NAHUEL LARDIES, POR ANDREA FRANCO

Por NAHUEL LARDIES

De Álbum (2021)

Ángeles

Donde estaba el impulso

ahora hay una cuchara.

Donde estaba la taza

hay un círculo negro.

Donde estaba el verano

quedan miga y harina.

Donde va el adjetivo

hay un círculo negro.

Búhos

Siempre que te acercabas el café a la boca

se te empañaban los anteojos.

Ibas perdiendo las pupilas en el gris.

Me acordé de esa foto que sacaste

de unos búhos por la niebla,

medio fuera de foco.

Íbamos en un remís de Miramar a Mar del Sur.

Por mi ventana se veía el bosque,

por tu ventana se veía el campo,

Atrás quedaba la tormenta.

Había dejado un brillo como pocas veces vi.

Mar del Sur

Habíamos llegado después de una tormenta;

daba la sensación de que el lugar

se iba secando, pero del otro lado del arroyo

el pueblo parecía estar a punto

de hundirse en el barro.

La primera caminata por la playa

nos impresionó bastante:

trizas de caracoles, pinzas de cangrejos;

esos cuerpos de gaviotas por ahí,

pescados descompuestos por allá;

unos pingüinos, a lo lejos, relucían

inmóviles y putrefactos.

Todo tenía una pátina a catástrofe.

Una y otra vez se repetía la escena

como las aves que dijiste en el remís

que esa era la casa.

En un momento

vimos que una ola en retirada

había dejado un pez

sobre la arena humedecida;

abría y cerraba la boca

como si el aire lo estuviera ahorcando.

Salvalo, me pediste, así que me acerqué.

Lo toqué con la punta del dedo:

una película viscosa recubría las escamas.

Quise agarrarlo de la cola,

tirarlo al agua desde ahí

pero se me cayó y la lástima

no pudo reprimirte una sonrisa.

Me refregué las manos con arena

para que no se resbalara;

las branquias se le abrían y cerraban,

haciéndome cosquillas;

fui hundiéndome de a poco, despacio,

hasta que no sé cómo

ni de dónde le volvió el impulso.

Se sacudió y en menos de un segundo

lo perdimos para siempre.


De Falso coral (inédito)

Exvoto

La sombra del laurel se extendió

sobre las oraciones tibetanas,

dando refugio en la promesa de iluminación

y yo pensé excelente, vamos por ahí,

hacia la puerta blanca, a donde el viento

lleve las palabras que se pierdan en el viento.

 

Ninguno busca adversidad, es mediodía

de resurrección; el pensamiento

ya no está en las nubes si no en la forma

que les vamos percibiendo,

lejanas, compactas, acumuladas

para señalar la posibilidad

de una inquietud, sin voluntad alguna

de cambiarle el tono al lienzo.

 

Que suceda algo feliz. Tampoco tanto.

 

Pasa un Martín Pescador, deja un reflejo

en el río, como un subtítulo

que encaja bien en la película que estabas viendo;

sentidos llegan, surge un misterio,

quedás vibrante por un roce de alas.

 

Existen las distancias, enigmas

que venimos transitando

como existen los acantilados, grutas,

los barcos corroídos por el óxido,

los fósiles de caracoles

en lugares donde ya no corre gota de agua.

 

No voy a preguntarte nada nunca más,

saber es alejarse y, a diferencia nuestra,

hay cosas que se acercan, con suerte se funden

como el polvo en la espiral de luz,

la dispersión del polen en la espalda

del río que se angosta y es curva,

ligereza, Paraná: quietos, silencio,

 

los ojos ceden su esfuerzo

ante todo lo que venga con las aguas turbias,

columna fluida, la gran yarará

es demasiado: abramos la sombrilla,

habrá barreras, lugares

donde no será posible hacer un picnic,

propiedades privadas, miedo a perderse

en los rencores.

 

La fruta está dulce y madura,

la tetera expectante,

hay arepas en flor, peras y pan,

¿qué nos tiene encandilados?

 

Dame refugio en la iluminación

de los días fluviales,

en el don no deseado de un punto de vista.

 

Quiero volver a ese lugar

donde la sombra del laurel se extendió

sobre las oraciones tibetanas.


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