Por JOSÉ ÁNGEL VIÑA BOLÍVAR
Un rasgo, casi un sino, que define el universo de Reynaldo Hahn (1874-1947) es la diversidad; su mundo es un cruce de convergencias que dan cuenta de su devenir plural, de su capacidad para apropiarse de todo aquello que le sirviera para la vida, en especial para abrevar su ser musical. Desde su origen, en él convergen nacionalidades y culturas que terminan por permear de modos indecibles su vida: nace en Venezuela —madre venezolana, de origen vasco, nacida en las Antillas y padre alemán de ascendencia judía— pero vive en Francia desde los tres años. Lo mismo ocurre con su hacer profesional: aunque Hahn es ampliamente conocido como compositor de exquisitas obras para el canto, su catálogo es extenso y bastante heterogéneo, hasta incluir música de cámara y repertorio de gran formato como poemas sinfónicos, conciertos para violín y para piano e incluso ballets y óperas que gozaron de prestigio, aunque rara vez se presentan en la actualidad. La inquietud y búsqueda constante que refleja su obra como creador tiene un perfecto correlato en otros roles ejercidos por Hahn alrededor de la música, por los cuales haremos un breve recorrido.
Director empresario
Entender los distintos roles que desempeña Hahn en su tiempo, pasa por ubicarlo en el París de la “Belle Époque” en el que el progreso ha dejado una marcada huella con sus exposiciones universales, su red de tranvía, el metro, el aumento de la población, la multiplicación de las opciones comerciales y el auge de una variedad de espacios y oferta recreativa, desde el cine hasta la ópera cómica y los musicales, en paralelo con el sinfonismo y el mundo de la ópera.
En París, Hahn coincide con una pléyade de artistas con quienes colaboró e hizo amistad, incluidos poetas, escritores, compositores, coreógrafos, actores, bailarines y músicos de la época como Paul Verlaine, Pierre Loti, Stéphane Mallarmé, Camille Saint-Saëns, Gabrie Fauré, Vaslav Nijinsky, lgor Stravinsky, Sergio de Diaghilev, Gabriel D’Annunzio y Jean Cocteau, entre otros; es un centro de producción artístico en el que hay una intensa sinergia detrás del mecenazgo de las grandes fortunas, pero sobre todo de nuevos públicos masivos a quienes seducir, fruto de la proliferación de salones, teatros y compañías dedicadas a la puesta en escena y circulación de espectáculos de todo tipo. En ese sentido, como Offenbach, su predecesor en la escena parisina, Hahn termina por ser empresario teatral, director musical y de escena, en ocasiones, todo estrechamente conectado con este circuito de relaciones e influencias.
Para un cantante, pianista y creador tan versátil como Hahn, el paso a la dirección musical es perfectamente comprensible, predecible casi, porque siendo como es un perfeccionista en la ejecución y la composición, aprovecha las ventajas que le ofrece estar al frente de los ensambles instrumentales para trabajar y alcanzar el sonido de conjunto que requiere cada compromiso y que puede controlar desde el podio, posicionando sus visiones estilísticas y demandas expresivas en general. Esto es especialmente de esperar cuando dirige su propia obra, tal como ocurrió con su Concierto para violín y orquesta, dedicada al violinista francés Jules Boucherit (1877-1962), estrenado por el también violinista francés Gabriel Bouillon (1898-1984) en París con la Orquesta de los Conciertos Colonne el 26 de febrero de 1928, dirigido por Hahn. De alguna manera, el desafío empresarial que asumirá posteriormente va en esa misma dirección, permitirle tener un control de todos los procesos relacionados con la producción, puesta en uso y recepción de la música.
El Festival Mozart de Salzburgo, claro predecesor del afamado Festival de Salzburgo que se celebra desde 1920 hasta la actualidad, tuvo ocho ediciones entre 1877 y 1910. Esta iniciativa empresarial y musical fue impulsada, y protagonizada en buena medida, por la soprano alemana Lilli Lehmann (1848-1929), amiga, aliada artística y empresarial de Hahn, conocida por ser una de las principales intérpretes de la ópera mozartiana y difusora de primera línea de la música de Wagner. Entre todas, destacó especialmente la edición número siete de este festival, celebrado entre el 14 y el 20 de agosto de 1906, teniendo como epicentro la producción de Don Giovanni de Mozart, en el que Lehmann cantó el papel de Donna Anna: entonces, contrató a los mejores cantantes de su época y contó con la dirección musical de Reynaldo Hahn al frente de la Vienna State Opera (Hofoper, Wiener Staatsoper). Debido al amplio cartel de conciertos que se presentó por la celebración de los 150 años del natalicio de Wolfgang Amadeus Mozart, y por la confluencia de celebridades de la talla de Gustav Mahler, Richard Strauss, Camille Saint-Saens y Josef Hummel, entre otros; el Festival Mozart de 1906 es considerado por algunos como el evento musical más importante de principios del siglo XX en Salzburgo: con motivo de este Festival, se desarrolló una “industria” que comercializaba el nombre “Mozart” en accesorios y toda clase de souvenirs.
Como es sabido, Hahn dirigió en la Sala de Ópera Garnier del Casino de Montecarlo, llamada así en honor a su creador Charles Garnier, también arquitecto de la Ópera de París, institución que terminará dirigiendo más adelante Hahn. En esta sala, hizo alianza empresarial con su director Raoul Gunsbourg, lo que permitió el montaje allí de las óperas de Hahn Nausicaa el 13 de abril de 1919 y posteriormente Ciboulette en 1923. Por aquellos años, la Ópera de Montecarlo se convirtió en referente de primer orden de la actividad operística de toda Europa, debido a la cantidad de obras y artistas excepcionales, en sus constantes temporadas.
Una asociación similar permite a Hahn hacer vida musical en el Casino Municipal de Cannes, en asociación con el empresario, tenor y director de teatro francés Eugène Cornuché, quien en 1919 se había puesto al frente de la Société Fermière du Casino Municipal de Cannes, presentando como principal cartel la participación de André Messager y Reynaldo Hahn como directores de la temporada de conciertos. A partir de enero de 1920 Reynaldo Hahn, asistido por Néstor Leblanc y Georges George, comenzó la temporada de invierno como director musical y bajo la dirección artística de Léo Devaux para la temporada de verano.
Reynaldo Hahn, además de ser director musical de la Ópera de Casino de Cannes de 1919 a 1931, también fue un influyente crítico musical en la ciudad durante muchos años; entre septiembre de 1941 y abril de 1942, regresa como director musical del Casino. En esta ocasión, la crítica valoró muy positivamente su labor como programador al decir: “La brillante temporada de un esteta como Reynaldo Hahn quizás no correspondía del todo a los gustos de un público que soñaba con obras más populares. Pero no se puede negar que precisamente, con el desarrollo de esta programación elegida, este teatro jugó un papel más importante para su reputación, que se afirmó, en la mente de los conocedores, fuera de los caminos trillados”.
Su contribución en Cannes incluyó liderar la gestión y dirección artística de la Ópera, así como influir en la escena musical local a través de sus críticas y opiniones. Gracias a este y otros muchos méritos, actualmente hay en esta ciudad una plaza llamada Reynaldo Hahn.
Crítico y escritor
Pudiera pensarse que Hahn va abarcando estos distintos roles, en apariencia disímiles, de manera progresiva, pero la verdad es que los transita en simultáneo, incluida la escritura. A partir de 1933 Hahn comienza a escribir como crítico musical del diario Le Figaro, actividad que había iniciado en 1897 en Le Gaulois y en diversas publicaciones como Fémina, La Flèche, Excelsior y La Presse. No obstante, no está dedicado exclusivamente a esa labor: en 1935 dirigió representaciones de La flauta mágica, en 1936 y 1937 El rapto del serrallo, y en junio de 1939 y 1940 se pone al frente de Las bodas de Fígaro. A decir del estudioso de su obra Philippe Blay, “es ante todo un crítico que quiere ser libre, incluso si eso significa establecerse permanentemente contracorriente”. Hahn es además conferencista desde 1913 en la Universidad de Annales. Compendios de estos escritos los publicó bajo los títulos Du chant en 1920, correspondiente a las conferencias; L’oreille au guet y Thèmes variés, que recogen sus críticas en dos momentos, 1934 y 1936, respectivamente.
Como conferencista, como crítico y como escritor, Hahn mira y valora el quehacer musical de su propia época con lupas del pasado, sin presiones de fama, fiel a sus ideales estéticos, a sus expectativas estilísticas y técnicas. Esta afirmación vale no solo para los libros antes mencionados, sino para otros escritos de Hahn, como La grande Sarah, publicado en 1930, en el que rememora los momentos vividos al lado de su amiga íntima, la actriz Sarah Bernard; y como en Notes, journal d’un musicien, de 1933, en el que deja ver su vasta cultura y sus gustos artísticos eclécticos.
Reynaldo Hahn, el creador, el director, el crítico, el escritor y el empresario, ha sido tenido principalmente como mozartiano, lo que se deduce, por ejemplo, de su insistencia en temas afines al compositor austríaco, presentes en su libro Thèmes variés. No obstante, desde su accionar, pero también desde su escritura, este polifacético venezolano, nacionalizado francés, deja ver que tiene una muy amplia visión del mapa musical contemporáneo, valorando todos los movimientos, tendencias, sobresaltos y resistencias de su tiempo. Blay lo interpela en relación con su valoración de Wagner y concluye: “…Hahn se sitúa en la encrucijada de las múltiples interacciones que genera la música de Richard Wagner en la sociedad parisina de finales del siglo XIX. Alumno de Massenet y admirador de Saint-Saëns, dos modelos del francés artístico (…) Compitiendo con Proust en la relación entre música y misticismo, Hahn quiere emanciparse frente al ‘genio colosal de Wagner’ y al mismo tiempo titula sus columnas en Le Figaro ‘La pizarra de Beckmesser’. Porque este músico, cercano a intérpretes históricos como la soprano Lilli Lehmann y el tenor Jean de Reszke, desconfía de los elementos sonoros ‘que actúan sobre el ser físico y esclavizan al oyente’, lo que le lleva a favorecer la creación wagneriana The Mastersingers…”.
Editor
Una tarea poco conocida de la vida de Hahn, y que revela su vastísima cultura y formación musical, es su contribución a la edición de las obras completas de Jean-Philippe Rameau, proyecto dirigido por Camille Saint-Saëns y que vio luz gracias a la prestigiosa casa editora de música Éditions Durand & Cie. La revisión realizada por Hahn fue específicamente el volumen XV, Les Fêtes de l’Hymen et de l’Amour, publicado en 1910; y el volumen XVIII, Naïs, publicado en 1924.
Es importante tener en cuenta que no se trataba solamente de una transcripción, sino de un trabajo de revisión y edición que implicaba una profunda erudición, debido al conocimiento de detalles estilísticos y técnicos implícitos en la restitución de los textos musicales y su adecuada adaptación a la escritura moderna, lo cual ameritaba, además, una perspectiva musicológica e histórica aguda. De hecho, en esta ambición editorial, se destacó como elemento esencial el aprovechamiento máximo de todas las fuentes disponibles en la Biblioteca Nacional y el Conservatorio o la Ópera, y para la empresa Durand y Compañía fue un enorme desafío dada la dimensión y trascendencia de la obra de Rameau.
Próximo al final de su vida, Reynaldo Hahn recibe el honor de ser incorporado como individuo de número de la Academia de Bellas Artes, al tiempo que asume la dirección de la Ópera de París, en 1945, todo lo cual lo reconecta con la Francia de la posguerra, ahora desde una posición en la que se reconoce su trayectoria y aportes a la música gala.
La visión estética de Hahn transversaliza cada uno de los roles que desempeña en el ámbito musical; el suyo, como vimos, no es el caso de un artista ejerciendo varios oficios afines a la música: Hahn hace música a través de diferentes labores, y este hacer diverso es un despliegue de su universo sonoro, una concertación de tareas a través de la cual encauza sus aspiraciones, desde la creación hasta la recepción, abarcando todo el punto y circulo musical.
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