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Salón de las tablas (VI): César Rengifo

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Por FEDERICO PACANINS

La publicación de obras teatrales no es prioridad para las editoriales nacionales o internacionales. Que un autor dramático merezca ver su obra impresa quizás sea el galardón que sigue al de verla escenificada. Y en cuanto a esas distinciones en Venezuela, es César Rengifo (Caracas,1915—1980) quien se lleva el reconocimiento como el autor dramático más publicado y representado tanto en lo que va del siglo XXI como en el pasado siglo XX.

Pintor, docente y dramaturgo, el maestro Rengifo estudió en la Academia de Bellas Artes de Caracas; luego obtuvo becas para estudiar pedagogía de las artes plásticas en Chile, y viajar a México para adiestrarse en el muralismo mexicano y su mensaje de contenido histórico, social y político. Desde 1939, a su regreso a Caracas, desarrolló carrera como pintor y, también, como dramaturgo social inspirado en su militante ideología comunista, afín con su discurso pictórico de revisión histórica. Un ejemplo de esa afinidad discursiva histórica está en el mural de mosaicos titulado El mito de Amalivaca, que describe un mito indígena de la conquista. Este mural, realizado entre 1955 y 1956 para las Torres del Centro Simón Bolívar de Caracas, veinte años después resultaba un coherente punto de apoyo para su poema dramático Apacuana y Cuaricurián (1975).

El maestro Rengifo complementó su faceta de reconocido y galardonado pintor y docente con su actividad como dramaturgo, atendiendo, en palabras del crítico Juan Calzadilla, “disciplinas en las que se mostró consecuente a lo largo de toda su vida y que se alternan y complementan animadas por lo que siempre fue su propósito: establecer una profunda conexión de sentido entre las imágenes simbólicas y el fondo de realidad del destino y la identidad del venezolano, sus frustraciones y esperanzas(DHV Diccionario de Historia, Fundación Empresas Polar, Caracas, 1988).

Como bien señala Juan Calzadilla, unas cuarenta piezas teatrales dan cuenta de su dramaturgia, con publicaciones y montajes tanto en Venezuela como en  el exterior; de allí que, además del  Premio Nacional de Artes Plásticas que recibiera en 1954, pues en 1980 se le otorgara el Premio Nacional de Teatro, y que sus obras completas fueron publicadas en 6 volúmenes por la Universidad de Los Andes en 1989. Adicionalmente, a partir del año 2015, la Fundación para la Cultura y las Artes (Fundarte) ha ofrecido su obra dramática entera en impecables y económicos libros de pequeño formato, muy útiles para que actores, directores y productores teatrales tengan a mano la posibilidad de cumplir con la petición más encarecida de todo dramaturgo: que monten sus obras.

De la producción dramática del maestro Rengifo, que incluye títulos como Esa espiga sembrada en Carabobo, Los hombres de los cantos amargos, Un tal Ezequiel Zamora,  Las torres al viento o Lo que dejó la tempestad —obra llevada a la radio de Canadá en 1976,  y luego premiada en el II festival de teatro de Rumania—, hemos escogido un fragmento del poema dramático Apacuana y Cuaricurián —escrito en diestros versos consonantes o asonantes, con métrica, ritmo y medida precisa—, un diálogo de Estrellas sobre el crepúsculo, pieza de teatro breve del año 1949 (Obras completas, tomo III, ULA, 1989),  y por último el ensayo de 1974  El teatro como expresión de fe en los valores nacionales: ¿Es posible? ¿Cómo? (Apuntes teatrales, Fundarte. 2016), contentivo de algunas de sus ideas respecto al teatro venezolano y sus circunstancias.

De  APACUANA Y CUARICURÍAN (1975)

Poema dramático

Fragmento que refiere el encuentro crucial entre Cuaricurián, cacique indígena, y el conquistador español Galeas.

(Galeas avanza, una luz lo sigue, cae cenital sobre Cuaricurián)

Cuaricurián:     Saludo al hombre extraño a quien ya observo

por fin de frente ante mi vista osada.

Galeas:                Dime, gandul, lo que de mí procuras…

Cuaricurián:      De lejos vengo a conversar contigo;

de asuntos graves que a los dos atañen.

¡Allá dejé a mi gente agazapada

con armas y feroz atrevimiento

y lista a combatirte si no vuelvo

en hora que tenemos señalada!

Galeas:              ¿Quién eres tú que hasta atreverse puede

hablarle a un castellano en voz altiva?

Cuaricurián:     Un combatiente soy y alto cacique

de la nación mariche, te lo ha dicho tu capitán

con quien traté primero…

¡En sueño ayer me habló un antepasado

y díjome de aquí viniera pronto

a un mísero salvar de vil tormento

para el que ya lo tienen condenado!

Galeas:             ¿A cuál indio cautivo te refieres?

Cuaricurián:   ¡Al viejo que se muere en su flacura

y sombra del pasado ya parece!

Galeas:            ¡¿Ese Chicuramay, así llamado

por haber sido jefe de guerreros?!

Cuaricurián:   No es Chicuramay ni ha comandado

mariches en combates. ¡Sólo es él carroña

para dolores abatida

que no pone en peligro tu bandera!

Galeas:           Es un cacique fiero, lo he sabido

por un rumor venido de su tribu.

Cuaricurián:   Yaces en un engaño, castellano…

¡El cacique soy yo, te lo repito

desde un orgullo exacto a mi estatura

y duro cual la vista que te mira!

¡Nada sabe de guerra el prisionero ni nunca

lo ha seguido gente alguna!

Galeas:              ¿Y quieres que lo suelte por bondades?

¡No somos bondadosos en las guerras

los hombres de Aragón y de Castilla!

Cuaricurián:     Bien lo sé…

mas no pido a ti favores.

Sólo quiero decirte que he venido

a cambiarme por él…

Galeas:

¡Quién lo creyera…

cambiarse un fiero joven todo armado

y lleno de plumajes altaneros,

por huesos con pellejos revestidos,

que más son piel de muerto que de vivo!

Cuaricurián:     Por eso te hago el canje…

Es inocente,

¡y debe ser con prisa liberado!

Galeas:              Como todo mariche aquí cautivo,

empalado ha de ser… ¡Y tú lo sabes!

¡Y suerte igual ha de correr quien quiera

sustituirlo en sus grillos y cadenas!

Cuaricurián:    Ese riesgo a mi mente no preocupa…

Galeas:             ¡Y muy confuso estoy,

y sorprendido!

Cuaricurián:   ¡Si tu cierras el trato que te ofrezco

y al cautivo que tienes lo liberas,

ordeno ya a mi gente que se vaya

y deponga su cólera guerrera!

Galeas:             Trato bueno propones, si no mientes…

Cuaricurián:     A mis antepasados que lo piden,

temo encolerizar si no lo hago…

¿Por qué no hablarte entonces, castellano?

Galeas:              Mucho me haces pensar…

Mas, ¿qué me prueba

ser tú el cacique que pregonas tanto

y no el cautivo que en los suelos muere?

Cuaricurián:   ¿Quién otro a presentarse se atreviera,

sabiendo que morir en breve

puede entre tormentos y suplicios viles?

Sólo un cacique de valor cimero

puede, español, así comprometerse.

Y ese cacique soy,

duda no cabe…

                       Mas si lo dudas puedes preguntarle

a una anciana que aquí yace cautiva…

Galeas:          ¿Cómo se llama?, di.

Cuaricurián:  Es Apacuana…

De  ESTRELLAS EN EL CREPÚSCULO (1949)

El diálogo escogido, que da nucleo a la trama de esta breve tragicomedia, transcurre en una sala de un asilo-hospital  para ancianos inválidos. La enfermera (Aminta), un empleado de aseo (Albano) y un laboratorista (Sotero) se encuentran con el médico residente (Lucién) en su consultorio.

Albano:    Buenos días, doctor. Buenos días señorita enfermera.

Lucién:    Buenos días, Albano.

Aminta:   Ya hoy me has saludado dos veces.

Albano:    Saludar. Siempre saludar es mi lema. ¿Cómo está usted señor? ¿Cómo está usted señora? ¿Por su casa todos bien? Me contento mucho… Antes, hace mucho tiempo, cuando se usaban elegantes sombreros, me decubría e inclinaba un tanto así la cabeza. Era de muy buen gusto. Pero estoy en otra vida. Alabano Guzmán se murió, Murió en su juventud como un pájaro alegre. (Se lleva los dedos a los labios). Shisss…, ahora mis amigos son esta escobay este balde… Y yo por las mañanas , todos los días, los saludo: señorita escoba, ¿aún nose ha casado usted con el escobillón?… Señor balde… ¿Cómo están ustedes? Ellos me dicen que muy bien y los tres contentos nos ponemos a asear las lajas… (Canta): “Albano era una vez, un mozo muy distinguido… tra, ra, ra, lara, la”.

Aminta:   Estás muy alegre, Albano… Pero, sigue barriendo, ¿quieres?

Albano:    Barrer, barrer. Me encanta barrer las basuras… Barrer por aquí, barrer por allá. Si fuera rico, mandaría a fabricar una escoba inmensa, más grande que esta casa y me pondría a barrer el mundo…zuás, zuás, zuás, y lo dejaría limpiecito…Lucién:     Muy bueno sería, Albano… Pero, ¿por qué no barres el corredor mientras concluimos aquí y salimos? El polvillo me hace estornudar.

Albano:    Es cierto, el polvo es dañino para la salud. (Con voz de falsete): “Así es, maestra. Polvo eres y en polvo te convertirás. Así es señor… ja,ja, ja, ja, ja, ja”… Microbios (Sale).

Aminta:    Esta mejor después de la última crisis.

Lucién:      Es un ausente feliz. De todos modos, sería preferible que estuviera en un siquiátrico. No deja de tener sus peligros; lo que hizo con las palomas, echándoles en el agua ese somnífero y provocando casi la muerte de algunas, fue grave… Figúrese si se le ocurre  echarlo en nuestro depósito de agua potable…

Aminta: (Sonriendo)   Hubiera sido divertido. Todo el asilo durmiendo. Los teléfonos sonando, los ruidos exteriores igual y aquí un gran paréntesis para el dolor y las preocupaciones. Me hubiera gustado leer después el suceso en la prensa..

Lucién:       Un extraño suceso. Sí… hubiese sido divertido leerlo… (Pausa). ¿No hay nada más? 

Aminta:     No. (Cierra la libreta).

Lucién:      Entonces me prepararé para irme… (Mira su reloj). Ojalá no tarde  mucho el colega que viene a sustituirme…

Aminta:    ¡Qué deseos tan grandes tiene usted por irse de este hospital!Ni siquiera disimula… Aún no me ha dicho por qué renunció.

Lucién: (Encogiéndose de hombros)    Hastío, fastidio, desaliento… Ya lo sabrá quizás mañana… Bueno, iré a las salas por última vez… (Por la puerta derecha entra Sotero, inquieto, nervioso).

Sotero:    Doctor, debo informarle algo…

Lucién:     ¿Qué? Hoy  no estaba usted de guardia. ¿ A qué vino por aquí en vez de distraerse?                                                                Sotero:      Es cierto, pero tengo que hacer algunos trabajos urgentes de laboratorio y vine por un frasco de cierto producto qu requiero, el cual dejé ayer olvidado en el estante. Era un frasco azul. El producto contiene cianuro en dosis muy alta… ¡Sumamente venenoso!

Lucién:     ¿Cianuro? Por supuesto que es venenoso… Lo noto nervioso. ¿Ha pasado algo?

Sotero:      Sí, el frasco no está en el sitio donde lo dejé. Alguien lo sustrajo del estante.

Aminta:    ¡Ah!, ¿quién pudo hacerlo? Es peligroso. Aquí hay enfermos graves y quizáscon deseos de morir. Algunos caminan y pasean por todas partes… Está Máximo con su cáncer… y Bozueta; y ese loco que dice tantas cosas raras…

Lucién:      Sotero, ha sido usted imprudente…

Sotero:       Ayer estaba muy preocupado…

Lucién:      ¿Había bebido?

Sotero:       Sí, había bebido, pero no era eso lo que me ocurría.

Aminta:    Habrá que registrar por todas partes. (Al doctor): ¿Notó algo en la risa de Albano? ¿Esa alegría no ocultaría algo?

Lucién:      Es posible.

Sotero:      Debo recuperar el frasco, lo necesito… Además… Es capaz de arrojar el contenido en el tanque de agua potable… Es loco.

—EL TEATRO COMO EXPRESIÓN DE FE EN LOS VALORES NACIONALES: ¿ES POSIBLE? ¿CÓMO?  (1974)

No puede pensarse en un teatro como expresión de fe en los valores nacionales sin dos premisas fundamentales, las cuales han de ser primero creer en el teatro y en el conjunto de valores histórico-sociales que él contiene; creer en su función de manifestación de una conciencia social que es a la vez conciencia crítica de una sociedad históricamente determinada; lo segundo sería creer en los valores nacionales, en la vigencia de ellos y sobre todo tener un conocimiento lúcido de cuáles son esos valores y sus categorías de transcendencia histórica.

Últimamente, tanto en América Latina como en Europa y otros lugares, se han elevado no pocas voces que niegan la vigencia y la función del teatro, que consideran casi inútil su acción en el público y que tienden a limitar su proyección. Tal enjuiciamiento de la actividad dramática se apoya en la consideración de que el teatro en diversas latitudes y por diferentes causas, no estudiadas ni analizadas a profundidad, cruza una etapa crítica que amenaza su existencia o que tiendea circunscribirlo a dos tendencias: un teatro para élites, cargado deintelectualismo formal, de búsquedas y experimentaciones; y un teatro frívolo, adecuado absolutamente al sistema y conformado como instrumento alienante capaz de inducir al no pensar, o bien, acondicionado para excitar y propagar el hedonismo.

Vistas así las cosas, es natural que se propague el desaliento y crezca la idea acerca de su inutilidad e intrascendencia; lo cualestablecería una incongruencia en el seno de toda actividad teatral, por cuanto es difícil concebir una acción creadora en la cual no se tiene fe y cuyas instancias finales resultarían inútiles. Esas voces y esas actitudes negativas ante la actividad dramática de nuestro tiempo no son sino el reflejo de un sistema decadente frente a un arte que ha sido, es y ha de ser, como expresión de la vida misma, como expresión crítica de la sociedad, un arte profundamente vital y que conlleva toda la dinámica del hombre y de sus sociedades. Las voces agoreras con relación a la presunta decadencia del teatro no sólo tienden a confundir a este con todo el sistema, sino que soslayan la presencia en él de las luchas de clases, de las luchas ideológicas y de que, si por una parte puede expresar la porción caduca y estéril del conjunto de la sociedad capitalista actual, también puede poner de manifiesto la pujanza, la fuerza y los ideales nuevos de las grandes fuerzas sociales que procuran cambios y renovaciones profundamente estructurales.

Quienes trabajamos a nivel intelectual y artístico por esos grandes cambios y creemos en el arte como conformador de espíritu humano y social, tenemos necesariamente que confiar en los instrumentos que manejamos y tener la seguridad de que esos instrumentos —y en este caso, la literatura dramática y su consecuencia: el hecho teatral—, han de contribuir, aun cuando sea en una media pequeña pero eficaz, a la concienciación y a las motivaciones necesarias en el seno social, para coadyuvar a la consecución de esos grandes cambios que hoy más que nunca se hacen imperativos.

Establecida, pues, una creencia en el arte como conformador del espíritu humano y social, de actividad profundamente ligada  al hombre, a su perfeccionamiento y a la afirmación de sus másaltos ideales, cabe deducir claramente el papel que desempeña, y cómo es el que da coherencia y más fuerte unidad histórica a todacomunidad de cultura inherente a una nación. No puede haber una comunidad de cultura en una nación si el arte en todas sus manifestaciones no expresa históricamente a esa nación; de allí que peligre su unidad y coherencia nacionales si su comunidad de cultura es lesionada por cualquier intervención o dependencia y si dentro de esa cultura se mengua o distorsiona o destruye la expresión artística propia, enraizada al desarrollo histórico de esa colectividad nacional. Puede decirse que de ocurrir eso, está en peligro todo el conjunto de su cultura y de su vida misma. Dentro de las expresiones artísticas de toda colectividad nacional es el teatro, por su polivalencia de contenido, el que con mayor propiedad y en forma más extensa e intensa, la expresa; en él no solamente se manifiestan los valores fundamentales de esa sociedad, sino que esos valores son utilizados como conciencia crítica de ella y como motivadores para marchar hacia adelante ylograr mejoramiento, así como una humanización y una conciencia de universalidad cada vez más elevados. Para el logro de esto, quienes crean el teatro; autores, actores, directores, técnicos y público, deben poseer el conocimiento y la creencia en sus valores nacionales y tener una jerarquización de esos valores, y de tal manera, poder apoyarse en ellos y aprovecharlos adecuadamente, y mediante la exaltación estética, impactar y motivar a la colectividad hacia su propio conocimiento y con ello a la reafirmación de propósitos e ideales.

Llegamos, pues, a la conclusión de que solamente amando profundamente al teatro, creyendo en su acción humana y social, por  una parte, y conociendo y jerarquizando los valores nacionales, por la otra, puede crearse una obra dramática capaz no sólo de expresar fe en esos valores sino también que esa creencia en ellos permita recrearlos estéticamente y transformarlos en una cada vez más vigente acción creadora, capaz de trascender de lo nacional a lo universal. Ello conduciría a poner esos valores propios de una comunidad de cultura nacional al servicio de la gran familia humana: del hombre universal.

En los países dependientes y semidependientes —como el nuestro—, donde sus valores fundamentales han sido subvertidos, la tarea de apoyarse en ello es ardua y plantea un conjunto de interrogantes que dificultan la posibilidad de una creencia absoluta. Los valores de cultura creados por toda comunidad nacional, tienen hondas vinculaciones con su pasado y con todo cuanto en él se conjuga: hábitos, tradiciones, luchas, etc.; y es precisamente el conjunto de sus tradiciones y con él todo cuanto constituye lo más medular de su creación, lo que tiene a socavar las fuerzas exteriores colonizantes, por cuanto adulterada o destruida la cultura de la comunidad nacional, queda dicha comunidad sin sus apoyos básicos y prácticamente desasistida intelectual e ideológicamente para defenderse.

En nuestro país, la destrucción de esos valores de cultura se ha venido produciendo en forma meticulosa y sistemática, desde el mismo momento en que fue intervenida y sojuzgada su economía. Dentro de esa acción se ha puesto sumo cuidado en desvincularnos de nuestro pasado, bien ocultándolo a las nuevas generaciones o negándola a todas, en sus aspectos más resaltantes y creadores, escamoteando la verdad de que todo presente no es a fin de cuentas sino el producto de un pasado; que todo hombre, toda sociedad, todo pueblo no son más que consecuencias históricas y nunca fenómenos aislados del tiempo, del espacio y de sus propios aconteceres en uno y otros. Intereses enemigos dentro y fuera de nuestro territorio, son los principales abanderados del antipasado, como son los propagadores también de la antitradición y propagadores de la especie de la lucha generacional como contradicción principal en el seno de nuestra colectividad. Conocen muy bien esos intereses, en qué medida se puede dominar a un pueblo, destruirlo y colonizarlo, vulnerando y quebrándoles los vínculos con su pasado e invirtiéndole los valores fundamentales propios y universales, y sobre los cuales se ha asentado su existencia.

Y una y otra acción se ha venido cumpliendo en nuestro país con meticulosidad sistemática, mientras los ojos son obnubilados con deslumbrantes oropeles y torbellinos de juegos de artificios. Entre tanto danzamos en el alegre bazar de deslumbrantes y falsas pedrerías, los nuevos Walter Raleigh y Drakes entran a saco en las trastiendas, y sonrientes trasladan a sus talegos henchidos lo mejor y más sustancioso de nuestra heredad. Al grito de abajo el pasado y abajo la tradición, coreado muy hábilmente por quienes aquí recogen las migajas del despojo, se socaban nuestras raíces nacionales y dejan a las generaciones actuales y a las que vienen sin las savias nutrices esenciales para conocer, amar y defender lo nuestro. Junto a esos gritos elévanse igualmente aquellos que persiguen abrir cimas entre unas y otras generaciones, separando a jóvenes y adultos en porciones irreconciliables y creándose la apariencia de que la lucha de los jóvenes debe ser contra lo viejo, de que la lucha es generacional y no contra quien, oculto tras doradas bambalinas y banderas corsarias, azuza el enguerrillamiento y proclama sus altas mentiras.

Pasado, tradición y sólidos contactos generacionales son factores indispensables para el fortalecimiento de la nacionalidad. Ella se estructura y fortalece a través de sólidas vinculaciones: las que forman las generaciones entre sí y las que establecen estas con latierra que las nutre y sobre la cual van haciendo su historia, creando su comunidad de cultura, desarrollando su carácter y afirmando sus ideales.

Preciso que al indicar el término tradición como valor esencial para todo pueblo, para toda nación, acojo bajo dicho término todo aquello que se vincula útil y favorablemente en el tiempo a una comunidad nacional. Tradición no es rémora, ni la conservaciónde normas, costumbres o hábitos contrarios al progreso. Tradición no es la nigua, la alpargata, el rancho, el analfabetismo. Todo eso lo quieren conservar precisamente aquellos que, olímpicamente pretenden colocarnos contra nuestras auténticas y más válidas tradiciones sobre las cuales se asienta no poco de nuestra fisonomía y carácter nacional.

Frente a esa destrucción de valores se hace necesario el esfuerzo para retomarlos, restituirles su justo carácter y crearles las condiciones para que se activen y puedan cumplir su función esencial en todo cuanto signifique creación en el alto campo del espíritu y toca a todos los venezolanos y —de manera muy especial— a sus artistas y entre estos, con mayor razón, a aquellos que trabajan dentro de la dramaturgia, luchar por la defensa y reconstrucción de esos valores, por cuanto sólo apoyándonos en ellos podremos lograr la creación de un cabal teatro nacional, capaz de trascender lo más puro venezolano a lo universal.