Por NELSON RIVERA
Salas Subirats: 1945
Llamativo caso: ninguna de las tres traducciones del Ulises de James Joyce, disponibles ahora mismo en español, es de nuestro siglo. Pertenecen al XX. La celebración del centenario del Ulises no ofrece novedad al respecto (o casi: más adelante lo explicaré). Diego Garrido, traductor de un volumen de cuentos y prosas breves de Joyce, le decía a Karina Sáinz Borgo (diario ABC, España, 16 de enero de 2022): “Lo máximo que se puede hacer con el Ulises es una aproximación”. Se ha repetido en los días recientes: traducirlo es una tarea demencial. Quizá por ello las editoriales han apelado a las existentes, a los demenciales que sí afrontaron la exigencia.
La que lleva consigo la medalla del pionero es la de José Salas Subirats, publicada en 1945. Me interesé en este hombre por incitación de Elisa Lerner, quien me advirtió que el hombre vivió en Venezuela. Hay constancia de su estadía en una entrevista concedida al desaparecido The Daily Journal.
Leo que Salas Subirats (Buenos Aires, 1900-1975) fue un autodidacta, que terminó la escuela a los 23 años. Sus conocimientos de inglés eran muy limitados. Fue vendedor de seguros (materia sobre la que escribió varios libros), poeta, fabricante de juguetes, autor de libros de autoayuda y de ensayos sobre cuestiones diversas, novelista, generacionalmente vinculado a las vanguardias literarias de Buenos Aires. En un libro publicado en 2016, El traductor del Ulises: Salas Subirat, de Lucas Petersen, se exponen las variadas hipótesis de cómo fue que este polivalente emprendedor se embarcó en semejante aventura.
Responde Lucas Petersen a la pregunta de quién era Salas Subirats: “Era un hijo de inmigrantes que realizó su educación de manera autodidacta; era un lector voraz y desprejuiciado; alguien que se formó ética y políticamente en el grupo Boedo, con una idea de que la misión del intelectual es apropiarse y redistribuir saberes a quienes no los poseen; alguien que, viniendo de un contexto de mucha privación, nunca perdió de vista el bienestar material para su familia; alguien que era profundamente osado para afrontar cualquier tipo de iniciativa: tuvo una academia de inglés y taquigrafía, trabajó en una empresa soviética en la Argentina, fundó una agencia de publicidad y una fábrica de juguetes, vendió seguros y capacitó a generaciones de aseguradores, sobrevivió a un accidente de avión, fue pionero de la literatura de autoayuda, fue columnista de relaciones humanas en el Show de Mario Clavell, en los años 60”.
En una breve reseña del libro de Petersen, que también encontré en la red, Graciela Montaldo dice: “Pero ninguna hipótesis convencional puede despejar el fondo de misterio de esa operación: varias generaciones leyeron en español una de las obras más complejas de la modernidad gracias a la versión de un escritor menor, que no sabía suficiente inglés para lidiar con las sofisticaciones de Joyce, que no congeniaba con la vanguardia, que se había formado leyendo las colecciones de libros baratos y de divulgación que publicaban las editoriales de ‘izquierda’ a principios de siglo”. Salas Subirats, en una primera etapa por su cuenta y, avanzado en su objetivo, bajo la asesoría de un contrato con una editorial, publicó su traducción (recordemos, la primera en español) en 1945. Luego, en 1952, la sometió a revisión.
Esta es la traducción utilizada por la editorial Galaxia Gutenberg en la imponente edición de este 2022, que trae más de 330 ilustraciones —134 en color, el resto en blanco y negro— del pintor, grabador y escultor español Eduardo Arroyo (1935-2018), también ensayista y autor de diarios. Arroyo, profundo conocedor del libro, y por encargo de la editorial, realizó este riguroso trabajo —elocuente serie figurativa que acompaña la narración y dialoga con ella— entre 1989 y 1990.
Lo previsto, entonces, que era publicar el Ulises ilustrado por Arroyo en 1991 —se cumplían 50 años de la muerte del autor— no fue posible porque un nieto de Joyce se opuso a la iniciativa. Pero entre aquel momento y hoy un hecho ha disuelto el impedimento: en 2011, tras cumplirse los 70 años de su muerte, los derechos de Joyce adquirieron el estatuto de dominio público, con lo que se despejó el terreno legal para que los lectores puedan disfrutar de la visualización —la aguda figuración— que Arroyo hace de la novela.
En el breve comentario sobre la traducción que incluye la edición hay una cita de Juan José Saer que quiero reproducir aquí: “Muchos de los escritores de la generación de los cincuenta o los sesenta aprendieron varios de sus recursos y de sus técnicas narrativas en esa traducción. La razón es muy simple: el río turbulento de la prosa joyceana, al ser traducido al castellano por un hombre de Buenos Aires, arrastraba consigo la materia del habla que ningún otro autor —aparte quizás de Roberto Arlt— habría sido capaz de utilizar con canta inventiva, exactitud y libertad. La lección de este trabajo es clarísima: la lengua de todos los días era la fuente de energía que fecundaba la más universal de las literaturas”. Añadiré una opinión más, la de Borges: la traducción de Salas Surbirats le parecía una criatura mal confeccionada.
El turno de Valverde: 1976
Increíblemente, transcurrirían más de tres décadas para que, en 1976, apareciera en España la traducción de José María Valverde (1926-1996), que merecería el Premio Nacional de Traducción. Recordemos que, a diferencia de Salas Surbirats, Valverde era doctor en Filosofía y un curtido profesional de las letras. Antes de traducir a Joyce había publicado una parte sustantiva de su obra poética y algunos de sus ensayos fundamentales, era un asiduo de la tertulia del Café Gijón, dictaba clases de estética en la Universidad de Barcelona, mientras se interesaba por la historia de las ideas. Sus traducciones del alemán y del inglés eran reputadas. Durante su exilio, que se inició en 1964, vivió como docente en universidades de Estados Unidos y Canadá. Antes de afrontar a Joyce, había traducido, entre otros, a Thomas Merton, Reiner María Rilke, Charles Dickens, Doris Lessing, John Updike, el teatro completo de Shakespeare, Saul Bellow, Herman Melville y más.
La edición de Lumen (Penguin Random House Grupo Editorial, España, 2022) vuelve a publicar la traducción de Valverde, pero revisada (en esto consiste la casi novedad mencionada en el primer párrafo) por el crítico literario y estudioso de la literatura anglosajona Andreu Jaume (1977).
Con cuidado respeto, Jaume explica por qué los editores tomaron el camino de revisar la tarea cumplida por Valverde: “Más de cuarenta años después de su primera edición, el excelente trabajo de José María Valverde necesitaba ser revisado y puesto al día. No hay ninguna traducción, por buena que sea, que no termine envejeciendo, pero la labor que hemos llevado a cabo ha sido más parecida a la restauración que a la corrección. Algunas decisiones de Valverde habían envejecido. En su época, el inglés no estaba tan generalizado como ahora y era necesaria aclarar en la traducción algunas cosas que hoy son obviedades o que resultan muy fáciles de entender”.
La edición tiene sus atractivos: además del sobrio texto preliminar de Jaume, incluye el prólogo de Valverde de 1976 —una sosegada aproximación biográfica y literaria—; reproduce el esquema elaborado por el mismo Valverde, como una especie de visita de reconocimiento a la obra, previa al inicio de la traducción; reproduce dos de los esquemas “históricos” del Ulises: el que en septiembre de 1920 Joyce envió a su amigo italiano Carlo Linati; anota en la carta que acompaña el esquema: “Es una epopeya de dos razas (israelitairlandesa) y al mismo tiempo el ciclo del cuerpo humano, así como una pequeña historia de un día (vida)”. Y el más conocido esquema Gorman-Gilbert, que se divulgó en 1960, aunque Joyce había autorizado su uso público en 1930.
Apenas se abre el libro, un ilustrativo mapa —El Dublín del Ulises— realizado por la ilustradora francesa Camille Vannier, residenciada en España, facilita una visualización del puñado de calles dublinesas donde transcurren los episodios de la novela.
García Tortosa y Venegas Lagüéns: 1999
Ian Gibson sentenció en 2002 que la traducción que Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas Lagüéns habían hecho para la Editorial Cátedra en 1999 era “prodigiosa”. Vanegas Lagüéns es una reconocida experta en filología inglesa. A García Tortosa se le tiene como el mayor experto español en Joyce y el Ulises. Es autor de varios libros y ensayos, entre los que destacan, en su condición de editor, junto a Antonio Raúl de Toro Santos, de los dos volúmenes de Joyce en España.
El enorme conocimiento de la cuestión joyceana de García Tortosa queda reflejado, sin atenuantes, en el amplio y ordenado texto que inaugura el volumen. Es, como han sugerido muchos comentaristas, la mejor introducción disponible para cualquier lector, una especie de comenzar-de-cero, un estudio resumido de los estudios, una visita guiada por los asuntos que conviene conocer y aclarar antes de arrancar con el primer capítulo.
El recorrido: presentación exterior de la novela (pone foco en las distintas controversias ocurridas o en curso). El orgánico vínculo entre autor y novela (“Lo cierto es que en Ulises están incrustadas las vivencias más íntimas y personales de su autor”). Entra en la arquitectura, la genealogía de los personajes, las técnicas utilizadas, las variantes estilísticas. Mira en detalle el elemento clave del monólogo interior y el recurso del humor. A continuación, capítulo a capítulo, resume los hechos, la simbología y los movimientos de cada capítulo, con una claridad incomparable.
Solo una consideración más, cualidad que aprecian muchos lectores: mientras la edición de Galaxia Gutenberg solo puede ser leída o apreciada en una mesa (el libraco pesa casi 3,5 kilos); mientras el de Lumen probablemente exija posarlo en el pecho o sobre las piernas para leerlo, el de Cátedra solo requiere el sostén de las dos manos de quien lee: un Ulises manejable y portable.
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