Papel Literario

Rubén Márquez. Entre el informalismo, las instalaciones y los videos arte

por El Nacional El Nacional

Arenas es un pequeño pueblo entre Cumaná y Cumanacoa, Edo. Sucre, Venezuela. Según las crónicas del siglo XVII, toda la zona: Cumanacoa –llamada originalmente con el pomposo nombre de San Baltasar de los Arias–, San Fernando o San Lorenzo son pueblos cercanos con tierras fértiles, donde se cultivaba tabaco y caña de azúcar, lo que hizo que la zona fuese muy próspera. Cada uno de estos pueblos tenían unas iglesias de cierto interés. Eran austeras, pero dignas. Forjadas por los méritos de los padres franciscanos y capuchinos. Cambiar esa percepción de que si teníamos una hermosa historia arquitectónica que contar nos lo enseñó el maestro Graziano Gasparini. En 1799 visita Humboldt esa zona –y deja testimonio en unas crónicas–, y apenas unos años más tarde, en 1817, sus iglesias son incendiadas en la Guerra de Independencia. Solo se salva la de Cumanacoa. Esa destrucción sistemática de las iglesias provenía de las fuerzas realistas –originalmente patrocinadas por las huestes de Boves. En represalia porque la Iglesia estaba, en su mayoría, del lado de las fuerzas patriotas.

Muchas veces nos hemos preguntado cómo un joven de provincia tiene tal claridad para decidir que su futuro es el arte. Y que logre un gran lenguaje en su trabajo, sin mayor orientación. Y cómo ese mismo impulso se pierde en la falta de reconocimiento en una obra extraordinaria.

Rubén Márquez (Edo, Sucre, 1927) nació en Arenas. Desconocemos cómo decide irse a Caracas a estudiar a la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas. Allí recibe clases con Manuel Quintana Castillo quien se percata de sus méritos y valía. Hay que acotar que Quintana no solo fue un gran artista, sino un hombre culto, analista y sensible. Márquez participaba en sus talleres de “aplicación formativa”. Sus clases consistían en una reflexión en que planteaba problemas estéticos, desde lo intelectual hasta la resolución plástica. Los dibujos de Márquez eran tan interesantes, que sus propios compañeros esperaban que los terminara en el taller, para llevárselos. Quintana lo alienta a hacer una exposición, en 1964. Ahí exhibe unas piezas sugestivas, en una muestra que titula: Grafismo color 1, en donde inicia un análisis sobre la profundidad aparente en el plano bidimensional. Lo hacía con el uso de óxidos, pigmentos, papel periódico y grafito.

Posteriormente realiza otra, en 1965. Ahí, la composición partirá de una base geométrica para irse liberando en medio de una mezcla de manchas, texturas y pigmentos. Hay informalismo, gestualismo y collage. Para 1967, construye cuatro estructuras cuneiformes formadas por planchas unidas, en las que proponía el desdoblamiento de la obra, en el espacio interior y exterior. Obligaba al espectador a moverse alrededor de la propuesta. Esa experiencia lo lleva a introducir lo lúdico en la pieza y crea una guillotina que debía ser manipulada por el observador, creando movimiento. Con gran rapidez, una experiencia le llevaba inmediatamente a la siguiente.

Esas premisas lo aproximan al movimiento expansionista creado por Omar Carreño en El León de Oro. Los expansionistas integraban al espectador a la obra, en la búsqueda de una mayor participación. En el grupo también participaban Alirio Oramas, Gabriel Marcos, Álvaro Sotillo y Andrés Guzmán. Su interés era únicamente plástico y no político. Paralelamente, forma parte de El Zapato Roto que andaba en búsquedas similares.

Ese mismo año, realiza obras en las que había una esfera que giraba cuando el espectador accionaba un pedestal. En una de esas piezas en su interior se proyectaba una luz artificial que, en combinaciones cromáticas y sombras, sustituían a los pigmentos y generaban efectos de diferentes colores. Márquez se convierte así en el primer artista venezolano en hacer una intervención con luz, con efectos estéticos.

Resultado de esa experiencia realiza la exposición: Diálogo con el muro (1968), en la que exhibe 23 piezas manipulables por el espectador y que crean relaciones espaciales entre ellas. Las obras se percibían como un todo, debido a que ambienta el lugar en combinaciones de blanco y negro.

Ese mismo año viaja a París y realiza ensayos transformables sobre la obra de Piet Mondrian. La experiencia la hace con el cubo y la luz. Nacerían las estructuras móviles respiratorias en las que los volúmenes muestran cortes que se abren y se cierran sutilmente. Ahí retoma la idea de la fuente interior de luz que parece fugarse por una hendija. A partir de ese momento abandonará la parte icónica de la pintura para investigar sobre el fenómeno de la luz y las estructuras básicas.

Entre 1970 y 1980 investiga, adicionalmente, sobre la diagonal y la línea. Dirigirá, por tres años, los talleres en el Instituto Médico Pedagógico de París. Eso le permite comunicarse y establecer relaciones de concomitancia, con ambas disciplinas. Pasa de la luz pintada a la luz física.

Regresa a Venezuela en 1992. Comienza a trabajar el gran formato e investiga el problema de la inercia con elementos fijos que se desprenden. Publica unos artículos en el diario venezolano El Universal donde proclama: La línea también es imagen. Realiza un video arte sobre la partitura de Jean-François Champollien, donde delibera sobre el aporte genético de la escritura a la pintura. Expone diez estructuras móviles respiratorias en la Galería Fénix. Nos sorprende a todos. Prismas hermosos con líneas de luz que abren y cierran sutilmente. Colocadas en un ambiente de penumbra eran poesía y fragilidad. No exhalaban tecnología, ni enunciados físicos. Era un homenaje a la luz y la línea.

Asombrosamente Márquez, a partir de esa exposición, desaparece del escenario plástico nacional. El artista que más había estudiado y experimentado –con más determinación y éxito– la investigación sobre luz, línea e instalaciones, no sabemos qué se hizo. Rescatar y divulgar ese legado era una obligación. Al menos para esta humilde cronista.

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Imágenes

(1) Estructura móvil respiratoria V; 1992; desaparecida; tomado del catálogo de la exposición en la Galería Fénix, Caracas

(2) De la serie Grafismo color II; 1965; mixta sobre tela; formada centro; medidas: 98,5 cm x 82,5 cm; colección particular

(3) Imagen de Rubén Márquez (fotografía: autor desconocido)