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Renzo Vestrini. El primer informalista en Venezuela

Octava entrega de la serie “Artistas olvidados”, por Beatriz Sogbe: “Criticaba que se usaran arpilleras de alta calidad y médiums costosos para denunciar la pobreza y la represión. Lo cierto es que ese discurso informalista, al volver a Venezuela, Vestrini lo desarrolla aún más y lo lleva al límite con texturas, arenas y colores de la tierra”

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La obra de Renzo Vestrini (Florencia, Italia, 1906 – Maracaibo, Venezuela, 1976) es poco conocida. Estudió ingeniería en Roma y Pisa y comienza a trabajar con su padre –quien era agrónomo– al sur de Francia (Marsella, Cannes, Toulon y Córcega).

Vive en París entre 1938 y 1940 –donde se involucra con los movimientos vanguardistas–, finalmente se establece en Marsella. Fue precisamente en Francia donde surgen los primeros movimientos informalistas, desde 1941, con el pintor Jean Fautrier (Francia 1898-1964) y los alemanes Wols (1913-1951) y Hans Hartung (1904-1989), quienes estaban radicados en Francia. A ellos se sumarían Mathieu, Soulages, Pollock y Tobey en USA. Y en Italia, Capogrossi, Scripa y Scanavino. Vestrini se interesa en esas tendencias vanguardistas. Para 1947, se viene con su esposa e hijas a Venezuela. Había finalizado la Segunda Guerra Mundial y, como muchos otros, vino a buscar una nueva vida a nuestro país. Llega a Betijoque y comienza a pintar, de manera figurativa. Se muda a Valera, Coro y, finalmente, a Maracaibo, donde desarrolla su obra principal como artista y como ingeniero. Allí construirá las obras en el Palacio Municipal, la Iglesia del Padre Claret, de los Olivos y el edificio de la CVP. Entre 1952 a 1958 realiza una obra gestual con líneas y al conocer las nuevas posibilidades que le brinda el acrílico comienza a hacer obra matérica. Desde 1958 hasta 1959 se aproxima al grupo literario Sardio. Allí compartirá sus experiencias informalistas con Contramaestre. Este las profundizará, posteriormente, en España.

Ya para 1959 Vestrini exhibe en el Centro de Bellas Artes de Maracaibo una obra llena de texturas, arenas y tierras que asombra a todos. En ese lapso hace contacto con el grupo marabino 40° a la Sombra y algunos de los futuros integrantes del Techo de la allena. No quiso identificarse con estos, ya que no compartía la idea de mezclar la política con el arte. No hay que perder de vista que era un emigrado de la guerra.

En 1960 viaja a Italia y al ver la Bienal de Venecia se incomoda, ya que le fue otorgado el Primer Premio (compartido) a Jean Fautrier, Hans Hartung y el veneciano Emilio Vedova. Su amigo, Oscar d’Empaire –el gran promotor cultural y artista zuliano–, nos contó que no compartía el uso político que se le dio a esa tendencia, ya que Fautrier para ese momento desarrolla los Têtes de partisans (cabezas de partisanos), que surgen como una reacción de la invasión soviética a Hungría. Hartung, por su parte, fue un perseguido político de la Gestapo. Fue considerado un artista degenerado por los nazis, siendo totalmente incomprendido en su país. En Francia lo valoran, pero su pintura no se vendía. Desarrollaría una pintura de fondo lumínico (fond lumineux), entre 1954 y 56, que lo hizo predecesor de la abstracción lírica, de mucha influencia en los Estados Unidos. Vedova hizo una gestualidad automática. Ese premio le da al movimiento informalista el reconocimiento internacional.

Vestrini tampoco aprobaba el uso que ya le habían dado Millares y Tapies a los yutes como una reacción a la política opresiva del franquismo. Criticaba que se usaran arpilleras de alta calidad y médiums costosos para denunciar la pobreza y la represión. Lo cierto es que ese discurso informalista, al volver a Venezuela, Vestrini lo desarrolla aún más y lo lleva al límite con texturas, arenas y colores de la tierra. Será su mejor etapa que va desde 1959 a 1963.

Ese discurso es asumido por el Techo de la Ballena con Carlos Contramaestre a la cabeza. Y que ahí nacería nuestro principal artista informalista: Francisco Hung. Este lo usaría –como gesto– y Vestrini –como materia. Elsa Gramcko en una obra netamente poética, con ensamblajes de desechos –en expresiones netamente plásticas. El Techo de la Ballena utilizará el informalismo para unir la plástica a la política. Así surgirán los automatismos de Alberto Brandt. Los que usaron cáñamos y costuras, como medio para gritar la ausencia de libertad de expresión, como Fernando Irazábal. El uso de elementos que se corrompen –para denunciar la descomposición política– con Contramaestre. Y la unión de elementos, como el petróleo y moriche, en sincretismo con elementos prehispánicos en J.M. Cruxent. Por solo citar los más conocidos. De tal manera, que el denominado en Francia art autre (arte otro) se había instalado por primera vez en América Latina, en convivencia con la literatura, la política, la fotografía y el arte.

Para 1963 Vestrini vuelve a Italia. Realiza obras dentro del expresionismo rítmico con mecates, cuerdas e hilos, para hacer composiciones con esos materiales. Retorna a Venezuela, en 1972. Vive en Puerto La Cruz por cuatro años y regresa a Maracaibo, donde fallece en 1976.

Que Vestrini haya sido el pionero es algo que poco se ha reconocido. Y la influencia que tuvo en los movimientos y artistas de ese momento. Sobre todo, en la inserción en el tiempo, ya que fueron realizados de manera casi paralela, a los movimientos europeos y norteamericanos. En el caso de la plástica venezolana, con el interés de que los artistas desarrollaron sus lenguajes libres de ataduras. Y permitir la inserción puntual de otros artistas, aunque no fueran militantes, ni asiduos del grupo.

Las bellas obras de Vestrini nos resultan sorprendentes y de una sensibilidad sublime. Son materia pura, arenas, texturas. Se había roto el rigor compositivo y se dio paso a una marea de granos y universos tímbricos que mucho tienen que ver con nuestras tierras. Lo que se olvidó es quién había sido el primero en realizarlo en nuestro medio.

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