La madre
La fatiga nos une,
nos desune,
el cotidiano ritmo
recomienza
en el café
(aunque ya no tomo café),
en los lentos pasos
de la madre anciana,
delgadísima.
―¿Cómo amaneciste?― pregunto.
En sus ojos, no hay luz,
ya no hay luz, sin embargo,
un animal inquieto,
sobrevive.
**
La sala-comedor
Fue siempre
el lugar de encuentro,
el lugar común.
Aunque ahora, raramente,
comamos juntos,
allí volvemos a encontrarnos
en fechas de celebración,
en ocasión de alguna visita,
allí volvemos, a ratos,
a ser una familia.
**
La hermana de los gatos
La hermana menor,
la hermana que ama los gatos,
nunca ha salido de casa,
nunca vivió sola.
Es la hermana de los múltiples
oficios, las largas estadías
frente al televisor.
Vivimos en el mismo hogar,
pero mentiría si dijera
que la conozco.
No sé qué la hace feliz,
no sé por qué gruñe
con frecuencia,
qué dolores la atenazan
cuando llora, si llora.
**
La poeta
Soy la poeta de la casa,
la que anda entre libros
y versos,
la que hace pactos con la soledad
y le pone música al dolor.
Soy la poeta de la casa,
la que mira hacia adentro,
hacia lo hondo,
como si mirase aves volar
en una playa azotada por una catástrofe.
Soy la poeta de la casa,
aprendí a amueblar los silencios
en días solitarios y de ausencias
presentidas,
aprendí a ponerles acentos y comas
a alegrías y despedidas,
como otros aprender a engordar
cuentas bancarias
y a dar órdenes.
**
La casa hostil
Mi casa no es mi refugio,
nunca lo fue.
Pero aquí tengo domicilio.
En mi juventud
intenté independencia,
conocí múltiples hogares
transitorios, sin quedarme en ninguno
mucho tiempo.
Mi casa es de aire.
**
La casa
a Marisol Marrero
La casa
antes de ser casa
fue sentimiento.
Hizo sus paredes
en nosotros
y en los que nos precedieron.
Se hizo refugio;
la casa un día
empezó a derrumbarse,
la casa un día
se hizo intemperie.
**
Silencios al aire
Mi padre se ha ido.
Su ausencia dibuja
silencios en el aire.
Nos torna frágiles,
él, que siempre impuso
su presencia, su fortaleza,
hasta que se quebró
como algunos árboles,
y no volvió a levantarse.
Lo he dejado irse,
serenamente,
la única de sus hijas
que pudo acompañarlo
en su muerte de hospital;
lo he dejado quedarse,
en ese rincón que habitará
siempre, en mi sangre,
en mis gestos, en mi corazón.
Mi padre se ha ido.
Su ausencia dibuja
silencios en el aire.
**
El silencio
¡Ay!
De pronto
este silencio
atravesando el domingo,
este silencio
hondo
de padre ausente,
de cosas olvidadas
que regresan,
este silencio
adueñándose de todo
como un agujero negro
que tomara la casa,
todo lo perdido.
¡Ay!
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