Por FEDERICO PACANINS
Quiso el distinguido filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero (Palmarito, 1929 – Mérida, 2014) dar vida a un alter ego dedicado a la creación literaria. Así nació y se desarrolló Jonuel Brigue, acrónimo del filósofo, narrador y poeta de muy concretas obras: Doulos Okoon (1965), Triándafila (1967), Holadios (1984), Diario de Saorge (1996), Matices de Matisse —imaginativa narración del año 2000—, El tesaracto y la tetractis (2002) y, especialmente, Cantos de mi majano (2014).
El tinte de revelación filosófica se hizo presente en las narraciones de Jonuel Brigue y, también, en una obra poética plena de sabias revelaciones emparentadas con los mejores ensayos del propio Briceño Guerrero: El pequeño arquitecto del universo, ¿Qué es la filosofía? o Discurso salvaje.
A continuación compartimos una selección de la poesía ofrecida en el libro Cantos de mi majano (“majano”, en este caso, significa un grupo de cantos inspirados en hitos existenciales del filósofo-poeta).
La verdadera muerte
es el olvido.
¿Podría uno recordarse
siempre a sí mismo
y así ser inmortal?
Espejos no hay en nuestro templo
Espejo son los otros
Soy esta mirada insaciable
Pongo todo frente a mí
No puedo verme. Soy nada
Cuando te miro entro en un espejo obscuro
Glorioso dios vacío.
Cuando me miras entras en un espejo obscuro
No puedes verte. Eres nada.
Pones todo frente a ti
Eres una mirada insaciable
Espejo son los otros
Espejos no hay en nuestro templo.
El mar ya estaba en mí.
Lo conocía antes de conocerlo.
Conocía también ese desconcierto,
esa perplejidad
que ahora siento
frente al Mediterráneo.
Tiendo a creer que las cosas
externas,
la naturaleza toda,
el universo
están en mí,
que yo contengo
todas esas cosas,
que mi conocimiento
es un reconocimiento.
Pero yo mismo no soy
ninguna de esas cosas
ni su conjunto
ni su unidad.
Soy solo presencia.
Antes creí
que también
era acción,
intervención,
creación.
Ahora veo
que todo lo actuante en mí
es también parte del universo.
A veces me molesta
el orden-cosmos-mundo
y siento
una especie de nostalgia
del caos,
de ese gran bostezo
sin mandíbulas,
anterior a la tierra
de ancho seno y al amor.
Presencia atrapada por el mundo.
¿El mundo la constituye
o existiría sin él?
¿O es ella la que constituye
al mundo?
Escribir por escribir.
El goce pequeño
de violar hojas de papel.
¿El tema?
Renunciar
a decir cosas
importantes.
Aceptar la trivialidad,
lo vano,
lo banal.
La risa vacía
de los que se hacen
cosquillas.
Cambiar la hilación
por la hilaridad.
Admiro a la joven
sentada junto a ti.
No te pierdas
en ella
para que yo pueda mirarla
desde tus ojos
y esconderme
en tu mano
cuando la toques.
Ni celos
ni recelo
ni rivalidad
ni humillación
ni dolor.
Yo soy él fácilmente,
él es yo.
No es peligro para mí
que otros te amen
ni que tú ames a otros
porque no existe otro
que no sea yo.
Mi peligro es confundirme
contigo.
No quiero volver
a la unidad.
Viva siempre
esa diferencia
que nos separa
y nos obsequia el amor.
No hay amor
sin separación.
Solo por platónico error
desean unirse y confundirse los amantes.
Los hombres
han sido puestos sobre la tierra
para que recobren la memoria.
Cuando te guste de lejos
una ciudad,
cuando tengas razones
y motivos para amarla,
cultiva en ti
el deseo de verla
y alimenta la esperanza
de vivir en ella algún día,
pero no vayas ni de visita.
La ciudad que te gusta
de lejos
esconde otra ciudad,
es una puerta
a tu ciudad interior;
si vas a verla
cierras la puerta.
Cuando
te guste de lejos una persona,
cuando te cause encanto
y atractivo por su imagen,
por alguna referencia de terceros
o por alguna palabra cautivante
oída al pasar,
cultiva en ti
el deseo de conocerla,
alimenta la esperanza de ser su amigo,
pero no la busques,
rehúyela más bien.
Ella tiene un reflejo de otra persona,
la que sí debes conocer algún día,
la que está dentro de ti.
En el anhelo hacia la que amas a distancia
está la que algún día podrás conocer y amar,
la secreta, la cálida, la comprensiva,
la que también te ama desde tu pecho
y te busca y te envía mensajes en el encanto
y atractivo de las que te gustan a distancia
El brujo aprende a hablar
la lengua de los vientos
y de las aguas.
Aprende solo a entender
la lengua de la tierra.
Aprende a oír,
sin hablar
y sin entender la lengua
del fuego,
aprende a oírla
sin quemarse.
Pero su más grande secreto
de poder está
en saber los nombres verdaderos
de las cosas.
Soy el inmortal
pero no puedo verme
sin morir.
Juego entonces
con las imágenes
de mi llama
en la sombra
insondable.
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