacer marxista está dada en las reflexiones de Jacinto, el personaje de mi novela confesamente autobiográfica Necesito dinero.
E.G.S: Hemos leído Necesito dinero y a través de su lectura se puede comprobar que Jacinto traduce su angustia existencial en sus cartas al Profesor Mecachis, formulando una nueva Teoría del Valor que prescindiendo de los presupuestos hegelianos recoge el guante lanzado por los neoliberales para exigir un replanteo de la antítesis mecanismo-estatismo y concluir con un grito de alarma contra la dicotomía caótica en la sociedad industrial. De acuerdo con eso, ¿puede decirse que usted es un literato comprometido?
M.R.B: No.
E.G.S: Rodríguez Monegal y otros críticos señalan en su obra influencias tales como Quevedo, Walter Scott, Balzac, Arnold, Zweig, Dostoievski, Baroja, Ciro Alegría, Hemingway, Azuela, Pocaterra, Conan Doyle, Corín Tellado y Omar Khayyam. ¿Cuál o cuáles de esas influencias reconoce usted?
M.R.B: Ninguna. Les reconozco a esos críticos su derecho a compararme con otros maestros, pero considero que están equivocados en cuanto a las influencias que yo haya podido recibir. Yo reconozco más bien, y a mucha honra, las influencias de Cervantes, Goethe, Carlos Fuentes, Tolstoi, Unamuno, Pirandello, Drew Pearson, Jiménez de Asúa, Knut Hansum, Gallegos, Monteiro Lobato, Lin Yutang, Sarmiento, Jardiel Poncela, Heródoto, Joaquín Trincado, Upton Sinclair, Aníbal Nazoa, Fray Luis de Granada, Alejo Carpentier y José María Martínez, pero ni una más. En todo lo demás, así como no me avergüenzo de confesar mis influencias, tampoco tengo el menor prejuicio en declarar que me considero como un escritor absolutamente original.
LA CARTA ABIERTA (en Obras incompletas, 1979)
Venezuela es, por decirlo, la “tierra clásica” de la Carta Abierta, también conocida como Remitido. Los políticos, los artistas, los hombres de negocios, todos acostumbran a arreglar o profundizar sus diferencias a través de cartas abiertas publicadas en los periódicos de mayor circulación. Es tal nuestra afición a insultarnos y defendernos en esta forma, que la prosperidad económica de un diario se puede medir por el volumen de cartas abiertas o “remitidos” que se le confían para su publicación.
Aun en las peores épocas, el reglón publicidad mantiene un ritmo respiratorio sano y potente, gracias al oxígeno que le suministran los “remitentes”.
Si usted, apreciado lector, aspira a hacerse escritor, antes que la novela o el cuento, le conviene estudiar a fondo la Carta Abierta. Porque no pasará mucho tiempo sin que usted se vea obligado a escribir una, por cualquier motivo. Es el uso del país: un artista o un literato a quien no se le otorga el Premio en un concurso, en vez de asimilar la lección y ponerse a trabajar duro a ver si se lo puede ganar en la próxima oportunidad, responde al veredicto con una carta pública acusando al Jurado de las peores aberraciones; no importa si el artista conocía tales aberraciones desde mucho antes de enviar su obra al concurso, el todo es “sacar” la Carta. Un político, cuando se dispone a hacer alguna barrabasada, ya tiene escrita la carta abierta que le servirá para aplastar a quien ose denunciarlo. Un comerciante acosado por sus acreedores o interesado en sofocar a la competencia, antes de recurrir al incendio intencional u otra medida extrema, intentará “agotar las posibilidades” mediante una buena carta abierta. Y así sucesivamente, para no mencionar a los inocentes que aún creen en “la vergüenza pública” y responden a un atropello con un remitido.
CARTA ABIERTA DE ARTEMIDORO PACHECO AL DR. SUPLICIO MARTÍNEZ GRIFO
Caracas 31 de agosto de 1968.
Mi querido Suplicio:
No creo necesario extenderme demasiado sobre la vieja y sólida amistad que nos une, tanto a nosotros como a nuestras familias.
Como hombres públicos que somos, toda Venezuela sabe de los largos años que pasamos combatiendo juntos por la dignidad y la felicidad de la Patria, de las alegrías y las amarguras que hemos compartido ya en el suelo nativo, ya en las frías regiones del exilio. No me parece ni elegante ni justo mencionar ahora los favores que nos debemos mutuamente. ¿Vale acaso la pena, por ejemplo, traer a colación los doce mil bolívares que una vez te presté para salvarte de la cárcel en circunstancias que sólo tú y yo conocemos? ¿Será preciso recordar la oportunidad en que tú generosamente te prestaste para servirme de testigo falso en el juicio de divorcio que puso fin a mi calvario, cobrándome tan sólo dos mil bolívares, que yo te pagué gustoso y feliz? ¿Habrá lugar para mencionar los esfuerzos que yo hice para casar a mi hija Margot con tu hijo Sulplicito, salvando así de la bancarrota a tu honorable familia? Me niego a tales remembranzas. Para mí, baste decir que nosotros siempre hemos sido uno, y por eso he leído con profunda tristeza e indignación tus declaraciones a la prensa en relación con la venta de los terrenos en el Plan de los Nísperos. Con los ojos arrasados en lágrimas, he visto cómo tú, mi amigo y compañero de toda una vida, me acusas de haber comprado por cuarenta y cinco mil bolívares unos terrenos que en realidad valían más de SEIS MILLONES, valiéndome de la complicidad de algunos funcionarios y de un italiano que sólo existe en tu mente desquiciada. Para tu información, tengo a tu disposición los documentos relativos a la venta de esos terrenos, cuyos linderos no son los que tú maliciosa y suciamente señalas, sino los siguientes, al tenor del deslinde realizado por el Juzgado Cuadragésimo Séptimo de Primera Instancia en lo Servil y Terrenal de la Quincuagésima Octava Circunscripción.
“Por el Norte, desde la mata de mango situada en el ángulo Sureste de la Finca ‘La Mona’, siguiendo el curso de la quebrada de LOS TOCONES, hasta la casa abandonada de La Hacienda ‘Polvo Seco’; por el Sur, la barranca que separa el Valle de la serranía de Los Pericos; por el Este, desde el Pozo del Indio siguiendo la cerca de los Marcano hasta el molino del fundo ‘Panchón’, y por el Oeste, desde el Cerro del Caramelo hasta el Zanjón de Las Perdices”.
¿Dónde está, pues, la supuesta demarcación falsa de los terrenos que tú me atribuyes? Créeme, mi admirado Sulpicio, que a no ser por nuestra vieja amistad y por tu ejecutorias de gran poeta, jurisconsulto y hombre de empresa, yo diría que tú eres el estafador más asqueroso y el peor de todos los calumniadores y chantajistas que he tenido la desgracia de conocer. Pero la amistad obliga, así que me limito a señalarte el hecho de que en mi poder reposan muchos testimonios sobre tus fechorías en la región, la última de las cuales pensabas perpetrar contra mí.
Afortunadamente, yo también tengo otros amigos tan entrañables como tú; ellos me advirtieron a tiempo y aquí estoy, limpio de toda culpa respondiendo a tus infundios. Yo no tengo la culpa si tu fracasaste cuando le mandaste a dar las puñaladas al Prefecto de San Pepito, como tampoco la tengo si perdiste los doscientos sacos de maíz y los OCHENTA MIL BOLÍVARES en ladrillos que repartiste para ganar las elecciones. Yo fui el primero en lamentar tu fracaso en aquella oportunidad, aunque ahora estemos ubicados en tiendas políticas adversas, porque los hombres como tú son los llamados a llevar a la patria por derroteros de justicia y prosperidad, aunque a veces caigan en debilidades como la de robarse todas las existencias de grasas y lubricantes de una dependencia oficial para venderlas en la hermana República de Colombia. Errare humanumest, digo yo, y sigo creyendo en tus virtudes de empresario y hombre público.
Así soy yo, y ése es mi concepto de la amistad y de la armonía. Pese a tu actitud traidora: pese a que te has comportado como un reptil asqueroso, y que tus sucias maniobras te exhiben como un delincuente común merecedor de las más graves sanciones, no pienso proceder contra ti con todo el peso de la razón que me asiste. Por el contrario, te ofrezco mi mano de amigo y te invito a olvidar este bochornoso asunto en beneficio de nuestras hasta ahora excelentes relaciones. No era mi intención herirte, pero la necesidad de velar por la limpieza de mi nombre me obliga a hacer esta aclaratoria ante la comunidad, y aprovecho la oportunidad para invitar a todos los interesados a revisar los documentos correspondientes si quieren comprobar la honestidad de mi vida pública y privada, y la rectitud de mis procederes en materia de negocios. Me despido, apreciado Sulpicio, suplicándote que recapacites en tu actitud que estoy segura ha sido dictada por la precipitación y la ofuscación política, y vengas a conversar con este viejo amigo, siempre dispuesto a arreglar las cosas por las vías del entendimiento.
Un abrazo,
Artemidoro Pacheco L.
C.I. 10203040506070