La ocupación más solicitada de un crítico, aunque no necesariamente la más grata, es atender las novedades editoriales que van escupiendo las prensas. En ese sentido, no suelo limitarme a la literatura mexicana y por ello reseñé la primera biografía aparecida sobre Nicanor Parra, fallecido hace casi exactamente un año a sus 103 y obra de Rafael Gumucio, publicada en Santiago de Chile por la Universidad Diego Portales, un libro significativo al que, por fuerza, seguirán otros sobre uno de los grandes poetas latinoamericanos de todos los tiempos. También escribí sobre un rescate de importancia (el Diario de juventud, de la poeta uruguaya Idea Vilariño), lo mismo que sobre ficciones y ensayos de autores argentinos, ecuatorianos y colombianos. Reseñé en Confabulario dos de las colecciones de cuentos de Mariana Enríquez (Los peligros de fumar en la cama y Las cosas que perdimos en el fuego, editadas por Anagrama) y su retrato de la escritora cuyo relevo toma: Silvina Ocampo, (Universidad Diego Portales). Insisto: aquí solo hablo de los libros que reseñé durante 2018.
En el terreno de algo que puede llamarse neo-gótico aunque muy en la tradición fantástica argentina, quizá Enríquez sea lo más relevante, junto con el ecuatoriano Francisco X. Estrella (El corazón de un canalla) y el colombiano Antonio Ungar (Mírame), en cuanto a narrativa. Admiré los ensayos–ficciones bibliofílicos del xerezano Juan Bonilla (Biblioteca en llamas), del argentino Matías Serra Bradford (El secreto entre los rusos) y del mexicano Armando González Torres (Del sexo de los filósofos). No resistí la misión imposible de seguirme poniendo al día con la obra proliferante de César Aira, como lo saben los lectores de El Universal y festejé los 90 años del filósofo y poeta argentino (y poblano) Oscar del Barco (y con esos mismos años, de la narradora y crítica judía Cynthia Ozick). Comenté autores españoles como Sabino Méndez, autor de una novela estupenda (Literatura universal, Anagrama) y reseñé la más reciente de la cubana Wendy Guerra (El revolucionario que coleccionaba obras de arte, Alfaguara).
En cuanto al dominio mexicano, en el año de la muerte de Fernando Del Paso, recordamos en estas páginas a José Luis Martínez (se reeditó La expresión nacional y la correspondencia con Alfonso Reyes en el FCE) y a Juan José Arreola, ambos jaliscienses nacidos en 1918. De la llamada “narcoliteratura” me fue suficiente con hablar de los libros de Carlos Velázquez (1978). La indiferencia de su antihéroe ante la moralidad de las guerras narcas dice más que la profusión indignada propia del periodismo narrativo. Entre los ensayistas debutantes en 2018 me quedo con Guillermo Espinosa (Entre un caos de ruinas apenas visibles, Antílope) y Georgina Cebey (Arquitectura del fracaso, Tierra Adentro), no en balde, ambos dedicados a formas distintas aunque complementarias de la arqueología ensayística. No leí muchas novelas mexicanas este año y la que más me impresionó, por su extensión y riesgo, resultó ser Fue (Alfaguara), de Vicente Herrasti, que cosa rara en nuestros tiempos, llevaba catorce años sin publicar novela. Eso quiere decir que Herrasti, autor de una aventura en el origen de las religiones, tiene la cabeza donde debe tenerla un verdadero escritor. No poca importancia tuvo, para mí, leer la colección de prosas poéticas (El ovillo y la brisa, ERA), del mexicano David Huerta.
En cuanto a la actualidad internacional nada me parece de lectura tan urgente como The Death of Truth. Notes on Falsehood in the Age of Trump, de la crítica neoyorkina Michiko Kakutani, quien establece el nexo, reconocido por los voceros de la alt-right, entre el relativismo cultural y su logorrea universitaria y el régimen mitomaníaco de Trump. Espero que este libro ya se encuentre en curso de traducción. Examiné, a su vez, las reflexiones sobre nuestros tiempos de Martha Nussbaum, Peter Sloterdijk, Roger Scruton, Jean-Marc Mandosio, Alain Badiou y Alain Finkielkraut, así como Mind vs. Money, de Alan S. Kahan, este último un buen antídoto contra el pobrismo en boga. Reseñé las novedades sobre el nazismo de Heidegger, cuyos Cuadernos negros, Donatella di Cesare (Gedisa) leyó con minucia; recordé el centenario de Elizabeth Hardwick (en Letras Libres) y se me fueron, por falta de tiempo, Apollinaire y Emily Brontë. Lamenté en estas páginas la muerte del gramatólogo Gérard Genette y di cuenta de que 2018 fue el primer año sin Premio Nobel de Literatura desde 1943.
Le seguí la pista a las esnobs y a los ateos, a través de los libros, en francés, en inglés y en traducción al español, de Éric Neuhoff, D.J. Taylor, Christopher Hitchens, Michel Onfray y Ronald Dworkin. De las novelas extranjeras me quedo con Brújula (RHM), del francés Mathias Enard, vindicación del orientalismo, y en historia cultural con los retratos, respectivamente, de Stuart Jeffries y Sarah Bakewell, sobre la Escuela de Frankfurt (Gran Hotel Abismo, Turner) y En el café de los existencialistas (Ariel). En ambos casos, ambos libros me permitieron hablar del medio siglo del 68, recordando venturas y desventuras de Adorno, de Aron y de Sartre… Me ocupé, a su vez, de tres críticos italianos: Alfonso Berardinelli, Filippo La Porta y Massimo Rizzante. Me permití dos escapadas musicales: una novedad (Edward Dusinberre, Beethoven for a Later Age. Living with the String Quartets) y un roperazo (Solomon Volkov, Shostakovich and Stalin, de 2004). También fui en dos ocasiones al museo, a admirar a Turner de la mano de Ruskin y a Tintoretto acompañado por Sartre.
No me gustan las listas de novedades porque la actualidad a menudo conspira contra el presente. Procuro releer (Donoghue, Kermode, Steiner, este año) antes que leer novedades, aunque la enumeración aquí puesta a disposición de los lectores de Confabulario, quizá me desmienta. Pero si me obligara a elegir uno por género, me quedo con The Death of Truth, de Michiko Kakutani, Nicanor Parra, rey y mendigo, de Rafael Gumucio, El ovillo y la brisa, de David Huerta, Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enríquez y Brújula, de Mathias Enard. Es decir, ensayo contemporáneo, biografía, poesía, cuento y novela.
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