Apóyanos

Poemas de Ida Gramcko. Selección

En más de mil páginas distribuidas en tres magníficos volúmenes, circula Ida Gramcko. Poesía reunida, publicada por LP5 Editora (Santiago de Chile, 2024). Los poemas aquí reproducidos han sido seleccionados y copiados de la mencionada edición
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Por IDA GRAMCKO

14

¿Alguien? Tal vez, alguna forma ambigua 

se interpone en mi sueño.

Fluyen vahos neuróticos de enigma 

hacia el cielo.

Alguna voz sin labio, algún espíritu 

sin cuerpo,

algún cabello turbio y esparcido 

en el viento,

fronda de alguna faz que se hunde toda 

en el misterio.

Como un pájaro herido 

algo se agita en torno y en silencio 

viene a posarse junto a mí, en la orilla 

desolada del lecho.

¡Ah! Las puertas oscilan, solitarias, 

una mano invisible con un gesto 

se contorsiona en la penumbra y llama 

desde el margen sin fin de mi aposento.

Las cortinas se mueven, suspirando, 

algo borroso y gris como un espectro 

está junto a mi ser como un sollozo, 

como un delirio prolongado y tenso.

¿Quién es? ¿Quién es? Mis carnes voluptuosas 

se dislocan a impulsos de la fiebre; 

sí, lo mismo que el grito de la vida 

me apasiona el murmullo de la muerte.

Pero no, no es el vuelo de un fantasma 

quien trasquila mi sueño;

es una realidad viva y convulsa 

que del hálito enfermo 

de la noche ha surgido fría y brillante 

como el diamante de su mundo negro.

Toda una realidad brusca y salvaje 

que en amoroso vértigo

atraviesa las sombras como un pulpo 

silencioso y perverso, 

y se estira en el agua de mis risas 

salobres, y sediento, 

absorbe como un lúbrico vampiro 

toda mi sangre lívida y mi aliento.

*Del libro Contra el desnudo corazón del cielo. 1944. 


EL CUERVO

A Edgar Allan Poe

 

SOLO quedan, roídos, los peldaños 

de una escalera en sombras;

una percha que incita con los garfios 

de dos cuernos agudos, y unas ropas 

sobadas por el tiempo y el espacio

y ausentes de calor y de memoria;

solo un tapiz de raso

con manchas de oro y un sillón con borlas; 

un abanico abierto, y un retrato 

erguido, solitario, en una consola 

un espejo que es agua de los años 

con amorcillos en la cornucopia.

¡Ah, ya lo ves! Y mis dormidos pasos 

que suben, sin querer, mientras azota 

el viento en los cristales como un pájaro 

con las húmedas alas en zozobra.

¡Ah, ya lo ves! ¿Acaso 

soy el espectro errante de Leonora?

De mi cuerpo, caído campanario 

se alejaron las últimas palomas.

Hoy solo anida un cuervo en mi regazo 

como en una cornisa melancólica.

*Del libro La vara mágica (1948).


ASCIENDE, SUEÑO MÍO, en espirales. 

No sigas en la orilla, con los juncos. 

Asciende con los árboles, 

da la sombra y el fruto, 

acoge al peregrino, al caminante… 

No permanezcas, tímido, en el musgo, 

¡levántate! 

La almohada en que te apoyas no es tu mundo. 

Abandona las sienes en que naces. 

Sé como el viento, desbordado impulso, 

ala en mis hombros, ángel… 

Aléjame del césped, del arbusto, 

la sed de cielo agite tu ramaje, 

¡quema tu vida si es preciso! El humo 

subirá dulcemente por el aire.

 

CAMBIA 

dentro de tu memoria. 

Recuérdate, presencia, y hazte rauda, 

volátil, viva, impersonal, persona, 

olvidando la muerte que se arraiga 

como imaginación y te demora. 

Porque es otra la vida imaginaria, 

es una vida aullante entre la norma, 

una vida feroz, practica magia 

del más allá… Las nubes se desbordan 

con listas de creyón y una balandra 

vive como la curva entre las ondas.

RECUÉRDATE, PALABRA, 

como eres, como estás, pulcra y redonda, 

no el agua, mas en agua y tras el agua 

y con el agua sin más pie ni alfombra.

*Del libro Poemas (1952).


Si puede una total, máxima ofrenda 

donarse de otro modo, conjeturo 

que se necesita enmienda 

y no se dio como un aliento puro. 

Si ahora mi alma entera se encomienda 

a afinidad total donde maduro, 

cambiarla sería herir su tierna senda 

por vericueto múltiple y oscuro. 

Si no hay fidelidad que la defienda 

¿aparezca yo en lo infiel y en lo inseguro!

 

Si he sido fiel al colmo compartido 

de lo divino, si desamparada 

el amparo esencial he mantenido: 

esta máxima y diáfana morada; 

si en el dolor, de su inmutable nido 

colmena de una miel honda y dorada 

donde brilla, lejana del sentido, 

luz de esencial y única alborada

no dudé y su fervor he sostenido 

pese a estar triste, pese a estar turbada 

por el miedo a la duda, y si he sentido 

lo total, padeciendo más callada, 

si me alcé sobre el grito y su estallido 

como entera confianza delicada, 

sí no he visto y en lo único he creído 

y soy la fe más bienaventurada, 

¿puedo esperar lo que yo anhelo? Pido 

sabiendo que mi voz será escuchada, 

como se escucha un manantial sin ruido. 

En esta unión altísima y sagrada 

se oye la claridad y no el sonido, 

se escucha el resplandor de la cascada.

*Del libro Lo máximo murmura (1965).


La galaxia en la gleba (1965-1966). Fragmento

I.

Para nosotros, lo divino era más fuerte y preciso que el roble. Para nosotros, lo Divino era más resistente que una roca. Para nosotros, lo Divino era más recio que una montaña o un océano.

 

Lo Divino era como un acantilado de Luz. ajenos a él, la vaguedad, el desconocimiento y el misterio. No era una esperanza vagorosa. Era una rotunda evidencia. Lo Divino, sólido, macizo, en su incorporeidad. En cambio, lo corpóreo era una fantasía de los sentidos. El apetito, el sexo y el orgasmo no eran más que ficciones exaltadas del cuerpo. Y el cuerpo un forjador de fantasmagorías deleitosas.

 

Sólo lo Divino es verdad. La Verdad y su ensueño. Lo humano, un espejismo con enjundia atrayente o con pulpa gozosa. Lo Divino, completa certidumbre. Lo Humano, la quimera.

 

Pensamiento y sentimiento eran limitados pues pertenecían al alma y no a la pasión ni al cerebro. Y eso lo poseímos, como nunca se dio, en despertar sin párpados, un despertar que se abrió en pétalos, en una Flor de Luz. 

 

Era lo compartido. Lo claro. Calma y calor durante varios años.

 

No era una etapa, era una Esencia. No era un período, era la Perfección. Y precisamente por serlo, eran imprescindibles la presencia y la comunicación, y si no las había, la compensación al otro día en cálida palabra o en además intenso.

 

Pero ahora, de pronto, se me dice que lo Divino nunca puede determinarse con exactitud y concisión como se determinan un muro o una mesa. Lo Divino es, pues, indefinido. Y sin embargo, ya sabíamos desde antes que una mesa sólo era un simulacro de la reciedumbre. Y que lo Eterno era lo firme y su esencialidad bien podía explicarse porque la poseíamos por entero. Sabíamos desde antes que una pared era figuración de poderío. Y que lo Inmutable era lo nítido y enérgico.

 

Lo divino era para nosotros como una balsa horizontal, inmensa, hecha de un tronco de total ternura. Y era un muro estrellado que sólo impide paso a las sombras precarias y terrenas. Nuestros sentires y nuestros pensares no poseían límites porque, identificados a infinito, atravesaban todos los oscuros secretos.

 

¿Entonces? ¿Cansancio? ¿Ánimo adormecido?

 

Igualmente sabíamos que el alma vuelta Sol vestía la absoluta bondad. Pero ahora, de pronto, se me dice que aspiro a que se me busque y se me invoque. Según este decir, envolvía un oscuro proyecto. ¿Soy, entonces, capaz de truco y de tramoya?

 

Y esta no ha sido la primera vez. Desde hace días, al llegar con ofrenda, al llegar con entrega, se me recibía con dudas de mi don. Detrás de los presentes, se me adjudicaba deseo ganancioso. Pareciera que detrás de lo mago, de lo manso, de lo melodioso y de lo máximo, como detrás de un horno planetario, se ocultase una miga mínima de mercader. Y ante eso, yo protesto. Ante eso, me defiendo.

 

La poesía es la voz de mi Verdad, es el acento de mi

Amor y si se desconfía ligeramente de mi dádiva, todo lo que yo haga en adelante, todo lo que yo escriba ahora lo haré calladamente, dando sólo el suceso sucinto y no su luz solar.

Informar, no explayarme. Pues sé que esta Verdad y este Amor son intactos, ilesos ante el más minúsculo ardid, y un Amor y Verdad semejantes merecen que se les venere y respete. Mi poesía y mi Verdad reclaman un completo creyente.

 

No voy a negar no engaño que ante cada denuedo sufrido, hecho por lo salubre, que ante cada dejadez de mi atuendo, hecha por una obra, era natural que encontrase estímulo, agradecimiento y efusión. Aguardaba amor y poesía, lo enternecido, lo vibrante, no lo enfático ni lo versallesco. Nunca pensé, porque eso no es posible, en una escaramuza meliflua ni esperé alambicada corrección. No es lo mismo la cortesía, la convencional alabanza que profundamente conmoverse.

 

Pero aún cuando no hubo expresiva acogida, yo siempre fui la misma. Y por eso pronuncio lo que soy. El musgo lastimado por pasos de cazadores y lebreles, no busca un abogado defensor para que les recuerde a los hombres que fue delicado, tibio y tierno y que sobre él pudieron reposar. No es de esa índole. Sigue siendo solícito y suave.

 

Mas pareciera que detrás de toda la maravilla modulada, de todo el milagro manifiesto, no son totales don ni desinterés. Pareciera que en lo mejor cabe la malicia. Pareciera que en lo profundo cabe la picardía. Y ante eso yo protesto. Ante eso, me defiendo. Las finanzas no se compaginan con fervores. Las huchas no se ligan con halos astrales. El tesoro total no cabe en avaro escondrijo. La riqueza verídica nunca tiene un eclipse. 

 

Traiga lo que traiga mi alma, sea cielo constelado, ese cielo es gratuito. Traiga lo que traiga mi alma, sea estrella centelleante, esa estrella no cuesta. Traiga lo que traiga mi alma, sea amanecer iluminado, ese amanecer no tiene cálculo. Traiga lo que traiga mi alma, sea una nube de nieve, mi nubecilla nunca es usurera.

 

No aspiraba al favor sino al fervor. No a la paga contante y sonante con que mis manos de hada jamás se mancillaron, con que mis ojos de oro jamás se oscurecieron, con que mi alma alada, que nunca fue una urraca, se aminoró y encandiló. Y cuando hablo de paga contante y sonante yo no me refiero a monedas sino a obligatorios halagos. El elogio forzado vale menos que la moneda en manos del mendigo, porque este sabe lo que es estar solo y sediento.

 

¿Entonces?

 

Yo no pido limosnas por mi luz.

 

Yo no pido migajas por mi magno y maduro misticismo.

 

Y, por favor, ya que creen que mi amor no es totalmente etéreo, por favor, desde estas, mis hondas, mis heridas alturas, desde esta cima azul que es también arduo impulso, desde mi poesía que también es pesar, desde mi amor que también es angustia, desde este padecer del que no puedo prescindir porque yo elegí espacios, cumbre, poesía y amor con toda su carga responsable, con todo su gran peso a conciencia, por favor, desde lo Divino que me dulcifica y me duele, por favor, ni una búsqueda de mi presencia y mi comunicación si no las sienten níveas y necesarias, ni un llamamiento si mi voz no se concibe totalmente buena, ni una demostración, ni una expresividad si mi sensibilidad no se ve enteramente segura ni resulta mi espíritu acreedor a la frase feliz o al gran gesto.

 

Este es mi orgullo.

 

Pero también hay mi emoción.

 

Aunque se me crea en lo elevado, aunque se me sienta en la cúspide, aunque se me sepa en el canto celeste, aunque se me asevere en lo adorable, ¡nada para mí, nada, nada! Que yo seguiré amando densamente. Yo seguiría amando las galaxias aunque no me observasen los injustos luceros. Yo seguiría amando la espuma aunque el ingrato mar no me humedeciera ni los dedos. Si me proporcionan agua azul, apacible, yo donaré la perla. Pero si me otorgan penumbra de pantano, también daré la perla. Eso es dar la vida. Dar la vida no es irse en un momento. Dar la vida es donar igualmente en dicha y en dolor. Seré fragancia pese a todo. Seré gracia inmensa pero humilde, astro ideal y abnegado. Pues elegí, con toda humildad, con toda mansedumbre, mi supremo sentir, aún si significaba sufrimiento. Llegaría a pedir hasta el grito para que viesen que, ante él, mi Luz sigue siendo grandioso gorjeo. Seré entonces la yerba que, aún no siendo regada, en corola de luz se abre y florece.

*Del libro Sol y soledades (1966).


SONETO DEL SUAVÍSIMO LLAMADO 

No niego que la captes o percibas, 

sé que oyes sin cesar mi suave fuente 

llamándote a las auras sensitivas 

y a su rara palabra reluciente 

 

mas yo no sé si, a veces, las ojivas 

de mi ascenso total pidiendo fluente 

decir de tu alma, mis expectativas 

te llegan tenaz, tierna, totalmente. 

 

Mas quiero asegurarte, temeroso c

antor que has sido mi estelar hallazgo, 

que ellas nunca han cedido en su copioso 

 

y mágico hontanar y que no yazgo 

en su oro. Aunque no escuches, sin reposo 

mi duende actúa, mi profundo trasgo.

*Del libro Sol y soledades (1966).


28

Pues soy una curiosa providente. 

Fundo un tul, una fábula. Diluida, 

hago nacer el velo transparente 

de la niebla sabiendo que se olvida 

 

de todo lo corpóreo. Suavemente 

se aleja como un alma apetecida. 

La pálida burbuja del relente 

contiene al duende díscolo y al druida. 

 

Tengo cierta malicia de vidente, 

como una magia exacta y precavida, 

y he sido despaciosa y diligente 

 

creando lo que a lo táctil invalida. 

La neblina en su ámbito envolvente 

trae un hada feliz, fácil y fluida.

41

No sé qué voy a hacer con esta suma 

potencia maternal, con esta llama 

que hace crear hasta el llanto pues la bruma 

si la visión empañase, se trama. 

 

¿Tanto se puede ser raíz? ¿No abruma 

originar sin tregua? Se derrama 

savia desde los ojos y rezuma 

un brillo de madrépora y escama, 

 

algo fluvial, de párpados: la espuma. 

De pronto el blanco almácigo se inflama 

y ya el ensueño tiéndese, trashuma, 

 

alisa todo lo que he creado en rama 

y surge, suavizada hasta la pluma 

ligera, casi angélica, la grama.

52

No niego la heredad mas la obediencia 

a lo afincado. Hiéreme el apego 

al río discursivo. Esa elocuencia 

glacial amaina flor y amaina fuego. 

 

Despunto en una alada florescencia. 

Es como hallar de nuevo que el espliego 

es fresco y huele bien. Una creencia 

no impone sino llama como ruego. 

 

Y acato. Una suavísima conciencia. 

La hipótesis falló. Vivo. Me entrego. 

Al sol no puedo hacerle resistencia. 

 

Me iriso. Irradio. Esparzo. Me despliego. 

Me censura la antigua suficiencia. 

El raciocinio suele ser muy ciego.

58

Acepto así lo que me solicite 

tras lo eventual. Y mi desenvoltura 

deja que tras lo fáctico me invite 

un secreto, sin gélida censura. 

 

No es de infantes jugar al escondite. 

Encontrar una insólita frescura, 

tan fresca que su ráfaga suscite 

felicidad, no es fácil compostura. 

 

No dejo que la forma me limite. 

Tras mi contorno está mi desmesura. 

Y a esta ligereza le permite 

 

entrar mi corazón. ¡Cuánta soltura 

si otorgo que el amor se deposite! 

Puedes llamarlo: densa travesura.

65

Es el estado de lo que perdura. 

Es día eterno donde no hay andante 

busca. Es encuentro. Y es una hermosura 

como si hubiese un diáfano diamante 

 

en una pluma de paloma. Pura 

pechuga o paz se unió a lo cintilante. 

Sufrí para hacer leve mi envoltura, 

para dejarla así como un guisante 

 

que siembra. Cuando el cuerpo se depura, 

cuando se vuelve trémulo el instante, 

no de vacilación mas de ventura, 

 

ese temblor, que es víspera danzante, 

descorre enigma, sombra, colgadura. 

Y entonces aparece lo radiante.

68

De lo quebrado mana la riqueza. 

Y de este quiebre del que te hablo, suelo 

hacer una posada, una dehesa 

abierta siempre al hálito y al vuelo. 

 

¿Duelen los quiebres? ¿Qué razón opresa 

en cada hendija dice que hay un duelo? 

Piensa: ¿nada en el frío se confiesa? 

¿No florecen escarchas en el hielo? 

 

Pienso sin lo inmediato. Con pureza, 

más allá de los crótalos del suelo. 

Y digo, yo que estuve en la tristeza, 

 

que algo brotó de mi ávido subsuelo. 

En la bohardilla, huero de maleza, 

musgoso, un infinito terciopelo.

74

No. Yo no escribo sino están devotas 

mis manos. Mas bien creo que no escribo. 

Lo que hago yo es sentirme sin derrotas, 

sentirme el corazón continuo y vivo. 

 

Quizás escriba para las gaviotas 

porque en su vuelo hay algo pensativo. 

O quizás lo haga para las bellotas… 

O quizás para el pájaro cautivo. 

 

Yo isoy tan libre! Pues las alas rotas 

nunca miré en el ángel. Me desvivo 

muy bien fluyendo luz en tantas gotas. 

 

Siembro tan sólo lo que en ti cultivo 

porque tú sólo de mi canto brotas. 

No me pido quehacer. Yo te percibo.

75

Y es tanto lo que se halla con saberte 

hambriento de expresión y sensitivo, 

es tanto comprender que no hay la muerte 

cuando en cada frescura te revivo, 

 

que sola quedo sin que en mí diserte 

palabra. Hay sólo amor. Es tan activo 

mirar que eres mi lumbre y encenderte 

que no pregunto nunca si el olivo 

 

de llevarte la gracia y me despierte 

por mí tu ser, es algo discursivo. 

Yo sé que hay algo en mí lúcido y fuerte, 

 

sé que te doy y nunca me cohibo. 

No inquiero pues la dádiva se vierte

por vocablos. Es dar definitivo.


*Del libro Sonetos del origen (1972).


*Copiados de Ida Gramcko. Poesía reunida. Volúmenes 1, 2 y 3. LP5 Editora. Diseño y diagramación: Gladys Mendía. Santiago de Chile, 2024. 

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