Probablemente no sabremos nunca cuál será el castigo que, en el reino de Xi Jinping, aplicarán a las dos bibliotecarias fotografiadas mientras quemaban libros en el patio de una biblioteca. Atendían la orden purificadora por excelencia, dictada en octubre de 2019: destruir con toda letra impresa que ponga en peligro la estabilidad y la seguridad del reino. Pero se excedieron en el cumplimiento: encendieron la hoguera en lugar visible. Se apartaron de la premisa esencial del totalitarismo chino: desaparecer al enemigo, bajo la condición de que no haya testigos.