insultos
me los conozco todos
crecí bajo ellos
con manos ateridas escojo las semillas
arranco las hierbas malas
perduré
tuve que hilarme para entender la historia
la violencia es una permanencia sutil
eficaz lenta agradecida
y no reconocí su olor
me arrodillé
sin pedir piedad
acepté
los granos de arena que nadie puede contar
al levantarme cerré la puerta
en mis manos un panal de avispas
para aprender la miel
las planas del perdón o la lluvia de meteoritos
copio meticulosa la misma idea
de afuera hacia adentro el convencimiento
los dedos quemados por la tierra
un presentimiento nublando la mirada
en el eje de la voluntad unas hojas secas de laurel un polvorín en la memoria
así lavarse con cuidado bajo el fuego que rompe
y roza
para hacer hervor el agua
que posee su furia
persevero en la tarea día tras día
golpes
son sólo buenos tratos dice la humillación
cada día suma una o más palabras
cada día
eficazmente socava tu raíz
con dudas y vergüenzas
y alguna caricia
en tus confusiones
alzas la cabeza
agradecida recibes la palmada
el perro callejero ladra allá adentro
proyecciones y otros asuntos
lo que aquél siente tú lo sientes
en la misma mesa parten el pan
las migajas caen de la mesa
se miran con miedo
no es igual a mí se dicen
te devora el miedo que me tragó
me deseas porque yo me deseo deseo
comparto este pan un tanto seco
un tanto amargo
el aceite recibe con calma tu gesto
bajo llave
cónclave secreto estricto
prudencia en los silencios
resguardo mis pequeñas tonterías
el abanico encierra tantos años
al regreso doble llave
pasan uno o dos días
para alejar el dolor
nada sale de mi boca
para qué contarlo
he aprendido
Sobre las conductas discretas
Adalber Salas Hernández
Para quien conozca la obra de María Antonieta Flores, las conductas discretas funciona casi como una trampa. Están ahí su tempo habitual, el modo en que construye ciertas imágenes, el ritmo y los gestos con los que el poema se despliega: es un libro que, sin lugar a dudas, responde a la poética de Flores. Entra, así, descuidado el lector en el libro, sin saber lo que le espera. Cree reconocer los textos que se le presentan, como si se tratara de viejas voces familiares. Sin embargo, pronto se percata que el registro ha cambiado; algo se ha filtrado en esta poética, algo que de algún modo ya estaba por aquí y por allá en su obra anterior, pero que finalmente ha cristalizado en forma de libro. Se trata de la violencia. Cuando el lector ha avanzado algo en la lectura del libro, se percata de que las conductas discretas es un lúcido ensayo sobre la violencia. No se trata de un ataque frontal, ni de responder al fuego con fuego; antes bien, se trata de responder al fuego con el ardor que remolonea en los carbones quietos. La dicción escueta, despojada de Flores enuncia de otra manera, con un registro sin escándalo, la violencia padecida y de la violencia ejercida, da forma al impacto simbólico que tienen pero, también, dan cuenta de los precisos efectos materiales que producen. Y es que las conductas discretas es un libro escrito desde y a través del cuerpo –desde el cuerpo empujado y repujado, abierto y suturado, hecho y deshecho en su contacto con el mundo que lo rodea. Los poemas que lo componen, en su uso de las minúsculas, en el habla sucinta en que se articulan, casi parecieran desplegarse en voz baja. Voz baja para decir lo terrible. Voz baja que termina por hacer casa en nuestro oído. Y lo que señala esa voz baja nos atañe. Nos habla de nuestras propias violencias discretas, esas que hemos insistido en velar y que el poema desvela –descubre y despierta por igual– para nosotros. Concisos, los poemas de Flores no sirven para el encubrimiento, sino que son herramientas para la desnudez. Desnudez de un yo que se expone en ellos, pero también desnudez nuestra: indican una manera de convivir unos centímetros más cerca de nosotros mismos, con algunos gramos menos de pálido fingimiento. Puede que las conductas discretas sea en efecto una trampa. Pero se trata de una en la que es necesario caer.
*Las conductas discretas es el más reciente libro de poemas de María Antonieta Flores. Fue publicado por El Taller Blanco Ediciones, Colombia, 2020.