Por LUIS BELTRÁN MAGO
I
Habla de intimidades y metales
De ríos, nubes y cascadas
Del brillo de la luz en los trigales
Y de las rosas por el sol amadas
Del agua que al bajar por los raudales
Pareciera salir de las arcadas
De un tiempo de vigilia y manantiales
Y de tiernas gaviotas desveladas
De cómo el aire dibujaba azules
Mientras la noche despertaba tules
Y eran del amanecer los ruiseñores
De los helechos y su canción lejana
Y de los labios la ternura indiana
Que al beso aliento en medio de rumores
II
Traían la luz colgada de un racimo
Donde la uva hablaba con la parra
Al huracán matando al ostracismo
Y oyendo la canción de la guitarra
Venían a derribar el pesimismo
De escuchar el rumor de la cigarra
A sembrarle el amor y el optimismo
Y al corazón saberlo cimitarra
A conservarle a la piel su lozanía
Y hacer de las caricias ambrosía
Y del abrazo todo lo divino
Mostrarle al viento soles hortelanos
Y regalarle al viento sus manzanas
Como a la noche conjurada el vino
III
Tiene la gracia de la arboladura
En un bosque poblado de cerezas
La ternura en tiempos de escritura
Y el olor ambiental de las frambuesas
El oleaje de un mar que en su locura
Hablaba de corolas, limas y perezas
De cobijas de sal que a la blancura
Les cubran de azules sus cabezas
Todo el lenguaje del vino nocturnal
Crecía a las orillas del cristal
Y abanicaba los pasos de las huellas
Venías de vivir cerca del cielo
Amando nubes y cosiendo el velo
De una sublime ensoñación de estrellas
IV
Sabían de un girar de girasoles
En medio de canciones y guitarras
De coserles luciérnagas a soles
Y quitarle a la sombra sus amarras
Habitaban, geranios, cielos, soles
Lo tierno de la voz cuando sus garras
Aprietan un sentir de caracoles
En una huerta de pinos y de parras
Traían un chelo, un bajo y un violín
Lo tierno del hacer un querubín
Y la frescura del aire junto al piano
El verbo decidor de la mañana
Y lo que entraña oír una campana
Sonando en los predios del manzano