Fedosy Santaella | Cortesía del autor

Por EMILIO MARTÍN VARGAS

En un cuadro de Hopper una mujer mira el mar a través de una ventana. Sabemos que observa un barco que remonta el horizonte, un barco invisible de cuya existencia no tenemos pruebas pero tampoco dudas. Sencillamente, sabemos de un barco que se acerca, zarandeando los sargazos del presente. Lo sabemos como sabemos del amor, de la soledad o de la muerte, igual que un ciego escucha la pugna del oleaje contra la roca y concluye que el mar existe aunque no pueda verlo.

Por fortuna, el almirante Santaella ha estado a bordo y ha escrito esta bitácora para orientarnos.

Atravesó el triángulo de las Bermudas escuchando a Skip James. Fondeando las orillas del insomnio ha visto en la terraza del Gran Hotel Madrugada al último hombre libre tomando café. Salvó con elegancia alucinaciones de naufragios y cantos de demonio. Recorrió con Borges las costas de Japón, afinando un astrolabio. Encontró un poema de Panero dentro de una botella de Coca-Cola vacía. Ha visto cosas que no creeríais y, para que no se pierdan como lágrimas en la lluvia, en este libro se cuentan.

Fedosy Santaella ha convertido en mirada una aventura: la odisea de un hombre solo, con la palabra como única brújula, a través de la incertidumbre.

Curiosamente, al terminar de leer este diario de tormentas uno mira el mar y no ve ningún barco.

Ve a un poeta en un porche sentado en una silla Acapulco, dentro de un cuadro de Hopper.

Esa es la magia y el poder de la verdadera poesía.

Poemas de Fedosy Santaella

El arte de planchar camisas

No se olvida de lo que se vuelve. Pero no quieres hablar

de ello.

 

Por estos días el pronóstico del tiempo es siempre el mismo:

una plancha caliente y tu camisa justo antes de salir de casa.

Así le das un poco de calor al cuerpo.


No todas las manos crecen en terrenos infértiles

Te preguntas si mereces tus manos.

La carne horadada con el puñal de las caricias, la ordalía en el

fuego acuático de la noche,

las encías sangrantes en la punta de los dedos, toda esa lepra

debió carcomerlas.

Aun así, tus manos persisten en el prodigio. Manos suaves de líneas

que nunca sabrás leer, ajenas a la piedra y al desgaste del sol,

de haragán que sólo se masturba,

de loco de la casa que ama el tacto de los libros. Manos que

sufrieron tu asedio suicida,

que siempre callaron y resistieron,

y en cuyos pliegues habitan las cenizas y la brasa de algún

carbón.

Ahora ellas piensan por ti, escriben suaves

derrotas, redenciones inútiles

de aquel que ya viene de vuelta y aun así no sabe

muy bien qué hacer con la vida.


13 anotaciones éticas sobre la elegancia

La elegancia es una forma de la ética. Hay quienes no lo saben o no lo entienden ni

nunca lo entenderán. A ver, yo hablo

de la elegancia del que fue a la Legión Extranjera. Así pues, tome en cuenta que

1) Si usted no anduvo de caravanas con un rifle al hombro

2) si no vio y no guardó lo vivido en los polos (como míster Strand)

3) si no aspiró la entrepierna de la selva

4) si no tuvo alucinaciones de naufragios en el desierto

5) si no se dejó ganar por la tentación de los demonios

6) si después no la despreció con sonrisa redimida

7) si no buceó en las costas de Eritrea y palpó las tetas de Lilith

8) si no excavó en la tumba de un dios olvidado

9) si no enfermó de muerte en ruinosos camastros de hoteles baratos (como aquel

gaviero, sin duda elegante)

10) si no se emborrachó con marinos de Singapur

11) si no bajó con los corceles negros a las praderas en llamas

12) si no fumó con sultanes y patanes

13) si el deseo nunca lo puso de rodillas entonces, déjelo ir,

que Rocambole no es para todos ni tampoco la Legión

Extranjera.


American Pulp

Un motel de carretera.

Estás en la cama, sentado, tu espalda recostada de la pared,

las botas calzadas. Un predicador en la tele vocifera exaltado que la gente sólo se preocupa por el mundo que le rodea en lugar de concentrarse en el mundo que lleva dentro.

Sueltas una carcajada, y te dices:

¿Y qué pasa?, ¿qué pasa cuando en ese mundo interior arde el infierno?

Entonces la colilla de tu cigarrillo cae sobre la sábana.


Fuego camina conmigo

No todos los días se incendian los bosques. No todos los días corres hacia las llamas, los árboles se derrumban

y encuentras un sentido.

Vas dejando atrás, te estás yendo.

Tus ojos se queman, pero es como agua. Como agua aquel fuego.

No todos los días

un bosque se prende en llamas, como el amor, como el deseo. Como estar vivo.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!