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Récipe para golosos: un mapa de Geidy Querales Ortega

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Por NELSON RIVERA

Las tres primeras antologías de cuentos publicadas por la colección Océanos y libros corresponden a Nicaragua (edición de Arquímedes González y Karly Gaitán Morales, prólogo de Sergio Ramírez), Panamá (edición de Edilberto González Trejos y Mónica Miguel Franco) y Ecuador (edición de Carlo Ferrer). El cuarto volumen, a cargo de Geidy Antonieta Querales Ortega, doctora en Filología Hispánica de la Universidad de Zaragoza, es Cuentos de Venezuela. Líneas portulanas (Prensas de la Universidad de Zaragoza —Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social— y gobierno de Aragón, España, 2022).

El texto que presenta la antología se titula “Cartografía. Líneas para un portulano, una antología”. Portulanos son los mapas que guían a los navegantes en cómo alcanzar un puerto. Avisan de peligros como las entradas difíciles o las rocas ocultas a simple vista. Así, el portulano más noble y útil es aquel que ha ido sumando las anotaciones —las advertencias— de los más experimentados marinos. Según la Real Academia de España, portulano tiene la categoría de conjunto: “Colección de varios planos de puertos, encuadernada en forma de atlas”.

Querales Ortega utiliza “portulano” como instrumento conceptual y metafórico para explicar su antología —su navegación—. Los tiempos lo exigen: los de hoy son de migraciones forzosas, exilios, vidas cada vez más empobrecidas. Un nuevo orden temático, un nuevo orden geográfico —escritores que ahora residen dispersos por el globo— y un nuevo orden vital —esa exigencia que consiste en encontrar un lugar para el espíritu, desde el cual escribir— son parte de las realidades que hoy asedian a los narradores venezolanos.

“Como sabemos, con la llegada de Chávez al poder a finales del siglo XX (1998) y el desarrollo de su proyecto político, la revolución bolivariana, Venezuela comienza a vivir la transformación más grande que haya experimentado y que parece no acabar. Todo ha cambiado radicalmente en cuestión de años y el deterioro político, social y económico que ha dejado este proceso es incuestionable. Ningún espacio de la vida privada o pública de los venezolanos escapa a esta circunstancia histórica, vital”.

Los cambios anotados por Querales Ortega son multidimensionales. Se refieren a cuestiones como las dificultades y oportunidades que tienen los autores para publicar sus obras; limitaciones de acceso a publicaciones, archivos y bibliografías actualizadas para lectores o investigadores; la escasa oferta de autores venezolanos en librerías y bibliotecas de España; menciona al proceso que llama “digitalización de la literatura”, que facilita la proyección y los intercambios entre autores y lectores; también, la todavía mínima presencia de editoriales venezolanas en España (las que publican literatura).

Luego de listar las antologías del cuento venezolano que consultó como parte de su investigación (realizadas por Guillermo Meneses, José Balza, Luis Barrera Linares, Julio Miranda, Yolanda Pantin & Ana Teresa Torres, Luz Marina Rivas, Antonio López Ortega, Carlos Sandoval), Querales Ortega explica el meollo de su selección: “Presentar autores cuya obra sea desconocida o poco conocida para los lectores españoles. Esto lo entendemos como una oportunidad de divulgación que ofrece la colección a los veinte autores que hemos reunido. Además, nos dio la libertad de poder presentar en igualdad de condiciones a escritores consagrados junto a otros de menor recorrido literario. La única exigencia para su inclusión era haber publicado en Venezuela por lo menos un libro, porque sabemos que en este nuevo mapamundi que es Venezuela muchos de los escritores, algunos de ellos dentro de esta antología, viven fuera desde hace muchos años”.

El grupo escogido, veinte autores, cumple con la cuota de género, diez y diez: “Las Linares” de José Rafael Pocaterra (1889-1955), “La radiografía” de Blas Millán (1901-1960), “El sitio no elegido” de Antonia Palacios (1904-2001), “La encrucijada” de Ada Pérez Guevara (1905-197), “La balandra Isabel llegó esta tarde” de Guillermo Meneses (1911-1978), “La siembra humana” de Mireya Guevara (1923-?), “El misterio de Eleusis” de Denzil Romero (1938-1999), “Reporte de un radioescucha agradecido” de Orlando Chirinos (1944-2021), “Amor” de Krina Ber (1948), “Las piernas del blue jeans” de Laura Antillano (1950), “Babilonia” de Silda Codorliani (1953), “El velo” de Rubi Guerra (1958),“Al filo de una caloría” de Gisela Kozak (1963), “Romántico” de Lena Yau (1968), “Soluciones literarias a la muerte de mi segura” de Slavko Zupcic (1970), “Un viejo manuscrito” de Liliana Lara (1971), “Había una vez un cuchillo” de Rafael Victorino Muñoz (1972), “El empleo” de Lucas García París (1973), “Parricidio” de Sol Linares (1978) y “Los herederos” de Gabriel Payares (1978).

Además de las calidades estéticas y los elementos estilísticos, Querales Ortega declara haber puesto especial atención en “las relaciones temáticas, formales y estilísticas que hay entre los cuentos; nos llaman especialmente la atención aquellas que se pueden dar entre los cuentos publicados en el siglo XX y los aparecidos en el siglo XXI y entre escritores canónicos y noveles. Si, como establecimos al principio, nuestra antología pretende ser un portulano para guiar el viaje del lector hasta el cuento venezolano y cada texto es una posible ruta, línea recta, en la dirección de los vientos, la única forma de que estas rutas las intercepten y formen nudos de encuentro está en las relaciones que entre ellas podamos resaltar”.

El mapa de Geidy Querales Ortega: peculiar, propio, cruzado por relaciones internas entre los cuentos, a veces sorprendentes, que se desplazan de un lado a otro.


*Cuentos de Venezuela. Líneas portulanas. Edición de Geidy Antonieta Querales Ortega. Prensas de la Universidad de Zaragoza —Vicerrectorado de Cultura y Proyección Social— y gobierno de Aragón, España, 2022.

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