
“Getsemaní constituye un punto de inflexión en el devenir de Jesús. El que había sido recibido con júbilo es ahora un hombre vulnerable. Se ha producido una ruptura”
Por NELSON RIVERA
La profecía de Zacarías se cumple: Jesús entra en Jerusalén y es aclamado. El pueblo israelí agita ramas de palmeras y entona hosanas a su paso. No falta quien tienda su manto para adornar el camino de la bestia que transporta a Jesús. Le reconocen como el Mesías. No saben, ni el aclamado ni los aclamadores que, en horas, a ese momento de exaltada alegría, le seguirá una secuencia de negación y muerte: la noche en el Huerto de Los Olivos de Getsemaní, capítulo inicial de la pasión de Cristo. Es noche de traición y abandono. Dice Recalcati: “No es la noche de Dios sino la noche del hombre”. Noche de la lejanía de Dios.
Getsemaní constituye un punto de inflexión en el devenir de Jesús. El que había sido recibido con júbilo es ahora un hombre vulnerable. Se ha producido una ruptura.
Jesús anuncia a sus discípulos lo que viene: su pasión y muerte, precedida de la traición de sus discípulos. Sugiere Recalcati: “Jesús se enfrenta con tres experiencias radicales: la de la traición, la de la angustia frente a la propia muerte y, por último, la de la propia soledad y la de la plegaria”.
Pedro y Judas están entre sus más queridos compañeros. Nos recuerda que la traición nunca llega de lejos: surge de quienes están cerca o muy cerca. Por eso, señala Recalcati (que es psicoanalista), la traición es traumática. Es distinta del engaño, que no compromete a la proximidad. El traidor no reconoce su deuda moral, olvida el pasado juntos, niega el vínculo que lo une al traicionado. “La traición se produce mientras se reparte el pan, mientras comen juntos”.
A Jesús le aman Judas y Pedro. Son seguidores y enamorados. Sin embargo, en Judas hay un desencanto político. Esperaba un gesto de Jesús a favor de los necesitados. Pero Jesús anda perdido en su narcisismo. “Es Jesús, en opinión de Judas, quien traiciona la causa”. Por lo tanto, merece la muerte. Así, Judas traiciona al traidor: lo vende por 30 monedas. Su desilusión se transforma en odio.
Lo de Pedro es distinto: traiciona por miedo. Es el humano frágil. “Su traición lo sitúa frente a su propia carencia, frente a su absoluta e inerme falta de fiabilidad. La traición de Pedro es mucho más desconcertante que la de Judas (…) La verdadera traición no es la de Judas, sino la de Pedro; la verdadera traición es siempre la traición —como le sucede a Pedro— del propio deseo”.
Desgarra, porque Pedro había sido el elegido. Su heredero en la tierra. Era el llamado a continuar con la tarea, con la palabra de Dios. Y, en efecto, antes de que al gallo cante, Pedro lo ha negado tres veces: ha mostrado que hasta el amor más devoto puede ser traicionado.
*Dedico este breve comentario a Lorena Bou Linares: intuyó que este libro me tocaría y lo puso en mis manos. Gracias, Lorena.
*La noche de Getsemaní. Massimo Recalcati. Traducción: Carlos Gumpert. Editorial Anagrama, España, 2024.
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