Por FEDERICO PACANINS
“Poesía nativista, costumbrista o popular” han sido rótulos críticos para etiquetar un arte aparentemente distinto a la poesía escrita, puramente literaria. Algunas veces estos rótulos se hacen peyorativos, y olvidan al “Canto” como distinguida forma literaria presta a la oralidad de cierta poesía escrita pero sonora —regida por las reglas de la métrica, el ritmo y la rima—, con evidente musicalidad que favorece su recitativo y hasta de su conversión en canción popular.
Ernesto Luis Rodríguez (Zaraza, 1916 – Caracas, 1999) es uno de los más afamados cultores de la poesía enfocada en el arte del “Canto”, con una obra significativa tanto para la música venezolana como para el quehacer lírico del país. Un ejemplo de esa resonancia espiritual y sonora está en el poema “Rosalinda”, que dio voz a una generación de trovadores aficionados y de profesionales que al recitar el poema hacían suya una expresión amorosa de tono “llanero”. Otro tanto sucedió y continúa sucediendo con la canción “Rosario”, repertorio fundamental de todo quien comienza a cantar acompañándose con el cuatro.
El poeta Rodríguez tuvo cargos públicos que lo llevaron desde la jefatura civil de Zaraza hasta al Congreso de la República. También fue prolongada su carrera en el periodismo, destacándose como columnista de Fantoches, La Verdad, Élite, 2001, El Mundo, La Esfera, El Universal, El Camaleón y El Nacional. Sin embargo, su trascendencia va unida a la obra poética y musical con que nutrió el espíritu juglar de toda una generación.
Su obra poética, declamada y grabada profesionalmente, proviene de más de una docena de libros publicados desde los años treinta hasta los años setenta del pasado siglo, compilados y editados en Caracas por la Editorial Librería Piñango en 1978. Compuso, además, las letras de conocidas canciones del maestro Juan Vicente Torrealba: “Barquisimeto”, “Valencia”, “Luna y Lejanía”, “Junto al Jagüey”, “Por el camino real”, “La Jardinera” y “Rosario”; también su “Glosa del amor intransigente” inspiró la conocida canción de Ilan Chester. Dio letra y poética a himnos de importantes instituciones como la Universidad de Carabobo (1959) y la Universidad Metropolitana (1995), ambos con música del maestro Antonio Lauro; la Universidad de Guayana (1990), con música del maestro Inocente Carreño; el “Himno del Sesquicentenario de la Independencia”, con música de Antonio Estévez, además de los himnos de los municipios caraqueños de Baruta (1994) y Chacao (1994)… Curiosa —por no decir injusta— ha sido, pues, la condición de relegado “poeta nativista o costumbista” que ha recibido por parte de los estudiosos y críticos literarios de recientes generaciones.
A continuación hemos seleccionado, por una parte, el poema “Romance del Negro Primero”, con clara intención de elegía histórica, escrito en tiempos donde la palabra “negro” bien podía elevar la condición racial sin cortapisas “afrodescendientes”. Por otra parte, ofrecemos los poemas de amor “Pares o nones”, “Glosa del amor intransigente” y “Rosalinda”. En cuanto al quehacer lírico-musical del poeta, reproducimos las letras de la canción “Rosario” y del “Himno de la Universidad Metropolitana”.
Romance del Negro Primero (1938)
Negro, este negro es tan negro
que hasta el pellejo le brilla,
relumbre de sombra cruda
que es bautizo de glorias,
prefacio de guerra a muerte
que hizo crujir las contiendas,
asombro de los combates
tatuados de independencia,
centauro de vientre duro
que es latido en la gesta.
Negro, este negro es tan negro
que hasta la sombra se asusta…
Fantasma de los realistas
entre cuarenta peleas,
protesta de sangre pura
que dio a las balas el pecho,
relámpago de proezas
en campos de Carabobo,
donde hasta Páez tuvo miedo
de ver lo que era este negro…
Negro, qué negro este negro…
Lancero a punta de pruebas
echó al peligro la vida,
llevando en los hombros negros
la carga de un continente,
y cien héroes por delante
con pechos llenos de plomo
semblantes sucios de tierra,
vientres sembrados de pólvora,
y unas medallas de sangre
para las novias ausentes.
Negro, renegro de negro
que ha puesto blanca la historia.
Y es por eso que la gente
que vive entre las audacias,
dice que han visto de noche
en campos de tierra brava,
donde en un grito valiente
puso lealtad en protesta,
que pasa este negro guapo
sobre un caballo de bronce.
Negro duro, bravo, crudo.
¡Cómo estaría Carabobo
bajo tu potro y tu lanza!
Pares o nones (1948)
Miro tus manos tranquilas
y que los pozos más claras.
¡Tan negras las paraparas
relucen cual tus pupilas!
Tú las recoges. Vacilas
mientras la risa despuntas;
tu voz me tira sus puntas
y a pleno sol meridiano
cerrando toda la mano:
¿Cuantas habrá?, me preguntas.
Clavel de trémulos dones
pone a sangrar tu corpiño,
y hasta mi propio cariño
juegas al pares o nones.
Quizás te muevan razones
que confesar no has querido;
por eso al verme perdido
dices con aire señero:
Tiras mi suerte en azares
que son un grave tormento;
tus dedos cuento y recuento
y van saliéndome pares.
De dos en dos tus lunares
llevan atrás mis antojos.
Pares tus ósculos rojos
que le robé a la fortuna,
y como aljibes con luna
me dicen pares tus ojos.
Hasta los dengues sencillos
en ti son mimos ardientes,
y pues son pares tus dientes,
pares los blancos tobillos,
pares los senos saltones;
pienso por muchas razones
que tu cariño me gano.
Pero al abrirte la mano,
tu corazón dice: ¡Nones!
Glosa del amor intransigente (1948) (musicalizada como canción por Ilan Chester)
Te quiero porque te quiero,
te amo porque te amo,
y mucho más te quisiera
si no te quisiera tanto.
Que todo el mundo lo diga,
que la perdiz lo reproche,
que lo enlucere la noche
y el arenal lo maldiga;
que lo dialoguen la espiga
y el girasol mañanero;
que el espinito señero
se lo suspire a la senda.
Deja que nadie comprenda;
¡Te quiero porque te quiero!
Que el cigarrón lo comente,
que lo salpique la ola,
que la engreída soisola
por el rastrojo lo cuente;
que el remolino impaciente
lo eleve como un reclamo;
que el aire donde te llamo
sobre la rosa lo espine.
Deja que el odio camine.
¡Te amo porque te amo!
Que el alba sobre el corozo
como un denuncio lo escriba;
que todo el llano de arriba
lo azule dentro del pozo…
Diles que amar es retozo
de luna en agua viajera;
que si olvidarte pudiera,
como las sombras al día,
más corazón te daría
y mucho más te quisiera.
Que la llovizna lo alfombre
de luces en el plantío;
que el humo sobre el bohío
al escucharlo se asombre…
Diles que llevo tu nombre
ceñido al pie de mi canto.
Quererte alegra mi llanto,
hace sortera mi suerte,
y no quisiera quererte
si no te quisiera tanto.
Rosalinda (1938)
Me voy con la tarde linda
recordando a la mulata.
Un soplo de brisa ingrata
de la copla se me guinda.
¡Se llamaba Rosalinda!…
Un romance del jagüey,
que en este llano sin ley
se prendó de mis corríos,
y entre amores y amoríos
me la robé de un caney.
Tenía los senos bonitos
como las rosas abiertas;
su voz en las cosas yertas
fue como el sol de los mitos.
Era apretada de gritos
cuando la tuve al encuentro;
pulpa de amor era el centro
de sus pupilas saltonas,
como las frutas pintonas
que dicen mucho por dentro.
Vino un joropo llanero,
se puso lindo el caney.
Yo jugué mi araguaney,
mi cobija y mi sombrero;
perdí todo mi dinero
—me quedé sin un centavo—,
y para sacarme el clavo
con los nervios amargados,
en la ley de un par de dados
se la jugué a un indio bravo.
Se amontonaron los peones
para ver quién la ganaba;
cada fibra me saltaba
de los soleados pulmones;
se ovillaron mis canciones
en los silencios ignotos,
y dije entre sueños rotos:
“voy jugando a Rosalinda”,
¡y el dado en la noche linda
me devolvió mis corotos!
Rosario (1959) (canción con música de Juan Vicente Torrealba)
Pasaste ayer, como brisa fugaz
y me quedé, con tu dulce mirar,
después te vi, una clara noche
cerca de mí, como llama de amor…
Rosario, toda la luz del mundo
Parece, que se fundiera en ti…
Te vi pasar, como rumor, viajero
y quise hablar, para decir, te quiero
Rosario, eres rayo de luna
Que pasa, queriendo florecer…
Rosario, provoca
Mi vida, besar…
Tu boca.
Himno de la Universidad Metropolitana (1995) (pieza coral con música de Antonio Lauro)
CORO (repite tres veces luego del Solista)
Esta casa de amor se ilumina
para darnos la luz del saber:
aquí hacemos fecunda la vida
por caminos que llevan al bien.
I (Solista)
Profesores y alumnos unidos,
en ti vemos surgir la verdad:
somos ramos de sueños altivos
al encuentro de un coro ideal.
(Repetición del Coro inicial)
II (Solista)
Venezuela en tus aulas palpita
caudalosa de anhelos la voz:
y el Samán es hermosa consigna
de inquietud, convivencia y honor.
(Repetición del Coro inicial)
III (Solista)
Jubilosos alcemos la frente
levantando el acento feliz
¡Aquí vive la fe del presente
y en nosotros está el porvenir!
(Repetición del Coro inicial)