Alfonso Reyes
La demagogia política mexicana ha abusado y sigue abusando de la decencia de la obra de Reyes

Por SEBASTIÁN PINEDA BUITRAGO

El pasado 7 de septiembre de 2019 en el suplemento literario de El Universal, Christopher Domínguez Michael arremetió contra El deslinde (1944), la teoría literaria de Alfonso Reyes, tachando semejante ensayo de “maldito” y de ser el “peor libro” de Reyes. Lo curioso es que tal opinión peyorativa provenga de Domínguez Michael, un crítico literario que se ha caracterizado sintomáticamente por desdeñar la teoría en sí, es decir, por preferir el impresionismo y la intuición. Si el primer libro de Domínguez Michael se titula Tiros en el concierto (1997), aludiendo al afán de polemizar y alterar el orden canónico que acaso él mismo había ordenado en su Antología de la narrativa mexicana del siglo XX (1991), sus últimas reseñas ya no lanzan “disparos”, sino disparates.

Un texto no puede comprenderse sin su contexto. Escrito en México entre 1941 y 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, El deslinde es una respuesta implícita a los abusos de la propaganda fascista y comunista. Reyes se propuso deslindar o definir el lenguaje literario de manera distinta a los partidarios limitados de la escuela estilística, espoleada por el Formalismo ruso y el New Criticism. La fórmula lingüística no le interesó como mero fenómeno formal, sino también sociológico: “la sociedad solo se liga mediante el lenguaje [por] la responsabilidad social del escritor”. Amplió el concepto de lo literario hacia aquellos textos altamente elaborados capaces de integrar el sentido estético con el rigor científico, y manifestó una profunda desconfianza por los sistemas en cuanto impedían el despertar de la conciencia crítica. Además, advirtió el carácter determinista de la dialéctica marxista, “que todo lo veía predeterminado”, sin negar la importancia de la economía en todo análisis literario y social.

El desdén del afamado crítico de Letras Libres hacia Reyes no parece provenir de una fobia personal, sino de un sentimiento compartido por un amplio sector de la intelectualidad mexicana que nunca ha podido hallarse cómoda con la figura de un autor tan institucionalizado por El Colegio de México y la UANL de Monterrey.  Recientemente, además del de Domínguez Michael, Reyes ha recibido sucesivos ataques por parte de jóvenes intelectuales mexicanos, tales como Rafael Lemus (Letras Libres, septiembre de 2012), Nicolás Medina Mora Porras (Nexos, julio de 2019) o Carlos E. López Cafaggi (Nexos, julio de 2018) –incómodos de recibir como “herencia” Visión de Anáhuac (1917) o la Cartilla moral (1944).

La razón de semejante incomodidad parece estar en que Reyes no responde al cinismo de la intelectualidad mexicana. Para empezar, Reyes escribió Visión de Anáhuac como respuesta al ensayo de Martín Luis Guzmán, La querella de México (1915), en el que este acusa a la población indígena de ser “un lastre y un estorbo”.  Para Reyes, por el contrario, la población indígena es parte del espíritu de la razón que mueve y transforma la Historia. Supo con Hegel (el de la Fenomenología del espíritu, no el de las Lecciones de Historia…), que la rebeldía de los esclavos en Haití contra la monarquía francesa y que el triunfo del joven Napoleón contra la Prusia feudal encarnaban el “espíritu del mundo a caballo”; de modo que la Revolución mexicana, de la que él incluso fue expulsado, fue para Reyes un momento en que el “indio” dejó de ser un “lastre” y puso en duda la concepción del “amo”.

Para pensar semejantes cosas, para decirlas, Reyes escogió el exilio madrileño entre 1914 y 1924. Acaso sea este decenio el más creativo y rebelde de su vida. No hay que olvidar que el primer libro de Reyes, Cuestiones estéticas (1911), fue ninguneado por la intelectualidad mexicana de entonces, pues su padre, el general Bernardo Reyes, ya se hallaba encarcelado por orden del presidente Francisco I. Madero, sí, en la misma cárcel donde se hallaba otro rebelde, el guerrillero “Pancho” Villa.

Desde luego, la demagogia política mexicana ha abusado y sigue abusando de la decencia (que es lo contrario al cinismo) de la obra de Reyes. Tal es caso de la Cartilla moral, un texto que tampoco puede comprenderse sin su contexto. Reyes lo escribió a partir de las notas sobre curso de retórica grecorromana que había dado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en 1941. Pues, en realidad, la Cartilla moral es un pequeño resumen de la Política y la Retórica de Aristóteles: el politikón zoion (el animal político) lo es porque “tiene conciencia del bien.” El bien está encarnado en la idea de ciudad (polis), que Reyes llama “el conjunto de nuestros deberes morales”. De modo que la conciencia del bien (la moral o la ética) aparece en virtud de la palabra, cuya suprema forma es el discurso; edificar el discurso –perfeccionar nuestra escritura– es edificar al ser humano como parte de un todo (la polis).  Tal es el mensaje ulterior de Reyes en El deslinde.


*Sebastián Pineda Buitrago (Colombia, 1982). Es doctor en Literatura Hispánica por El Colegio de México y licenciado en Literatura por la Universidad de los Andes (Bogotá). Entre sus publicaciones: Tensión de Ideas: el ensayo hispanoamericano de entreguerras (2016) y Andrés Bello. Ensayos de filología y filosofía (2019).


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