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Récipe para golosos: Osío Cabrices, vértigo venezolano

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“No hay página de Venezuela. Memorias de un futuro perdido que no esté bajo el asedio del observador que se interpela a sí mismo”

Por NELSON RIVERA

I.

Una vez que se cruzan las primeras líneas ya no es posible detenerse o dar pasos atrás. Venezuela. Memorias de un futuro perdido (Editorial Los Libros de la Catarata, España, 2024) tiene algo de montaña rusa. A los raptos de vértigo narrativo le siguen momentos de alivio, que no tardarán en acelerar nuevamente. Conviene añadir: la sensación de vértigo es doble e intensa. Proviene,  por una parte, de los hechos compactados que Rafael Osío Cabrices (Venezuela, 1973, periodista, escritor, editor) narra. Por otra parte, de la agilidad, obcecadamente versátil, precisa y eficaz de su escritura.

II.

Forma parte de la experiencia perceptiva de los venezolanos en el último cuarto de siglo: la sensación de que la realidad —su infatigable producción de noticias y discursos— nos desborda. Los acontecimientos se suceden unos tras otros, raudos, estremecedores, resbaladizos, a menudo efímeros. Ordenar los hechos, intentar atribuirles un lugar en un mapa de comprensión, elude los criterios al uso. Son demasiadas las piezas que no calzan, importunan o contradicen. El devenir del escenario venezolano, sus modos caóticos, desafían los métodos de analistas profesionales y periodistas.

Lo real se nos escapa, inaprensible, con una inevitable consecuencia: la observación tiende a los hechos puntuales. Los autores documentan casos, arman expedientes, sintetizan historias de vida. El país se ofrece ahora mismo como un campo sembrado de relatos (en su mayoría, relatos de víctimas). Estructurar un discurso o una narración que vaya más allá de lo episódico requiere de una disciplina inusual: sin alejarse del caudal de noticias, sin separarse de la urgencia y fragor de los días, es irrenunciable subir unos peldaños y hacerse de una perspectiva más amplia del acontecer venezolano.

III.

De la tensión entre proximidad y distancia proviene el sello, la personalidad del autor. El riesgo mayor de la proximidad es centrípeto: el victimismo, la cursilería, la dependencia reverencial del testimonio. Al analista que se aleja lo acecha lo centrífugo: la irrealidad o el cinismo, incluso el desprecio hacia el objeto de su análisis. Entre estos extremos se sitúa el libro de Osío Cabrices: logra estar cerca y lejos de forma simultánea. En eso radica su peculiar magnetismo.

IV.

No hay página de Venezuela. Memorias de un futuro perdido que no esté bajo el asedio del observador que se interpela a sí mismo. El autor interroga lo que recuerda e interroga sus propias preguntas (Escribió Elias Canetti en uno de sus Apuntes: “Quien tenga muchas respuestas, deberá tener aún más preguntas”). Los hechos que menciona al paso o las anécdotas que recapitula valen por lo que revelan, pero también por las incógnitas que despliegan ante el lector. Copio dos párrafos que, así lo creo, escenifican el vínculo entre hechos y preguntas que recorre el libro. Provienen de las páginas que Osío Cabrices dedica al 11 de abril de 2002:

“El 11 de abril reveló algo más que la disposición del chavismo para abrir fuego si su poder se veía amenazado. Expuso hasta qué punto la oposición podía ser dirigida por activistas improvisados y por personajes secundarios que eran incapaces de medir cuánto apoyo popular y militar podían tener, y cuánto tenía en realidad el Comandante. En los pocos meses que pasaron desde que la resistencia contra la construcción de la hegemonía chavista comenzó a ensamblarse, no había habido tiempo de aprender a calibrar el arraigo que el chavismo tenía en la población. Como mostrarían los meses siguientes, entender eso iba a tomar mucho tiempo, para provecho de Chávez.

No teníamos idea de qué iba a pasar. Yo tenía 29 años, pero mis compañeros más veteranos no estaban menos confundidos que yo, ni eran menos vulnerables a la tentación de la profecía o el sesgo retrospectivo. La realidad se había vuelto aún más impredecible que en los noventa. La incertidumbre se metió en cada átomo de lo que nos rodeaba. Era como vivir en un terremoto. ¿Qué clase de país era Venezuela? ¿En qué nos habíamos convertido? Apenas podíamos enunciar esas preguntas cuando otros sobresaltos explotaban bajo nuestros pies”.

V.

Quien denuncia, en alguna medida, se aleja. Se desplaza hacia la periferia y apunta con su dedo. Ese alejamiento puede ser también un modo radical de irse, de cortar los lazos. No creo que Venezuela. Memorias de un futuro perdido haya llegado para incorporarse a la bibliografía de la huida. Al contrario: la imagen que me produce el libro es la de un autor de regreso. Osío Cabrices se asemeja a los héroes de ciertas películas: mientras se cruza con gentes que huyen despavoridas, avanza hacia el volcán que escupe fuego. Viaja a contracorriente: quiere comprender, más que denunciar. Aproximarse, hasta donde sea posible, para entender qué nos pasó, qué explica las roturas profundas que ha sufrido la nación venezolana en este cuarto de siglo.

VI.

El libro que comento aquí es la cuarta incursión de Osío Cabrices por las junglas de Política y Sociedad. Me siento ganado a decir: los tres anteriores son los de un solvente reportero de visita, de un casi sonriente trotador: Salitre en el corazón: la vida en la Cuba del siglo XXI (2003); El horizonte encendido: viaje por la crisis de la democracia latinoamericana (2006) y Apuntes bajo el aguacero: cien crónicas empantanadas (2013).

Sin embargo, en éste algo decisivo ha cambiado en Osío Cabrices: han pasado los años y luce más ceñudo y más libre. Ya no viaja hacia afuera sino hacia adentro: de sí mismo y de la tragedia común. Sigue siendo un habilísimo cronista, pero en el reportero político toma cuerpo un ensayista. No está afuera de la realidad sobre la que escribe, sino dolorosamente inscrito en las fracturas venezolanas. Sin embargo, no se victimiza. Regresa a campo traviesa. Sigue la ruta que le dicta su memoria, su arbitrio. En su pensamiento aparece, de forma nítida, casi táctil, el anhelo del hombre justo. ¿Qué persigue? Persigue la dignidad de la afirmación justa. Persigue la dignidad de la duda, ineludible para pensar a Venezuela. Persigue la dignidad de reconocer que los demócratas también hemos cometido errores.


* Venezuela: Memorias de un futuro perdido. Rafael Osío Cabrices. Editorial Los Libros de la Catarata, España, 2024.

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