Ahorcados de tinta o la escritura oracular
Por KELLY MARTÍNEZ-GRANDAL
Si tuviera que escoger un adjetivo, uno solo, para definir Ahorcados de tinta, ese sería: inquietante. Un libro —un poco a la manera de Lovecraft—, con un tiempo anterior al tiempo: imágenes arquetipales y, al mismo tiempo, profundamente propias. Oscuros absurdos, hermosos amuletos que conviven, dialogan, se sostienen. Su voz, me atrevo a decirlo, es una de las más poderosas de su generación.
Escrito con un ritmo que, muchas veces, remite a los poetas de la Generación Beat (jazz, épica oral) y otras tantas al simbolismo existencialista de José Antonio Ramos Sucre (¿cómo no reconocerlo en ese cielo de esmalte?) este libro es una colección de fantasmagorías, memorias, delirios. No hay presencias amigables sino ciudades de puentes suicidas y trenes en suspenso, animales para ser cazados, un mar muchas veces inhóspito. Como las pinturas de Giorgio de Chirico, los universos construidos por María Dayana Fraile recontextualizan la cotidianidad y la fragmentan; la sitúan en un espacio donde el misterio no reside en lo oculto, sino en el extraño fulgor con que aparecen las cosas. Palimpsesto, la experiencia de vida es aquí huella. Se borra deliberadamente para hacer nacer una escritura oracular, poemas en trance. La poeta, a la vez, pitonisa y escriba: habla y recoge, le da forma a mensajes balbuceantes.
Estos son los versos de quien regresa de la muerte: destellos de luz, voces que llaman desde arriba. Si, como quería Hanni Ossott, la poesía en un edelweiss (una muestra de la proeza del alpinista), con Ahorcados de tinta Maria Dayana Fraile ha subido y bajado la montaña muchas veces.
IV
Recorrió su frente como un lápiz de punta afilada
dibujó un ciervo
en claroscuro
dibujó
una
liebre sin hocico
dibujó
un sofá en el que podía dormir después de la fiesta
dibujó
un
ciervo
sangrante
rojo
en la carretera
V
Nieve y ceniza y pierogies
Salimos de la ciudad en la cual fuiste la imagen de una
santa puesta
en una catedral
el Apocalipsis expone el plan maestro de Dios para la
historia
¿Acaso no es cómico que el fin del mundo solo pueda representarse en el análisis de la historia real del pla-
neta?
réplicas de diosas lunares sostienen desde ahora ese
cielo
el cielo de la historia. Cielo de porcelana o de esmalte. Cielo que cubre y sostiene.
el cuello azul y el cuello blanco de la ciudad
se ahogan en corrientes de agua helada.
La ciudad de mejillas congeladas y manos temblorosas
representa el baile de las estaciones en las vidrieras de jengibre.
Soy Dios.
O una dictadora interestelar.
¿Es esto el Apocalipsis?
VII
y el fuego imita una imprenta de tipos móviles. Tatuajes de quemaduras tristes, accidentales, circunstanciales. Crema de almendras y vitamina E en un cajón de la nevera. Marcas en la memoria de nubes grises, cuadras enteras de paisajes marinos, impresiones y soles nacientes. La opción de retroceso es un cadáver exquisito; solo mueves la palanca de cambios y las líneas del rayado hacen su parte. Cadáver de movimientos que se ensamblan en mi cabeza
(Y entonces una esquina del movimiento salió mal. — Pisa el freno).
El estado del amanecer es este permiso para conducir renovado, una tarjeta plástica con fondo dorado y palmeras. Con ella ordeno marcas en la naturaleza sensible, y en la abstracta, marcas adscritas a los dominios de la reflexión empírica, marcas que renacen en granos de arena y en frutas luminosas: podríamos pensar, por ejemplo, en un mango
renacer en un mango
nervoso, arquetipal, sesudo. Renacer en un grano de arroz —mira—
un bote carcomido por la sal
el pulso de la arena infiltrándose en el aire, la hora de la merienda, el pulso dorado de la arena infiltrándose.
Ese día quería comprar un malecón de 20 metros cuadrados, sentarme allí a leer los periódicos, ponerme en abismo porque padezco de estrés post-karmático: la policía del karma me sigue
son meramente enunciados y recuerdos. El otro día mandaron un mensajero. Carroza solar esta taza de café.
X
No debes rehuir al infierno
sino
acostumbrarte.
Era lo que pensaba un indígena cumanagoto,
los sacerdotes, mirones, incluyeron su testimonio en una relación.
Tenías una cita con el programador de la galaxia
y te quemaste.
Y así te quemaste, como un payaso
con la nariz quemada, te quemaste
como la mujer aquella que metió la cabeza en el horno y se quemó.
XI
Pesadillas de correctores gráficos sitiaban sus orillas. Pesadillas de corrector automático. Era como si todo empezara a escribirse con errores.
XIV
La vida del hombre recuerda a una Y
cuando llegas al extremo en el que la letra se abre
cuando ves una borrasca de experiencias sin fondo o el fondo de la borrasca sin experiencias
o el mar
renaces
porque en astrofísica la medida de masa por luminosidad se denomina Ypsilon.
Los autores antiguos decían tantas cosas, decían tantas cosas tan interesantes. No te imaginas todo lo que decían (lo luminoso de tus mejillas enmarcadas en el tiempo).
XX
Propósitos de año nuevo:
Encontrar la regeneración.
Tener la habilidad de ver a trasluz.
Imaginarme en una plataforma cinética.
Iluminarme.
(como cuando divagué al ras de esa instalación de Jesús
Soto en el Museo de Bellas Artes)
Ese no era mi ideal, pero ahora no importa.
Pudiera ser mi ideal si lo intentara, si le diera suficientes
vueltas al asunto.
Ropa interior sagrada.
Es una fantasía genético-plástica ciencia ficción de las
sombras en la pared.
Tiene un desbalance de energía y se la pasa ronroneando
en su casa. Como un gato sagrado en el templo del faraón.
Sor Juana Queen, Morgana Fairy.
Sentada sobre las imágenes, practicaba spinning frente al concilio de poetas.
Recordar: preparar albóndigas y leer biografías de escritores famosos o políticos importantes.
En una sociedad violenta todo es un asunto de energías.
Hermes Trimegisto
Eres una figura arquetipal
Tienes tu discurso gestual y construiste tu propia dictadura histórica
poética de rasgos recompuestos a través de los siglos. El presidente era dueño de un parque de bustos de bronce.
Penetramos en lo sagrado. El fetiche burlador, burlado. Repúblicas bananeras del mundo unidas, costas pútridas de lanchas y otros barcos a motor. Estatuas de próceres en plazas de merey.
Ayer, biopolítica de la ficción. Las casas de cartón romantizaban un proyecto alfabetizador de letreros rojos. Hoy, cisnes y expediciones, naufragios, calaveras color de rosa. Durante este año nuevo pensaré en Cabeza de Vaca, un conquistador perdido en las islas del destino —hace cinco siglos respiraba algas imprecisas, no hubiesen deseado por nada del mundo acompañarlo. No había tantas casas amarillas ni pelotas de golf abandonadas en los cruces peatonales ni médanos de movimientos hundidos. Ni eran obligadas a dar media vuelta las pelotas sin posibilidad de otros procesos mentales y modelos económicos.
En el centro comercial, por ejemplo, no se auspiciaban funciones de pretzel. No podías meterte sus recovecos en los bolsillos del abrigo.
Florida: «rico, opulento».
esa línea de catástrofes se conecta con otras líneas de progreso. Sé que te agradan las monedas de oro enterradas en el subsuelo y los fantasmas que las resguardan.
Corte de bufones, contingencias. Historia de la percepción y desayuno sobre la hierba
la tripulación en el jardín de un museo lumínico
como el estilo impresionista en la pintura
el cantante de Maracaibo suena en el granero, desde el programa digital de descarga
«cuánto amor, cuánto amor, cuánto amooor…»
La escritura automática de la propiedad privada…
*María Dayana Fraile (1985) es narradora y poeta. Ha publicado Granizo (2011, cuentos), Ahorcados de tinta (2019, poemas) y La máquina de viajar por la luz (2020, cuentos). Los poemas aquí seleccionados pertenecen al libro Ahorcados de tinta.