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Picón Salas, epónimo de un encuentro sin fronteras

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Por GREGORY ZAMBRANO

Mariano Picón Salas trazó tempranamente un camino que se convirtió en vocación y horizonte. Conocer los avatares de su país y conectarlos con los de otros que visualizó como parte de una herencia constructiva marcan su pensamiento. Al disponer sus reflexiones, guiadas por la percepción de un legado cultural rico y diverso, quiso expresarlas con un dominio cabal del idioma. Supo aproximarse con un estilo muy personal, que ha sido admirado y reconocido como su marca distintiva. Amó profundamente las formas de la cultura y sus enigmas. Y eso pasa por lo autóctono sin chovinismo, por lo criollo como resultante de un conjunto de mixturas, que requiere honda reflexión, y por la asimilación de la herencia hispánica, sin culpas ni complejos. Lo que él mismo llamó en distintos momentos lo ecuménico, es más que un sentido de alerta por cuanto nos rodea y de alguna manera conforma una manera de ser y estar en el presente. A Picón Salas le interesaban el diálogo y la integración latinoamericana. Desde muy joven, expresó su inquietud por problemas de índole social, cultural y política de los distintos países. Y esto se convirtió en el objeto de su reflexión, a partir de la  lengua, la literatura, la historia y las artes, cónsono con la admiración y defensa de la cultura hispánica como herencia, que esgrimió a lo largo de su trayectoria.

A esta vocación abierta, universalista, obedeció también el hecho de que la Bienal de Literatura, que se proyectaba desde los albores de 1991, tuviera su nombre como emblema de una cita que quería abrir simbólicamente las fronteras y propiciar un diálogo con las letras y el pensamiento, no sólo con las Américas, sino también con España y otros países del mundo. En medio de coyunturas, a comienzos de la última década del siglo XX, Venezuela era un país que se debatía en su inestabilidad política y económica, aunada a las tensiones sociales que tendrían un inopinado desenlace un año después. Hacer un evento de estas dimensiones, desde el seno de una universidad pública y en una ciudad de provincia, constituyó  todo un reto.

En la primera convocatoria de la bienal, que se realizó en noviembre de 1991, se dieron cita poetas, narradores, ensayistas y editores, consagrados y emergentes, de varios países y ese sentido abierto se mantuvo a lo largo de su trayectoria, hasta la que cerró el ciclo en su novena convocatoria, en 2012. Durante una semana y a lo largo de veinte años, la ciudad de Mérida fue el epicentro de un diálogo sin fronteras, un espacio abierto para la discusión, el balance y la crítica. Mérida se convertía en la capital cultural de Venezuela y espejo de las letras hispanoamericanas. Siempre bajo la advocación del “merideño más universal”.

Con motivo del centenario de Picón Salas (2001) el tema de la V bienal fue el de la memoria, la cultura y la democracia en América Latina. Y se hizo un homenaje cónsono con su trayectoria y las principales líneas de su trabajo, que lo muestran como un intelectual preocupado por la democracia, que cuesta construir y que se debe cuidar. Picón Salas fue un creador de instituciones; supo confiar en ellas como referentes de la educación y la cultura para expresar la necesidad de fortalecer la república y consolidar los valores democráticos. Su experiencia vital lo impele en este sentido, pues conocía las consecuencias de las acciones nefastas de caudillos y dictaduras.

Para Picón Salas la base cultural tenía serias implicaciones en la necesidad de integración, en la búsqueda de una especie de armonía vital, que requería esfuerzos de entendimiento entre formas de pensamiento contrarias, esperanzado en que los puntos de acuerdo lograran armonizar en procura del bien común. Esto es la base de la justicia, tanto en un plano individual como social. Su propia experiencia, luego del retorno a Venezuela procedente de Chile en 1936, se vio confrontada con esos ideales, mientras que facciones en disputa, en medio de la transición postdictadura, lo obligaron a replantear estas realidades que en el fondo eran y siguen siendo utopías.

La bienal fue siempre un espacio abierto, sin líneas ni espacios de propaganda para determinadas tendencias políticas. Eso puede constatarse en la programación de cada una de sus ediciones. El evento, cónsono con el pensamiento ecuménico de Picón Salas, hizo honor a la universidad venezolana en general y en particular a la Universidad de Los Andes, en cuyo seno se gestó. Doña Delia Picón de Morles, hija única del escritor y consecuente colaboradora de la bienal, nos confesó alguna vez que durante muchos años ella pensó que había un silencio injusto sobre la obra de su padre y alguien le había pedido comprensión, pues aquella obra se encontraba en un “cono de sombra”, y le decía que más temprano que tarde saldría de nuevo hacia la luz y ella veía en la bienal ese reimpulso.

El pensamiento de Picón Salas y las nuevas lecturas de sus obras tuvieron siempre espacio en cada una de las ediciones de la bienal. Picón Salas volvía en las evocaciones de viejos y nuevos lectores a su Mérida de antaño. Y así debería seguir siendo en el futuro, que su obra sea no sólo un patrimonio de los venezolanos, sino de los hablantes de nuestra lengua; que podamos leer, estudiar, editar, dar a conocer su pensamiento, sin mezquindad. Algún día se juntarán  sus obras completas, algún día se valorará aún más el aporte de ese venezolano lúcido para quien la idea de la cultura siempre fue la expresión de un consenso, que pasa por la integración y la armonía vital, así como la búsqueda de la belleza y la justicia.

Desde su obra inicial Buscando el camino (1920), que traza algunos de sus derroteros, hasta Los malos salvajes (1962), en el que reflexiona sobre los problemas del mundo contemporáneo bajo el tamiz de la Guerra Fría, cierra su ciclo vital volviendo al punto de partida, a su mirada a veces angustiada sobre el porvenir de su país, en esa Suma de Venezuela, que ya no vería editada como libro, y que es también un balance, la síntesis de viejas preocupaciones sobre la república que deviene, una especie de omega de su pensamiento. Con ese sentido ecuménico, que debe ser el de la universidad venezolana, hoy en día sometida por la tiniebla, creemos que el pensamiento de Picón Salas seguirá siendo una fuente de conocimientos, de afirmación, de encuentro para un diálogo con el otro, por demás necesario y sobre todo una fuente de luz para la Venezuela que vendrá.

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