Papel Literario

Salón de relegados XXXII: Mimina Rodríguez Lezama

por Avatar Papel Literario

Por FEDERICO PACANINS

Guillermina Rodríguez Lezama (Upata, 1924 – Ciudad Bolívar, 2006), mejor conocida como Mimina, fue poeta con una significativa labor cultural en la Guayana venezolana. Promotora del Museo de Arte Moderno Jesús Soto, por varios años tuvo a su cargo la Casa de la Cultura Carlos Villanueva, centro de importante actividad artística e intelectual en el sur del país.

La vida de la poeta Rodríguez Lezama, también marcada por la actividad política en los centros urbanos de la región guayanesa, sustenta el reminiscente tono épico de su obra lírica contenida, principalmente, en cinco libros: Trece climas de amor (Editorial La Empresa, 1975), La palabra sin rostro (Monte Ávila Editores, 1975), Héroes y espantapájaros (AEV-CONAC, 1991), Este vino salobre(Ediciones Alsur, 1993) y Garabato CONAC, 2003), libro que ofrece los poemas que aquí compartimos.

GARABATO

I

Año

Siglo

Grito

En turbulencia bermellón

quebrando signos

cartas

piedras

en epitafio intransferible

III

Un día te regalé

El rojo Cardenalito del Río Turbio

La taparita del pichero

Un lago verde con peces amarillos

Un guante blanco

con el tambor mayor

ritual de honor en tus domingos

Pero se nos quebró el amor

al rugir aterrador de los camberras

atropellando hombres y manantial

en exterminio con la pólvora.

VII

Puedo

llamarte

Juan

Victoria

Epifanía

Puedo vestir

la piel

del sietecueros

del mártir del lacayo

o del convicto.

Puede ser

pescador

o fogonero.

 

¿En

dónde

estás?

 

¡No quiero

llanto

ni

 

grito

 

visceral!

 

 

Te quiero

altivo

fecundo

irreverente

ajeno

a la metamorfosis

del camaleón

con la serpiente.

Pero te me moriste

por la impiedad fetal de Venezuela.

X

Estoy solicitando:

Látigo para el depredador de tus rosales

Látigo para el revendedor de mis claveles rojos.

Látigo para el hurón del trébol

Látigo para el genuflexo danzarín

Látigo para el amigo que escupió mi nombre

Látigo para el pregón virtual de las muñecas

Látigo para el ojo en codicia del párpado vacío

Látigo para el incentivador del genocidio

Látigo para los buhoneros del oxígeno

Látigo para los mercaderes del orgasmo

Látigo para el pillo nocturno de los íconos

Látigo para los plagiadores líricos

Látigo para el verdugo de la rebeldía

Látigo para los trepadores de la ventana ciega

Látigo para el estrangulador de la inocencia

Látigo para el ladrón de los cocuyos

Látigo redentor desde tu mano hijo

gajo de miel en los pezones yertos

al triángulo de estambres en la rueca.

ESTASCRUCESSON  UNPUEBLO

III

Upata al bululú de los carreros

importó lápidas funerarias de Turín

Clodoveo depositó

cinco granos de sal

en el frasquito

para las ñapas de Porfirio.

IV

Estela murió virgen

Sara volvió sonámbula

de su boda en Apure.

Luisa creció entre flores

que volvieron al pueblo un pomito de olores.

Ya mujer regaba los helechos colgantes

de encajes vegetales

donde los azulejos

trenzaron nidos

que respetaba el viento

y vigilaban los ojos de la casa.

 

Luisa tocó su piano

los jueves por la noche.

Dolores repartía helados

de aquella sobertera

alimentada con hielo y sal

logrando el punto exacto de la maravilla

tan grata al paladar del pueblo.

V

Federico su esposo viajaba

a Trinidad trayendo porcelanas

santos antiguos

dulces exóticos y vinos

que repartía entre chicos y grandes

de la golosa parentela.

¡Éramos tan felices!

Un día inexplicablemente

marcharon cayendo en multitud

de cuyos párpados crecieron las begonias.

VI

Amelita Bartoli también partió.

Fue famosa artista del teclado

y vi crecer las Torres Espaciales

de Alejandro Otero,

quien orinó color en el Yocoima

y lo impuso

en el Río Sena en París,

de donde retorno para aportar

su muerte en los otoños

al regazo,

de la prima poeta

María Jesús Silva,

del mismo barro milagrero de Parasco,

corriendo desnudo entre Los Petroglifos

de la Piedra Santa María,

donde las muchachas bonitas

en noche de luna llena

entregaron sus capullos

al cundeamor de los viajeros.

IX

Upata

tose

yace

se encabrita

entre las cuatro tumbas

guardados por Estela

sola

solita

solitaria

quien por las noches

entregaba al dintel

de sus ventanas

el llavero

de su casa guardada

por arboledas cítricas

y un pomalaco abuelo

por si acaso moría

antes del alba

supiera el Sastre Guardián del Paredón

que había partido sola

sin su bastón

ni sus relojes.

XII

Upata girando remolinos

sopló nuestras pestañas

Y nadie ya nunca pronunció:

“Flor era ella

Flor se llamaba”

Y hasta el libro

sagrado el abuelo

viajó en la capotera

del negro Carichano

quien lo enterró

en la mismita sepultura

de abuela Guillermina de Guasipati.

Y retornó el negro

con un Pérez Bonalde

vuelto arrendajo sabanero

picoteando los carutos.

XVI

Un día te recobré

pueblo dormido

en las cenizas del yagrumo.

Volví con Alejandro Otero

hijo que te creció en Rotores.

Vivían sus tías

En La Heredad del piano familiar

de cuyo vientre

voló una clueca grifa

que impúdica empollaba

su camadita tibia

en el pulmón sonoro

de esta reliquia de Adelaida.

XVII

Los ojos de Alejandro

se le volvieron bisturí

rasgando algo tangible

como aquel blanco de concreto

abandonado por Las Manosalvas

bajo las frondas del mamón

donde iniciaron los ilusos

reclamos progresistas.

XVIII

Y fuimos dos ausencias

cargando un jeroglífico.

Dos libros bíblicos sin carátulas

Tres sabores gustados de empanadas

O bocadillos de zumbí o guayaba

O caratillos con clavitos de olor y hierbabuena.

TRAPECIO

I

Cayó la Reina en el tablero

Huyeron los caballos

El peón se impuso la corona

del Rey Decapitado.

II

Habían proscrito a Cristóbal Colón

Rodrigo de Triana

regresó a España

prefabricando las guaruras

y fui pelele

del azabache

diluido en tus espejos.

III

¡No imploro vino

aceites

ni perfumes!

Devuelvo la palabra

que se quebró en tus dientes

y peino

la cabellera blanca

que vistió ayer

La Trinidad del arcoíris.

IV

Ha muerto el río

se nos volvió trapecio

en confabulación con los lagartos.