Por FEDERICO PACANINS
Para nada es evidente la venezolanidad del poeta Robert Traill Spence Lowell IV, nacido en Boston en 1917 y fallecido en Nueva York en 1977. Sus ancestros, además, le refieren una familia perteneciente al llamado “Boston Brahmin”, grupo social que se remonta hasta el Mayflower de los colonos norteamericanos que fundaron la nación.
Lowell, importante poeta angloamericano con un personal estilo “confesional”, estuvo en Caracas en 1967; aquel año Cuatricentenario conmemorado a pesar del terremoto, que ciertamente desencajó muchas celebraciones pero no al punto de borrar algunas importantes visitas.
Vino, pues, Lowell dispuesto a recorrer la ciudad, sus alrededores, y a ser recibido tanto en el Palacio de Miraflores, como en otros palacios propios de la nocturnidad caraqueña. Y lo cierto es que la visita le animó la creatividad lírica, presta a naturalizar su impronta confesional para escribir un par de poemas titulados “Caracas I” y “Caracas II” —publicados en su libro History. New York, NY: Farrar, Straus and Giroux, 1973—, a continuación ofrecidos mediante dos traducciones personales, acompañadas de las versiones originales escritas en inglés por aquel poeta ya no visitante, sino absolutamente “caraqueñizado”.
Caracas I
A través de otra de nuestras ciudades sin centro,
como Los Ángeles, con igual número de carros
por metro cuadrado, y más allá del aviso de neón
de veinte metros de Coppertone sobre la Catedral,
más allá de los envidiados 700 dólares per cápita al año
vividos en mediocres superbloques, hasta la Casa Blanca
de El Presidente Leoni, sus hombrecitos con pistolas
automáticas, 18 pulgadas, 45 balas por minuto,
dos guardias armados, congelados entre nosotros
y nuestro champán…
Alguien alcahuetea al Presidente: “¿Dónde están las muchachas?”. Y el confinado líder, un buen tipo, dice:
“No sé dónde están las de ustedes, yo sé dónde encontrar la mía”…
Esta casa, esta pionera democracia, construida sobre cimientos
no de roca, sino de sangre tan dura como la roca.
Caracas I
Through another of our cities without a center
Los Angeles, and with as many cars
per foot, and past the 20 foot neon sign
for Coppertone on the cathedral, past the envied
$ 700 per capita a year
in jerry scrycapper living slabs -to the White House
of El Presidente Leoni, his smal men with 18-
inch repeated pistols, firing 45 bullets a minute,
two armed guards frozen beside us, and our champagne…
someone bugging the President: “Where are the girls?”
And the enclosed leader, quite a fellow, saying
“ I don´t know where yours are, I know where to find mine”…
This house, this pioneer democracy, built
on foundations, not of rock, but blood as hard as rock.
Caracas II
Si las palabras se manejaran cual hierba recién nacida que ondula, lejos de los planificadores, y del vil retorcimiento de nuestros nervios… Uno podría ir por la vida, aunque mudo,
con suficiente coraje y un corazón compasivo.
Dos cosas, una primera: el humor…
como el invasor desalojado se aferra,
al divertido valor que toma forma de clemencia,
en la vieja Plaza de Caracas —sus tambaleantes covachas
de una sola persona, su catedral arrasada
desde los tiempos de Drake.
La iglesia con monte en el patio; el rancho
propietario de lo comunal, con una hierba no tan verde
como los verdes de la alcantarilla destapada…
Los conservadores reducidos a conservar;
los comunistas comprometidos con sus comunas;
los artistas y los funcionarios, camarilla
de menos de cincuenta aplaudidores…
cada uno en su venenoso grupito.
Caracas II
If words were handled like the new grass ripling,
far from planners, the vile writhings of our nerves…
One could get through life, though mute, with courage
and a merciful heart -two things, and the first thing:
humor… as the the evicted squatered clings
with amused bravery that takes the form of mercy
to the Old Caracas Square –its shaky, one-man hovels,
its cathedral first spoiled in the age of Drake.
The church has hay in its courtyard: to hovel owns the Common-no grass as green as the greens in the open sewer…
conservatives reduced to conservation:
communist commited to their commune-
artists and office-holders to a claque
of less than fifty… to each his venomous in-group.
Apostilla:
Gregory Corso (Robbinsdale, 1930- 2001), integrante de la “Generación Beat”, afín con la poesía confesional e intimista de Robert Lowell, publicó en 1960 Happy birthday of death. Allí ofreció su poema “Mirando el mapa del mundo” (“Looking at the map of the world”), con una línea final de estremecedora admonición “venezolanista” que bien pudo interesar a Lowell, o a quienes queremos destacar textos relegados que merecen ser más conocidos en nuestro país:
Alemania tiene grandes cantidades de carne
!Oh, qué deleite!
Y aún así pensé en la carne de mono
Y no me atreví a comer.
Holanda tiene preciosos niños rubios
Diferentes de los niños de Brueghel
Que son querúbicos sacos de patatas.
Suecia tiene siniestros planes para crear
los aeropuertos del Espacio y del Tiempo.
La catedral de St. Paul de Inglaterra
es el excusado de los hombres de Dios.
Francia ha creado la extraña guillotina.
Italia ha dado belleza al mundo.
En España donde el culto del vapor de sangre
enturbia triste alegría.
Mónaco resulta inútil para el mundo.
México está esclavizada por los Dios Mandamientos
—la más brillante captura de Dios.
América es el más prometedor de los imperios
—los coleccionistas de sellos tendrán que repetir
sus álbumes Americanos.
Venezuela tenía un hombre muerto en la playa.
(Traducción de Antonio Resines, en “El feliz cumpleaños de la muerte”. Visor Libros, Madrid, 2008)